Alessandro di Mariano di Vanni
Filipepi (Florencia,
1445 –1510)
Nacido en Florencia en los albores del Renacimiento, en el seno de una
familia de artesanos, fue apodado
Sandro Botticelli en honor a la esbelta
figura de Giovanni, el mayor de sus tres hermanos, y de cuyo mote se harían
acreedores todos los demás miembros de su familia. Creció en un barrio cercano
a la iglesia de Todos los Santos (Chiesa di Ognissanti), parroquia de la familia Vespucci, quienes se contarían entre sus primeros mecenas y posteriormente lo recomendarían a la poderosa
familia Médici, tras lo cual llegó a convertirse en
uno de los pintores más solicitados e importantes de su tiempo.
Boticelli se inició en las artes de
la orfebrería junto con Antonio, su segundo hermano, pasó por la escultura y a
la edad de dieciocho años se hizo aprendiz del famoso pintor carmelita: Fra Filippo Lippi, Edad que para
la época se consideraba avanzada, teniendo en cuenta que los demás aprendices
lo hacían entre los diez y doce años. Sus pinturas, así como las de algunos de
sus contemporáneos, gozaron de gran demanda gracias a la situación boyante del
mercado de las artes plásticas. Sus
obras fueron sometidas a interpretaciones no solo estéticas sino que también se
cubrieron de un halo político,
filosófico y religioso.
Su obra
más reconocida por el público es “El nacimiento de Venus”, pero en la década de 1480, Botticelli realizó una
serie de cuadros mitológicos, entre estos la “Allegoria
della Primavera”, obra icónica y especial, llena de
una belleza estética e intelectual. Posiblemente fue hecha a petición del
gobernante de Florencia y cabeza de la poderosa dinastía de los Médici, conocido como Lorenzo el
Magnífico, como un regalo de bodas para su sobrino y pupilo Lorenzo di Pierfrancesco. La
interpretación de esta obra de complejo simbolismo, requiere un hondo
conocimiento filosófico y de literatura del mundo clásico así como del
sincretismo religioso de la época; por supuesto ha sido una arriesgada tarea a
la que se han dedicado los eruditos del arte por más de quinientos años, tiempo
en el que le han dado diversas interpretaciones.
Únicamente vamos a
mencionar los personajes allí expuestos, que evocan la llegada de la estación, quienes,
puestos en el centro de un bosque de naranjos y un magnífico jardín donde se
han encontrado casi seiscientas especies de plantas, entre ellas ciento noventa
flores, son los siguientes: Venus, centro de la escena, la diosa del amor; Cupido
presto a lanzar una flecha encendida con los ojos vendados; las tres gracias:
Aglaya, Eufrosine y Talía, diosas de la belleza, el hechizo y la alegría;
Mercurio, el heraldo de los dioses, que protege el jardín de Venus contra los
intrusos; la ninfa Cloris siendo perseguida por
Céfiro para hacerla su mujer, el dios del viento, y, por último resaltamos en nuestra carátula
a Flora, la diosa de la primavera, esparciendo sus flores en la tierra, la única figura del grupo que mira al
observador y, al igual que la enigmática Gioconda, es la que guarda la clave
para comprender el verdadero significado que Botticelli escondió en esta obra,
que de seguro va más allá de la mera representación de la llegada de la
primavera.