https://doi.org/10.19053/01227238.13171

Artículos

 

El profesor Nimio de Anquín. Análisis de su pensamiento político y de su trayectoria en la Universidad de Córdoba (Argentina)

Professor Nimio de Anquín. Analysis of his political thought and his career at the m University of Córdoba (Argentina)

Professor Nimio de Anquín. Análise do seu pensamento político e da sua carreira na Universidade de Córdoba (Argentina)

 

 

María Cristina Vera de Flachs[1]* https://orcid.org/0000-0001-5423-0379

Antonio Sillau Pérez[2]** https://orcid.org/0000-0002-5820-5653

 

*Universidad Nacional de Córdoba, Argentina

**Universidad de Piura, Perú

 

Resumen

Objetivo: este trabajo analiza las ideas políticas del profesor Nimio de Anquín relacionadas con su trayectoria académica y política en la Universidad de Córdoba. El espacio temporal del trabajo se enmarca especialmente entre 1930 y1943, período de quiebre definitivo del consenso que existía en torno al proyecto liberal decimonónico de la Argentina moderna y la creciente proliferación, desde la extrema derecha, de un nacionalismo antiliberal del cual fue el profesor de Anquín uno de sus representantes visibles en el interior del país, en su vertiente católica.

Originalidad/aporte: Consideramos esta investigación relevante porque penetra en la biografía de un personaje hasta ahora poco trabajado, cuya influencia se prolonga hasta la década de 1970, centrando la atención en sus ideas políticas y en su condición de miembro activo de la comunidad universitaria de Córdoba.

Método: Del trabajo de esta investigación es el biográfico. La reconstrucción de los aspectos biográficos de Nimio de Anquín estudiados en este trabajo y en relación con el contexto en el que actuaba, ha sido posible a través de la consulta de repositorios documentales de carácter p[3]úblico y privado que permitieron el acceso a fuentes éditas e inéditas, además de entrevistas personales.

Las estrategias: Seguidas incluyeron la búsqueda y organización, a través de documentos procedentes del Archivo General e Histórico de la Universidad Nacional de Córdoba, del Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba, del Museo de la Reforma y del archivo privado del Dr. Alberto Caturelli.

Conclusión: este trabajo permite ampliar el análisis de las ideas políticas de quienes confrontaron con el reformismo universitario y cuál fue su presencia en la política universitaria.

Palabras clave: Universidad de Córdoba; pensamiento político; antiliberalismo; Nimio de Anquín.

Abstract

Objective: this paper analyzes the political ideas of Professor Nimio de Anquín related to his academic and political career at the University of Córdoba. The temporal space of the work is framed especially between 1930 and 1943, a period of definitive break of the consensus that existed around the nineteenth-century liberal project of modern Argentina and the growing proliferation, from the extreme right, of an illiberal nationalism of which Professor de Anquín was one of its visible representatives in the interior of the country, in its Catholic side.

Originality/support: We consider this research relevant because it penetrates into the biography of a character, whose influence lasted until the 1970s, focusing on his political ideas and his condition as an active member of the university community of Córdoba.

Method: the work of this research is biographical. The reconstruction of the biographical aspects of Nimio de Anquín studied in this work and in relation to the context in which he acted, has been possible through the consultation of public and private documentary repositories that allowed the access to published and unpublished sources, as well as personal interviews.

Strategy/ information gathering: The strategies followed included the search and organization of documents from the General and Historical Archive of the National University of Córdoba, the Historical Archive of the Province of Córdoba, the Museum of the Reform and the private archive of Dr. Alberto Caturelli.

Conclusions: this work allows us to broaden the analysis of the political ideas of those who confronted the university reformism and their presence in university politics.

Keywords: University of Córdoba; political thought; antiliberalism; Nimio de Anquín.

Resumo

Objectivo: este artigo analisa as ideias políticas do Professor Nimio de Anquín em relação à sua carreira académica e política na Universidade de Córdoba. O quadro temporal da obra está enquadrado especialmente entre 1930 e 1943, um período de ruptura definitiva do consenso que existia por volta do projecto liberal do século XIX da Argentina moderna e a crescente proliferação, a partir da extrema direita, de um nacionalismo iliberal do qual o Professor de Anquín foi um dos seus representantes visíveis no interior do país, no seu lado católico.

