https://doi.org/10.19053/01227238.13171
Artículos
El profesor
Nimio de Anquín. Análisis de su pensamiento político y
de su trayectoria en la Universidad de Córdoba (Argentina)
Professor Nimio de Anquín. Analysis of his
political thought and his career at the m University of Córdoba (Argentina)
Professor Nimio de Anquín. Análise do seu pensamento
político e da sua carreira na Universidade de Córdoba (Argentina)
María Cristina Vera de Flachs[1]* https://orcid.org/0000-0001-5423-0379
Antonio Sillau Pérez[2]** https://orcid.org/0000-0002-5820-5653
*Universidad
Nacional de Córdoba, Argentina
**Universidad
de Piura, Perú
Resumen
Objetivo: este
trabajo analiza las ideas políticas del profesor Nimio de Anquín
relacionadas con su trayectoria académica y política en la Universidad de
Córdoba. El espacio temporal del trabajo se enmarca especialmente entre 1930
y1943, período de quiebre definitivo del consenso que existía en torno al
proyecto liberal decimonónico de la Argentina moderna y la creciente
proliferación, desde la extrema derecha, de un nacionalismo antiliberal del
cual fue el profesor de Anquín uno de sus
representantes visibles en el interior del país, en su vertiente católica.
Originalidad/aporte:
Consideramos esta investigación relevante porque penetra en la biografía de un
personaje hasta ahora poco trabajado, cuya influencia se prolonga hasta la
década de 1970, centrando la atención en sus ideas políticas y en su condición
de miembro activo de la comunidad universitaria de Córdoba.
Método: Del
trabajo de esta investigación es el biográfico. La reconstrucción de los
aspectos biográficos de Nimio de Anquín estudiados en
este trabajo y en relación con el contexto en el que actuaba, ha sido posible a
través de la consulta de repositorios documentales de carácter p[3]úblico
y privado que permitieron el acceso a fuentes éditas
e inéditas, además de entrevistas personales.
Las estrategias: Seguidas
incluyeron la búsqueda y organización, a través de documentos procedentes del
Archivo General e Histórico de la Universidad Nacional de Córdoba, del Archivo
Histórico de la Provincia de Córdoba, del Museo de la Reforma y del archivo
privado del Dr. Alberto Caturelli.
Conclusión:
este trabajo permite ampliar el análisis de las ideas políticas de quienes
confrontaron con el reformismo universitario y cuál fue su presencia en la
política universitaria.
Palabras clave: Universidad
de Córdoba; pensamiento político; antiliberalismo; Nimio de Anquín.
Abstract
Objective: this paper analyzes the political ideas of Professor
Nimio de Anquín related to his academic and political career at
the University of Córdoba. The temporal space of the work is framed especially
between 1930 and 1943, a period of definitive break of the consensus that
existed around the nineteenth-century liberal project of modern Argentina and
the growing proliferation, from the extreme right, of an illiberal nationalism
of which Professor de Anquín was one of its visible representatives in the
interior of the country, in its Catholic side.
Originality/support: We consider this research relevant because it
penetrates into the biography of a character, whose influence lasted until the
1970s, focusing on his political ideas and his condition as an active member of
the university community of Córdoba.
Method: the work of this research
is biographical. The reconstruction of the biographical aspects of Nimio de Anquín
studied
in this work and in relation to the context in which
he acted, has been possible through the consultation of public and private
documentary repositories that allowed the access to published and unpublished
sources, as well as personal interviews.
Strategy/ information gathering: The strategies followed included the search and
organization of documents from the General and Historical Archive of the
National University of Córdoba, the
Historical Archive of the Province of Córdoba, the
Museum of the Reform and the private archive of Dr. Alberto Caturelli.
Conclusions: this work allows us to broaden the analysis of
the political ideas of those who confronted the university reformism and their
presence in university politics.
Keywords: University
of Córdoba;
political thought; antiliberalism; Nimio de Anquín.
Resumo
Objectivo: este artigo analisa as ideias políticas
do Professor Nimio de Anquín em relação à sua
carreira académica e política na Universidade de Córdoba. O
quadro temporal da obra está enquadrado especialmente
entre 1930 e 1943, um
período de ruptura definitiva do consenso que existia por volta do projecto liberal do século XIX da Argentina moderna e a
crescente proliferação, a partir da extrema direita, de um nacionalismo iliberal do
qual o Professor de Anquín foi um dos seus
representantes visíveis no interior do país, no seu lado católico.
Originalidade/aporte: Consideramos esta investigação relevante
porque penetra na biografia de uma personagem cuja influência durou até aos
anos 70, concentrando-se nas suas ideias políticas e na sua condição de membro activo da comunidade universitária de Córdoba.
Método: esta investigação é de natureza biográfica. A
reconstrução dos aspectos biográficos de
Nimio de Anquín
estudados neste trabalho e em relação ao contexto em que actuou,
foi possível através da consulta de repositórios
documentais públicos e privados que permitiram o acesso a fontes publicadas e
não publicadas, bem como entrevistas pessoais.
Estratégia/coleta de dados: As estratégias seguidas incluíram a pesquisa e
organização de documentos do Arquivo Geral e Histórico da Universidade Nacional
de Córdoba, do Arquivo Histórico da Província de Córdoba, do Museu da Reforma e dos arquivos privados do Dr. Alberto
Caturelli.
Conclusões: este
trabalho permite-nos alargar a análise das ideias políticas
daqueles que se confrontaram com o reformismo
universitário e a sua presença
na política universitária.
Palavras-chave: Universidade de
Córdoba; pensamento político; antiliberalismo; Nimio de Anquín.
Recibido:
11/11/2019
Evaluado:
29/12/2020
Aprobado: 20/01/2021
Introducción
El
presente trabajo tiene como objetivo el análisis de las ideas políticas del
profesor Nimio de Anquín y cómo estas tienen reflejo
en su actividad como docente y académico en la Universidad de Córdoba. El
espacio temporal de esta investigación parte de 1930, lo cual hace referencia a
la crisis multidimensional que atraviesa el proyecto liberal de la Argentina
moderna y al desarrollo de propuestas políticas de carácter autoritario, que,
desde el nacionalismo,
y en particular desde el nacionalismo católico, constituyen el quiebre
definitivo del “consenso liberal” imperante en el país desde 1880. En este
contexto particular de la historia argentina, la trayectoria del profesor Nimio de Anquín como integrante de la Universidad de Córdoba, de la
intelectualidad católica del Instituto Santo Tomás de Aquino y de lo que
constituyó, originalmente, el Fascismo Argentino de Córdoba que devino finalmente, en
230 1936,
en la Unión Nacional Fascista, tendrá particular impacto en la agitada
actividad política universitaria de aquellos aüos.
En efecto, la
trayectoria del profesor de Anquín en la Universidad
lo transformará en un personaje polémico, de reconocidos méritos académicos,
pero, a la vez, sancionado y suspendido en sus cátedras por sus inclinaciones
políticas y por su alineamiento con los sectores opositores a la reforma
universitaria de 1918. En este sentido, la propuesta ideológico-política y
la actuación política de dicho docente, dentro y fuera de la Universidad,
constituirán un factor adicional de división en los claustros docente y
estudiantil y de manifestación de las marcadas diferencias ideológico-políticas existentes
en ambos claustros.
Este trabajo,
precisamente, apunta a explorar la vinculación existente entre el Nimio de Anquín pensador y activista político, y el miembro de la
comunidad universitaria, una comunidad envuelta a partir de los aüos treinta en
una larga y a veces, dramática confrontación entre los sectores partidarios y
opositores a la reforma de 1918 y en relación con la compleja realidad política
nacional de aquel período histórico.
Un breve esbozo
biográfico
Los modelos y las
posibilidades metodológicas para realizar un trabajo de este tipo son varias,
en cuanto a que, en estas últimas décadas, se produjo una revalorización del
género biográfico en su sentido más clásico[4]. Sin embargo,
de todos los autores consultados hemos optado por François Dosse[5], en tanto efectuó una reflexión sobre la forma de
comprender al intelectual, su entorno y sus ideas. La biografía se presenta
para él como un género preocupado por la veracidad histórica y sensible al uso
de la imaginación, como medio para acceder a la realidad, de manera muy cercana
a aquello que Michel de Certeau llamó la
operación histórica[6].
François Dosse se ha interrogado si es necesario revisar las vidas
de los intelectuales, o, si con el estudio de sus obras sería suficiente para
recuperar su valor cultural y su legado. En este sentido, el
autor propone dar un espacio a la recepción de las obras de los intelectuales
biografiados, pero, a la vez, reparar en las marcas y huellas
biográficas que propiciaron que esas obras fueran escritas en momentos
particulares e irrepetibles en las trayectorias de los mismos. Destaca,
entonces, que la vida de un intelectual y su obra: “no pueden tratarse como si
estuvieran separadas por tabiques estancos, ni tampoco reducirse a un solo
nivel”[7].
Nimio de Anquín nació el 12 de agosto de 1896 en la ciudad de
Córdoba y falleció en la misma ciudad el 16 de mayo de 1979. Atendiendo a lo
antes seüalado, en esta investigación nos enfocamos en sus producciones y
tuvimos en cuenta sus relaciones personales, académicas y afectivas.
En 1920 fue
editorialista del diario católico Los Principios, donde publicaría innumerables notas, encendidos
discursos y textos políticos. En 1926 profundizó su formación filosófica merced
a una beca para estudiar, junto con su coterráneo Carlos Astrada,
en los cursos que dictaban el filósofo prusiano Ernst Cassirer, junto con Albert Goerland y N. Sauer,
en la Universidad de Hamburgo, Alemania.
Durante esa estancia se interesó
por la política y se convirtió en un seguidor de Charles Maurras,
aunque pronto desarrolló sus
propias ideas intentando combinar el tomismo con el hegelianismo, propugnando por
un Estado nacional.
A su retorno a su
ciudad natal, en 1929, obtuvo por concurso la cátedra de Lógica y Moral en el
Colegio Nacional de Monserrat, de pendiente de la Universidad de Córdoba. Casó
con doüa Eloísa Cabrera Domínguez, miembro de una tradicional familia
cordobesa, con quien tuvo ocho hijos, de los cuales tres mujeres fallecieron.
