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Parra, F. (2023). La politicidad de la experiencia vivida: reexiones desde la
losofía y la interseccionalidad. Cuestiones de Filosofía, 9 (33), 101-125.
https://doi.org/10.19053/01235095.v9.n33.2023.15428
La politicidad de la experiencia vivida:
reexiones desde la losofía y la interseccionalidad
1
The politicization of lived experience: reections
from philosophy and intersectionality
Fabiana Parra
2
National Council for Science and Technology (CONICET), Argentina
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICET), Argentina
Recepción: 15 de diciembre del 2022
Evaluación: 23 de julio del 2023
Aceptación: 28 de julio del 2023
1 Este artículo se desprende del proyecto posdoctoral titulado “Ideología y género. Lectura sintomal
y genealogía conceptual”, nanciado por CONICET y radicado en el Instituto de Investigaciones en
Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS), FAHCE/ CONICET.
2 Doctora en Filosofía (UNLP). Investigadora en el Centro de Investigaciones en Filosofía (CIEFI)
del Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS). Consejo Nacional
de Ciencia y Tecnología (CONICET). Docente en la Universidad Nacional de La Plata y en la Uni-
versidad Nacional del Comahue (UNCo).
https://orcid.org/0000-0001-5106-3675.
Correo electrónico: fabianaparra00@gmail.com
Cuestiones de Filosofía
ISSN: 0123-5095
E-ISSN: 2389-9441
Vol. 9 – N° 33
Julio - diciembre, año 2023
pp. 101-125
Artículo de Reexión
102 Cuestiones de Filosofía No. 33 - Vol. 9 Año 2023 ISSN 0123-5095 Tunja-Colombia
Resumen
Este trabajo parte de la idea de que en el marco de una lógica occidental
moderna, y de sociedades capitalistas patriarcales, se relega a las mujeres
al lugar de alteridad en relación a lo masculino, y se las homogeneiza bajo
la representación de una “arquetípica Mujer”, que se articula con otra que
homologa mujer a madre. Mostraremos que para que estas representaciones
sean internalizadas, es necesario que operen discursos que circulan en tec-
nologías sociales como el cine, en los que se prescriben normas y criterios
de “lo normal”.
Frente a estos discursos normativizantes con sesgos sexistas, racistas, eli-
tistas y capacitistas, sostengo que las posiciones discursivas excéntricas,
al decir de Teresa de Lauretis, son potentes para subvertir los procesos de
subjetivación/sujeción que determinan qué lugar ocupar dentro de la es-
tructura social. Para ello se recuperan críticas desde el margen como las de
Adrienne Rich, y sus reexiones en torno a la experiencia personal sobre
la maternidad, experiencia que comprende simultáneamente como insti-
tución. Así mismo son recuperados los aportes del pensamiento feminista
negro y su importancia de narrar en primera persona las experiencias vi-
vidas. Todo esto tiene el propósito mayor de cuestionar nuestros propios
posicionamientos y experiencias, y de abogar por el reconocimiento de un
sujeto múltiple, contradictorio, disidente y otro.
Palabras clave: subjetivación, margen, episteme, resistencias.
Abstract
This study is contextualized under the notion of the relegation of women
to a place of alterity with respect to masculinity within modern Western
mentality and patriarchal capitalist societies. Additionally, women are ho-
mogenized under a representation of “archetypal woman”, which is in turn
linked with other representations such as the pairing woman/mother. We
will show that, in order for these representations to be internalized, it is
necessary to establish certain discourses stipulating norms and criteria of
“normality” via their circulation in social technologies such as lms. In the
context of such normative discourse with sexist, racist, elitist and ableist
baises, we argue that eccentric discursive positions, as stated by Teresa de
Lauretis, are powerful forces for subverting the subjectication processes
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that establish the roles to be performed within social structure. In order
to do that, we go back to critiques from the margin, as those by Adrienne
Rich, and reect on personal experience related to maternity, which is also
considered as an institution. Additionally, we recover the contributions of
Black feminist ideas and the importance of narrating experiences in rst
person. These eorts are oriented towards the purpose of questioning our
own positions and experiences, as well as recognizing a multiple, contra-
dictory, dissident, and “other subject”.
Keywords: subjectivation, margin, episteme, resistances.
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Introducción
Este trabajo parte del análisis de los efectos materiales que ciertos discur-
sos –con carácter fuertemente normativo– tienen para legitimar prácticas
de exclusión, violencia y aniquilamiento. Estos efectos se radicalizan en
contextos de avanzada neoliberal y neoconservadora como ocurre a nivel
regional y global, y reactivan dicotomías jerárquicas tales como cuerpo/
alma; naturaleza/cultura; pasión/razón; materia/pensamiento propias de la
lógica occidental moderna.
En este marco de referencia, “lo corporal” es homologado a “lo más bajo”
–articulando procesos de subjetivación/sujeción con procesos de sexual-
ización, racialización y generización–, lo que tiene como resultado el aniqui-
lamiento de ciertos sujetos. La matanza de brujas en el periodo de transición
del feudalismo al capitalismo, puede ser una ilustración para comprender los
efectos materiales que los discursos degradantes en torno a las mujeres han
tenido en ese periodo, así como también para comprender las construcciones
discursivas como mecanismos de subjetivación/sujeción en articulación
con instancias de diferenciación social como la pertenencia de clase, racial,
sexual y de género. A continuación, se propone sustentar lo anteriormente
señalado, llevando a cabo una lectura culpable, no ingenua, de la siguiente
cuestión: ¿Qué relación guarda esta matanza –uno de los mayores sexocidios
de la historia– con el surgimiento del nuevo orden capitalista?
Para responder a esta pregunta se recurre al análisis de Silvia Federici, para
quien las mujeres homologadas a la naturaleza e identicadas con la corporal-
idad a través de discursos y representaciones del periodo transicional al capi-
talismo, sirvió como argumento para que estas sean perseguidas y eliminadas.
En este sentido, cabe atender a que estos discursos representaban a las mujeres
como carentes de racionalidad: “excesivamente emocionales”, “lujuriosas” e
“incapaces de manejarse por sí mismas”, lo que tuvo como efecto que éstas
fueran puestas necesariamente bajo el control masculino y del Estado.