Originalidade/aporte: Consideramos esta investigação relevante porque penetra na biografia de uma personagem cuja influência durou até aos anos 70, concentrando-se nas suas ideias políticas e na sua condição de membro activo da comunidade universitária de Córdoba.

Método: esta investigação é de natureza biográfica. A reconstrução dos aspectos biográficos de Nimio de Anquín estudados neste trabalho e em relação ao contexto em que actuou, foi possível através da consulta de repositórios documentais públicos e privados que permitiram o acesso a fontes publicadas e não publicadas, bem como entrevistas pessoais.

Estratégia/coleta de dados: As estratégias seguidas incluíram a pesquisa e organização de documentos do Arquivo Geral e Histórico da Universidade Nacional de Córdoba, do Arquivo Histórico da Província de Córdoba, do Museu da Reforma e dos arquivos privados do Dr. Alberto Caturelli.

Conclusões: este trabalho permite-nos alargar a análise das ideias políticas daqueles que se confrontaram com o reformismo universitário e a sua presença na política universitária.

Palavras-chave: Universidade de Córdoba; pensamento político; antiliberalismo; Nimio de Anquín.

 

 

Recibido: 11/11/2019

Evaluado: 29/12/2020

Aprobado: 20/01/2021

 

 

Introducción

 

El presente trabajo tiene como objetivo el análisis de las ideas políticas del profesor Nimio de Anquín y cómo estas tienen reflejo en su actividad como docente y académico en la Universidad de Córdoba. El espacio temporal de esta investigación parte de 1930, lo cual hace referencia a la crisis multidimensional que atraviesa el proyecto liberal de la Argentina moderna y al desarrollo de propuestas políticas de carácter autoritario, que, desde el nacionalismo, y en particular desde el nacionalismo católico, constituyen el quiebre definitivo del “consenso liberal” imperante en el país desde 1880. En este contexto particular de la historia argentina, la trayectoria del profesor Nimio de Anquín como integrante de la Universidad de Córdoba, de la intelectualidad católica del Instituto Santo Tomás de Aquino y de lo que constituyó, originalmente, el Fascismo Argentino de Córdoba que devino finalmente, en 230     1936, en la Unión Nacional Fascista, tendrá particular impacto en la agitada actividad política universitaria de aquellos aüos.

En efecto, la trayectoria del profesor de Anquín en la Universidad lo transformará en un personaje polémico, de reconocidos méritos académicos, pero, a la vez, sancionado y suspendido en sus cátedras por sus inclinaciones políticas y por su alineamiento con los sectores opositores a la reforma universitaria de 1918. En este sentido, la propuesta ideológico-política y la actuación política de dicho docente, dentro y fuera de la Universidad, constituirán un factor adicional de división en los claustros docente y estudiantil y de manifestación de las marcadas diferencias ideológico-políticas existentes en ambos claustros.

Este trabajo, precisamente, apunta a explorar la vinculación existente entre el Nimio de Anquín pensador y activista político, y el miembro de la comunidad universitaria, una comunidad envuelta a partir de los aüos treinta en una larga y a veces, dramática confrontación entre los sectores partidarios y opositores a la reforma de 1918 y en relación con la compleja realidad política nacional de aquel período histórico.

 

Un breve esbozo biográfico

Los modelos y las posibilidades metodológicas para realizar un trabajo de este tipo son varias, en cuanto a que, en estas últimas décadas, se produjo una revalorización del género biográfico en su sentido más clásico[4]. Sin embargo, de todos los autores consultados hemos optado por François Dosse[5], en tanto efectuó una reflexión sobre la forma de comprender al intelectual, su entorno y sus ideas. La biografía se presenta para él como un género preocupado por la veracidad histórica y sensible al uso de la imaginación, como medio para acceder a la realidad, de manera muy cercana a aquello que Michel de Certeau llamó la operación histórica[6]. François Dosse se ha interrogado si es necesario revisar las vidas de los intelectuales, o, si con el estudio de sus obras sería suficiente para recuperar su valor cultural y su legado. En este sentido, el autor propone dar un espacio a la recepción de las obras de los intelectuales biografiados, pero, a la vez, reparar en las marcas y huellas biográficas que propiciaron que esas obras fueran escritas en momentos particulares e irrepetibles en las trayectorias de los mismos. Destaca, entonces, que la vida de un intelectual y su obra: “no pueden tratarse como si estuvieran separadas por tabiques estancos, ni tampoco reducirse a un solo nivel”[7].