En 1930 publicó su
breve “Nota acerca del silogismo”, donde por primera vez expuso su opinión
acerca de la lógica[8].
Más tarde obtuvo la cátedra de Lógica en el Instituto Santo Tomás, que se
convertiría luego en la Facultad de Filosofía y Humanidades dependiente de la
Universidad Nacional de Córdoba y luego la de Metafísica y Política en la misma
facultad, fundando allí el Instituto de Metafísica que editó una revista
titulada Arx, de la cual salieron tres números. Una década
después la reeditó como Arxmaior. Fue vicedecano de esa facultad en 1954.
Su trayectoria política
e intelectual está asociada a la de un pequeüo pero influyente sector de la
cultura cordobesa. La fundación del Fascismo Argentino de Córdoba, como ruptura
del Partido Fascista Argentino, en 1934, devino finalmente en la Unión Nacional
Fascista en 1936, lo que lo promovió como su figura más lúcida. No en vano
muchos lo consideraban maestro máximo del fascismo en Córdoba, secundado, entre
otros, por Carlos Pucheta Morcillo y Alcides Bolbo[9]. La agrupación tenía su sede en la calle Duarte Quirós
175, cercana a la Universidad. Los simpatizantes del partido radical afirmaban que
recibían instrucciones de la Compaüía de Jesús.
Las ideas políticas de Anquín y el Instituto Santo Tomás de Aquino
El análisis de las
ideas políticas del profesor Nimio de Anquín se
realizó tomando en 232 cuenta su contexto histórico específico. Este tipo de
abordaje, que implica reconocer la dimensión histórica que,
en general, tiene cualquier producción
intelectual e ideológica, permite comprender la interrelación existente entre
las ideas de Anquín y el impacto social del modelo de
desarrollo socio-económico y político de la Argentina moderna, cuya herencia EE
política y económica atraviesa una crisis intensa en la década del treinta.
Esta crisis derivó en una “crisis cultural” ante el quiebre definitivo del
viejo consenso liberal, luego de cinco décadas, y constituyó un terreno fértil
para desplegar una crítica radical a los valores modernos y a la concepción
moderna del hombre y de la sociedad. Esta crítica, que impulsó desde m diferentes frentes el
nacionalismo argentino, tendrá en este docente el principal referente
ideológico del nacionalismo católico desarrollado desde Córdoba.
Por otra parte, la
fundación del Instituto Santo Tomás de Aquino, el 14 de julio de 1932,
constituyó un eje aglutinador de lo más selecto de la intelectualidad
nacionalista católica de Córdoba. En ese centro filosófico se repensó la
filosofía y a la vez se puso en marcha el desarrollo de las ideas políticas de
Nimio de Anquín, por lo que ellas no se pueden
desligar del espíritu que animaba la obra del instituto, que, en palabras de
Rodolfo Martínez Espinosa, consistía en “intentar una organización de la vida
de la inteligencia, según sus principios verdaderos y permanentes y poniéndola
al servicio de la Iglesia”[10].
En tal sentido, la labor de la intelectualidad nacionalista católica del
Instituto Santo Tomás de Aquino puede ser interpretada como parte del proceso
del “renacimiento cultural católico”, que desde los aüos veinte se había hecho
visible en la Argentina con la fundación de los Cursos de Cultura Católica en
Buenos Aires, en 1922. Al igual que en el caso de los Cursos de Cultura
Católica, el Instituto Santo Tomás de Aquino se constituyó en un centro de
desarrollo de ideas políticas que definieron al proyecto nacionalista de su
intelectualidad[11].
La fundamentación ideológica de dicha intelectualidad puede encontrar sus
puntos de apoyo originales en la publicación del Syllabus y de la encíclica Quanta Cura, durante el papado de Pío IX; en ambos documentos,
la Iglesia asumió una posición de radical de confrontación con las
transformaciones culturales de la modernidad. Por tal razón, no llama la
atención que Nimio fuese profesor también de los Cursos de Cultura Católica
que se dictaban en la Escuela Normal Alejandro Carbó
y en otros puntos del país.
Sus ideas políticas
combinaban su marcado anti modernismo católico con resabios del vitalismo fascista y su propuesta de
fundación de un “nuevo orden” político que definió bajo la denominación de
“fascismo teocéntrico”[12]
que, para él, constituiría la síntesis política del “nuevo orden”, como
instancia regeneradora de la política argentina y como medio de superación de
una etapa histórica que se considera signada por la decadencia. Este
proyecto de transformación política implicaba, en la mentalidad de Anquín, una “restauración nacional”, un
rescate del “auténtico”
pasado histórico argentino negado por el liberalismo secular de origen foráneo.
En tal sentido, analizaremos sus ideas políticas partiendo de su fundamentación
antropológica, para comprender de manera más precisa la crítica realizada a las
bases culturales e ideológicas de la modernidad y la estructuración de su
propuesta de cambio político.
Nimio de Anquín compartía con los demás miembros del Instituto Santo
Tomás de Aquino una visión radicalmente crítica al legado cultural de la
modernidad. Para él, las transformaciones culturales de la modernidad habían
traído como resultado, en primer término,
una afirmación radical del
“individuo” y por tanto habían
terminado por disolver los vínculos que unían al ser humano con Dios y con el
mundo, transformándolo en una especie de “átomo soberano”:
[...]aquello que Santo
Tomás de Aquino llama unitas ordine, la unidad en el
orden o por el orden. Sólo es factible el orden cuando hay una jerarquización
de valores relacionados entre sí y sometidos a un principio rector. ¿Y cómo lo
habría en el caos liberal donde cada mónada, concentrada en la idolatría de su
propia libertad, excluía a comunicación con otra?[13]
Más precisamente, el
antropocentrismo moderno había invertido en sus términos el sentido que tenía
la libertad natural del hombre, pues esta había perdido su condición de estar
al servicio de la revelación para transformarse en un fin en sí mismo:
No es congruente, de ningún modo, el concepto de
libertad del liberalismo con el concepto de libertad del cristianismo, pues el
uno se origina en el non serviam,
en el orgullo de no servir a Dios,
mientras que el otro nace de una relación de filialidad
y de subordinación amorosa [...] Los “derechos de la
persona humana”, en la concepción católica, están referidos constantemente a
Dios, sólo son intangibles en una panunidad
teocéntrica. [14]
La afirmación del
individuo como “átomo soberano” y de la libertad en el sentido moderno
terminaron por erigir una imagen del ser humano comparable a la de un dios; de Anquín sostenía que la sociedad liberal había devenido en
una theomaquia: “tantos dioses cuantos hombres”[15].
El hombre desligado de Dios y vuelto sobre sí mismo, y desligado, además, del
resto de los seres humanos, olvidó la noción de “bien común”; para Nimio, la
visión antropológica moderna había dado lugar a la constitución de un ser
humano dominado por el egoísmo más mezquino y por eso, indiferente en su
relación con el prójimo, el “yo absoluto” había diluido al “bien común”. La
sociedad liberal era antitética al “bien común”, pues
[...] no es una conspiración de muchos hombres (e. d, no
es un todo) [...] sino una sumación mecánica [...] por contigüidad
indiferente [...] No
es concebible entonces en la sociedad liberal, rigurosamente hablando, la
consecución [...] del bien común
(bien honesto), que es el que domina a los demás y que es la causa final de
toda acción.[16]
La supremacía del “yo
absoluto”, el abandono del bien común y la ruptura del vínculo con
Dios, constituían, para De Anquín, seüales de que el
mundo liberal era un mundo “esencialmente satánico”[17]. Bajo este
tipo de premisas, cuestionaba los fundamentos económicos y políticos del modelo
de desarrollo que había asumido la Argentina moderna y criticaba, como se
seüaló, que ello se producía en un contexto de profundización de la crisis
liberal del país y el descontento social que esta situación acarreaba desde la
década del treinta, constituyeron el terreno fértil para el cuestionamiento del
modelo de desarrollo socio-económico y político que había seguido el país desde
1880; además, la crisis liberal argentina constituía un caso adicional a otros
casos en el mundo, donde el capitalismo de libre mercado y la democracia
liberal cedían terreno al intervencionismo estatal en la economía y al
autoritarismo.
Así, en 1936, observaba
que el sistema económico capitalista implementado
en la Argentina había desconocido la dignidad del hombre y generado
la grave inequidad social sobre la base de la “explotación del humilde”: “(un)
sistema edificado sobre la base del egoísmo, de la explotación del humilde, de
la ganancia ilimitada [...] que desconoce la naturaleza y la dignidad del hombre[...]”[18].
Para de Anquín, establecer un “régimen social justo” implicaba una
reforma de fondo al sistema capitalista vigente, colocando al hombre como
principio y fin de la vida económico-social y al bien común como principio
rector de la acción política[19].
Pero él también extendía los efectos del modelo de desarrollo económico de la
Argentina moderna a la acción de la dominación imperialista; la aplicación del
capitalismo moderno en el país había implicado: “la transferencia de nuestras
principales fuentes de riqueza a manos del extranjero”. En este sentido,
manifestaba su radical oposición a aceptar la condición dependiente y
periférica del capitalismo argentino, el cual había sido descrito en forma
sintética por sir Malcolm Robertson en 1930: “Un país
que no pertenece al Imperio pero debe considerarse parte de él. Este
país es la Argentina”[20].
Con relación a ello, De
Anquín se refirió a las palabras del vicepresidente argentino, Julio
A. Roca (h.), cuando negociaba con Gran Bretaüa el tratado Roca-Runciman en 1933, condenando con las siguientes palabras el
modelo de integración en la economía mundial que habían seguido las élites
liberales argentinas: “Un hijo de esa casta absurda, todavía consideró oportuno
declarar con complacencia en Londres, que éramos, de hecho, colonia británica”[21].
