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Traslaviña, K.; Macías, G. (2021). Michel Foucault: escuela, sexualidad y procesos de
subjetivación. Cuestiones de Filosofía, 7 (29), 59-78.
https://doi.org/10.19053/01235095.v7.n29.2021.12746
Michel Foucault: escuela, sexualidad y procesos
de subjetivación
1
Michel Foucault: school, sexuality and subjective
processes
Katherine Traslaviña Castillo
2
Universidad Nacional Autónoma de México
Gabriel Macías Cruz
3
Universidad Nacional Autónoma de México
Recepción: 18 de julio del 2021
Evaluación: 24 de agosto del 2021
Aceptación: 26 de agosto del 2021
1
El presente artículo fue escrito en el marco del trabajo de investigación “Educación sexual y
biopolítica: análisis de los procesos de subjetivación desde el pensamiento de Michel Foucault”,
desarrollado en el Programa de Posgrado de Pedagogía de la UNAM, México.
2
Maestra en pedagogía por la Universidad Nacional Autónoma de México, Licenciada en Pedagogía
Infantil por la Universidad Distrital Francisco José de Caldas de Colombia.
Correo electnico: katha_castillo@hotmail.com
3
Candidato a Doctor en Pedagogía de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Correo electnico: didactiel@hotmail.com
Artículo de reexión
Cuestiones de Filosofía
ISSN: 0123-5095
E-ISSN: 2389-9441
Vol. 7 – Nº 29
Julio - diciembre, año 2021
pp. 59-78
60
Cuestiones de Filosofía No. 29 - Vol. 7 Año 2021 ISSN 0123-5095 Tunja-Colombia
Resumen
De acuerdo con Foucault, los procesos de subjetivación se enmarcan en
formaciones históricas. A cada formación histórica corresponden verdades
catalogadas como legítimas y tecnologías de poder, que en conjunción
son capaces de dirigir conductas y producir determinado tipo de sujeto.
Actualmente la escuela es una institución en la que convergen tecnologías
de poder (como la disciplina y la biopolítica) y saberes concebidos como
verdaderos (por ejemplo, la sexualidad), que propician procesos de
subjetivación. La disciplina tendrá como blanco de poder al cuerpo en tanto
individuo, y la biopolítica se encargará del conjunto de cuerpos: la población.
En este artículo analizaremos las formas en las que la escuela, como institución
disciplinaria y de control, orienta las prácticas de los individuos mediante el
saber de la sexualidad, para que devengan en sujetos sexualizados capaces de
autorregularse, con la finalidad de defender un conjunto: la sociedad.
Palabras clave: escuela, disciplina, biopolítica, sexualidad, procesos de
subjetivación.
Abstract
According to Foucault, the processes of subjectivation are framed in historical
formations. Each historical formation corresponds to truths classified as
legitimate and power technologies, which, in conjunction, are capable of
directing behaviors and, thus, producing a certain type of subject. Currently,
the school is situated as an institution within which power technologies
converge (such as discipline and biopolitics) and knowledge conceived as true
(for example, sexuality), to, from them, promote subjectivation processes.
The discipline will have as a target of power the body as an individual and,
biopolitics will be in charge of the set of bodies: the population. In this way,
in this article of reflection, we will analyze the ways in which the school,
as a disciplinary and control institution, guides the practices of individuals,
through the knowledge of sexuality, so that they become sexualized subjects
capable of self-regulation, in order to defend a group: society.
Keywords: school, discipline, biopolitics, sexuality, subjectivation processes.
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Traslaviña, K.; Macías, G. (2021). Michel Foucault: escuela, sexualidad y procesos de
subjetivación. Cuestiones de Filosofía, 7 (29), 59-78.
https://doi.org/10.19053/01235095.v7.n29.2021.12746
Introducción
Michel Foucault ha sido reconocido por su amigo, el historiador Paul Veyne,
como quien revolucionó la historia (1984, p. 199). Ello por la forma de
proceder del filósofo francés en sus investigaciones, al asumir la historia
como formaciones históricas con discontinuidades y singularidades, que con
sus respectivos discursos y prácticas hacen posible la formación de sujetos.
Es por esto que en su trabajo filosófico se podrán advertir tres ejes principales:
el saber, el poder y la subjetivación. Es decir, para Foucault, dentro de
cada formación histórica nos constituimos como sujetos de conocimiento,
sujetos capaces de influir sobre el comportamiento de los otros mediante el
ejercicio de poder, y como sujetos éticos. De esta forma, el filósofo francés
se interesa por responder a la pregunta de cómo hemos llegado a ser lo que
somos actualmente, esto es, a plantear una ontología del presente, “(…) un
análisis de la constitución histórica de nuestra subjetividad (…)” (Castro,
2011, p. 285). En consecuencia, los procesos de subjetivación responden a lo
que en cada época se considera como verdad. En tal sentido, un sujeto es el
resultado de un proceso histórico. Los procesos de subjetivación responden
a formaciones históricas.
De acuerdo con lo anterior, en el presente artículo buscamos reflexionar
sobre las formas en las cuales la escuela, como institución disciplinaria y de
control, opera en la producción de subjetividades, tomando como ejemplo el
saber de la sexualidad. Para esto es pertinente indagar sobre las tecnologías
de poder que intervienen: la anatomopolítica del detalle y la biopolítica. La
primera tiene como blanco de poder el cuerpo-individuo, y se centra en el
ejercicio de la disciplina para, desde el más mínimo detalle, intervenir en
el encauzamiento de determinada conducta. La segunda, la biopolítica, se
ocupa del cuerpo en tanto especie, es decir, gestiona, regula y administra
un conjunto de personas, configurando así formas de vida deseables para el
bienestar de la sociedad. En suma, se trata de analizar las formas de operación
de las tecnologías de poder dentro de la escuela, bajo el discurso de la
sexualidad, en la configuración de determinados procesos de subjetivación:
el sujeto sexualizado.