Nimio de Anquín nació el 12 de agosto de 1896 en la ciudad de Córdoba y falleció en la misma ciudad el 16 de mayo de 1979. Atendiendo a lo antes seüalado, en esta investigación nos enfocamos en sus producciones y tuvimos en cuenta sus relaciones personales, académicas y afectivas.

En 1920 fue editorialista del diario católico Los Principios, donde publicaría innumerables notas, encendidos discursos y textos políticos. En 1926 profundizó su formación filosófica merced a una beca para estudiar, junto con su coterráneo Carlos Astrada, en los cursos que dictaban el filósofo prusiano Ernst Cassirer, junto con Albert Goerland y N. Sauer, en la Universidad de Hamburgo, Alemania. Durante esa estancia se interesó por la política y se convirtió en un seguidor de Charles Maurras, aunque pronto desarrolló sus propias ideas intentando combinar el tomismo con el hegelianismo, propugnando por un Estado nacional.

A su retorno a su ciudad natal, en 1929, obtuvo por concurso la cátedra de Lógica y Moral en el Colegio Nacional de Monserrat, de pendiente de la Universidad de Córdoba. Casó con doüa Eloísa Cabrera Domínguez, miembro de una tradicional familia cordobesa, con quien tuvo ocho hijos, de los cuales tres mujeres fallecieron.

En 1930 publicó su breve “Nota acerca del silogismo”, donde por primera vez expuso su opinión acerca de la lógica[8]. Más tarde obtuvo la cátedra de Lógica en el Instituto Santo Tomás, que se convertiría luego en la Facultad de Filosofía y Humanidades dependiente de la Universidad Nacional de Córdoba y luego la de Metafísica y Política en la misma facultad, fundando allí el Instituto de Metafísica que editó una revista titulada Arx, de la cual salieron tres números. Una década después la reeditó como Arxmaior. Fue vicedecano de esa facultad en 1954.

Su trayectoria política e intelectual está asociada a la de un pequeüo pero influyente sector de la cultura cordobesa. La fundación del Fascismo Argentino de Córdoba, como ruptura del Partido Fascista Argentino, en 1934, devino finalmente en la Unión Nacional Fascista en 1936, lo que lo promovió como su figura más lúcida. No en vano muchos lo consideraban maestro máximo del fascismo en Córdoba, secundado, entre otros, por Carlos Pucheta Morcillo y Alcides Bolbo[9]. La agrupación tenía su sede en la calle Duarte Quirós 175, cercana a la Universidad. Los simpatizantes del partido radical afirmaban que recibían instrucciones de la Compaüía de Jesús.

 

Las ideas políticas de Anquín y el Instituto Santo Tomás de Aquino

El análisis de las ideas políticas del profesor Nimio de Anquín se realizó tomando en 232 cuenta su contexto histórico específico. Este tipo de abordaje, que implica reconocer la dimensión histórica que, en general, tiene cualquier producción intelectual e ideológica, permite comprender la interrelación existente entre las ideas de Anquín y el impacto social del modelo de desarrollo socio-económico y político de la Argentina moderna, cuya herencia EE política y económica atraviesa una crisis intensa en la década del treinta. Esta crisis derivó en una “crisis cultural” ante el quiebre definitivo del viejo consenso liberal, luego de cinco décadas, y constituyó un terreno fértil para desplegar una crítica radical a los valores modernos y a la concepción moderna del hombre y de la sociedad. Esta crítica, que impulsó desde m diferentes frentes el nacionalismo argentino, tendrá en este docente el principal referente ideológico del nacionalismo católico desarrollado desde Córdoba.