En la misma línea
argumentativa, sostendrá que la democracia liberal como expresión política del
antropocentrismo moderno, fomentó en el ser humano una “desintegración
espiritual”, exaltando el individualismo y promoviendo un sistema económico en
donde el ser humano aparece dominado por el materialismo, el egoísmo y el puro
afán de lucro. Además, sostenía que la democracia era una burda quimera porque
el poder constituía un monopolio de las “minorías fuertes”. Este tipo de
terminología, que nos remite al fascismo, constituía un punto central en la
crítica de De Anquín a la
democracia liberal, conceptualizándola
como una falacia al servicio de los intereses hegemónicos de
los sectores socialmente más poderosos: “De las minorías fuertes es el destino
del mundo. Su puüo viril ha escrito, está escribiendo y siempre escribirá la
Historia [.]”[22].
Era precisamente a través de la democracia como las élites socialmente
poderosas, en la Argentina y el mundo, habían fomentado el individualismo y la
“desintegración espiritual” (este tipo de afirmaciones cobraba más fuerza aún
en medio del fraude electoral imperante en el sistema político en
los aüos treinta):
En rigor, la obra de la democracia no ha consistido
tanto en gobernar democráticamente (porque ello es cosa imposible), cuanto en
instituir y fomentar el caos en la conciencia popular: Ese régimen político ha
cumplido una obra de desintegración espiritual, de atomización humana, de donde
ha nacido la economía feroz que ahora hace crisis.[23]
La crítica a la
democracia liberal cobraba más fuerza en cuanto se había transformado en un
instrumento político de las élites liberales argentinas, no solo para afianzar
el predominio de sus intereses económicos y comerciales, sino como mecanismo
teüido de prácticas fraudulentas que garantizaban la perpetuación en el poder
de aquellas élites. De Anquín se referirá a este
punto afirmando que el país era gobernado por una “casta farisaica, que durante
medio siglo ha hecho todo lo posible por destruir el país y que ahora sólo se
sostiene por la corrupción que fomentara”.
En tal sentido, para
él la democracia liberal solo podía resultar nociva a los intereses nacionales;
el trasfondo de la crisis política argentina era una “crisis ética” y la
democracia liberal solo prolongaba ese estado de crisis. Bajo estas premisas,
la propuesta de un “nuevo orden” político para el país implicaba para este profesor
una “revolución moral”, y precisaba en esa línea: “la revolución social y
política será moral, o no será”[24].
Este era el núcleo del “fascismo teocéntrico”, como propuesta de una nueva era
política en la Argentina.
El “nuevo orden”
político para este docente partía desde sus propios fundamentos antropológicos,
por eso calificará a su “revolución moral” como una “revolución de los
espíritus”, y por ello, el “nuevo orden” es: “antiliberal, también anti
renacentista y anti burgués”. El hombre del “‘nuevo orden’ católico”: “no es
egoísta porque su vista está fija en el bien común (y) es dogmático,
autoritario y optimista”[25].
Esto último implicaba el rechazo absoluto a pactar con el sistema político
vigente para alcanzar las transformaciones político-institucionales:
Nosotros no vamos a
defender un sistema que está irremediablemente podrido, ni aceptamos alianzas
con ningún partido [...]
con los hombres políticos nuestros sean conservadores, radicales o demócratas,
no tenemos relación ninguna, ni queremos saber nada con ellos.[26]
Pero la “revolución de
los espíritus” como fundamento de su propuesta de un nuevo Estado católico, no
implicaba para él la aceptación de que tal revolución lo antecediese; por el
contrario, hacía un llamado implícito a la acción directa a la recientemente
creada Unión Nacional Fascista[27]:
Naturalmente que esto
no será resuelto con un criterio mayoritario y que no debemos esperar que la
mayoría de las almas hayan cambiado para instituir recién el “nuevo estado”.
Aquí está involucrado el principio de “caridad violenta” que deberá ser
ejercida sobre [...] la muchedumbre que
no piensa y que es víctima fácil de los “sin Dios”. ¿Hasta cuándo puede
dilatarse su liberación?[28]
El “fascismo
teocéntrico” cumpliría con la misión de jerarquizar (o desjerarquizar)
una serie de términos y conceptos, según los conceptos vertidos por Nimio de Anquín en su artículo “Liberalismo subrepticio y libertad
cristiana”:
[...] el nuevo orden [...]
la riqueza no tiene ya un fin en sí misma,[...] sino
como instrumento (en oposición al principio clásico de la economía liberal del
“enriquecimiento por el enriquecimiento”, que es el lema de Adán Smith y su escuela). [...] la Política es
restituida a su puesto de ciencia arquitectónica, bajo la dependencia y
participación de la Ética. Caduca ya la economía del oro, que corresponde a la
economía sin ética. Por eso el punto de vista del individuo cambia; ya no es
sólo el propio bienestar, sino el bien común, con lo cual se destruye toda
inclinación a la adoración de sí mismo.[29]
En 1936, repetía
conceptos semejantes, al sostener:
Con el volver en sí de la conciencia moral,
aprendemos la especificación de los fines y de los bienes y entonces todo se
jerarquiza en su debido orden. La moral recobra su imperio en al ápice de las actividades
prácticas e imprime un vuelco total al actual mundo de tiranía político
económica [...] Y para excogitar un
sistema político orientado al bien común, es imprescindible poner al hombre -
como ser espiritual y material - en el comienzo y en el fin de toda idea [...] A nosotros nos
domina la idea moral [...] “la revolución
social será moral o no será.[30]
Estas constituían las
bases del nacionalismo tal como lo entendía y defendía De Anquín:
“Podemos, con justicia, hablar de un nacionalismo cristianamente vivificado y
nos arrogamos la posesión de sus principios y la custodia de su bandera”.
Este “fascismo
teocéntrico” era el que respondía a la “auténtica tradición hispánica” de la
Argentina, tal cual la había declarado el fascismo argentino en Córdoba en 1934[31].
La interpretación de la
historia asumía una visión particular del proceso histórico argentino
inaugurado con la Revolución de Mayo. De Anquín no
ensayaba una interpretación católica de la Revolución de Mayo,
sino que, además de argumentar sobre la especificidad de la
Argentina “más allá de las cronologías oficiales”[32], colocaba a
dicha revolución como el prolegómeno de la “tradición abominable
de nuestra patria, nacida bajo el triste
patrocinio de una revolución que alguien calificó de ‘satánica’, y de allí la
necesidad de su ‘rechazo en block’ era
urgente [...]”. Por ello, el pasado histórico inaugurado en 1810 no tenía
vinculación alguna con la especificidad nacional de la Argentina: “Nuestro
comienzo es absoluto, sin enlace con el pasado político argentino”[33].
El “fascismo teocéntrico” restauraría esa “especificidad” nacional.
La lucha de los
fascistas por un nuevo ideal
De Anquín,
utilizando un lenguaje próximo al fascista aunque distanciado de su fundamentación
filosófica, exaltará el papel de la juventud en la superación de los límites
impuestos por el racionalismo y el liberalismo moderno. Al igual que en el
fascismo, verá en el viejo conservadurismo
liberal un obstáculo para la transformación o el elemento humano que podía
asumir con osadía
y voluntad la lucha por un “nuevo ideal”: Este será el eje de su discurso ante la juventud de
la Unión Nacional Fascista, en el Teatro Excélsior de Córdoba, el 12 de
septiembre de 1936, donde comenzará planteando que la lucha política del
presente es una lucha de juventudes. Excluidos de ella están los viejos y aun
los hombres maduros que no tuvieron la fortuna de librarse de vicios
deformadores de la mente y el corazón. Él afirmará su postura anticonservadora y antiburguesa
al sostener que la vieja burguesía liberal, heredera del positivismo y el
materialismo de la Argentina del ochenta del siglo XIX, está inundada de
actitud acomodaticia y de transacción, carente de ideales y defensora a
ultranza de sus intereses particulares: “porque las naturalezas decrépitas no
resisten al fuego; pronto se doblegan y se derriten [...] transan y se acomodan”[34]. Para él, las generaciones
del pasado no están preparadas para el “combate”, no son seres que estén
dispuestos a la lucha por los nuevos
ideales que representa la Unión Nacional Fascista:
[...] primero porque carecen de la virtud de la fuerza,
luego porque no pueden entender los principios con que combatimos y tercero
porque no las queremos y las rechazamos absolutamente [...] Locos seríamos si
alimentáramos la mínima esperanza de que puedan realizar ellos la revolución
social. Pueden realizar revoluciones materiales, pero eso no cambiará nada,
porque quedarían los mismos hombres, es decir, quedaría la misma generación,
cuya maniobra política consiste en girar sobre sí mismo.[35]
En función de lo que
representaban las viejas generaciones, De Anquín
sostenía que había que establecer un “cordón sanitario” que separase a aquellas
y a los partidos que las
representaban de la juventud; las “viejas generaciones”, de forma más amplia,
no solo incluían a la élite liberal-conservadora gobernante, sino que incluía
al resto del espectro político que había tenido desarrollo con la Argentina
moderna: “Nos es necesario establecer un cordón sanitario entre la peste demoliberal, en donde se agrupan nuestros viejos partidos,
y nuestros organismos jóvenes y sanos”[36].
Precisamente, sería la
juventud, por su pureza espiritual
y fortaleza física, la llamada a
transformar políticamente a la sociedad en clave cristiana:
[...] podemos decir que esta juventud, si es pura, será
la más atenta de Dios, y que a ella le será confiada la transfiguración de este
mundo caído en la prevaricación [...] a la juventud
cristiana de hoy le será dada por la pureza del alma que comunica la fortaleza
al cuerpo, la limpia inteligencia de los problemas espirituales y temporales,
que resueltos en justicia, comenzarán a realizar el reinado social de
Jesucristo.[37]
Y la oportunidad para
la “acción” la describía como la salvación del comunismo. Asumiendo que la
humanidad estaba frente a una rebelión comunista universal y multitudinaria, De
Anquín afirmaba:
Y este es el poder saludable del comunismo [...] porque ahora la
confusión ya no es posible [...] La conciencia nueva
desprecia a los tibios y mediocres —socialistas,
católicos burgueses, demócratas, liberales, etc.— y los echa a un
lado como basura [...] y exige un
pronunciamiento viril y absoluto: Sí, sí: No, no. Y ese pronunciamiento lo ha
dado el fascismo que no es un hecho italiano, como algunos creen, sino un hecho
universal. Pero el fascismo aún no está completado, porque debe ser teocéntrico
para que su eficacia sea decisiva contra el comunismo que es demonio céntrico.[38]
La política
universitaria cordobesa después de la Reforma de 1918
La agitada política
universitaria cordobesa del periodo estudiado está atravesada por las tensiones
presentes en la sociedad argentina de entonces y, en simultáneo, es
manifestación del enfrentamiento que mantenían los opositores contra los
partidarios de la reforma universitaria de 1918. En tal sentido, como sucedía
en otras realidades, la Universidad Nacional de Córdoba se constituyó en núcleo
de debate académico e ideológico, no solo sobre el rumbo que debía seguir la
misma como institución, sino también en torno a la compleja realidad
socio-política que atravesaba la Argentina en los aüos de crisis y quiebre
definitivo del “consenso liberal”.