Ciertamente, la degradación de las mujeres a través de las construcciones
discursivas de la época las exponía como “(…) poco razonables, vanido-
sas, salvajes, despilfarradoras, regañonas, bestialmente sexuales, brujas y
hechiceras, entre otras cosas” (Federici, 2010, p. 180). Tales representaciones
fueron creando las condiciones para que las mujeres fueran privadas del con-
trol de sus cuerpos y de sus decisiones en todo lo vinculado a sus proyectos
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de vida, sus trayectorias, deseos y propósitos. Esto ha generado grandes de-
bates en torno a la relación entre producción-reproducción, público-privado,
capitalismo y patriarcado.
Lo que interesa en el presente artículo son los mecanismos que posibilitaron
y posibilitan procesos simultáneos de subjetivación/sujeción del binomio
mujeres-madres. En tal sentido, desde una lectura sintomal (Parra, 2021a;
Pavón Cuellar, 2019) se atiende al hecho de que –como fue mencionado
anteriormente– en el periodo de transición del feudalismo al capitalismo las
mujeres eran consideradas como irracionales y bestiales, pero cuando se in-
staura el capitalismo, el discurso sobre estas cambia. A partir de entonces son
descritas como “obedientes”, “sumisas”, “capaces de apaciguar a los hom-
bres”, etc.; lo que maniesta que el proceso de domesticación de ellas se
imbrica con el proceso de degradación social.
Los efectos materiales de las representaciones discursivas degradantes sobre
las mujeres implican violencias y exclusiones contra estas, que se radicalizan
en contextos de mayor hostilidad, tal como ocurre, por ejemplo, en contextos
dictatoriales. Cabe señalar en esta dirección, que en la última dictadura militar
argentina (1976-1983) la política ideológica exacerbó los roles estereotipados
de género existentes en la sociedad capitalista patriarcal, con la nalidad de
doblegar a las mujeres, exaltando sus funciones reproductivas y domésticas, y
buscando cristalizar el rol de éstas como garantes de la familia nuclear, como
célula básica de la sociedad. En este marco del neoconservadurismo y del
neoliberalismo en el que se refuerzan los valores de la institución familiar,
militar y religiosa:
(…) las mujeres militantes fueron consideradas como elementos trans-
gresores altamente peligrosos, no solo por su militancia contra el orden
establecido, sino en tanto encarnaban una ruptura con los roles de géne-
ro tradicionales. Esto es lo que explica por qué el terrorismo de Estado
incluyó métodos de represión especícos contra las mujeres, que podría-
mos describir como de “disciplinamiento de género”, en el que la violencia
sexual constituye el peor castigo para las mujeres militantes. Ser mujer y
ser militante las “hacía altamente peligrosas para el orden social”, por ello
debían ser radicalmente castigadas. El trato con los varones era de humi-
llación y sometimiento, pero de igual a igual; en cambio, las mujeres eran
despreciadas y degradadas mediante la violencia sexual, que fue una forma
de sometimiento y humillación radical al punto de deshumanizarlas y ani-
quilarlas como ‘sujetas’. Este disciplinamiento que intenta “encauzar” a las
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mujeres en los roles socialmente establecidos es el mismo que opera detrás
de todas las formas de violencia de género. Disciplinar, controlar, anular
es el mensaje dirigido a las otras mujeres que observan estos crímenes,
aterrorizadas (Parra, 2020, p. 202).
Ahora bien, en lo relativo a los mandatos de género, a nuestro entender, en la
actualidad sigue operando un mandato de género en el que subyace un ideal
de “buena madre”, en el que se entrecruzan dosis de amor y de entrega incon-
dicional, con la culpa y el sacricio que la ideología neoliberal conlleva, y
que produce sujetos deseosos de determinados objetos que se perciben como
escogidos autónomamente, pero en realidad se encuentran determinados por
los requerimientos del sistema capitalista colonial y neoliberal.
En efecto, lo que nos interesa destacar es que el eje central de la existencia lo
impone el mercado de trabajo capitalista, sus ritmos y exigencias, mientras
los cuidados son invisibilizados, relegados a zonas periféricas, y la vida es
supeditada a la producción de ganancias, que se maniesta en el solapamien-
to de cuestiones vinculadas al cuidado de quien cuida, al modo de hacerlo y
los costos que ello implica.
La brecha de género y los sesgos sexistas-racistas-elitistas y capacitistas son
impuestos estructuralmente desde las instituciones –las tecnologías sociales
al decir de Teresa de Lauretis (1993)–, que mediante mecanismos discursivos
prescriben qué posición ocupar en la formación social. Sin embargo, como la
propia autora destaca, también existe la posibilidad de ocupar una posición ex-
céntrica que subvierta y desestabilice estos anclajes. Uno de los lugares privi-
legiados para este proceso está en las críticas desde el margen a las tecnologías
sociales que prescriben mandatos sociales. En esta dirección se retoma la pro-
puesta de bell hooks (1989) de comprender al margen como metáfora espacial,
de un lugar subordinado e inferiorizado por una intersección de categorías de
diferenciación social.
Aunque existen múltiples posiciones excéntricas que pueden ser mencionadas
y muchas otras que permanecen inexploradas, en este trabajo se recupera la
crítica de Adrienne Rich (2019) a las pretensiones universalistas y totalitarias
acerca de la maternidad, con el propósito de examinar y exponer los meca-
nismos mediante los cuales se normativiza y se impone una única manera de
ser mujer-madre. Así como nos interesa subrayar sus propuestas alternativas
y subversivas de maternar.
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Una de las razones para poner la mirada sobre Rich es que la autora otorga cen-
tralidad al lugar de las representaciones discursivas para cristalizar y totalizar
el binomio mujer-madre, cuyo cuerpo:
(…) con su capacidad para la gestación, que da a luz y cría la nueva vida,
ha constituido, durante todas las épocas, un territorio de contradicciones: un
espacio investido de poder y una vulnerabilidad aguda; una gura maléca
y la encarnación del mal; un cúmulo de ambivalencias, muchas de las cuales
han servido para descalicar a las mujeres y apartarlas del acto colectivo de la
cultura interpretativa (Rich, 2019, p. 157).