Tecnologías de poder: anatomopolítica y biopolítica
La anatomía política del detalle o anatomopolítica es equivalente, en palabras
de Foucault, a una “(…) mecánica del poder, [la cual] define cómo se puede
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hacer presa en el cuerpo de los demás, no simplemente para que ellos hagan
lo que se desea, sino para que operen como se quiere, con las técnicas, según
la rapidez y la eficacia que se determina (…)” (2009, p. 141). Su ejercicio de
poder estará determinado por la disciplina.
En el pensamiento de Foucault se pueden distinguir dos formas de
comprender la disciplina. Una articulada al orden del saber y, la otra, al
orden del poder. La disciplina, en el orden del saber, se comprende como una
formación discursiva que tiene por objetivo la producción y regulación de los
discursos. En este sentido, Foucault planteará cómo, desde finales del siglo
XVIII, el Estado ha intervenido en la disciplinarización y ordenamiento de
los discursos a partir de la descalificación y eliminación de los saberes que se
consideran inútiles, así como en la jerarquización mediante la clasificación,
desde los más particulares a los generales y, en la normalización de estos. Es
en este marco de organización en el que surge la ciencia, ya no las ciencias.
Al respecto, el filósofo francés plantea:
El siglo XVIII fue el siglo del disciplinamiento de los saberes, es decir, la
organización interna de cada uno de ellos como una disciplina que tiene, en su
campo de pertenencia, a la vez criterios de selección que permiten desechar el
falso saber, el no saber, formas de normalización y de homogeneización de los
contenidos, formas de jerarquización y, por último, una organización interna
de centralización de esos saberes en torno de una especie de axiomatización
de hecho. Por lo tanto, ordenamiento de cada saber como disciplina y, por otra
parte, exposición de esos saberes así disciplinados desde adentro, su puesta en
comunicación, su distribución, su jerarquización recíproca en una suerte de
campo o disciplina global que se denomina, precisamente, la ciencia. Antes
del siglo XVIII, la ciencia no existía. Había ciencias, había saberes y también
estaba, si ustedes quieren, la filosofía (2000, p. 170).
Un ejemplo de este sistema de organización lo podemos encontrar en
la universidad y en la escuela, a partir de la clasificación, selección,
jerarquización e institucionalización de ciertos saberes, lo que conlleva a la
eliminación de otros. En consecuencia, una forma de enseñanza centrada en
las formas de enunciación, ya no en el contenido mismo, es la que impera.
Por otro lado, la disciplina en el orden del poder remite a las tecnologías de
poder que buscan una individualización disciplinada del sujeto. El cuerpo se
convierte, entonces, en el objeto de poder, como forma de organización interna
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en lugares específicos y sus movimientos en términos de eficacia. El poder
disciplinario se comprende como una vía de encauzamiento del individuo,
de enderezamiento de su conducta, para producirlo y transformarlo: “El
cuerpo humano entra en un mecanismo de poder que lo explora, desarticula y
recompone” (2009, p. 160). De esta forma, la disciplina captura los cuerpos,
captura el tiempo y la vida del individuo, establece métodos meticulosos de
dirección de las actividades y operaciones del cuerpo, garantizando así la
sujeción de sus fuerzas para hacerlas útiles, en términos político-económicos,
y dóciles en términos éticos. Esto significa que la fuerza del cuerpo debe
estar encaminada a su productividad económica, y la docilidad debe seguir
un conducto de valores normalizados dentro de la sociedad.
En este sentido, es importante señalar que en la disciplina no se trata de
represión, esclavitud o servidumbre, pues su fin no es la dominación por sí
misma. La disciplina no es una relación opresor-oprimido, una apropiación
de los cuerpos, ni una dominación inquebrantable sin análisis, sino la
constitución de relaciones de poder estructuradas por determinados saberes.
Por ejemplo, un joven que se masturba demasiado puede acarrear problemas
en términos de productividad; ya no será útil, pues no tendrá la misma fuerza
que aquel que no lo hace. A su vez, el joven que se masturba sabe que no
debe hacerlo en espacios públicos (la escuela, el trabajo, frente a sus padres)
porque esto sería concebido como una mala conducta, una falta moral,
sería considerado un sin vergüenza, un indócil. De acuerdo con esto, una
microfísica del poder se gesta mediante una anatomía política de detalle:
La disciplina aumenta las fuerzas del cuerpo (en términos económicos
de utilidad) y disminuye esas mismas fuerzas (en términos políticos de
obediencia). En una palabra: disocia el poder del cuerpo; de una parte, hace
de este poder una “aptitud”, una “capacidad” que trata de aumentar, y cambia
por otra parte la energía, la potencia que de ello podría resultar, y la convierte
en una relación de sujeción estricta. Si la explotación económica separa
la fuerza y el producto del trabajo, digamos que la coerción disciplinaria
establece en el cuerpo el vínculo de coacción entre una aptitud aumentada y
una dominación acrecentada (p. 160).