La entonces tricentenaria Universidad había concitado la atención desde
1918 de jóvenes estudiantes de otras partes de América Latina, donde el modelo
reformista de Córdoba llegó a tener influencia[39]. Sin
embargo, el impacto generado por la reforma de la Universidad Nacional de
Córdoba, familiarmente llamada Casa de Trejo, devino en los aüos subsiguientes en un constante
clima de exaltación ideológica, donde las pujas en torno a las propuestas que
defendían la reforma y contrarreforma marcaron buena parte del debate
universitario. Hasta 1922 parecía que la reforma era invencible, pero pronto
una militancia activa de los católicos que acusaba al laicismo de la crisis de
la sociedad argentina incidió para que aparecieran los primeros atisbos de la
reacción antirreformista[40].
Durante los aüos veinte
la Universidad de Córdoba fue testigo de varias huelgas estudiantiles. En 1923,
una de ellas tuvo que ver con la destitución de Gregorio Bermann
(militante reformista de 1918), director de la Biblioteca Mayor y director
interino de la Revista de la Universidad aduciendo razones de mala moral administrativa. Al
aüo siguiente, en 1924, el detonante de la huelga fue la negativa de las
autoridades de la Facultad de Derecho a otorgar mesas de exámenes en el mes de
julio. Y en 1928 el móvil fueron los altísimos aranceles que debían pagar los estudiantes
para poder cursar. En ocasión de festejarse los diez aüos de la Reforma de
1918, el Dr.
Gregorio Bermann dijo que hacía cuatro aüos que en la Universidad gobernaba
la contrarreforma con plenos poderes y en sumisión con casi todo el mundo[41].
Sin embargo, a fines de ese aüo fue elegido rector para el periodo 1928-1932,
el Dr. Luis J. Posse,
titular de Derecho Privado, quien
manifestó no estar vinculado a ningún círculo, lo que hizo que el movimiento
huelguístico tocara a su fin. Fue un breve paréntesis, pues Posse renunciaría al producirse el golpe de Estado de
1930.
Precisamente, un actor
relevante que estará presente en la política universitaria a partir de
entonces, es el nacionalismo católico,
que tenía entre sus representantes a
profesores como Nimio de Anquín y Luis Martínez
Villada. Su radical oposición a la Reforma Universitaria y su confrontación con
los sectores que la
defendían constituye otro de los ejes de análisis de este trabajo. La activa
politización de los claustros docente y estudiantil reflejará las tensiones que
marcaron la realidad política,
social y académica de esos aüos y el
profesor De Anquín será actor relevante en el
contexto político que hemos reseüado.
El golpe de
Estado de 1930 y el catolicismo universitario
La nueva realidad
política generada con el golpe de Estado del 6 de septiembre 1930, encabezado
por el general José Félix Uriburu, trajo a Córdoba a
Carlos ibarguren como interventor, un antiguo
militante salteüo de la democracia progresista que vino a poner en marcha el
plan de Uriburu que, por un lado, cerró un ciclo de la política argentina
y, por otro, abrió una nueva etapa de enfrentamientos en el ámbito
universitario entre las facciones reformistas y nacionalistas. En tal contexto, los
nacionalistas declarados enemigos de la Reforma de 1918 a la que veían
contraria al catolicismo y atada al comunismo y a otras ideologías foráneas,
pensaron que había llegado su hora y que, al fin, detentarían
el gobierno universitario. Entre las actividades desplegadas planearon la constitución de
organismos defensivos de emergencia, entre los que se contaban la Acción Nacional
de Estudiantes de Derecho,
la Corporación
Nacional de Medicina y la Federación
Universitaria Nacionalista Argentina.
Por su parte,
el grupo reformista de inmediato repudió
el nuevo régimen político y, poco después, denunció la firma de un pacto
informal entre el jefe de policía local, Aníbal Montes, y un grupo de
profesores universitarios y de militantes nacionalistas, donde se estipuló que
se perseguiría todo aquello que oliera a reforma o comunismo[42].
En respuesta, el estudiantado defensor de
la reforma reorganizó sus centros estudiantiles en las distintas facultades
como medio de resistir a los nuevos vientos que amenazaban los principios de
1918.
En efecto, la nueva
realidad política del país parecía tener efectos en la Universidad y la
contrarreforma parecía abrirse paso. Luego del breve rectorado del ingeniero
José Benjamín Barros, hombre proveniente de la Facultad de Ciencias Exactas,
Físicas y Naturales y de raigambre reformista, en 1931 comenzó un proceso
contrario en las universidades. Los principios de enseüanza gratuita, de
docencia libre y de programas integrales, eran cuestionados con frecuenciapor los nacionalistas que pretendían consolidar
sus posiciones en el campo dela enseüanza. Obviamente la lucha entre los
defensores de la reforma y los nacionalistas no tardó en aparecer e
intensificarse a partir de entonces. El triunfo en las elecciones nacionales de
1932 de la fórmula presidencial encabezada por Agustín P Justo fue interpretado
por los sectores reformistas como una continuidad del gobierno del
general Uriburu, por lo que pronto se percataron de
que iba a ser necesario utilizar todos los medios democráticos disponibles, aun
cuando la reconocieran fraudulenta, para lanzarse a la lucha enarbolando
nuevamente la bandera de la Reforma de 1918. En ese contexto, los conservadores
afirmaban que las universidades argentinas eran víctimas del ataque del
comunismo soviético y acusaban a los sectores reformistas de gestar un plan
comunista[43].
Por el otro, la cesantía de varios profesores universitarios y las detenciones
policiales de estudiantes producían a diario enfrentamientos físicos en el
espacio público.
La huelga de
1932
Esta situación tuvo
gran resonancia en la Universidad de Córdoba en 1932, con la destitución de los
profesores Gregorio Bermann y Jorge
Orgaz por motivos ideológicos, en virtud de que fueron
los que alzaron sus voces contra el carácter ilegítimo del gobierno nacional
fraudulentamente electo en 1932. Bermann fue el
primer preso universitario del gobierno. Inmediatamente la agitación
estudiantil se radicalizó con el estallido de una huelga que duraría varios
meses[44].
A raíz de la prolongada huelga y por los gritos de ¡viva la reforma! en una manifestación realizada por las calles de la
ciudad, un grupo de estudiantes fue detenido y procesado, siendo Deodoro Roca su abogado defensor, convencido que sin el contralor estudiantil la
institución había vuelto a ser lo que era antes de la reforma. Para él, la
universidad era “burocracia, instituto secular del acomodo, presupuesto,
parientes, muchos parientes” que arrasaron las universidades[45].
La huelga se extendió todo ese aüo 32. Durante ese tiempo la Universidad permaneció
cerrada para los estudiantes y custodiada por la policía. Hacia fines de ese
aüo algunos estudiantes resolvieron presentarse a rendir, con lo que la huelga
comenzó a romperse. En febrero de 1933 la huelga concluyó, lo que constituyó
una derrota política a los estudiantes defensores de la Reforma agrupados en la
FUC (Federación Universitaria de Córdoba).
Mientras
tanto, los católicos,
aglutinando a las organizaciones de estudiantes católicos preexistentes como la
Asociación Nacional de Estudiantes de Derecho organizaron en junio de 1932 la
Federación Católica Universitaria (FCU), adoptando el lema: “Dios y Patria”[46],
y se constituían como oposición al estudiantado reformista aglutinado en la
FUC. En tal contexto, de pugnas políticas abiertas y frecuentes, y que en
algunos momentos habían llegado hasta al enfrentamiento físico, en los aüos
subsiguientes el clímax de conflictividad alcanzó su pico, deviniendo en
situaciones de alta violencia con el resultado de víctimas fatales.
Causas y
consecuencias de la primera expulsión de Nimio de la Universidad
Por ejemplo, en 1938,
el estudiantado nacionalista, agrupado en la nueva Corporación Argentina de
Estudiantes Universitarios, dio muestras de acción contundente al declarar lo
siguiente:
La Reforma es intrínsecamente mala, negativa y
destructora como resultado de la fermentación de intereses mezquinos y de
pasiones desordenadas. La universidad no le debe ni luz en el orden de la
inteligencia ni una doctrina moral. La democracia universitaria es tan mala
como la democracia política, de la cual no es sino una prolongación dentro de
la Universidad. El principio de jerarquía es fundamental en la vida
universitaria: la confusión de todos en el límite mínimo es terriblemente
injusta y absurda. La función propia del maestro es enseüar y la del alumno
aprender, es evidente la existencia de una subordinación jerárquica.
Proclamamos la necesidad de la restauración de los estudios sobre la base de la
filosofía tradicional.[47].
Además de afirmar que que la Reforma era un “movimiento de izquierda, instigado
por el comunismo que con veladas propagandas y so pretexto de renovar valores
hacía proselitismo tratando de adueüarse de la juventud a la que quería
anular la personalidad frente al Estado”[48].
Este tipo de
declaraciones constituyeron una abierta provocación que devino en un violento
enfrentamiento el 11 de agosto, cuando aparecieron las primeras víctimas
fatales. La revuelta fue grande y sonaron tres tiros, cosa que no había
ocurrido antes en la Universidad. Hubo una dispersión general y los
nacionalistas tuvieron dos bajas. En el suelo quedó tendido Julio
Benito de Santiago, al tiempo que Francisco García Montaüo, gravemente herido,
falleció ocho días más tarde. Si bien Antenor
Carreras Allende salvó su vida, quedó
con serias secuelas físicas[49].