En la crítica de Rich hay puntos en común con los aportes del pensamiento
feminista negro en los que, de manera novedosa, subyace la propuesta de cons-
truir conocimientos y estrategias políticas a partir de las narrativas basadas en
las propias experiencias vividas (Davis, 1981), otorgando valor heurístico al
punto de vista (Standpoint) desde el cual se conoce, comprende, experimenta
y percibe el mundo. Estos relatos en primera persona, no sólo son potentes
para articular reexiones compartidas con efectos “terapéuticos”
3
, sino tam-
bién para posibilitar la elaboración conjunta de programas de transformación.
Para muestra de ello, por ejemplo, cabe remitirse al Maniesto de la Combahee
River Collective (1988).
Tanto en la escritura de Rich como en la de feministas negras nucleadas en la
Combahee River Collective se otorga un estatuto central a la voz en primera
persona y se comprende la escritura como refugio y herramienta reivindicati-
va, en la que se trenza “lo personal con lo político”, sin caer en la trampa de
considerar que la dimensión de “lo político” se reduce a “lo personal”, aunque
sea un buen punto de partida metodológico para tramar una “política de las
articulaciones” (Parmar, 2012).
En Nacemos de mujer Rich señala que tras la entrega absoluta que requiere
la maternidad –entendida como una de las experiencias más reglamentadas
y vigiladas por las normas y mandatos sociales– se produce en la madre una
especie de disolución de la identidad. Aunque, claro está, no todas seremos
vigiladas de la misma manera, sino que esta vigilancia estará entrecruzada con
otras categorías de diferenciación social como la pertenencia geopolítica, eta-
ria, de clase, étnico-cultural, para lo cual es menester asumir una perspectiva
3 Es importante destacar que no se trata de una especie de sanación individual, como pretende el
liberalismo, sino de una apuesta comunitaria.
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interseccional y dar un rodeo en torno a la dimensión discursiva como meca-
nismo de moldeamiento de la maternidad.
La domesticación de la maternidad a través de construcciones discursivas
En el marco de una posición materialista como la de Louis Althusser en Tres
notas sobre la teoría de los discursos (1996), en cualquier formación social
“(…) la base requiere la función-Träger (soporte/portador) como una función
para asumir, como un lugar que debe tener en la división técnica y social del
trabajo” (1996, p. 117). Sin embargo, este requerimiento es abstracto, ya que
la estructura no establece quiénes deberán ocupar esos lugares. Es la ideología
la que asegura la función de designar el sujeto (en general) que debe ocupar
esta función. Y para ello debe interpelarlo como sujeto, proporcionándole las
razones-de-sujeto’ (raisons de sujet) para asumir estas funciones, que “(…)
guran con todas sus letras en un discurso ideológico que es, pues necesa-
riamente, un discurso referido al sujeto al que se dirige, que implica también
necesariamente al sujeto como signicante del discurso” (p. 117). Bajo estas
coordenadas, el sujeto debe gurar explícitamente entre los signicantes del
discurso ideológico, porque existe una relación de necesidad entre ambos.
Al reclutar a los sujetos, el discurso ideológico los instaura como tales al mis-
mo tiempo que los recluta. Todo acontece en un mismo y único acto, ya que
separa a cada individuo del resto y en el mismo movimiento llama al individuo
a responder por mismo. El desarrollo de tal mecanismo pone de maniesto
la circularidad de la ideología, cuya estructura de centrado especular “funciona
en un sentido estricto como la policía: interpela y solicita los documentos de
identidad al interpelado sin presentar a su vez, sus documentos de identidad,
pues lleva el uniforme de Sujeto que es su identidad” (p. 121). La ideología se
articula entonces sobre las estructuras económicas y políticas por el hecho de
permitir marchar a la función Träger, “transformándola en función sujeto, ya
que la forma en la que el discurso ideológico interpela a los individuos es tal que
permite al sujeto interpelado reconocerse y reconocer su lugar en el discurso, al
mismo tiempo que le garantiza que en efecto es él el interpelado” (p. 120).
Ahora bien, aunque la estructura material del discurso ideológico determina
lugares y funciones que son ocupados por agentes de la producción –los porta-
dores de estas funciones–, la ideología no sólo interpela a los individuos como
sujetos, autores y responsables de sus actos. También los “recluta” y “requisa”
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como Träger, por ende, “como soportes de la base económica de toda forma-
ción social” (Montag, 2015, p. 28).
Cabe señalar que si bien Althusser utiliza los verbos ‘reclutar y ‘requisar
como sinónimos, hay –como bien detecta Montag– una contradicción entre
ambos. Mientras que el primero presupone el consenso (“enrolarse”, “ins-
cribirse” voluntariamente), el segundo funciona como cumplimiento ante un
mandato. Siguiendo esta línea de análisis, aunque el discurso ideológico sólo
tenga sentido como interpelación, reclutando a los individuos y obligándolos
a asumir las funciones requeridas por los diferentes niveles de la estructura
social, la interpelación no debe confundirse con un reconocimiento intersub-
jetivo. Este reconocimiento “no es una exhortación pura y simple, sino una
empresa de convicción/persuasión: debe pues garantizarse a sí misma con
respecto al sujeto que la interpela (Althusser, 1996, p. 118).
De esta manera, la conciencia que se imagina originaria es, en verdad, un efec-
to retroactivo de los actos, rituales y prácticas corporales (incluidos los actos,
rituales y prácticas discursivas) que componen los Aparatos Ideológicos de Es-
tado (AIE), y que los constituyen como tales mediante la práctica de la interpe-
lación. El proceso mediante el cual los individuos se constituyen en sujetos, el
proceso de subjetivación, es entonces al mismo tiempo un proceso de sujeción
a determinados ámbitos de la vida social de acuerdo con los requerimientos del
sistema económico-social. Para llevar a cabo este doble proceso, las eviden-
cias tienen un papel fundamental: son la condición de posibilidad del sujeto,
poniendo de maniesto la relación necesaria entre el sujeto y la estructura de
la interpelación-garantía que produce el efecto de subjetividad ideológica: el
efecto ideológico fundamental, su “evidencia”.
