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Tamayo, L. (2023). Las cuatro ecosofías.
Cuestiones de Filosofía, 9 (33), 35-61.
https://doi.org/10.19053/01235095.v9.n33.2023.15827
como ‘In-der-Welt-sein’ (Ser-en-el-mundo), con guiones entre los términos,
para hacer notar que el mundo y el Dasein son indisociables. Con tal noción
Heidegger se oponía al sentido común y a muchos prejuicios cientícos que
sostenían –y aún sostienen– que el hombre y el mundo eran ontológicamente
separables. El existenciario ‘In-Der-Welt-sein’ hace patente que el mundo es
consustancial al Dasein. Ya no se trata de “salvar al mundo” pues, como bien
indica Pascal David, “La tierra no nos pertenece (…) somos nosotros, los
hijos de la tierra, los que le pertenecemos” (2019, p. 73).
En Los problemas fundamentales de la fenomenología, Heidegger reiterará
esta idea de la siguiente manera: “El Dasein no tiene exterioridad, y esta es
la razón por la cual es igualmente absurdo hablar, al respecto, de interiori-
dad” (1985, p. 92). Años después, cuando el Heidegger de la vuelta (Kehre)
aborda la perspectiva de la ‘Historia del ser’ en Besinnung (1938/39), deja
atrás la analítica fundamental (la del Dasein y sus existenciarios) y, a partir
del Otro comienzo, abre la posibilidad de pensar el Ser como rehusamiento,
como aquello que “se oculta al presentarse” (Verborgenheit /Unverborgen-
heit), es decir, como lo verdadero (Xolocotzi, 2021, p. 215ss). En su ensayo
“La cosa”, publicado en 1954, Heidegger redene el mundo a partir de la
cuaternidad: “A este juego de espejos de la simplicidad de tierra y cielo,
divinos y mortales –un juego que acaece de un modo propio– lo llamamos
mundo” (1994, p. 156).
Pasada la Segunda Guerra Mundial y durante los años en los que le fue pro-
hibido impartir cátedra (la Lehrverbot), Heidegger retoma el tema de la mun-
danidad en tres textos: Aus der Erfahrung des Denkens (1947), Der Feldweg
(1949) y Gelassenheit (1949/55). En ellos el mundo se descubre no sólo
como consustancial al Dasein, sino como lo que da sentido a su paso por
el mundo: “(…) crecer es abrirse a la amplitud del cielo y al mismo tiempo
arraigarse a la oscuridad de la tierra; (…) todo lo que es genuino prospera
sólo si el hombre es a la vez ambas cosas, dispuesto a las exigencias del cielo
supremo y amparado en el seno de la tierra sustentadora (1989, pp. 8-9).
“ser-ahí”, es decir, el Dasein es el hombre, pero en tanto agente: “es en cada caso nosotros mismos”
(Heidegger, 1983, p. 17). Para Heidegger el Dasein soy yo en tanto sujeto; un ente que entre sus
cualidades (existenciarios) posee las de preocuparse por su ser, estar arrojado en el mundo (yecto),
estar abierto, comprendiendo y con variados estados de ánimo, hablando, siendo “en-el-mundo”,
“con otros” y de manera nita y temporal.