De Anquín no estuvo allí pero era el mentor de los
jóvenes, al punto que habló en los funerales de Santiago. Era usual que en
estas manifestaciones el grupo fascistaentonara el
himno con el brazo levantado a la usanza fascista, profiriendo gritos contra la
democracia, sus instituciones y sus compaüeros reformistas[50].
En este contexto, la
FUC acusó a los fascistas de burlarse de los símbolos patrios y solicitó al
rector permiso para realizar un acto de desagravio, lo que no fue autorizado.
El enfrentamiento estudiantil se trasladó al claustro docente, reproduciendo
allí De Anquín las mismas posturas; desde la Unión
Nacional Fascista, fundada en 1936, había impulsado un activo proselitismo político
entre la juventud estudiantil. El 21 de noviembre de ese aüo, Nimio publicó un
discurso en el diario Crisol,
en un acto celebrado en el teatro Coliseo de Buenos Aires, donde, ante una sala
desbordada de jóvenes, atacó en términos duros al liberalismo, al secularismo
moderno y la “acción destructora del comunismo en los pueblos cristianos”, y
seüaló para las nuevas generaciones argentinas la urgencia de restablecer el
carácter cristiano de la nacionalidad[51].
Otra controversia
semejante fue generada por el profesor Luis Martínez Villada, un convencido
defensor del nacionalismo católico y alineado ideológicamente con De Anquín[52].
Ese mismo aüo, se opuso en el Consejo Superior que se hiciera un homenaje a
Juan Bautista Alberdi, autor intelectual de la constitución nacional de 1853, y
se difamara la memoria del gobernador Juan Manuel de Rosas. Hubo un gran escándalo habida
cuenta de que varios exalumnos salieron a defender al maestro,
entre ellos Nimio, quien fue suspendido
de sus cátedras en el Colegio Monserrat. Manuel Río, que compartía sus ideales,
renunció a las suyas por solidaridad; también lo hicieron otros docentes, entre ellos, los
conservadores Rogelio Nores Martínez, Manuel Augusto Ferrer y
Raúl Pucheta Morcillo. Algunos estudiantes que
militaban en la agrupación Unión de Fuerzas Fascistas adhirieron a esa
protesta, entre los que se destacaban Raúl Mendé, Erio Bonetto, Carlos G. Berardo, Alberto Díaz Bialet y
Carlos José Caballero, también
solidarizados con De Anquín[53].
En 1938, a consecuencia
de sus ideas políticas y su rechazo a la Reforma Universitaria, presionado por
el movimiento estudiantil universitario alineado con la reforma, De Anquín se vio obligado a alejarse de la Universidad.
Las luchas fratricidas
continuaron
En las ediciones del 11
y 14 de agosto de 1939, La Voz del Interior le reprochaba al profesor Nimio de Anquín el haber pronunciado en un acto político un nuevo
discurso con expresiones agraviantes y ofensivas hacia instituciones nacionales
y naciones que tenían estrecha relación con Argentina, lo que provocó rápidas
reacciones dentro y fuera del ámbito universitario en favor y en contra del
mencionado docente[54].
Como producto de estas
expresiones el rector dispuso citarlo al Consejo Superior y, ante su negativa a asistir, se enviaron los
antecedentes a una comisión integrada por los Dres. Guillermo Stuckert y Jorge Núüez, y el ingeniero Julio Tezanos Pinto, quienes aconsejaron su destitución por
considerar que, si bien esas expresiones habían sido realizadas en un
acto político, De Anquín era reincidente
en ese tipo de manifestaciones dentro y fuera de la cátedra, donde
hacía propaganda constante en contra de las instituciones y difamando figuras de próceres, como
Alberdi y Sarmiento, e inculcando a los jóvenes a que tuviesen aversión a ellos
y sus obras. Pero, lo que más generaba molestia y preocupación entre el sector
reformista era el activo proselitismo
que tenían entre los estudiantes
profesores nacionalistas como De Anquín y Martínez
Villada[55].
En efecto, la
influencia entre los jóvenes era importante, al punto que estos, junto a un
grupo de profesores de la Universidad y del Colegio Monserrat, jugaron una
fuerte carta en su defensa enviando una nota al rector donde seüalaban que los
conceptos vertidos no constituían una falta grave contra el orden social, por
lo que peticionaban se dejara sin efecto la medida de la destitución. Pero este
consideró que los motivos que fundaban la petición constituían una falta de
respeto a su autoridad, además de contener términos que molestaron a los
miembros del claustro al tratarlos de “cuadrúpedos democráticos y que se estaba
perjudicando a la niüez con el mito democrático”. “En consecuencia, sancionó a
los alumnos y docentes que habían firmado la misiva de solidaridad con el
cesanteado”[56].
Días después “el Dr. Martínez Villada solicitó se lo incluyera entre los
castigados porque él también adhería a favor de De Anquín”[57].
A comienzos de septiembre, cuando parecía que el tema se había acallado, Nimio
lo puso de nuevo en el tapete al dirigir una extensa nota al Consejo Superior
pidiendo reconsideración de la medida e invalidando jurídicamente las razones
invocadas para destituirlo de sus cátedras en el “Monserrat y en la Universidad
que poseía por concurso desde hacía ocho aüos y en las cuales había puesto todo
su esfuerzo para modernizar la enseüanza, reformulando sus programas e
introduciendo bibliografía nueva”[58].
Cabe destacar que sus condiciones intelectuales y académicas no estaban en
cuestión, pues poseía una amplia formación.
El tenor de la nota
presentada era muy fuerte y atacaba la resolución en todos sus aspectos, rebatiendo
los argumentos esgrimidos en su contra y tratando de demostrar, en primer término, que
no era un agitador peligroso que estaba en pugna con las
instituciones republicanas, y luego, que el nacionalismo argentino no era una
doctrina anárquica y que la democracia liberal estaba formalmente condenada por
la Iglesia. Al finalizar el texto hacía una defensa vigorosa de su vida privada
y pública, sosteniendo que la resolución rectoral estaba inspirada en la pasión
y resentimientos personales más que por la razón, haciendo presente que tanto el
rector como los consiliarios doctores Carlos R. Melo, Jorge Núüez y Guillermo Stuckert, y el Ing. Julio Tezanos
Pinto, no se habían excusado de actuar aun cuando era evidente que mantenían
una enemistad personal con él. Finalmente, acusó al decano de Medicina, Dr. Stuckert, y al Dr. Carlos Melo, de ser miembros del partido radical,
razón por la cual habían anticipado su juicio.
Un duro editorial de La Voz del
Interior, aparecido en agosto de
1939, seüalaba que los campos de batalla en el país, donde por largo tiempo
habían luchado indios, gauchos y caudillos, habían cambiado de escenario en el
siglo XX, ahora que las luchas fratricidas se llevaban a cabo en escuelas,
colegios y universidades, y agregaba:
La comandancia se llama cátedra y el caudillo
ladino, grosero y traidor catedrático... Se llaman nacionalistas, fascistas
vergonzantes como lo es la sutileza vil de su traición en ejercicio de la
docencia... La
Universidad de acuerdo con la “curia fascista” ha llenado nuestras
instituciones de esta suerte de catedráticos que parecen los avanzados del ejército.[59]
En verdad, el conflicto
con De Anquín adquirió proporciones insospechadas y
puso al descubierto que en la Universidad de Córdoba los enfrentamientos entre
reformistas y nacionalistas eran intensos y que los asuntos universitarios eran
conducidos con la misma pasión que los conflictos políticos.
El estallido de la
Segunda Guerra Mundial complicó aún más el panorama habida cuenta de que la
política nacional se vería influenciada crecientemente por el rumbo que tomaban
los acontecimientos. El nacionalismo católico —que había ya dado reiteradas
muestras de simpatía con el viraje autoritario tomado en Europa, reconociendo
así el “talento” de Hitler, Mussolini o
Franco— no escatimó elogios a las acciones del Eje durante la guerra. Nimio de Anquín, en este sentido, veía por ejemplo la acción
conducida por la Alemania nazi y la Italia fascista en Europa como producto de
la decisión de los “grandes conductores” (entiéndase Mussolini
y Hitler) que “han puesto su espada al
servicio en lo que no vacilamos en llamar un ‘encaminamiento’”, hacia una
concepción cristiana de la ciudad terrestre”[60]. Esto, desde
luego, habría implicado la “muerte” del “liberalismo y la fea democracia” y, por consiguiente, el
inicio de un proceso de “restauración”: el mundo del nuevo orden, objetivamente
visto, ofrecía muchas posibilidades a la realización de la unitas ordine de San Agustín, porque abría
(...) la voluntad individual a las relaciones de
coexistencia y de participación en el bien común. En cuanto es antiliberal, es
un sistema de relaciones fraternales fundadas en la justicia, es un mundo de
amor. Y sólo por ello es un mundo “educable”, en donde existen predisposiciones
positivas para una concepción jerárquica, y para una interdependencia anti individualista.[61]
La
acción de Hitler sobre Europa (a quien califica de “auténtico genio de nuestro
tiempo”) habría permitido “romper el feroz egoísmo liberal (...) para llevar
así adelante el rescate temporal del mundo caído y sobrellevarlo, en un futuro
quizá no muy lejano, a la analogía propia de la civitas Dei[62].En tal sentido, no resulta difícil pensar que la
campaüa nazi emprendida Œ contra la Unión Soviética, en junio del mismo aüo,
no habría hecho más que incrementar el despliegue de ese rango de expectativas.
Estas afirmaciones se realizaban en uncontexto de
neutralidad que proclamaba el país y que respaldaba el nacionalismo de forma
general y que, por lo demás, era la mantenida diplomática e institucionalmente
por el Vaticano y por la Iglesia argentina.