Por otra parte, la fundación del Instituto Santo Tomás de Aquino, el 14 de julio de 1932, constituyó un eje aglutinador de lo más selecto de la intelectualidad nacionalista católica de Córdoba. En ese centro filosófico se repensó la filosofía y a la vez se puso en marcha el desarrollo de las ideas políticas de Nimio de Anquín, por lo que ellas no se pueden desligar del espíritu que animaba la obra del instituto, que, en palabras de Rodolfo Martínez Espinosa, consistía en “intentar una organización de la vida de la inteligencia, según sus principios verdaderos y permanentes y poniéndola al servicio de la Iglesia”[10]. En tal sentido, la labor de la intelectualidad nacionalista católica del Instituto Santo Tomás de Aquino puede ser interpretada como parte del proceso del “renacimiento cultural católico”, que desde los aüos veinte se había hecho visible en la Argentina con la fundación de los Cursos de Cultura Católica en Buenos Aires, en 1922. Al igual que en el caso de los Cursos de Cultura Católica, el Instituto Santo Tomás de Aquino se constituyó en un centro de desarrollo de ideas políticas que definieron al proyecto nacionalista de su intelectualidad[11]. La fundamentación ideológica de dicha intelectualidad puede encontrar sus puntos de apoyo originales en la publicación del Syllabus y de la encíclica Quanta Cura, durante el papado de Pío IX; en ambos documentos, la Iglesia asumió una posición de radical de confrontación con las transformaciones culturales de la modernidad. Por tal razón, no llama la atención que Nimio fuese profesor también de los Cursos de Cultura Católica que se dictaban en la Escuela Normal Alejandro Carbó y en otros puntos del país.

Sus ideas políticas combinaban su marcado anti modernismo católico con resabios del vitalismo fascista y su propuesta de fundación de un “nuevo orden” político que definió bajo la denominación de “fascismo teocéntrico”[12] que, para él, constituiría la síntesis política del “nuevo orden”, como instancia regeneradora de la política argentina y como medio de superación de una etapa histórica que se considera signada por la decadencia. Este proyecto de transformación política implicaba, en la mentalidad de Anquín, una “restauración nacional”, un rescate del “auténtico” pasado histórico argentino negado por el liberalismo secular de origen foráneo. En tal sentido, analizaremos sus ideas políticas partiendo de su fundamentación antropológica, para comprender de manera más precisa la crítica realizada a las bases culturales e ideológicas de la modernidad y la estructuración de su propuesta de cambio político.

Nimio de Anquín compartía con los demás miembros del Instituto Santo Tomás de Aquino una visión radicalmente crítica al legado cultural de la modernidad. Para él, las transformaciones culturales de la modernidad habían traído como resultado, en primer término, una afirmación radical del “individuo” y por tanto habían terminado por disolver los vínculos que unían al ser humano con Dios y con el mundo, transformándolo en una especie de “átomo soberano”:

[...]aquello que Santo Tomás de Aquino llama unitas ordine, la unidad en el orden o por el orden. Sólo es factible el orden cuando hay una jerarquización de valores relacionados entre sí y sometidos a un principio rector. ¿Y cómo lo habría en el caos liberal donde cada mónada, concentrada en la idolatría de su propia libertad, excluía a comunicación con otra?[13]

Más precisamente, el antropocentrismo moderno había invertido en sus términos el sentido que tenía la libertad natural del hombre, pues esta había perdido su condición de estar al servicio de la revelación para transformarse en un fin en sí mismo:

No es congruente, de ningún modo, el concepto de libertad del liberalismo con el concepto de libertad del cristianismo, pues el uno se origina en el non serviam, en el orgullo de no servir a Dios, mientras que el otro nace de una relación de filialidad y de subordinación amorosa [...] Los “derechos de la persona humana”, en la concepción católica, están referidos constantemente a Dios, sólo son intangibles en una panunidad teocéntrica. [14]

La afirmación del individuo como “átomo soberano” y de la libertad en el sentido moderno terminaron por erigir una imagen del ser humano comparable a la de un dios; de Anquín sostenía que la sociedad liberal había devenido en una theomaquia: “tantos dioses cuantos hombres”[15]. El hombre desligado de Dios y vuelto sobre sí mismo, y desligado, además, del resto de los seres humanos, olvidó la noción de “bien común”; para Nimio, la visión antropológica moderna había dado lugar a la constitución de un ser humano dominado por el egoísmo más mezquino y por eso, indiferente en su relación con el prójimo, el “yo absoluto” había diluido al “bien común”. La sociedad liberal era antitética al “bien común”, pues