El individuo disciplinado responde a cuatro características: 1) la distribución
de los cuerpos en el espacio, para lo cual se clausuran ciertos lugares con
respecto a otros, por ejemplo, el colegio, la fábrica o los cuarteles. De la misma
manera hay división de zonas y cada individuo ocupa un lugar específico, en
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el que la disciplina organiza un espacio en términos de utilidad; 2) sumado a
esto está el control de la actividad, en el que el empleo del tiempo debe ser
completamente útil. En consecuencia, es necesario que el individuo realice
pronto su actividad y se prohíban los momentos de ociosidad; 3) la tercera
característica refiere a la organización de las creaciones o producciones. Ésta
se encarga de dividir la totalidad del proceso en segmentos temporales que
vayan de lo simple a lo complejo. Esto se lleva a cabo en términos de un
tiempo evolutivo, como por ejemplo los planes de estudio en los colegios;
4) por último, la composición de las fuerzas, las aptitudes y capacidades
individuales se evidencian en una colectividad útil. Esto significa “Reducción
funcional del cuerpo. Pero también, inserción de este cuerpo-segmento en
todo un conjunto sobre el cual se articula” (p. 191).
En consecuencia, existen medios o instrumentos del buen encauzamiento
para la individualización disciplinada: la vigilancia jerárquica, la sanción
normalizadora y el examen. La primera consiste en una práctica donde reina
el sentirse observado, examinado y controlado aun si el vigilante no está
presente. La segunda se plantea en términos correctivos, estableciendo lo
permitido y lo prohibido, instaurando un principio de coerción a partir de
pequeños mecanismos penales que deben evitar las desviaciones. El tercero
examina, clasifica, califica y corrige, haciendo de cada individuo un caso,
un objeto de conocimiento visible basado en un saber especifico (pedagogía,
medicina, psiquiatría, etc.), en el que el examen se establece como el núcleo
de los procedimientos que constituyen al individuo como objeto y efecto del
saber y el poder. Mediante el examen se establece, entonces, un sistema de
registro del individuo, un campo documental acerca de él, que constituye
la formación de códigos de individualidad disciplinaria. Existe pues “(…)
una maquinaria de control que ha funcionado como un microscopio de la
conducta (…)” (p. 203).
La segunda tecnología de poder será la biopolítica. Surge en la modernidad,
se anuda a un saber médico y tiene por objetivo el control de la vida biológica
mediante el poder político, es decir, que a partir de mecanismos de poder se
busca la regulación de la población. Para ello se tiene en cuenta el cuerpo en
su conjunto, no de forma individualizada como sucedía con la disciplina, ya
que según Foucault la biopolítica “(…) está destinada a la multiplicidad de
los hombres, pero no en cuanto se resumen en cuerpos sino en la medida en
que forman, al contrario, una masa global, afectadas por procesos de conjunto
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que son propios de la vida, como el nacimiento, la muerte, la producción,
la enfermedad, etcétera (…)” (2000, p. 220). Así, la biopolítica no sugiere
una superación de la disciplina; por el contrario, existe una correlación y
articulación entre ambas a fin de conducir la conducta de los individuos y
producir sujetos.
En el pensamiento del filósofo francés no hay una teoría general o noción
única de biopolítica. A lo largo de sus trabajos se evidencian, más bien, cuatro
enfoques que, si bien no son antagónicos, presentan determinados rasgos
que a continuación serán descritos. El primer enfoque lo encontramos en la
conferencia Nacimiento de la medicina social, en la que la biopolítica está
atravesada por el surgimiento de la medicina social. La segunda perspectiva
se encuentra en el apartado “Derecho de muerte y poder sobre la vida” de su
libro Historia de la Sexualidad, Voluntad de saber, en la que esta tecnología
se establece como un poder de “hacer vivir o dejar morir”, diferenciándose
del poder soberano. En este apartado, la biopolítica estará analizada en el
marco de la reflexión sobre el arte de gobernar un fenómeno social de reciente
surgimiento: la población. Hallamos el tercer enfoque en su curso Defender
la sociedad, en el que se aborda a la biopolítica en relación con la guerra de
razas y, por último, en Seguridad, territorio y población, en donde se analiza
la biopolítica en relación con la gubernamentalidad.
Foucault establece ciertos dispositivos de seguridad de la biopolítica que no
pasan por la imposición de una ley o la prohibición, sino por ajustarse a unos
límites aceptables. Es decir, se calculan los costos de reprimir o tolerar ciertas
conductas, estableciendo una medida considerada como óptima, ya que el
objetivo de los dispositivos de seguridad es la consolidación del Estado, no
en términos de progreso o de una evolución del mismo hacia otra forma de
gobierno, sino por su ser en sí mismo. En este sentido, el Estado requiere de
otro arte de gobernar que no esté solamente sustentado por un marco jurídico,
sino, principalmente, que se apoye en una gubernamentalidad basada en la
libertad, una administración de las cosas que tenga presente la libertad de los
hombres, es decir, a partir de mecanismos permisivos.
Así, la biopolítica se caracteriza por tener en cuenta un conjunto de procesos
susceptibles de regular en relación con la vida política de los individuos,
tales como el clima, el comercio, el entorno material, los valores morales.
Tal como afirma Foucault: “(…) la biopolítica va a extraer su saber y definir
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el campo de intervención de su poder en la natalidad, la morbilidad, las
diversas incapacidades biológicas, los efectos del medio” (p. 222), y a su
vez, tendrá presente la circulación de hombres y cosas teniendo en cuenta el
elemento de la libertad y, por último, la fijación de la norma a partir de curvas
de normalidad. Ya que población y medio tienen una relación simbiótica,
una relación viva, es necesario que el Estado vigile y controle esta relación,
ejerza su poder sobre la población en tanto seres vivos con los procesos
naturales que lo rodean, con el fin de establecer formas de vida saludables y
productivas. En palabra de Foucault:
Será preciso modificar y bajar la morbilidad; habrá que alargar la vida; habrá
que estimular la natalidad. Y se trata, sobre todo, de establecer mecanismos
reguladores que, en esa población global con su campo aleatorio, puedan fijar
un equilibrio, mantener un promedio, establecer una especie de homeostasis,
asegurar compensaciones; en síntesis, de instalar mecanismos de seguridad
alrededor de ese carácter aleatorio que es inherente a una población de seres
vivos; optimizar, si ustedes quieren, un estado de vida: mecanismos, podrán
advertirlo, como los disciplinarios, destinados en suma a maximizar fuerzas
y a extraerlas, pero que recorren caminos enteramente diferentes (p. 223).