Así las cosas, la tesis central de la teoría materialista de la ideología es la prácti-
ca de la interpelación ideológica –que consiste en rituales que reclaman de los
individuos la evidencia de que sus ideas y sus comportamientos no dependan
de la propia interpelación–, con lo cual la función del reconocimiento ideoló-
gico tiene como contrapartida el desconocimiento, por parte de los individuos,
de que únicamente pueden ser sujetos en tanto forman parte de una práctica so-
cial, que además les ha sido asignada previamente, incluso antes de nacer. Sin
embargo, esta asignación previa, y los rituales que constituyen a determinados
sujetos como tales, pueden fallar “y de hecho fallan” (Pêcheux, 2016)
4
.
4 Para Pêcheux, la falla de rituales que constituyen las prácticas se vincula con el origen imaginario
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Para que tal sistema se mantenga en funcionamiento, y para que la reproduc-
ción de las relaciones de producción sea asegurada en las prácticas cotidianas,
es necesario, por ello, que este mecanismo de reconocimiento especular del
Sujeto se desarrolle bajo la forma de un desconocimiento, ya que “la realidad
de este mecanismo, aquella que es desconocida en las formas mismas del reco-
nocimiento es efectivamente, la reproducción de las relaciones de producción
y las relaciones que de ella dependen” (Althusser, 1988, p. 63).
Tecnologías de género
Para Teresa de Lauretis, la construcción de la representación forma al mismo
tiempo la auto-representación a través de los discursos institucionalizados y de
las diversas tecnologías sociales –como el cine–, que tienen la posibilidad de
controlar el campo de signicaciones sociales y la posibilidad de producir y
promover representaciones de género. Se comprende entonces que el cine, en
tanto soporte material y actividad signicante, es uno de los aparatos sociales a
partir de los cuales se construye la subjetividad. Es por ello que a partir de una
crítica del cine se puede desentrañar, entre otros, la ideología que subyace en la
representación de las mujeres.
En Alicia ya no, de Lauretis plantea que en el cine, lo mismo que en las teorías
acerca del lenguaje, como en el psicoanálisis, se niega a las mujeres su posi-
ción de sujeto y su ser creadoras de cultura, relegándolas al papel de objeto y
fundamento de la representación. La subjetividad de las mujeres se dene, en
realidad, a partir de los sujetos masculinos. Esto produce que las mujeres se
encuentren a sí mismas en un vacío de signicado, “(…) un lugar no represen-
tado, no simbolizado, y así robado a la representación subjetiva (o a la auto-re-
presentación)” (de Lauretis, 1992, p. 19). Esto es lo que no aparece en ninguno
de los modelos mencionados anteriormente.
Es a partir de la postulación de sujeto excéntrico, no ya de sujeto-mujer, que
Lauretis propone salir del contrato heterosexual y de la ideología de género.
En palabras de la autora:
(…) no sólo en el sentido de desviarse de la senda convencional, normativa,
sino también ek-céntrico en el sentido de que no se centraba en la institución
de la resistencia y la rebelión. Puesto que las ideologías dominadas se forman precisamente en “el
emplazamiento mismo de la dominación, en ella y contra ella, a través de las fallas y de los obstácu-
los que la afectan inevitablemente (…) cuando la dominación se extiende a punto tal que ‘ahí no hay
nada que hacer porque ‘esto es así’” (2014, p. 17).
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que sostiene y produce la mente hétero, es decir, la institución de la hete-
rosexualidad (…). Lo que caracteriza al sujeto excéntrico es un doble des-
plazamiento: primero, el desplazamiento psíquico de la energía erótica hacia
una gura que excede las categorías de sexo y género, la gura que Wittig
llamó “la lesbiana”. Segundo: el auto-desplazamiento o la desidenticación
del sujeto de los supuestos culturales y las prácticas sociales inherentes a las
categorías de género y sexo (2015, p. 4).
Esta posición subjetiva que propone la lósofa italiana es “(…) una posición
que se logra sólo por medio de las prácticas del desplazamiento político y
personal a través de los límites de las identidades sociosexuales y de las co-
munidades, entre los cuerpos y los discursos y que yo quiero llamar sujeto
excéntrico” (1993, p. 106). Esta “nueva” ‘posición-sujeto’ revaloriza “los
discursos de las minorías y la armación de los saberes subyugados como
parte de la crítica al discurso colonial, y de la crítica feminista a la cultura
occidental y al feminismo (blanco) occidental” (p. 106).
De lo que se trata es de producir prácticas y discursos feministas desde los
márgenes, desde los intersticios de las instituciones, para dar lugar a las
subjetividades dislocadas, disidentes: “fuera del monopolio del poder/saber
(hétero) sexual masculino” (2015, p. 4). Esta posibilidad de resistencia y de
desidenticación con el discurso masculino hegemónico está dada, según de
Lauretis, porque la construcción del género es:
(…) también afectada por su deconstrucción; es decir por cualquier discur-
so, feminista u otro, que pudiera dejarla de lado como una tergiversación
ideológica. Porque el género, como lo real, es no sólo el efecto de la re-
presentación sino también su exceso, lo que permanece fuera del discurso
como trauma potencial que, si no se lo contiene, puede romper o desestabi-
lizar cualquier representación (2015, p. 9).
Para la lósofa italiana, el género como diferencia sexual no sólo es excluy-
ente al quedar anclado en un esquema dicotómico binario, sino que además
no logra dar cuenta del entramado complejo que constituye a las subjetivi-
dades, y sus múltiples experiencias, a partir de la imbricación de las distintas
instancias y la articulación de los distintos sistemas de poder. En este sentido,
la crítica que formula de Lauretis está entrelazada con las críticas realizadas
desde el margen al feminismo hegemónico, que universaliza las experien-
cias de las mujeres al no comprender al género como parte de un entramado
112 Cuestiones de Filosofía No. 33 - Vol. 9 Año 2023 ISSN 0123-5095 Tunja-Colombia
complejo, en el que la combinación e interseccionalidad de determinaciones
vinculadas a la clase, la elección sexual, la pertenencia geopolítica, étnica y
cultural, son fundamentales para el sujetamiento a determinados lugares de
la estructura social.