[...] no es una conspiración de muchos hombres (e. d, no es un todo) [...] sino una sumación mecánica [...] por contigüidad indiferente [...] No es concebible entonces en la sociedad liberal, rigurosamente hablando, la consecución [...] del bien común (bien honesto), que es el que domina a los demás y que es la causa final de toda acción.[16]

La supremacía del “yo absoluto”, el abandono del bien común y la ruptura del vínculo con Dios, constituían, para De Anquín, seüales de que el mundo liberal era un mundo “esencialmente satánico”[17]. Bajo este tipo de premisas, cuestionaba los fundamentos económicos y políticos del modelo de desarrollo que había asumido la Argentina moderna y criticaba, como se seüaló, que ello se producía en un contexto de profundización de la crisis liberal del país y el descontento social que esta situación acarreaba desde la década del treinta, constituyeron el terreno fértil para el cuestionamiento del modelo de desarrollo socio-económico y político que había seguido el país desde 1880; además, la crisis liberal argentina constituía un caso adicional a otros casos en el mundo, donde el capitalismo de libre mercado y la democracia liberal cedían terreno al intervencionismo estatal en la economía y al autoritarismo.

Así, en 1936, observaba que el sistema económico capitalista implementado en la Argentina había desconocido la dignidad del hombre y generado la grave inequidad social sobre la base de la “explotación del humilde”: “(un) sistema edificado sobre la base del egoísmo, de la explotación del humilde, de la ganancia ilimitada [...] que desconoce la naturaleza y la dignidad del hombre[...]”[18].

Para de Anquín, establecer un “régimen social justo” implicaba una reforma de fondo al sistema capitalista vigente, colocando al hombre como principio y fin de la vida económico-social y al bien común como principio rector de la acción política[19]. Pero él también extendía los efectos del modelo de desarrollo económico de la Argentina moderna a la acción de la dominación imperialista; la aplicación del capitalismo moderno en el país había implicado: “la transferencia de nuestras principales fuentes de riqueza a manos del extranjero”. En este sentido, manifestaba su radical oposición a aceptar la condición dependiente y periférica del capitalismo argentino, el cual había sido descrito en forma sintética por sir Malcolm Robertson en 1930: “Un país que no pertenece al Imperio pero debe considerarse parte de él. Este país es la Argentina”[20].

Con relación a ello, De Anquín se refirió a las palabras del vicepresidente argentino, Julio A. Roca (h.), cuando negociaba con Gran Bretaüa el tratado Roca-Runciman en 1933, condenando con las siguientes palabras el modelo de integración en la economía mundial que habían seguido las élites liberales argentinas: “Un hijo de esa casta absurda, todavía consideró oportuno declarar con complacencia en Londres, que éramos, de hecho, colonia británica”[21].

En la misma línea argumentativa, sostendrá que la democracia liberal como expresión política del antropocentrismo moderno, fomentó en el ser humano una “desintegración espiritual”, exaltando el individualismo y promoviendo un sistema económico en donde el ser humano aparece dominado por el materialismo, el egoísmo y el puro afán de lucro. Además, sostenía que la democracia era una burda quimera porque el poder constituía un monopolio de las “minorías fuertes”. Este tipo de terminología, que nos remite al fascismo, constituía un punto central en la crítica de De Anquín a la democracia liberal, conceptualizándola como una falacia al servicio de los intereses hegemónicos de los sectores socialmente más poderosos: “De las minorías fuertes es el destino del mundo. Su puüo viril ha escrito, está escribiendo y siempre escribirá la Historia [.]”[22]. Era precisamente a través de la democracia como las élites socialmente poderosas, en la Argentina y el mundo, habían fomentado el individualismo y la “desintegración espiritual” (este tipo de afirmaciones cobraba más fuerza aún en medio del fraude electoral imperante en el sistema político en los aüos treinta):