En suma, la disciplina, con el cuerpo en tanto individuo, y la biopolítica,
como regulación de la población o conjunto de cuerpos, son tecnologías de
poder que buscan la gestión y administración de la vida del individuo y de
las poblaciones de forma coordinada. Nuestro propósito es tratar de mostrar
esta articulación a través de las prácticas y discursos de la educación sexual,
y su vínculo estrecho con la escuela como espacio de regulación disciplinaria
de saberes y prácticas, en el interior de la cual se producen sujetos. Es en
la escuela donde los discursos y prácticas de la sexualidad se normalizan y
encauzan con el fin de defender la sociedad en un sentido biopolítico.
La escuela como institución disciplinaria y de control
Si bien en el pensamiento de Michel Foucault no se plantea un interés directo
hacia la educación, es posible vislumbrar entre algunos de sus libros ciertas
pistas que nos conducen a saber qué pensaba el filósofo francés al respecto.
En su conferencia de inauguración en el Collège de France en 1970,
titulada El orden del discurso, Foucault afirma que existen ciertos
procedimientos que permitirán el control de los discursos –prácticas
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discursivas
4
. Entre ellos aparece el ámbito educativo como un lugar
donde persiste el acomodamiento social de estos procedimientos, pues
para el filósofo: “Todo sistema de educación es una forma política de
mantener o de modificar la adecuación de los discursos, con los saberes y
los poderes que implican (…)” (2005, p. 44). De esta manera la escuela,
como uno de los tantos lugares en los que se puede hablar de educación,
hará operar, dar forma, a lo que es posible pensar y decir en el marco de
su época. En nuestro caso, la escuela servirá de institución que promoverá
ciertos discursos sobre la sexualidad, produciendo un determinado tipo
de sujetos sexualizados.
En un primer momento, por ejemplo, el tema de la educación sexual en la
escuela estaba implícito en asignaturas como la de biología al plantearse
la reproducción de las especies. Posteriormente, la educación sexual
parecía exigir su propio espacio debido al aumento de las enfermedades
de transmisión sexual, en especial el VIH-SIDA. La educación sexual es
tratada, entonces, en términos de prevención, como una cuestión de salud.
Actualmente la educación sexual no se preocupa solamente por temas de
higiene y salubridad, pues su accionar se ha vuelto fundamentalmente una
cuestión moral basada en una relación consigo mismo, donde el eje central
será la afectividad (qué tanto me quiero) y la responsabilidad (cuánto me
cuido).
La conformación de lo verdadero y lo falso, de lo normal y anormal, incluso de
lo pensable e impensable se presenta en el proceso de enseñanza. Allí se llevan
a cabo juegos de veridicción que establecerán no solo lo verdadero a partir de
su producción, sino también a través de su circulación. Así, los regímenes de
verdad que nos subjetivan sirven para otorgar a nuestras prácticas el sentido
de legítimas, auténticas, veraces, hasta el momento en el que otros discursos
–prácticas discursivas– dicten “su verdad”, reconfigurando los principios
del pensamiento. Es por esto que de una época a otra la sexualidad deja
de ser percibida como un asunto de pecado, para ser pensada en términos
médicos y psicoanalíticos, al punto de que en la actualidad se convierte en un
4
En la obra de Foucault la noción de discurso no hace referencia a un tipo de conocimiento que
refleje una realidad, sino a un conjunto de prácticas que al pasar por un juego de veridicción dicen
algo en particular. Esa particularidad, esa singularidad, da paso a la constitución de una formación
histórica: “es la descripción más precisa, más exacta de una formación histórica en su desnudez,
nos dirá Paul Veyne (2015, p. 16).
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asunto directamente educable y se encuentra enmarcada en una determinada
ciencia: la sexología. Cada sociedad construye sus regímenes de verdad, su
política general de la verdad y, con base en ello, produce históricamente la
normatividad y los mecanismos que permiten aceptar lo verdadero y rechazar
lo falso. Veyne sostiene al respecto: “(…) cada uno de estos discursos
sucesivos se encuentra implícito en las leyes penales, gestos, instituciones,
poderes, costumbres e incluso edificios que los ponen en práctica (…)” (2015,
p. 18). Regresando a su conferencia inaugural, Michel Foucault planteará
una pregunta que se responde a sí misma, en la cual evoca el tema de la
enseñanza: “¿Qué es, después de todo, un sistema de enseñanza, sino una
ritualización del habla; sino una cualificación y una fijación de las funciones
para los sujetos que hablan; sino la constitución de un grupo doctrinal cuando
menos difuso; sino una distribución y una adecuación del discurso con sus
poderes y saberes?” (2005, p. 28).
De este modo, para el filósofo francés el tema de la enseñanza presenta
características como la ritualización del habla, la cualificación y fijación
de funciones, la constitución de un cuerpo doctrinal y la distribución
y adecuación del discurso. Así pues, lejos de una mirada que enaltece la
educación como un “bien social incuestionable”, Foucault planteará cómo
la práctica de enseñanza se constituye como “transacciones discursivas”
operadas en momentos históricos específicos en busca de la conservación
o desplazamiento de determinada verdad, que produce subjetividades. Nos
dirá Julio Groppa al respecto: “(…) la enseñanza termina siendo investida
como el medio principal por el cual las nuevas generaciones serán sometidas
a los juegos de veridicción del presente (…)” (2017, p. 25).