Siguiendo esta línea de análisis, ¿mediante qué mecanismos se prescribe
cómo habitar el binomio mujer-madre? De acuerdo con la hipótesis de la
materialidad de las tecnologías sociales como el cine, el mandato de la ma-
ternidad –en articulación con el de la heterosexualidad obligatoria– se re-
produce a través de representaciones que circulan en medios hegemónicos
de comunicación, en publicidades y en el cine, de los que existen sobrados
ejemplos a lo largo de décadas. Sin embargo, por supuesto, también exis-
ten voces disidentes enunciadas desde una posición discursiva excéntrica,
como aquellas que cuestionan el “mito de la madre perfecta” en relación de
oposición dicotómica con la representación de la mala madre.
Cabe señalar, en este sentido, que se ha generalizado a lo largo de la historia
un determinado ideal de buena madre, caracterizado por la abnegación y el
sacricio. La mamá al servicio, en primer lugar, de la criatura y, en segundo,
del marido. El mito de la madre perfecta y devota, casada, monógama, sac-
ricada por sus criaturas y feliz de hacerlo, quien siempre ha antepuesto los
intereses de hijos e hijas a los suyos, porque se supone que no tenía intereses
propios. Un mito presentado como atemporal, cuando en realidad sus pilares
son especícos de la modernidad capitalista y occidental.
El mito de la madre perfecta, de hecho, solo sirve para culpabilizar y estig-
matizar a las mujeres que se alejan de él. Las madres son consideradas fuente
de creación, pero también chivos expiatorios de los males del mundo cuando
no responden a los cánones establecidos. Se las responsabiliza de la felicidad
y los fracasos de sus hijas e hijos, cuando ni lo uno ni lo otro está a menudo
en sus manos, pues dependen más de una serie de condicionantes sociales.
La maternidad patriarcal ha hecho que muchas madres a lo largo de su vida
sientan “(...) la autonegación, la culpa, y la depresión, así como una ansiedad
patológica y un estado de alerta permanente (...)” (Rich, 2019, p. 99).
Es importante señalar, que si bien Rich propone partir del aporte epistémi-
co-político de la experiencia personal en torno a la maternidad, apuesta a
la construcción colectiva de conocimientos y de estrategias que posibiliten
articular demandas, y no reducir las luchas a las políticas identitarias, puesto
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que, como la autora señala, “la maternidad institucionalizada revive y renue-
va todas las demás instituciones” (p. 92). Su crítica a la maternidad como
experiencia personal y como institución implica, por tanto, comprender tam-
bién las posibilidades de transformarla.
El lugar de la experiencia personal. La maternidad como experiencia y
como institución
En el marco de una concepción idealista que propone una “arquetípica Mu-
jer”, el mandato de la maternidad ocupa un lugar central. Tal como dan cuen-
ta las críticas de la poeta y activista lesbofeminista Adrienne Rich, y las dis-
cusiones contemporáneas en torno a la necesidad de que la “maternidad sea
deseada para ser”.
Ahora bien, las críticas de Rich tienen total vigencia para mostrar que la
maternidad queda sujeta a los procesos de “intensicación neoliberal”, en
la que se mezclan cultura consumista e imaginarios de clase media en un
contexto (el de los incipientes años ochenta del siglo XX) en el que el con-
servadurismo religioso y político –por la avanzada de ideologías de derecha
y de las Iglesias en los Estados Unidos– producía una “guerra contra mujeres
pobres y sus hijos”, atacando los hogares encabezados por ellas, a los cuales
retiraron los servicios y los apoyos federales. Esta experiencia histórica tiene
semejanzas con la avanzada neoconservadora –tanto liberal como religiosa,
que vivimos actualmente a nivel global, regional y local–, cuyo reactivis-
mo político arremete contra todo aquello que amenace con desestabilizar
el poder económico y político concentrado en algunos sectores. Entre estas
amenazas se encuentra lo que estos sectores representan como “ideología de
género” (cfr. Parra, 2021b; Machado, 2018).
¿Qué amenaza representa una “mala madre” o una “no-madre”? Desde una
perspectiva crítica de las múltiples articulaciones entre capitalismo, capacitis-
mo, sexismo y racismo, podemos trazar similitudes entre los efectos que estas
articulaciones tienen en subjetividades inferiorizadas por razones de clase, dis-
capacidad, sexo-género y racialización. Todas estas subjetividades –no asum-
idas de manera general, sino singular y diferencial– tienen en común el hecho
de ser representadas socialmente como “no productivas”, como un obstáculo
para la reproducción del sistema. Sin embargo, las prescripciones que buscan
determinar de qué manera ubicarse y actuar en el marco del capitalismo neolib-
eral, no están exceptas de tensiones, contradicciones y ambigüedades.
114 Cuestiones de Filosofía No. 33 - Vol. 9 Año 2023 ISSN 0123-5095 Tunja-Colombia
Por un lado, quienes maternan deben hacerlo de manera sacricada, abnegada
y desinteresada, sin buscar reconocimiento simbólico ni material por las tareas
de cuidado hacia los demás, basadas en el amor “incondicional”. Simultán-
eamente, quienes maternan deben también ser productivos en el mercado de
trabajo, es decir, trabajar tanto en el ámbito público y privado, sólo que en el
segundo se hace de manera solapada.
Estas exigencias, propias de un sistema que supedita todo a la producción de
ganancias, hace enfrentar los ideales de madres –consideradas como bastiones
de la familia nuclear, entregadas absolutamente a ésta–, con los ideales de
madres-máquinas, productivas en el ámbito laboral y público, pero también
reproductivas y cuidadoras de la fuerza de trabajo. Desde estas coordenadas,
la maternidad –o mejor dicho: las múltiples experiencias de maternidad– que-
da en una encrucijada debido a los discursos normativos dicotómicos y es-
tereotipados, que condenan a quienes maternan y no pueden estar disponibles
plenamente para el trabajo. De esto dan cuenta investigaciones como la de
Mariana Silveira dos Santos Rosa (2023), que cuestiona las políticas estatales
de Brasil relacionadas con la educación de la primera infancia –guarderías,
jardines maternales e infantiles–, que excluyen principalmente a niños de fa-
milias trabajadoras a causa de aranceles inaccesibles para ellos.
