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Antonelli, M. (2024). Deleuze and feminism: debates on becoming-woman. Cuestiones de
Filosofía, 10 (34), 149-168.
https://doi.org/10.19053/uptc.01235095.v10.n34.2024.17060
Lecturas feministas de Deleuze: críticas al devenir-mujer
En el campo de los estudios feministas y de género, Deleuze ha ocupado
un lugar secundario comparado con otros contemporáneos del ámbito
francés como Foucault, Lacan y Derrida
1
. La atención que recibió fue
menor, presumiblemente, porque sus referencias a las luchas y movimientos
feministas fueron escasas y de índole más bien crítica. Inicialmente
predominaron lecturas de carácter negativo, fundadas en sospechas por sus
metáforas masculinas, el uso de escritores misóginos como Henry Miller y
D. H. Lawrence, y el impulso fálico que atravesaría su proclama por las
conexiones, máquinas y agenciamientos (Grosz, 1994, pp. 187, 191-193).
Sin embargo, a medida que el feminismo se volvió posthumanista y descartó
la idea de un sujeto agente, estable e idéntico a sí mismo, así como el esquema
binario que opone lo femenino y lo masculino, comenzó un diálogo con
Deleuze de manera más intensa y profunda (Braidotti, 1996, pp. 310-311)
2
.
En otros términos, de acuerdo con una periodización esquemática, podemos
distinguir tres momentos en la historia de los feminismos: la etapa liberal,
en la que se buscó la igualdad con el hombre; el feminismo de la diferencia,
atento a la especicidad de las identidades; y la fase deconstructiva,
en la que se arma la identidad de la mujer como múltiple y constituida
(Colebrook, 2000, pp. 9-10). Recién en este tercer momento, de orientación
postestructuralista, el feminismo encuentra a Deleuze, y un corpus creciente
de “feminismo deleuziano” cobra forma “con un rigor destacable” (Braidotti,
2005a, p. 87).
Aun así, la mayoría de las lecturas son ambivalentes y giran en torno a la noción
de devenir-mujer, un concepto “intrigante” y “controversial” (Sottirin, 2005,
p. 98) dotado de algo “inquietante, destructivo e intempestivo” (Colebrook,
1 Conley (2000, p. 18) observa que solo a partir de los años 1990, y no sin resistencia, las feministas
leyeron de modo positivo a Deleuze en EE. UU., donde Lacan y Derrida habían ingresado ya desde
la década de 1970. Para las críticas de Irigaray, Jardine (muy inuyente en los círculos feministas en
EE. UU.), Butler y Braidotti, véanse Olkowski (1999, pp. 32-54) y Stark (2017, pp. 29-34). Todas las
traducciones, tanto del francés como del inglés, son propias.
2 Stark (2017, pp. 113-117) señala que Deleuze preparó el camino para el posthumanismo, que es en
muchos aspectos un proyecto feminista ya que los mismos sistemas de pensamiento humanistas que
entronizaron al hombre contribuyeron a oprimir a las mujeres. El feminismo posthumanista reemplaza
las exclusiones del sujeto humanista por aperturas al animal, la tecnología y lo inhumano; no tiene
destino nal, ni respuestas denitivas, ni promesa de utopía. Deleuze dirige el pensamiento a un futuro
incierto con manifestaciones de sexo, género y sexualidad inimaginables, por lo cual es invaluable para
un feminismo sin ortodoxias.