En rigor, la obra de la democracia no ha consistido tanto en gobernar democráticamente (porque ello es cosa imposible), cuanto en instituir y fomentar el caos en la conciencia popular: Ese régimen político ha cumplido una obra de desintegración espiritual, de atomización humana, de donde ha nacido la economía feroz que ahora hace crisis.[23]

La crítica a la democracia liberal cobraba más fuerza en cuanto se había transformado en un instrumento político de las élites liberales argentinas, no solo para afianzar el predominio de sus intereses económicos y comerciales, sino como mecanismo teüido de prácticas fraudulentas que garantizaban la perpetuación en el poder de aquellas élites. De Anquín se referirá a este punto afirmando que el país era gobernado por una “casta farisaica, que durante medio siglo ha hecho todo lo posible por destruir el país y que ahora sólo se sostiene por la corrupción que fomentara”.

En tal sentido, para él la democracia liberal solo podía resultar nociva a los intereses nacionales; el trasfondo de la crisis política argentina era una “crisis ética” y la democracia liberal solo prolongaba ese estado de crisis. Bajo estas premisas, la propuesta de un “nuevo orden” político para el país implicaba para este profesor una “revolución moral”, y precisaba en esa línea: “la revolución social y política será moral, o no será”[24]. Este era el núcleo del “fascismo teocéntrico”, como propuesta de una nueva era política en la Argentina.

El “nuevo orden” político para este docente partía desde sus propios fundamentos antropológicos, por eso calificará a su “revolución moral” como una “revolución de los espíritus”, y por ello, el “nuevo orden” es: “antiliberal, también anti renacentista y anti burgués”. El hombre del “‘nuevo orden’ católico”: “no es egoísta porque su vista está fija en el bien común (y) es dogmático, autoritario y optimista”[25]. Esto último implicaba el rechazo absoluto a pactar con el sistema político vigente para alcanzar las transformaciones político-institucionales:

Nosotros no vamos a defender un sistema que está irremediablemente podrido, ni aceptamos alianzas con ningún partido [...] con los hombres políticos nuestros sean conservadores, radicales o demócratas, no tenemos relación ninguna, ni queremos saber nada con ellos.[26]

Pero la “revolución de los espíritus” como fundamento de su propuesta de un nuevo Estado católico, no implicaba para él la aceptación de que tal revolución lo antecediese; por el contrario, hacía un llamado implícito a la acción directa a la recientemente creada Unión Nacional Fascista[27]:

Naturalmente que esto no será resuelto con un criterio mayoritario y que no debemos esperar que la mayoría de las almas hayan cambiado para instituir recién el “nuevo estado”. Aquí está involucrado el principio de “caridad violenta” que deberá ser ejercida sobre [...] la muchedumbre que no piensa y que es víctima fácil de los “sin Dios”. ¿Hasta cuándo puede dilatarse su liberación?[28]

El “fascismo teocéntrico” cumpliría con la misión de jerarquizar (o desjerarquizar) una serie de términos y conceptos, según los conceptos vertidos por Nimio de Anquín en su artículo “Liberalismo subrepticio y libertad cristiana”:

[...] el nuevo orden [...] la riqueza no tiene ya un fin en sí misma,[...] sino como instrumento (en oposición al principio clásico de la economía liberal del “enriquecimiento por el enriquecimiento”, que es el lema de Adán Smith y su escuela). [...] la Política es restituida a su puesto de ciencia arquitectónica, bajo la dependencia y participación de la Ética. Caduca ya la economía del oro, que corresponde a la economía sin ética. Por eso el punto de vista del individuo cambia; ya no es sólo el propio bienestar, sino el bien común, con lo cual se destruye toda inclinación a la adoración de sí mismo.[29]

En 1936, repetía conceptos semejantes, al sostener:

Con el volver en sí de la conciencia moral, aprendemos la especificación de los fines y de los bienes y entonces todo se jerarquiza en su debido orden. La moral recobra su imperio en al ápice de las actividades prácticas e imprime un vuelco total al actual mundo de tiranía político económica [...] Y para excogitar un sistema político orientado al bien común, es imprescindible poner al hombre - como ser espiritual y material - en el comienzo y en el fin de toda idea [...] A nosotros nos domina la idea moral [...] “la revolución social será moral o no será.[30]

Estas constituían las bases del nacionalismo tal como lo entendía y defendía De Anquín: “Podemos, con justicia, hablar de un nacionalismo cristianamente vivificado y nos arrogamos la posesión de sus principios y la custodia de su bandera”.