En
todo caso, para De Anquín la acción emprendida por
las potencias del Eje contra la “fea democracia” y contra el comunismo,
auguraban un cambio de época. Las contradicciones del régimen nazi con la
postura asumida por el papa Pío XI en su encíclica “Mit Brennender Sorge”(“Con
ardiente inquietud”) no constituyeron obstáculo para que De Anquín
vislumbrase en un triunfo del Eje la instauración de un “nuevo orden”
cristiano. Él entraba en contradicciones al haber condenado, previamente, el
paganismo racial nacional socialista en su artículo publicado en Crisol el 1.° de febrero de 1939[63]
y de haber defendido la idea de un “fascismo teocéntrico” como el fundamento de
un “nuevo orden” político. Conceptos semejantes había defendido el profesor
Luis Martínez Villada, acuüando la denominación de “totalitarismo cristiano”:
todo el orden cósmico y de modo especial el humano, es un orden teocrático. En
el Estado cristiano se alcanza, pues, la plenitud, el carácter de totalitario,
porque en él el hombre es dirigido por las dos espadas hacia la plenitud de sus
fines: “No es pues en la naturaleza totalitaria del Estado, no en la severidad
de su disciplina, donde hay que buscar los principios de desviación, sino en la
concepción de sus fines”[64].
El régimen nazi estaba
lejos de encuadrarse dentro de aquellos conceptos que defendían estos dos
representantes del nacionalismo católico cordobés.
Los reformistas, por su
parte, se proclamaron neutrales repudiando la guerra, al igual que la
Convención Nacional de Centros de Estudiantes, reunida en octubre de 1939, y
ello se explica por la existencia del pacto Molotov-Ribbentrop,
tratado de no agresión entre Alemania y la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas, firmado el 23 de agosto de ese aüo[65]. En ese
momento, el partido comunista argentino dio la orden de no agredir a Hitler,
“amigo de Stalin”, posición
que se revierte en 1941 cuando se produjo la invasión nazi a la Unión Soviética.
Mientras, la actitud asumida por la intelectualidad independiente, los
socialistas y los sectores liberales del partido radical y del demócrata de
Córdoba fue, desde el principio, muy distinta ya que condenaron abiertamente al III Reich y al fascismo. En
concreto, hasta finalizar el período de estudio, la puja ideológica
política estuvo presente en la Universidad y en el Colegio Monserrat, lo que
explica que el movimiento estudiantil y el claustro docente mantuvieran un alto
grado de politización y las mismas prácticas antes descritas.
El golpe de Estado de
1943 tuvo una fuerte impronta católica y constituyó la voz de alarma para los
centros de estudiantes a nivel nacional, especialmente los que respondían a los
partidos Comunista y
Socialista, defensores de los principios de la reforma, los que tomaron la
decisión de resistir. La FUA, el 29 de septiembre de 1943, declaró una huelga
general en repudio a la política universitaria nacional, a
lo que adhirió la FUC. El escenario estaba abierto en Córdoba para una nueva
edición del enfrentamiento entre defensores de la reforma y el nacionalismo
católico, entre los claustros estudiantiles y docentes. En la Universidad de
Córdoba, la intervención nacional al mando del Dr. Lisardo Novillo Saravia (1943-1945), vicepresidente de la
Junta Arquidiocesana de la Acción Católica, decidió, a su vez, la
intervención de las tres facultades existentes entonces: Derecho, Medicina e
Ingeniería, y se produjo la cesantía de eximios profesores de Medicina, entre
ellos, Antonio Navarro, Juan Martín Allende, Oscar C. Orias,
Alfredo Miravet, Gregorio Bermann,
Diego Rapella, y otros más. A su vez, varios otros
docentes renunciaron en solidaridad con sus colegas. Inmediatamente los
reformistas se dieron cuenta de que no les quedaba otro camino que lanzarse de
nuevo a las calles. La vida universitaria en ese aüo 43 fue agitada, con
asambleas, movilizaciones, una huelga estudiantil y con la renuncia del decano
de la Facultad de Derecho, Dr. Alfredo Orgaz, y el de
Medicina, Dr. León
S. Morra. La resistencia estudiantil también tuvo su costo para muchos, que por
temor a ser detenidos, desaparecieron de la ciudad, pasando a la clandestinidad
o terminando sus estudios en otras universidades. Los nacionalistas habían
triunfado una vez más.
Reincorporación
y expulsión definitiva
De Anquín,
amparado en el régimen peronista, fue reincorporado a la Universidad en 1947
para dictar clases en el viejo Instituto Universitario, convertido al aüo
siguiente en la Facultad de Filosofía y Humanidades dependiente de la
Universidad Nacional de Córdoba, como profesor de Lógica. A cincuenta aüos de
ese acontecimiento, dos alumnos de los quince que tenía entonces, lo recordaron
diciendo que era una figura muy especial, que llegaba muy puntual a su clase,
que sobresalía por su seriedad y sus conocimientos de filosofía, especialmente
de los autores alemanes[66].
Sus clases no eran amenas, pero tenían sustancia, difícilmente miraba a sus
alumnos, pues observaba sus notas o hablaba con los ojos semicerrados. Le
gustaba hacer largas citas en griego, latín y alemán cuando se refería a Hegel, lo
que influyó en muchos estudiantes que comenzaran a estudiar alemán. Reforzando
su prestigio con un doctorado honoris causa de la universidad alemana de Maguncia que recibió
en 1950 por sus aportes a los estudios aristotélicos, su vida académica era
intensa. En octubre de 1948 asistió a un Congreso Internacional de Filosofía
celebrado en Barcelona con una ponencia titulada “La jerarquía de los bienes,
en el orden político, jurídico y económico”[67]. No fue el
único, pues estuvo presente en muchos otros eventos celebrados en Lima,
Venecia, Padua, París, Colonia y, en
1949, en el Congreso Internacional de Filosofía, realizado en Mendoza
(Argentina), que concitó la atención de setenta filósofos internacionales,
además de los locales.
Su
suerte concluyó en 1955 cuando fue exonerado nuevamente de la Universidad de
Córdoba por razones políticas, en virtud del derrocamiento del gobierno
peronista al que había adherido. A partir de entonces, en las universidades argentinas
se promovió la desperonización y se desmontó el
aparato totalitario. De Anquín pasó a dictar clases
en la Universidad Católica de Santa Fe hasta su retiro. No obstante, en Córdoba
y en Santa Fe fue director de varios trabajos de tesis doctorales[68].
Paralelamente dictaba cursos sobre Santo Tomás y Hegel en Buenos Aires,
Tucumán y Córdoba. No abandonó
la actividad política y siguió
publicando sus alegatos en las
revistas Sol y Luna[69] y Nueva Política, además de colaborar en otras revistas nacionales y
extranjeras (de Italia, Francia y Alemania). Pero han sido sus publicaciones en
^ el Instituto
Leopoldo Lugones de Santa Fe, las que han difundido los aspectos políticos de
su pensamiento y su desafío de pensar la patria, reunidos en la obra Escritos
Políticos[70].
Tomamos dos extractos de sus últimas
publicaciones realizadas en Santa Fe, para demostrar que, en sus clases
universitarias, seguía incitando a los jóvenes a repensar la historia
reciente.
Deseo sobre todo que mis ideas sirvan de orientación
(...)
Exhorto a los jóvenes a repensar nuestra naciente historia desde este ángulo
vital que acaso le permita eliminar muchos prejuicios y desmitificar su
pensamiento en varias creencias. En un cosmos retornante y cíclico, debe haber
estructuras humanas en un orden histórico-político,
que admitan una ejemplaridad permanente
y valiosa (,..)Quien
no sea dueüo de una idea, no la realizará jamás. La fidelidad a las propias
convicciones es una cuestión de honor, es la prueba definitoria de la calidad
de una persona.[71]
Conclusión
Durante el gobierno del
presidente Arturo Illia, en 1963, Nimio reclamó las
cátedras de las que fuera exonerado en 1955, pedido que le fue denegado,
recuperándolas recién en 1969.
Es
importante rescatar su veta religiosa y su participación en el grupo de
intelectuales en torno al obispo Marcelo
Sánchez Sorondo.
Pero lo más destacado de este personaje es que logró infundir la
filosofía entre los jóvenes estudiantes universitarios, no siempre libres de
prejuicios políticos, siendo el maestro e iniciador de varios filósofos
argentinos, entre los que se destacan Alberto Buela,
Alberto Caturelli, Manuel Gonzalo Casas, Arturo
García Astrada y Diego Pró, que han
ocupado distintas cátedras en la Universidad de Córdoba, pero también
en las casas de estudios
superiores de las provincias
de Mendoza, Tucumán y Catamarca. Lo han ponderado además pensadores de diversas disciplinas,
como el historiador Fermín Chávez, el filólogo Carlos Disandro
o el padre Leonardo Castellani. Aun los que lo
denigraron por su estructura física,
o sus hábitos, rescataron su intelecto.
Uno de sus doctorandos, el Dr. A. Caturelli, en abril de
1951, refiriéndose a don Nimio, dijo lo siguiente:
(...) como es sabido, se distingue por su rara honestidad
intelectual, la consulta estricta de las fuentes como condición indispensable
de todo trabajo serio, y su labor casi anónima en medios cuando no hostiles,
incapaces de comprender una verdadera vocación filosófica.[72]
Y le dedica al maestro
con manuscritas palabras de “modesto testimonio de agradecimiento y afecto”.[73]
Para concluir, es
evidente que la filosofía es la búsqueda de respuestas o
interpretaciones a los problemas últimos que, quiérase o no, se plantea el
hombre. La originalidad de los filósofos argentinos antes
nombrados consistió en integrar,
componer y superar en síntesis nuevas
corrientes, uniendo la filosofía europea y americana que aparecían separadas y
hasta excluyentes entre sí. Esos rasgos de integración se advierten en el
pensamiento filosófico de Alejandro Korn, Coriolano Alberini, Alberto Rougés,
Francisco Romero, Saúl Taborda, Ángel Vasallo, Luis
Juan Guerrero, Carlos Cossio, Ismael Quiles, Eugenio Pucciarelli, Octavio Nicolás Derisi,
Leonardo Castellani, Luis Farré
y nuestro Nimio de Anquín. Nadie desconoce los
méritos académicos de este último, sus mimeografiados Cursos Filosóficos, en
las universidades de Córdoba, Santa Fe,
Mendoza, La Plata y Buenos Aires, y en
prestigiosas instituciones europeas, demuestran sus aüos de docencia filosófica
en sus cátedras. Pero se lo critica pues, con
aciertos y errores, quiso entroncar la
cultura del país con movimientos
europeos nacionalistas, oponiéndose a la dependencia con
Gran Bretaüa. Ese pensamiento le
ocasionó serios trastornos a lo largo de su vida académica y justifica que nos
hayamos ocupado en este texto de él, en tanto fue uno de los
referentes del nacionalismo hasta los aüos setenta del siglo pasado.