De esta forma, se toma distancia ante la idea de un sujeto soberano, capaz
de constituir su propia realidad, para plantear cómo el sujeto es resultado de
un conjunto de prácticas que lo subjetivan y constituyen en el marco de un
conjunto de saberes y relaciones de poder históricas. ¿Cuál sería el papel de
la escuela en este sentido? Desde una analítica foucaulteana, lejos de ser el
lugar mediador entre la familia y el paso a la adultez, la escuela es productora
de subjetividades, reproductora de discursos y prácticas; es participe de
la regulación de ciertos saberes con presunción de verdad. Como espacio
disciplinario, la institución escolar se apoyará en ciertos procedimientos que
servirán para encauzar el cuerpo de los individuos y la regulación de los
saberes. La escuela es una enorme maquinaria orientada a producir cuerpos
y verdades; en este caso sobre la sexualidad.
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Con base en su libro de 1975, Vigilar y Castigar, se dará cuenta de cómo operaba
la escuela en la producción de subjetividades a través del disciplinamiento
de los cuerpos, para luego concentrarnos en la reconfiguración de los
mecanismos de poder con las sociedades de control.
Para Foucault la disciplina, en términos de poder, tendrá como blanco el cuerpo
del individuo. Para ello tendrá como referente discursivo las disciplinas (en
el marco del saber) características de las llamadas ciencias humanas. De esta
forma, la pedagogía establece un régimen de verdad que tendrá por referencia
al sujeto y operará en la constitución de éste. Lejos de ver la pedagogía como
una simple mediadora en el desarrollo de los sujetos, se la asume como un
saber que opera en la constitución de los individuos. Foucault sostendrá al
respecto: “Llamemos ‘pedagógica’, si quieren, la transmisión de una verdad
que tiene la función de dotar a un sujeto cualquiera de aptitudes, capacidades,
saberes, etcétera, que no poseía antes y que deberá poseer al termino de esa
relación pedagógica (…)” (2014, p. 388). Surge así toda una microfísica
del poder, que con sus reglamentos, instrumentos y procedimientos buscan
controlar y corregir a los cuerpos, en términos de utilidad económica y
docilidad ética, pues “El momento histórico de las disciplinas es el momento
en el que nace un arte del cuerpo humano que no tiende únicamente al
aumento de sus habilidades, ni tampoco a hacer más pesada su sujeción, sino
a la formación de un vínculo que, en el mismo mecanismo, lo hace tanto más
obediente cuanto más útil, y viceversa.” (1997, p. 160).
Entre los procedimientos de la disciplina que se buscan recuperar en el
presente artículo están la distribución de los individuos en el espacio, el
control de su actividad y la organización de la génesis comprendida como
economización del tiempo.
Atendiendo al primer procedimiento, la disciplina busca distribuir a los
individuos y organizarlos en espacios cerrados. Los espacios de clausura se
diversifican, pues ya no se centran en los locos o enfermos solamente. De
la misma forma, operan como un tipo de encierro menos perceptible, más
discreto, en la formación de sujetos eficaces. Así, por ejemplo, la escuela
retoma el modelo del convento para dividirse por zonas y asignar a cada
individuo un lugar determinado, y a partir de este lugar poder vigilar su
circulación y comunicación. Existe una distribución celular que busca evitar
cualquier conglomeración desorganizada de personas, pues la circulación sin
70
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orden e inutilizable es solucionada por medio de un procedimiento: “(…)
para conocer, para dominar y para utilizar. La disciplina organiza un espacio
analítico (…)” (2009, p. 166).
Estos lugares determinados en los que se sitúa al individuo deben responder
a una utilidad: la dirección de los cuerpos al interior del espacio. El espacio
no solo satisface la vigilancia al individuo, sino que también sirve para sacar
el mayor provecho a través de su distribución celular. En consecuencia, cada
espacio responde a un tipo de clasificación que hace circular a los individuos
en un sistema de relaciones. Es por ello que las escuelas se dividen en salones
a los que corresponden determinada cantidad de estudiantes. Al interior de
los salones de clase cada alumno está clasificado no sólo por su edad, sino
por el espacio que ocupa en un pupitre específico. Dentro del salón estará un
profesor, quién debe tener el espacio suficiente para observar y vigilar a todos
y cada uno de sus alumnos. Cada salón contará con puerta abierta o ventanas
grandes, con la suficiente iluminación y ventilación para que el coordinador
pueda ejercer una vigilancia general de profesores y alumnos, con fines
biopolíticos de control médicos y de disolución de conductas indeseables.
Asimismo, la escuela es un lugar más en el que se refuerza la separación entre
baños para niños y niñas, para profesores y administrativos, como distinción
de sexo y jerarquía. Esta estructura organizacional se reproduce también en
hospitales y fábricas.
Cualquier conducta inadecuada como muestras de cariño, caricias
“inapropiadas”, entrar al baño que no corresponde, no estar en clase, las
reuniones grupales sin previa autorización etc., serán corregidas en el marco
del encauzamiento de la conducta. Al interior de las escuelas es cada vez
menos frecuente el castigo físico como espectáculo ostensible de poder;
ahora se busca redireccionar las conductas que se salen del objetivo escolar,
y este encauzamiento será apoyado por sesiones terapéuticas que tendrán
por base la medicina, la psicología, la psiquiatría y la propia pedagogía. En
ese sentido, se hace necesario expandir a otras instituciones (hospital, diván,
fábrica) estas formas de proceder ante las conductas anormales, para ofrecer
un manejo interno y que éstas no se propaguen a través de la sociedad, pues
perjudicaría el bienestar de ésta y la pondría en riesgo en términos biopolíticos.