Este “fascismo teocéntrico” era el que respondía a la “auténtica tradición hispánica” de la Argentina, tal cual la había declarado el fascismo argentino en Córdoba en 1934[31].

La interpretación de la historia asumía una visión particular del proceso histórico argentino inaugurado con la Revolución de Mayo. De Anquín no ensayaba una interpretación católica de la Revolución de Mayo, sino que, además de argumentar sobre la especificidad de la Argentina “más allá de las cronologías oficiales”[32], colocaba a dicha revolución como el prolegómeno de la “tradición abominable de nuestra patria, nacida bajo el triste patrocinio de una revolución que alguien calificó de ‘satánica’, y de allí la necesidad de su ‘rechazo en block’ era urgente [...]”. Por ello, el pasado histórico inaugurado en 1810 no tenía vinculación alguna con la especificidad nacional de la Argentina: “Nuestro comienzo es absoluto, sin enlace con el pasado político argentino”[33]. El “fascismo teocéntrico” restauraría esa “especificidad” nacional.

 

La lucha de los fascistas por un nuevo ideal

De Anquín, utilizando un lenguaje próximo al fascista aunque distanciado de su fundamentación filosófica, exaltará el papel de la juventud en la superación de los límites impuestos por el racionalismo y el liberalismo moderno. Al igual que en el fascismo, verá en el viejo conservadurismo liberal un obstáculo para la transformación o el elemento humano que podía asumir con osadía y voluntad la lucha por un “nuevo ideal”: Este será el eje de su discurso ante la juventud de la Unión Nacional Fascista, en el Teatro Excélsior de Córdoba, el 12 de septiembre de 1936, donde comenzará planteando que la lucha política del presente es una lucha de juventudes. Excluidos de ella están los viejos y aun los hombres maduros que no tuvieron la fortuna de librarse de vicios deformadores de la mente y el corazón. Él afirmará su postura anticonservadora y antiburguesa al sostener que la vieja burguesía liberal, heredera del positivismo y el materialismo de la Argentina del ochenta del siglo XIX, está inundada de actitud acomodaticia y de transacción, carente de ideales y defensora a ultranza de sus intereses particulares: “porque las naturalezas decrépitas no resisten al fuego; pronto se doblegan y se derriten [...] transan y se acomodan”[34]. Para él, las generaciones del pasado no están preparadas para el “combate”, no son seres que estén dispuestos a la lucha por los nuevos ideales que representa la Unión Nacional Fascista:

[...] primero porque carecen de la virtud de la fuerza, luego porque no pueden entender los principios con que combatimos y tercero porque no las queremos y las rechazamos absolutamente [...] Locos seríamos si alimentáramos la mínima esperanza de que puedan realizar ellos la revolución social. Pueden realizar revoluciones materiales, pero eso no cambiará nada, porque quedarían los mismos hombres, es decir, quedaría la misma generación, cuya maniobra política consiste en girar sobre sí mismo.[35]

En función de lo que representaban las viejas generaciones, De Anquín sostenía que había que establecer un “cordón sanitario” que separase a aquellas y a los partidos que las representaban de la juventud; las “viejas generaciones”, de forma más amplia, no solo incluían a la élite liberal-conservadora gobernante, sino que incluía al resto del espectro político que había tenido desarrollo con la Argentina moderna: “Nos es necesario establecer un cordón sanitario entre la peste demoliberal, en donde se agrupan nuestros viejos partidos, y nuestros organismos jóvenes y sanos”[36].

