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Rocha, A. (2020). Editorial. Cuestiones de Filosofía, 6 (27), 9-13.
doi: https://doi.org/10.19053/01235095.v6.n27.2020.12144
Finalmente tenemos el artículo del Prof. Dr. Werner Stegmaier, emérito de
la Greifswald Universität (Alemania), cuya obra se convirtió en el centro
de estudio de la Hodges Foundation for Philosophical Orientation (USA)
fundada recientemente en su honor. El Prof. Dr. Stegmaier inicia su trabajo
resaltando la importancia del paso histórico-filosófico de la centración
teológica a la antropológica, para señalar posteriormente el giro realizado
por Nietzsche, desde la filosofía, y Luhman, en el ámbito de la sociología,
desde la concepción tradicional del hombre en términos de esencia, hacia su
consideración como experimento en devenir y, en ese sentido, indeterminable.
Con este contexto de fondo, el autor incursiona en su propuesta de una filosofía
de la orientación vinculada con la teoría de sistemas del sociólogo alemán,
describiendo los rasgos y los procesos fundamentales de todo proceso de
orientación del cuerpo, la conciencia y la sociedad.
Este volumen está pensado como un sencillo homenaje al colega Prof.
Dr. Wilson Alcides Valenzuela, quien decide hacer uso de su derecho de
pensión para tomar un merecido descanso de su labor docente. Como tantas
experiencias que marcan la existencia humana, el adiós tiene múltiples
connotaciones, incluso aun en el caso de un único sentido cargado, por lo
general, de un cierto temple de ánimo teñido por la melancolía (μελαγχολíα).
Un adiós puede estar signado, por ejemplo, por el dolor ante una pérdida
irreparable o ante la partida considerada como una ausencia definitiva del
horizonte de la propia vida que se niega a aceptarla. En este caso se trata del
dolor propio de la lejanía parametral que permanece, no obstante, en la más
íntima cercanía existencial (Rocha de la Torre, 2007): es un adiós que deja
como lastre la desolación propia del recuerdo encarnado de una experiencia
real o aparentemente muerta; es la experiencia de la vaciedad propia del
quedar sin Dios, del nihilismo característico del a-Dios que conmueve y
destruye. Es la muerte o la separación de lo amado, que en tanto pérdida no
es más que una y la misma (das Selbe) experiencia (Kundera, 1995, p. 88).
Pero un adiós puede ser también la manifestación del paso de un lugar a otro,
la metáfora del salto desde un espacio vivido hacia otro por-venir. En este
caso el adiós puede ser considerado como una expresión del agradecimiento
por la pérdida, por la distancia que se establece con la situación, la vivencia
o la persona que afortunadamente queda atrás como un lastre que se arroja al
mar. En esta acepción, el adiós ya no designa la caída en la vaciedad de lo ido
que permanece encarnado para siempre como el a-diós que derrumba, sino
como el olvido radical de lo infecundo, lo grotesco o lo dañino que alegra