El segundo procedimiento responde al control de la actividad. Para ello es
necesario establecer ritmos, obligar a realizar ocupaciones determinadas
y regular ciclos de repetición (p. 175). Los horarios de clase que marcan
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horas exactas de inicio y fin de actividades específicas dentro de un área
determinada (de 8am a 9am: Matemáticas, de 9am a 10am: Educación
sexual, etc.), son un claro ejemplo de esto. Los programas o planes de estudio
definen un esquema cronológico de comportamiento, que va desde lo micro
hasta lo macro dentro de la institución escolar. La planeación comienza
desde: a) establecer cuáles son las materias más importantes a las que se
debe dedicar más tiempo, b) la cantidad de horas por cada materia según su
importancia y, c) las temáticas por materia, dependiendo del grado escolar
en el que ésta sea enseñada. Así, por ejemplo, la Ley General de Educación
de Colombia afirma que “La educación sexual, [debe ser] impartida en cada
caso de acuerdo con las necesidades psíquicas, físicas y afectivas de los
educandos según su edad” (MEN, 1994). Es una planeación que atraviesa
toda la institución escolar, desde los primeros hasta los últimos años: “(…)
es un ‘programa’ que asegura la elaboración del propio acto y controla desde
el interior su desarrollo y sus fases, [así] el tiempo penetra el cuerpo y, con
él, todos los controles minuciosos del poder (…)” (Foucault, 2009, p. 176).
Dentro de los procesos de enseñanza existe también una relación entre el
cuerpo y el gesto, es decir, una actividad específica que el cuerpo logra
codificar mediante la repetición. Por ejemplo, la escritura, una postura
correcta, la posición de los brazos, las formas de saludar etc., son actividades
puestas a repetición y vigilancia. Con la llegada de la Educación sexual a las
escuelas, las actividades que se integran a ese tipo de gimnasia tienen que
ver con la forma correcta de poner un condón, ejercitarnos en la toma de
anticonceptivos diarios o que responden a otras temporalidades igualmente
reguladas, la limpieza de los genitales, etc. Si bien estas actividades no se
realizan en un espacio público como la escuela, el tema de la enseñanza de éstas
en la institución supone su realización en el ámbito privado. Su no realización
sería muy evidente a partir de embarazos tempranos, enfermedades de
transmisión sexual, infecciones genitales etc. Sobre este punto se refleja una
clara articulación entre las tecnologías de poder disciplinarias y biopolíticas,
a través de una serie de discursos y prácticas dirigidas a la regulación de las
poblaciones.
El tercer procedimiento tiene que ver con la economización del tiempo, para
lo cual, muy a la par del control de la actividad, se clasifica a los individuos
según el grado escolar y los ejercicios que le convienen en términos de
utilidad:
72
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Es este tiempo disciplinario el que se impone poco a poco frente a la
práctica pedagógica, especializando el tiempo de formación y separándolo
del tiempo adulto, del tiempo del oficio adquirido; disponiendo diferentes
estadios separados los unos de los otros por pruebas graduales; determinando
programas que deben desarrollarse cada uno durante una fase determinada y
que implican ejercicios de dificultad creciente; calificando a los individuos
según la manera en que han recorrido estas series (…) Se conforma así toda
una pedagogía analítica, muy minuciosa en su detalle (descompone hasta
en sus elementos más simples la materia de enseñanza, jerarquiza en grados
exageradamente próximos cada fase del progreso) y muy precoz también en
su historia (anticipa ampliamente los análisis genéticos de los ideólogos, de
los que aparece como el modelo técnico) (p. 185).
El tiempo tiene un carácter evolutivo, pues su administración a partir de la
división busca la utilidad y la totalización de un proceso. Habrá que pensar,
por ejemplo, en el tiempo distribuido minuciosamente en los planes de clase.
Tiempos regulados con objetivos diseñados en términos de modificación de
la conducta y secuenciados entre sí. Ya no es el tiempo global de clase, sino
un tiempo segmentado con objetivos, materiales, actividades y formas de
evaluación en segmentos cortos. Con el tiempo, la escuela se hace responsable
de los cuerpos en términos disciplinarios y biopolíticos.
Ahora bien, si comprendemos que el análisis de Foucault sobre las relaciones
entre poder, saber y sujeto son susceptibles de cambio histórico, el estudio
que propone el filósofo francés es, entonces, inacabado. En este sentido, en
un intento por continuar con los análisis foucaultianos, surge un texto de
Gilles Deleuze titulado “post-scriptum sobre las sociedades de control”, en
donde se plantea la crisis de las sociedades disciplinarias.
Lejos de suponer una superación y sustitución de las sociedades de
control sobre las disciplinarias, Deleuze apunta a una transformación y
reconfiguración de los mecanismos de poder. Una de las características de
las sociedades de control es que se rigen por un régimen de dominación de
carácter empresarial. A diferencia de las sociedades disciplinarias que tenían
como modelo la fábrica, las sociedades de control tendrán por modelo la
empresa. Los procesos de subjetivación se constituyen a partir de la premisa
“sé el empresario de ti mismo”, “fórmate para un mejor estilo de vida”
5
. Este
5
Byung-Chul Han brinda una mirada más profunda a lo que actualmente se denomina “sujeto del
rendimiento”, quien tiene por base la autoexplotación para una supuesta realización de sí mismo
(Han, 2012).