Facsímil
del programa presentado a la Universidad Nacional de Córdoba en 1950
Programa del Curso de
Metafísica. Folleto de la Biblioteca Mayor de la Universidad Nacional de
Córdoba, 1950.
Conflicto
de interés
Los autores no tienen
conflicto de interés.
Financiamiento
El trabajo de
investigación es autofinanciado.
Archivo Bermann-CEA-UNC.
Caja 15, Doc. 0069.
Archivo General e Histórico de la
Universidad de Córdoba (AGUC).
Actas de Sesiones del Consejo
Superior. Rectorado del Dr. Sofanor
Novillo Corvalán, 14 de agosto de 1939, f. 254.
Decretos Rectorales, tomo
5,1939-1940, agosto de 1939, f. 265.
Archivo Museo de la Reforma.
Archivo particular del Dr. Alberto
Caturelli. Papeles privados de Nimio de Anquín.
Periódicos
y revistas
Los
Principios La Voz del Interior La vanguardia espaüola.
Gaceta Universitaria, órgano de
la FU Revista Consensus.
Revista Crisol.
Revista Flecha.
Revista Arx.
Revista Prismas.
Revista Tiempo y Cultura.
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Cómo citar: Vera
de Flachs, María Cristina y Sillau
Pérez, Antonio“ El profesor Nimio de Anquín. Análisis de su pensamiento político y de su
trayectoria en la Universidad de Córdoba (Argentina)” Revista Historia de la Educación Latinoamericana vol.23 no.36
(2021)
[1] Doctora en Historia, profesora titular de
la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), investigadora principal del
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas. [CONICET].
Integrante del grupo de investigación Historia y Prospectiva de la Universidad
Latinoamericana - HISULA. Correo electrónico: vera@onenetcom.ar.
[2] Magíster en Ciencia Política en
Iberoamérica por la Universidad Internacional de Andalucía (Espaüa) y
licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina).
Actualmente es estudiante del Doctorado en Ciencias de la Educación -
Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC). Profesor de la
Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y de la Universidad de Piura (Perú). ansiper@hotmail.com
[4] Cfr. En este sentido, son claves las obras de Julien Benda y Raymond
Aron, respectivamente:
La trahison
des clercs (París: Grasset, 1927) y Lopium des intellectuels
(París: Calmann-Lévy, 1955), donde se critica
al intelectual
que no representa
la voz
disonante, el intelectual comprometido con algún movimiento político, por
ejemplo, la izquierda, que respondería a nuestro caso. Por su parte, Edward W.
Said, en
Representations of theIntellectual
(Londres: Vintage, 1994), ahonda en la
visión ética del intelectual y la desacreditación de su oficio cuando lo somete
a las direcciones del poder político.
[5] François Dosse,
Michel de
Certeau: el caminante herido, trad. Claudia
Mascarua (México: Universidad Iberoamericana, 2003).
[6] Michel de Certeau,
La escritura de la historia (México: Universidad Iberoamericana, 1993), 66 y
67.
[7] François Dosse,
La apuesta biográfica. Escribir una vida (Valencia:
Publicaciones de la Universidad de Valencia, 2007), 387.
[8] Nimiode Anquín, “Nota acerca del silogismo", Número, n.0
8 (1930): 71.
[9] César Tcach. “La
Unión Nacional Fascista y La página de Italia", Estudios Sociales vol. 35,
n.0 1 (2008), 91 y ss.
[10] Rodolfo Martínez Espinosa. “Discurso en el
primer aniversario del Instituto Santo Tomás de Aquino", texto inédito,
1933, 2.
[11] Sobre los Cursos de Cultura Católica véanse:
José Zanca, “Los Cursos de Cultura Católica en los aüos veinte: apuntes sobre
la secularización", Prismas vol. 16, n.° 2 (2012); Fernando Devoto, “Los
proyectos de un grupo de intelectuales católicos argentinos entre las dos
guerras", en Historia de los intelectuales en América Latina. Los avatares
de la “ciudad letrada" en el siglo XX, coord. Carlos Altamirano
(Buenos Aires: Katz, 2008), 360-364. Sobre la
producción ideológica del Instituto Santo Tomás de Aquino, véase: Antonio Sillau Pérez, “Los fundamentos ideológico-políticos
de la intelectualidad nacionalista del Instituto Santo Tomás de Aquino
(Córdoba, Argentina 1932-1945), Consensus vol. 22,
n.° 22 (2017).
[12] En 1936, Nimio de Anquín
precisaba el alcance de este término refiriéndose al escenario político abierto
con la Guerra Civil espaüola: “Este fascismo es el que se está gestando en
Espaüa con sangre de mártires y al que nosotros pertenecemos al propiciar el
reinado de Jesucristo". (Nimio de Anquín, “Una
revolución moral", Crisol, Buenos Aires,
[13]
de septiembre, 1936, 3).
12 Nimio
de Anquín, “Liberalismo subrepticio y libertad
cristiana", Nueva
Política, N.° 10 (1941): 10. Reeditado en la Revista de estudios
políticos, Madrid, 1944. Monada es igual a ser, sustancia, esencia.
[14] Ibíd., 7-8.
[15] De Anquín daba
cuenta de que el antropocentrismo moderno terminaba rechazando una puesta por
la “verdad" y había devenido en la afirmación del relativismo: “El hombre
liberal [...]
perdió toda sensibilidad para distinguir el bien del mal; perdió totalmente la
conciencia de pecado: para él todo es bien, todo es tolerable. Cristo y
Barrabás son igualmente buenos". (Ibíd., 10-11).
[16] Ibíd., 9. En la misma página define al “bien
común" en estos términos: “[...] podemos definir al 'bien común' diciendo
que es 'aquello que realmente conviene a la sociedad de la que es el bien final
por excelencia' (repárese en que con esta definición eliminamos del concepto de
'bien común' la idea de suma de bienes individuales)". Reeditado en la
Revista de estudios políticos, Madrid, 1944.
[17] Ibíd.
[18] Nimio de Anquín,
“Las minorías fuertes", Crisol, Buenos Aires, 10
de noviembre, 1936, 3.
[19] Ibíd., 3 y 5.
[20] Cristián Buchrucker,
Nacionalismo y peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial
(1927-1955), (Buenos Aires: Editorial Sudamericana,1987),
107.
[21] De Anquín, “Una
revolución moral", 3.
[22] De Anquín, “Las
minorías fuertes", 3.
[23] Ibíd., 5.
[24] De Anquín, “Una
revolución moral", 3.
[25] De Anquín,
“Liberalismo subrepticio y libertad cristiana", 10.
[26] De Anquín, “Una
revolución moral", 3.
[27] Sobre la Unión Nacional Fascista, véase: Tcach, “La Unión Nacional Fascista y La página de
Italia", 35.
[28] De Anquín, “Una
revolución moral", 3 y 5.
[29] De Anquín, “Liberalismo subrepticio y libertad cristiana",Edición 1941, 11.
[30] De Anquín, “Las minorías fuertes", 3.
[31] Crisol, Buenos Aires, 7 de febrero, 1934, 6.
[32] Crisol, Buenos Aires, 1 de febrero, 1939 (copia
mecanografiada cedida por el Prof. Alberto Caturelli).
[33] Crisol,
Buenos Aires, 12 de septiembre, 1936, 3; 10 de noviembre, 1936, 5.
[34]
De Anquín, “Una revolución moral", 1. Ibíd., 3.
[35]
Ibíd., 3.
[36]
Ibíd., 3.
[37]
Ibíd. 3 Ibíd. 5
[38] Ibíd. 5
[39] La Reforma de Córdoba de 1918 se extendió por
otros países latinoamericanos. Perú, México, Colombia y Cuba sintieron su
influjo. La bibliografía sobre el tema es extensa y de dispar valor. Véanse: Renate Marsiske, Movimientos
estudiantiles en América Latina. Argentina, Perú, Cuba y México, 1918-1929
(México: UNAM, 1989); Hugo E. Biagini, La Reforma
Universitaria: antecedentes y consecuentes (Buenos Aires: Leviatán, 2000);
Gabriel del Mazo, comp., La Reforma Universitaria.
Tomo 1: El movimiento argentino (Lima: Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, 1968).
[40] El diario Los Principios, identificado
con el catolicismo más conservador, fue el medio de prensa utilizado desde el
comienzo del proceso reformista, y durante nuestro periodo de estudio por los
centros católicos, como el Centro de Estudiantes Católicos, Comité Pro Defensa
Universitaria (CPDU), el Centro Católico de Obreros, la Asociación Católica de
las seüoras Josefinas, etc., para hacer frente al movimiento reformista.
[41] La Voz del Interior,
Córdoba (Argentina), 16 de junio, 1928, 16; Archivo Bermann,
Centro de Estudios Avanzados (CEA) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC),
Caja 15, Doc. 0069.
[42] Ibíd., 8 de octubre, 1930, 5.
[43] Los Principios, Córdoba,
20 de octubre, 1932, 2.
[44] Para ahondar en el tema, véase: Leticia Aguirre, La
Generación del 32. Reforma Universitaria. Tomás Bordones, pról. Raúl Faure (Córdoba:
Editorial Universidad de Córdoba, 1989).
[45] Los nombres de los detenidos fueron, entre
otros: Oscar Tissera, Carlos Jaburez, Virgilio Lezama, Marcelo Vera, Miguel Ordóüez,
Víctor Díaz, Miguel San Martin, Mateo Seguí, Francisco Costamaüa,
Armando Bulacio, Luis R. Ferreyra,
Aristóbulo Ballestrini, Juan Zanetti,
José A. Rivera. (Gaceta Universitaria, órgano de la FU, aüo 14, n.0
4, 21 de mayo, 1932, 32). Véase además la revista Flecha del 15 de junio de
1936, 1.