Por otra parte, se condena socialmente a quienes maternan y no pueden hacerlo
de acuerdo a lo que es establecido como bueno en sociedades capitalistas y
patriarcales, es decir, con tiempo suciente y de calidad para los hijos y todo
lo relacionado con ellos. Desde una perspectiva interseccional se aprecia que
esta condena social está jerarquizada sexogenéricamente, en articulación con
la clase y la raza a la que se pertenece. La comparación entre licencias de ma-
ternidad y de paternidad es un buen ejemplo que ilustra lo anterior.
Por otra parte, no se puede dejar de señalar que estos gestos condenatorios a
quienes no cumplen con los ideales de “buenas madres”: abnegadas, produc-
tivas y, además, complacientes, han permeado también los espacios de orga-
nización y movimientos sociales que se pretenden emancipatorios, tales como
los feministas, al devaluar debates vinculados a las crianzas y maternidades.
Esto se debe a que se supone a las feministas como mujeres independientes,
autónomas, liberadas –o con pretensiones emancipatorias– de los amarres de los
cuidados que implica criar (más aún si involucra escasos recursos económicos,
problemas de salud, discapacidad, familias monoparentales y “disfuncionales”).
115
Parra, F. (2023). La politicidad de la experiencia vivida: reexiones desde la
losofía y la interseccionalidad. Cuestiones de Filosofía, 9 (33), 101-125.
https://doi.org/10.19053/01235095.v9.n33.2023.15428
Sin embargo, frente a estas condenas y mandatos de cómo habitar la mater-
nidad, existe la posibilidad de resistencia y subversiones. Para algunas au-
toras como Rich, narrar las propias experiencias constituye una herramienta
epistémica y política. En este sentido, la escritura es no sólo una fortaleza,
una especie de refugio, sino “un lugar de combate” (hooks, 2017), tal como
lo ilustra Rich:
Las mujeres han sido madres e hijas, pero han escrito muy poco sobre este
tema; la vasta mayoría de imágenes visuales y literarias de la maternidad
nos llega ltrada por una conciencia masculina individual y colectiva. Tan
pronto como una mujer sabe que lleva un hijo en el vientre, cae dentro de la
esfera de poder de las teorías, ideales, arquetipos y descripciones de su nue-
va existencia, pero casi nada de eso proviene de las otras mujeres (a pesar
de que sean las mismas mujeres quienes lo transmiten), aunque ha otado
invisiblemente sobre ella, desde que por vez primera se consideró mujer y,
después, potencialmente, como madre (2019, p. 111).
Pero la experiencia de la maternidad no es única, así como no existe una
“mujer” arquetípica ni comprendida de manera esencialista. Sin embargo,
hay que reconocer que en Nacemos de mujer Rich se reere a madres como
mujeres a partir de su genitalidad, lo cual podría ser visto como un resabio
de posiciones biologicistas. Sin embargo, es acertado su abordaje de la expe-
riencia de la maternidad en clave interseccional, atendiendo al hecho de que
la raza y la clase son fundamentales para comprender la experiencia única,
irrepetible, singular e intransferible de la maternidad.
Los aportes del pensamiento feminista negro en clave interseccional
El punto de partida del atento tratamiento de la complejidad que supone el
entrecruzamiento de múltiples experiencias –tanto de opresión como de pri-
vilegio– es el reconocimiento de que los espacios de privilegio que ocupan
algunos sujetos en la estructura social tienen como reverso la exclusión de
otros, y son el efecto de procesos de jerarquización racial, sexual, funcional,
de clase y de género.
Más que destacar las características, aciertos y límites de la perspectiva in-
terseccional, lo que importa es subrayar sus raíces históricas. En este sentido,
cabe señalar que la perspectiva interseccional está inspirada en reivindica-
ciones de movimientos sociales, especialmente afroamericanos y feministas
116 Cuestiones de Filosofía No. 33 - Vol. 9 Año 2023 ISSN 0123-5095 Tunja-Colombia
antiimperialistas. Tal como dan cuenta investigaciones que trazan una ge-
nealogía que vincula la perspectiva interseccional con sus antecedentes en
el blues femenino de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, con la
Alianza de Mujeres del Tercer Mundo y con la resistencia política de la Co-
lectiva Combahee River (Parra y Busquier, 2022), enfocada en las violencias
interseccionales, al reconocer que “el eslabonamiento/entrecruzamiento de
los sistemas mayores de opresión crea las condiciones especícas” de vida.
Las integrantes de la Colectiva apuntan, además, al reconocimiento de sus
antecesoras, armando que “el feminismo Negro contemporáneo es un re-
orecimiento de incontables generaciones de sacricio personal, militancia
y trabajo por parte de nuestras madres y hermanas” (Colectiva Combahee
River, 1988, p. 173).
Siguiendo este gesto de reconocimiento, resulta pertinente recuperar la expe-
riencia histórica de resistencias feministas soslayadas y opacadas por un fe-
minismo hegemónico centrado en la experiencia de mujeres con privilegios
de raza, clase, sexualidad y pertenencia geopolítica. El feminismo negro es-
tadounidense
5
–que albergaba tradiciones marxistas, feministas y antirracis-
tas– constituía una resistencia política con su crítica radical tanto al racismo
del feminismo blanco hegemónico y liberal conservador, que no era sensible a
las experiencias vividas desde el margen (hooks 1984; Davis, 1981), como al
sexismo de los activistas afroamericanos, que no advertían o querían atender al
carácter generizado de la dominación racista o de la lucha de liberación negra
(Viveros Vigoya, 2009).
Las contribuciones teóricas de las intelectuales feministas negras, que a
partir de la década del ochenta introdujeron en las agendas académicas re-
exiones en torno al entrecruzamiento de opresiones tales como el género,
la raza, la clase y la sexualidad, se sustentan, principalmente, no solo en las
experiencias personales, sino también colectivas de diversas mujeres afro-
descendientes, que desde la esclavitud en los Estados Unidos desarrollaron
diversas propuestas emancipadoras buscando combatir, especialmente las
opresiones de género y raza.