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Traslaviña, K.; Macías, G. (2021). Michel Foucault: escuela, sexualidad y procesos de
subjetivación. Cuestiones de Filosofía, 7 (29), 59-78.
https://doi.org/10.19053/01235095.v7.n29.2021.12746
sujeto, empresario de sí mismo, tiene que actualizarse para poder cumplir
con los requisitos que el mercado exige, y ese actualizarse requiere incluso
que sea fuera de las instituciones de encierro como la escuela, lo que afecta
a la educación institucionalizada, que empieza a regirse también bajo esta
lógica empresarial. Deleuze afirma entonces que “El principio modular del
‘salario al mérito’ no ha dejado de tentar a la propia educación nacional: en
efecto, así como la empresa reemplaza a la fábrica, la formación permanente
tiende a reemplazar a la escuela, y la evaluación continua al examen. Lo
cual constituye el medio más seguro para librar la escuela a la empresa”
(1991, p. 2).
Otra de las características será la forma en la que opera el control sobre
los sujetos. Las nuevas tecnologías de la información y comunicación
permitieron la reconfiguración de los mecanismos de poder. La vigilancia y
el control operan a través de dispositivos más flexibles y menos perceptibles,
lo cual extiende su campo de acción y permite utilizarlos incluso fuera de las
instituciones de encierro. En términos biopolíticos, la ayuda de dispositivos
mucho más flexibles y cambiantes (cámaras, redes sociales, publicidad,
celulares), que permiten modular y dirigir las conductas de los sujetos a
partir del control, se constituye como mecanismos de gobierno más eficaces,
que permiten inducir y direccionar cierta forma de vida, ahora bajo la lógica
empresarial.
La lógica empresarial, con sus prácticas y discursos, afecta directamente
las instituciones educativas. Éstas se ven obligadas a adoptar las formas
administrativas de la empresa y un discurso ético que propone como ejes
rectores del accionar la búsqueda de calidad y la excelencia (Anzaldúa, 2017,
p. 65). Si en las sociedades disciplinarias los procesos de subjetivación eran
comunes en la fábrica y la escuela, ahora, a raíz de los desarrollos del modelo
económico capitalista, el vínculo es entre la empresa y las instituciones
educativas. De esta forma, los planes de estudios y las pedagogías imperantes
buscan responder a las dinámicas empresariales.
Escuela y procesos de subjetivación
Anteriormente mencionamos que el sujeto es el resultado de un proceso
histórico. Al respecto, Foucault afirma: “Hay dos significados de la palabra
sujeto: sometido a otro a través del control y la dependencia, y sujeto atado a
su propia identidad por la conciencia o el conocimiento de sí mismo. Ambos
74
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significados sugieren una forma de poder que subyuga y somete” (1988, p.
7). En consecuencia, el individuo interioriza los discursos catalogados como
verdaderos, que marcan la realidad en la que vive y se subjetiva a partir de
ellos. De esta forma se dictará a sí mismo unas prácticas adecuadas de vivir
la sexualidad, según la escuela, y la necesidad de educarse bajo ese deber ser.
Los procesos de subjetivación imperantes en nuestra época, producidos por
instituciones como las escolares, y dados en el marco de las sociedades de
control, están basados en la autorregulación. El sujeto deber ser “responsable”
de sí mismo, rigiéndose por la lógica de los discursos y prácticas que la
misma escuela se encarga de reproducir, controlar o transformar. Esto
significa que un estudiante útil y dócil atiende a los discursos de la sexualidad
moderna, basados principalmente en la medicina y la psicología, cuando usa
anticonceptivos, tiene buena higiene, quiere su cuerpo, tiene cuidado de
con quién se relaciona y piensa en un proyecto de vida de calidad. A su
vez, se adopta un discurso moral en torno a la sexualidad, el cual sigue el
ejemplo del cristianismo y la Antigüedad, al tener como imperativo “esperar
el momento indicado”, pero ya no con los mismos fines. En el cristianismo,
esperar el momento indicado tenía que ver con una reproducción sana del
hombre que fuera semejanza de Dios
6
, y en la Antigüedad hacía referencia
al autogobierno de los placeres como muestra de una moderación adecuada
para no afectar el cuerpo
7
. Sin embargo, esperar el momento indicado tiene
que ver ahora con una serie de metas que darán cuenta de una sustentabilidad
económica. Esto significa “preocúpate primero por terminar la escuela, luego
la universidad, después por encontrar trabajo y después piensas en eso”. Esto
no supone que las prácticas sexuales se pospongan, sino solamente que se
debe imponer un buen uso del tiempo, lo que tiene que ver con un proyecto
de vida organizado.
6
Cuestión de la que se ocupa Foucault en el segundo tomo de Historia de la sexualidad, subtitulado
Uso de los placeres. En este escrito se ahondará en las prácticas referentes a la sexualidad
enmarcadas en el cristianismo. Estas prácticas se argumentan bajo una verdad fundada en la
palabra de Dios, para quien hay que esperar el momento oportuno del acto sexual y la reproducción
del hombre a su imagen y semejanza.
7
Tema del cual se ocupa profundamente Foucault en el tercer tomo de Historia de la sexualidad,
subtitulado Inquietud de sí, en el que el filósofo francés ahondará en las prácticas del cuidado
de sí que se ejercían en la antigua Roma. Dichas prácticas responden a una verdad fundada en
el gobierno del sí mismo para una estilización de la vida como obra de arte, y ya no toman en
cuenta solamente el uso de los placeres. En este punto, Foucault argumenta que la sexualidad no es
el único aspecto que gira alrededor de la constitución del sujeto como sujeto ético.