[46] Los Principios, Córdoba,
25 de junio, 1932. El lema, adoptado en sus estatutos, se debió a que el Centro
de Estudiantes Católicos se constituyó sobre la base de la doctrina católica,
apostólica y romana y en defensa de la patria. Cabe
aclarar que en sus considerandos se
dejaron abiertas las puertas para que los estudiantes de otras agrupaciones
pudiesen entrar siempre que no pertenecieran a partidos antirreligiosos o
antinacionalistas. A pesar de la amplitud en las disposiciones previstas, el
centro no tuvo el arraigo esperado en las bases universitarias.
Los Principios,
Córdoba, 17 de junio, 1938, 6.
Alberto Novillo Saravia, que acompaüó en
la ambulancia a Carreras Allende, recuerda en una entrevista realizada por la
Dra. Vera de Flachs que le preguntó quién lo había
herido y que este le respondió: “el que me jodió fue Rufino Abaroa".
Abaroa, estudiante de medicina, fue inculpado como sospechoso, pero fue apoyado
por la FUC y por la Liga por los Derechos del Hombre: Fue hábilmente defendido
en la justicia, que no pudo probar su culpabilidad por lo que fue absuelto y,
en 1939-1940 logró la presidencia de la FUC.
[50] La Voz del Interior, Córdoba, 13
de junio, 1938, 7.
[51] Cfr. Crisol, Córdoba, 21 de
noviembre, 1936, 7.
[52] Luis Martínez Villada (1886-1959), estudió la
filosofía elemental en el Colegio Santo Tomás, dependiente de los padres
escolapios. En 1918 estudió y meditaba a Santo Tomás de Aquino y
se transformó en un conocedor de la Summa. Egresó
como doctor en Derecho en 1909 con una tesis titulada Religión y Sociología. En
1923 ingresó a la universidad, donde debe enfrentarse -según él- con el
krausismo desteüido; en 1924 funda la revista Arx, publicando
un trabajo titulado “Una reciente discusión sobre el problema del
conocimiento". Fue profesor del Colegio Nacional de Monserrat y luego
profesor titular de Filosofía General en la Facultad de Derecho, reemplazando a
un reformista, el Dr. Gregorio Bermann.
Miembro del Instituto Santo Tomás de Aquino, también ejerció el cargo de director
de la Biblioteca Mayor y prosecretario de la UNC. En 1939 escribió en la
revista Arx “El estado totalitario". Archivo del
Centro de Estudios Avanzados (Universidad Nacional de Córdoba, Argentina), Doc.
15. D.070; María Cristina Vera de Flachs, “Reformas,
contrarreformas y movimientos estudiantiles en la Universidad de Córdoba
(1870-1936)", en Movimientos estudiantiles en la historia de América
Latina, t. III, coord. Renate
Marsiske, México: UNAM, 1999, 57 y ss.
[53] Varios de los nombrados militaron, aüos más
tarde, en las filas del peronismo y detentaron cargos políticos y académicos. Nores Martínez fue rector de la Universidad de Córdoba;
Caballero, gobernador de Córdoba; Bonetto, diputado
provincial; Mendé, secretario legal y técnico de la
presidencia de la nación durante el primer gobierno de Perón, y Berardo, ministro de Hacienda durante el gobierno de Felipe
Luchini en la provincia de Córdoba.
[54] La Voz del Interior (Córdoba, 11 de agosto,
1939 y 14 de agosto, 1939, 6), criticó duramente la posición adoptada por el
docente en varios artículos aparecidos esos días. Lo calificó como “el profesor
imposible" incorporado a las instituciones educativas solo por las
combinaciones que caracterizaban las políticas de acomodo dentro de la
universidad, acusándolo de ser un filósofo nacionalista a lo nazi, que
despotricaba contra la constitución nacional, razón por la que impulsaba a
reclamar al Consejo Superior la aplicación de sanciones ejemplares. Mientras,
Los Principios, en sus ediciones del 14 al 18 de agosto de 1939, adoptaba una
posición en defensa de Nimio de Anquín y publicaba
notas de adhesión a su persona, firmadas, entre otros, por el presbítero
Octavio N. Derisi
y los católicos Manuel Villada Achával, Fernando García Montaüo, Juan Carlos
Moreno, Asencio Viramonte Oliva y Desiderio Villahoz.
[55] Actas de Sesiones del Consejo Superior,
rectorado del Dr. Sofanor
Novillo Corvalán (Córdoba, Argentina, 14 de agosto
de 1939), Archivo General e Histórico de la Universidad Nacional de Córdoba
(AGUC), f. 254.
[56] Entre los docentes se contaban los Dres. León
S. Morra, Clemente Villada Achával, Lisardo Novillo
Saravia, Luis Villada Achával, Ramón A. Brandán,
Carlos G. Carranza, Benjamín Galíndez, José Cortés
Funes, Enrique Ferreira, el Ing. Rogelio Nores Martínez, el Arq. Miguel Arrambide, Jerónimo González
Conrado, Juan B. y Manuel Augusto Ferrer, los
adscriptos Rafael Moyano Crespo, José Inaudi y Lisardo Novillo Saravia (h.); el jefe de Trabajos
Prácticos, Dr. Raúl Pucheta
Morcillo y el celador del Monserrat anexo, Pedro Edmundo Oviedo. Los alumnos
que firmaron la nota fueron: Raúl A. Mende, Juan
Rodríguez Leonardi, Eduardo Fantini,
Ambrosio A. Díaz, Américo Luis Viotti, José V. Sapeüo,
Juan C. Reyna, Miguel
García Montaüo, Roberto Rigo, Antenor Carreras
Allende, Guillermo Martínez Díaz,
Jorge Martínez Casas, Alberto Gordillo,
Ignacio Sarsfield, Virgilio Gómez Dávila, Enrique Garcero,
Juan Valinotto, R. Domicelli
Álvarez, Francisco García, Pedro J. Frías (h.), Jorge Castro, Jorge Usandivaras, Erio Bonetto, Manuel E. Ferreyra,
R. y
L. Arrigoni Blanco, Rafael Buteler,
Domingo, Gustavo y Horacio Funes Gueselaga, Guido Soaje, H. Muüoz, Delfín Maldonado, Rodolfo Aliaga, Silvio
Antonio Tosello, Horacio Malchiona
y José R. Olivos. “Decretos Rectorales"(Córdoba, Argentina, agosto de
1939), AGUC, t. 5, 1939-1940, fs. 258 a 265. Véase además La Voz del Interior,
Córdoba, 15, 19, 22 y 23 de agosto, 1939, 7.
[57] “Decretos Rectorales" (Córdoba,
Argentina, agosto de 1939), AGUC, tomo 5, 1939-1940, f. 265; María Cristina
Vera de Flachs y Antonio Sillau
Pérez, “Ideología y política. Docentes y estudiantes en el contexto de la
crisis liberal argentina. El caso de la Universidad de Córdoba
(1930-1943)", Revista Historia de la Educación Latinoamericana, vol. 12
(2009): 247-273.
[58] Al respecto recordó que, hasta su llegada a
la institución, la enseüanza de la filosofía se limitaba a repetir de memoria
la octava edición del manual de Lahr, cuando en
Francia iban por 24 ediciones mejoradas. Sus cátedras en el Monserrat fueron
cubiertas por los Dres. Alfredo Fragueiro, Francisco
N. Torres y Alfredo Poviüa, con cinco horas cada uno.
Actas del Consejo Superior (Córdoba, Argentina, agosto de 1939), AGUC, t. 5,
1939-1940, f. 258.
[59] La Voz del Interior, “Los
nacionalistas en la docencia", Córdoba, 24 de agosto, 1939, 6.
[60] De Anquín,
“Liberalismo subrepticio y libertad cristiana".
[61] Ibíd., 10.
[62] Ibíd., 11.
[63] Cfr. Crisol, Córdoba, 1.°
de febrero, 1939.
[64] Luis Guillermo Martínez Villada, “El Estado
totalitario", Arx, n.° 3 (1939): 216-217.
[65] Para ampliar el tema, véase: La vanguardia
espaüola, Barcelona, 24 de agosto, 1939. http://hemeroteca.lavanguar-dia.com/edition.html?edition=Ed.%20General&bd=24&bm=Q8&by=1939&ed=24&em=Q8&ey=1939
[66] Olsen A.
Ghirardi y Rosa Dolly Tampieri,
“El curso de lógica de Nimia de Anquín de 1945",
Cuadernos de Historia, n.0 5, 1995. Ambos docentes en la Universidad
de Córdoba. Ghirardi llegó a ser decano de la
Facultad de Filosofía y Humanidades.
[67] Nimio de Anquín,
“La jerarquía de los bienes en el orden político, jurídico y económico"
(ponencia, Actas del Congreso Internacional de Filosofía Suárez-Balmes de
Barcelona, t. II, Madrid, 1949).
[68] Entre otros fue director de la tesis doctoral
en Filosofía de Alberto Caturelli. También fue amigo
de un destacado profesor de Historia del Derecho de la Universidad de Córdoba,
el Dr. Roberto Peüa, a quien obsequió toda
su producción.
[69] La revista Sol y Luna apareció en Buenos
Aires entre 1938-1943, durante la Guerra Civil Espaüola y la Segunda Guerra
Mundial. Fue un órgano de difusión de las ideas del nacionalismo católico de
derecha y mostró su adhesión al franquismo y al falangismo. Su director fue
Juan Carlos Goyeneche, acompaüado en algunos números por Mario Amadeo e Ignacio
B. Anzoátegui como codirectores, y por José María de Estrada como secretario de
redacción.
[70] Nimio de Anquín,
Escritos políticos (Santa Fe: Ed. Instituto Leopoldo Lugones, 1972).
[71] Ibíd., 8 y 92.
[72] Jorge Aberto Linossi.
Ficha bibliográfica del Dr Nimio de Anquin, lera 2da parte. www.bdigital,uncu.edu.ar.
[73] IDEM, Ibíd. p 35.