5 Si bien en la actualidad el término ‘feminismo negro’ o ‘feminismo afrodescendiente’ ha sido am-
pliamente recepcionado entre sus activistas, es importante señalar que en la década del setenta la
denominación ‘mujeres de color era empleada por diversos grupos de mujeres indígenas, negras,
chicanas, migrantes, mestizas, mulatas, etc. bajo una resistencia colectiva contra las opresiones ra-
ciales. Según María Lugones (2008), dicha expresión permitía agrupar en una misma denominación
a las mujeres “no blancas”, a partir de una estrategia coalicional contra las opresiones múltiples.
117
Parra, F. (2023). La politicidad de la experiencia vivida: reexiones desde la
losofía y la interseccionalidad. Cuestiones de Filosofía, 9 (33), 101-125.
https://doi.org/10.19053/01235095.v9.n33.2023.15428
En efecto, a partir de la década del ochenta empezaron a salir a la luz tex-
tos producidos por intelectuales negras, entre las que podemos destacar a bell
hooks, Audre Lorde, Angela Davis, Patricia Hill Collins y Kimberlée Crens-
haw, entre otras. Cabe decir que bell hooks, por ejemplo, ofrece un análisis
político y teórico que resignica los márgenes del feminismo y visibiliza el
lugar de las mujeres afrodescendientes en el colectivo de mujeres concentradas
exclusivamente en el género como único determinante de sus destinos. Para
la autora, la literatura producida por las feministas blancas estaba atravesada
por un racismo que negaba la participación política de las mujeres negras en
el movimiento feminista, generando la falsa idea de que el género, la raza y la
clase eran asuntos separados. En contraposición a esto, hooks (2004) entendía
que en la sociedad estadounidense las estructuras de clase estaban conforma-
das a partir de criterios raciales, por lo que solo a través del análisis acerca del
racismo y de su lugar en la sociedad capitalista sería posible comprender de
manera acabada las relaciones de clase.
Según Patricia Hill Collins (2012), el pensamiento feminista negro tiene como
principal objetivo enfrentar las múltiples opresiones de raza, género y clase
que recaen sobre las mujeres negras, ya sea de manera simbólica o física, para
establecer lazos entre ellas, quienes a partir de sus experiencias individuales
pueden generar procesos de conciencia colectiva.
La idea de triple opresión, compuesta por el género, la raza y la clase, a la que
se referían las feministas negras de la época, adquirió diversas denominaciones
y deniciones tales como simultaneidad de opresiones, impulsada por la Co-
lectiva del Río Combahee anteriormente mencionada. El término perspectiva
interseccional o interseccionalidad, fue propuesto por Kimberlée Crenshaw
(1989), quien sostiene que las realidades de las mujeres negras no pueden ser
explicadas separadamente a partir del género o de la raza. Por el contrario, tener
una perspectiva interseccional serviría para observar “las distintas formas en las
que la raza y el género interactúan y cómo generan las múltiples dimensiones
que conforman las experiencias de las mujeres negras” (Crenshaw, 2012, p. 89).
De esta forma el feminismo negro redene el concepto de opresión al incor-
porar la noción de matriz de dominación (Hill Collins, 1998) y al adoptar
la “teoría del punto de vista” como bases del pensamiento feminista negro,
enfatizando la perspectiva de las propias mujeres negras acerca de sus expe-
riencias vividas. En efecto, distintas autoras afrodescendientes han partido
118 Cuestiones de Filosofía No. 33 - Vol. 9 Año 2023 ISSN 0123-5095 Tunja-Colombia
del análisis de prácticas políticas como base para la construcción de saberes
en la academia, retomando la propuesta del “punto de vista”, procedente de
la epistemología feminista crítica –que nuclea a autoras blancas norcéntricas
como Donna Haraway, Sandra Harding, Nancy Harstock–, para poner en
cuestión las formas estandarizadas de la producción de saberes en el marco
de una lógica eurocéntrica y moderna, permitiendo vislumbrar cómo raza,
género y clase se entrelazan dentro de la matriz de poder en el orden social.
Sin embargo, si bien en sus orígenes la propuesta del “punto de vista” por parte
del feminismo blanco sirvió para cuestionar el androcentrismo y la objetividad
en las ciencias, terminó por reforzar un ‘sujeto mujer universal y homogéneo
que, según las autoras afrodescendientes, solo expresaba el punto de vista de
las mujeres blancas, de clase media y heterosexuales (Espinosa Miñoso, 2019).
Por el contrario, las autoras feministas afrodescendientes proponen recu-
perar las diversas experiencias, en este caso de las mujeres negras, para
llevar adelante nuevas epistemologías críticas producidas a partir de saberes
situados. Esto posibilitó cuestionar aquellas ideas que tendían a universa-
lizar y homogeneizar al sujeto mujer, perdiendo de vista las pluralidades y
singularidades propias del colectivo de mujeres, en general, y de las mujeres
afrodescendientes, en particular.
Es por ello que se considera importante reivindicar y revisibilizar perspecti-
vas y prácticas interseccionales atentas a las especicidades y singularidades
de las múltiples experiencias de las subjetividades, para posibilitar estrate-
gias y resistencias de quienes forman parte de los grupos más vulnerados,
por fuera de los gestos “tokenistas”, paternalistas y revictimizantes. En este
sentido, se reconoce que las mujeres no son un grupo homogéneo o estable
en el tiempo y en el espacio, sino que constituyen una categoría política. De
esta manera se articulan localizaciones especícas, materialidades concretas,
así como memorias e historias diversas de subordinación, pero también múl-
tiples experiencias de resistencias y luchas. Tales experiencias constituyen el
material a partir del cual los feminismos descentrados aportan sus visiones
que dan cuenta de “la multiplicidad de opresiones que viven las mujeres, así
como matrices de opresión en las que se entrecruzan la opresión patriarcal,
la opresión clasista, racista y heterosexista, entre otras” (Parra, 2018, p. 93).