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Traslaviña, K.; Macías, G. (2021). Michel Foucault: escuela, sexualidad y procesos de
subjetivación. Cuestiones de Filosofía, 7 (29), 59-78.
https://doi.org/10.19053/01235095.v7.n29.2021.12746
En este sentido, es necesario que los sujetos se encuentren realizando
actividades dentro y fuera de la escuela, pues esta formación permanente
posibilitaría el aprendizaje de competencias requeridas por el modelo
económico. Estas actividades son incentivadas por el sistema educativo a
partir de un discurso del emprendimiento, donde el rol del maestro parece
ser el de promotor de autoaprendizaje mediante el coaching. Esto tiene que
ver también con el manejo del tiempo libre, pues según el Ministerio de
Educación Nacional de Colombia (MEN), por ejemplo, uno de los “factores
intrapersonales” según los “Determinantes Sociales del embarazo en la
adolescencia” es el manejo del tiempo libre (2014, p. 17). Este discurso
de prevención va anudado a prácticas discursivas que ponen de relieve el
tema de la responsabilidad sexual, la que en términos biopolíticos evita una
masificación de personas enfermas por transmisiones sexuales, infecciones o
embarazos a temprana edad.
Actualmente, los discursos acerca de la sexualidad en las escuelas otorgan
también gran importancia a los valores. Es por ello que el amor resulta ser
uno de los principales pilares de las escuelas. Amar en primera instancia
tu propio cuerpo te permitirá amar el de los otros, y será a partir de este
vínculo amoroso que se puede llevar a cabo, y con total responsabilidad, la
consumación del acto.
Lejos de querer hacer juicios de valor sobre el modelo educativo que tiene
correlato con un modelo económico, y que se transmite a partir del Estado
como intermediario, lo que se ha pretendido mostrar es que la escuela, al
utilizar el saber de la sexualidad, no debe comprenderse como una cuestión
de progreso o liberación, sino como una transfiguración de los mecanismos
de poder, sin que esto signifique suponer que sean buenos o malos.
Conclusiones
La escuela, como institución disciplinaria, produce subjetividades. La
educación escolar será el espacio de institucionalización y normalización
de las prácticas destinadas a establecer una forma de vivir la sexualidad
mediante su educación. La ciencia de la sexualidad, como un saber científico y
legítimo, debe ser público, conocido, divulgado dentro de instituciones como
la escuela y la familia. La escuela funciona como el espacio para construir
una sexualidad que pueda ser administrada a través de la configuración
de prácticas y saberes normalizados, reglamentando formas específicas y
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moralmente aceptadas para un deber ser de la sana sexualidad. La vida sexual
se convierte en objeto de vigilancia, administración, control y regulación, no
de prohibición. Tal como menciona Foucault en Historia de la sexualidad
I. La voluntad de saber o en su curso Los anormales, la característica
principal de regulación de los saberes sobre la sexualidad no es el modelo
de la represión o la censura, sino el de la proliferación de los discursos. La
escuela es uno de los espacios donde el saber sobre la sexualidad circula en
articulación con todo un conjunto de prácticas de control de los espacios, los
gestos y el tiempo, y se convierte en objeto de educación. En la articulación
entre disciplina y biopolítica, la sexualidad debe educarse como parte de la
constitución de un sujeto sexualizado. Por ejemplo, uno de los planteamientos
del Programa de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía
(PESCC), diseñado por el Ministerio de Educación Nacional de Colombia,
sostiene:
Educar la sexualidad es mucho más que transmitir conocimientos e
información acerca de la sexualidad y la reproducción. No basta con enseñar
las características biológicas de hombres y mujeres, o los métodos para
prevenir un embarazo. Educar para la sexualidad es precisamente brindar
herramientas conceptuales, actitudinales, comunicativas y valorativas que
permitan a los adolescentes tomar decisiones con relación a su sexualidad que
se correspondan con lo que quieren, sueñan y esperan de su realidad (2008).
En consecuencia, la escuela funciona como el espacio para dirigir conductas
y formar sujetos, mediante un saber como lo es la sexualidad. Una sexualidad
que pueda ser administrada a través de la configuración de prácticas (lo
actitudinal) y saberes (herramientas conceptuales) normalizados, y que, a
su vez, reglamenta formas determinadas, y moralmente admitidas, para un
deber ser como sujeto sexualizado.
Con ayuda de los saberes pedagógico, psiquiátrico, psicológico, psicoanalítico,
médico y pedagógico, se instauran unas formas determinadas de vivir la
sexualidad, ya que estos saberes forman parte de los tipos de racionalidades
que surgen alrededor de ésta. Cualquier tipo de anomalía o patología que
ponga en peligro la estabilidad y bienestar de la población, será encauzada
de inmediato bajo algún discurso científico. Actualmente, organismos
internacionales como la UNESCO dan cuenta de las iniciativas relevantes
para el derecho humano a la educación sexual integral, ya que “reconoce que
la ESI (Educación Sexual Integral) debe comenzar en la escuela primaria y
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continuar en todos los niveles formales y no formales de la educación” (2014,
p. 16), para lo cual, contará con el apoyo de organizaciones internacionales
como la OMS:
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), es fundamental que la
ESI se inicie en los primeros años de la educación básica. La OMS también
ha proporcionado orientación específica sobre cómo la educación sexual
debería ser incorporada en los programas escolares y recomienda que la ESI
se enseñe como una materia independiente, en lugar de incorporarse a otras
asignaturas (p. 16).
En suma, escuela y sexualidad se anudan para subjetivar individuos en el
marco de un discurso responsable, logrando así que los sujetos mismos estén
dispuestos a tomar las riendas de su propio proyecto de vida, pues tal como
afirma el MEN: “Una educación de calidad es aquella que forma mejores
seres humanos, ciudadanos con valores éticos, respetuosos de lo público, que
ejercen los derechos humanos y conviven en paz (…), una educación que
genera oportunidades legítimas de progreso y prosperidad para ellos y para
el país” (2014, p. 24), lo cual, en términos disciplinarios se interpreta como
un individuo responsable de su cuerpo y, en términos biopolíticos, como una
sociedad con una forma de vida sexualmente sana y educada.
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