En este sentido se considera que es urgente reconocer el legado de las femi-
nistas negras para construir una teoría enraizada en las propias experiencias
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Parra, F. (2023). La politicidad de la experiencia vivida: reexiones desde la
losofía y la interseccionalidad. Cuestiones de Filosofía, 9 (33), 101-125.
https://doi.org/10.19053/01235095.v9.n33.2023.15428
de opresión y de lucha de las mujeres lesbianas, indígenas, negras, pobres,
migrantes, mestizas y racializadas. Para ello es fundamental reconocer la ins-
cripción compleja de prácticas interseccionales en espacios fronterizos, entre
academia y activismo, entre teoría y práctica y, en última instancia, entre cuer-
po y política (Ciriza, 2015; Ochoa, 2012). En estrecha relación con lo anterior,
la propuesta busca, asimismo, interpelar la propia práctica académica que está
en riesgo de neutralización al ajustarse a los criterios de la ciencia moderna, y
busca promover la politización de las propias vivencias, siguiendo la propuesta
de “narrar nuestras experiencias en primera persona” (hooks, 2004).
En última instancia la invitación es a trenzar aún más “lo personal con lo
político” en los espacios académicos y universitarios, sin caer en la tram-
pa de considerar que lo político se reduce a lo personal, como pretenden las
políticas de la identidad las prácticas políticas que sólo toman como punto de
partida los modos personales y experienciales, lo que conduce a una cerrazón
retrógrada. Subrayando esta última cuestión, es necesario construir praxis
críticas, fomentar debates y discutir experiencias en torno a las maternidades,
así como cuestionar las condenas que acechan a quienes deciden maternar.
Reexiones nales: hacia una politización de la experiencia vivida
A lo largo de este trabajo se ha sostenido que existen múltiples formas de
maternar (y de criar), vinculadas a los entrecruzamientos de distintos condi-
cionamientos sociales, a procesos de precarización, racialización, sexo-ge-
nerización, así como a las posibilidades de acceso a la salud integral, a la
educación inclusiva y a políticas públicas atentas a garantizar crianzas res-
petuosas para todos, pero también trayectorias de vida dignas, de comienzo
a n. Asimismo, se ha destacado la importancia de adoptar el punto de vista
situado y atento a las trayectorias múltiples de las distintas subjetividades,
eludiendo los sesgos biologicistas, pero también paternalistas y capacitistas,
que restan agenciamiento político a subjetividades inferiorizadas.
Este trabajo propone, para ello, el proyecto de politizar la maternidad a través
de la potencia de la construcción colectiva de conocimientos y de herramien-
tas políticas. En tal sentido, la escritura, entendida como resistencia contra
un sistema que detracta a las mujeres en tanto ‘sujetas políticas’, capaces de
valerse por sí mismas, constituye un aporte invaluable de ‘colectivas’ y espa-
cios de organización históricos, que nos remontan a los feminismos negros.
Tanto para Rich como para autores del pensamiento feminista negro de los
120 Cuestiones de Filosofía No. 33 - Vol. 9 Año 2023 ISSN 0123-5095 Tunja-Colombia
años ochenta del siglo pasado, compartir las experiencias “personales” –apa-
rentemente privadas y a menudo dolorosas– es ecaz para aliviar emociona-
lmente no solo a quien la compartía, sino también para desplegar y propiciar
resistencias, y pedagogizar entre pares, creando una descripción colectiva del
mundo “que será verdaderamente nuestro”.
No se trata de valorar la experiencia personal por sí misma, como si intrínse-
camente tuviese un estatuto mayor, sino como narrativa que tiene un efecto
terapéutico, es decir, que posibilitaría “sanar”, como lo ha aseverado Audre
Lorde: “Qué queremos unas de otras después de haber contado nuestras his-
torias (…). Queremos ser curadas, queremos una musgosa calma que crezca
sobre nuestras cicatrices, queremos la hermana todopoderosa que no asuste,
que haga que el dolor se vaya, que el pasado no sea así” (Lorde, 1986, citada
por Rich, 2019, p. 28).
Sobre esta cuestión se hilvanan autoras de distintas coordenadas y situaciona-
lidades, que otorgan un estatuto al punto de vista desde el cual se interpreta,
se mira y se busca comprender una experiencia o un hecho. En sus problema-
tizaciones se encuentra de manera transversal el estatuto central que tienen las
narraciones en primera persona para politizar procesos sociales, pero también
subjetivos (“lo personal es político”), y para establecer alianzas y soluciones
conjuntas. Esta estrategia política involucra un posicionamiento epistémico
desde el margen, que otorga centralidad a los conocimientos y saberes pro-
ducidos a partir de las propias experiencias, y comprende como privilegiado el
punto de vista –aparentemente– marginal.
Todo ello constituye una interpelación a adoptar praxis interseccionales, en
las que cuestionemos, entre otras cosas, nuestros posicionamientos, los inter-
juegos de poder y nuestros (posibles) privilegios, que a menudo puedan encon-
trarse muy solapados. Es también una interpelación a compartir experiencias,
a narrar en primera persona –por ejemplo, sobre la necesidad de tener red o
recursos para maternar de manera digna–, pues de lo contrario puede ser una
experiencia abrumadora con efectos negativos, principalmente para la madre.
En esta misma dirección Rich señala que mientras la institución “maternidad”
exista, será la madre la observada y responsabilizada de todo.
Para nalizar, vale resaltar que en este trabajo se ha buscado aportar al análisis
de una de las experiencias más contradictorias, ambivalentes, vigiladas, exigi-
das y, también, desprotegidas como lo es la maternidad. Una cuestión que se
121
Parra, F. (2023). La politicidad de la experiencia vivida: reexiones desde la
losofía y la interseccionalidad. Cuestiones de Filosofía, 9 (33), 101-125.
https://doi.org/10.19053/01235095.v9.n33.2023.15428
encuentra en el espacio fronterizo y ambivalente entre lo personal y lo político,
pero también en los bordes y márgenes de la academia y de los activismos;
una cuestión urgente al tratarse de la reproducción de la vida, pero que queda
relegada en las agendas de la política pública. Se ha buscado también con-
tribuir a discusiones solapadas por otras más urgentes, que tensan y compleji-
zan nuestros aparatos teóricos y nuestras estructuras de pensamiento. Se trata
de una invitación a complejizar la mirada, pero también a buscar comprensión
de experiencias complejas, así como a mantener la crítica constante y, con ello,
provocar desplazamientos continuos en contra de las estabilizaciones que neu-
tralizan y despolitizan las experiencias. La invitación queda realizada a habitar
la casa de la resistencia frente a los discursos normativizantes y excluyentes.
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