Precisamente, sería la juventud, por su pureza espiritual y fortaleza física, la llamada a transformar políticamente a la sociedad en clave cristiana:

[...] podemos decir que esta juventud, si es pura, será la más atenta de Dios, y que a ella le será confiada la transfiguración de este mundo caído en la prevaricación [...] a la juventud cristiana de hoy le será dada por la pureza del alma que comunica la fortaleza al cuerpo, la limpia inteligencia de los problemas espirituales y temporales, que resueltos en justicia, comenzarán a realizar el reinado social de Jesucristo.[37]

Y la oportunidad para la “acción” la describía como la salvación del comunismo. Asumiendo que la humanidad estaba frente a una rebelión comunista universal y multitudinaria, De Anquín afirmaba:

Y este es el poder saludable del comunismo [...] porque ahora la confusión ya no es posible [...] La conciencia nueva desprecia a los tibios y mediocressocialistas, católicos burgueses, demócratas, liberales, etc.— y los echa a un lado como basura [...] y exige un pronunciamiento viril y absoluto: Sí, sí: No, no. Y ese pronunciamiento lo ha dado el fascismo que no es un hecho italiano, como algunos creen, sino un hecho universal. Pero el fascismo aún no está completado, porque debe ser teocéntrico para que su eficacia sea decisiva contra el comunismo que es demonio céntrico.[38]

 

La política universitaria cordobesa después de la Reforma de 1918

La agitada política universitaria cordobesa del periodo estudiado está atravesada por las tensiones presentes en la sociedad argentina de entonces y, en simultáneo, es manifestación del enfrentamiento que mantenían los opositores contra los partidarios de la reforma universitaria de 1918. En tal sentido, como sucedía en otras realidades, la Universidad Nacional de Córdoba se constituyó en núcleo de debate académico e ideológico, no solo sobre el rumbo que debía seguir la misma como institución, sino también en torno a la compleja realidad socio-política que atravesaba la Argentina en los aüos de crisis y quiebre definitivo del “consenso liberal”.

La entonces tricentenaria Universidad había concitado la atención desde 1918 de jóvenes estudiantes de otras partes de América Latina, donde el modelo reformista de Córdoba llegó a tener influencia[39]. Sin embargo, el impacto generado por la reforma de la Universidad Nacional de Córdoba, familiarmente llamada Casa de Trejo, devino en los aüos subsiguientes en un constante clima de exaltación ideológica, donde las pujas en torno a las propuestas que defendían la reforma y contrarreforma marcaron buena parte del debate universitario. Hasta 1922 parecía que la reforma era invencible, pero pronto una militancia activa de los católicos que acusaba al laicismo de la crisis de la sociedad argentina incidió para que aparecieran los primeros atisbos de la reacción antirreformista[40].

Durante los aüos veinte la Universidad de Córdoba fue testigo de varias huelgas estudiantiles. En 1923, una de ellas tuvo que ver con la destitución de Gregorio Bermann (militante reformista de 1918), director de la Biblioteca Mayor y director interino de la Revista de la Universidad aduciendo razones de mala moral administrativa. Al aüo siguiente, en 1924, el detonante de la huelga fue la negativa de las autoridades de la Facultad de Derecho a otorgar mesas de exámenes en el mes de julio. Y en 1928 el móvil fueron los altísimos aranceles que debían pagar los estudiantes para poder cursar. En ocasión de festejarse los diez aüos de la Reforma de 1918, el Dr. Gregorio Bermann dijo que hacía cuatro aüos que en la Universidad gobernaba la contrarreforma con plenos poderes y en sumisión con casi todo el mundo[41]. Sin embargo, a fines de ese aüo fue elegido rector para el periodo 1928-1932, el Dr. Luis J. Posse, titular de Derecho Privado, quien manifestó no estar vinculado a ningún círculo, lo que hizo que el movimiento huelguístico tocara a su fin. Fue un breve paréntesis, pues Posse renunciaría al producirse el golpe de Estado de 1930.

Precisamente, un actor relevante que estará presente en la política universitaria a partir de entonces, es el nacionalismo católico, que tenía entre sus representantes a profesores como Nimio de Anquín y Luis Martínez Villada. Su radical oposición a la Reforma Universitaria y su confrontación con los sectores que la defendían constituye otro de los ejes de análisis de este trabajo. La activa politización de los claustros docente y estudiantil reflejará las tensiones que marcaron la realidad política, social y académica de esos aüos y el profesor De Anquín será actor relevante en el contexto político que hemos reseüado.

 

El golpe de Estado de 1930 y el catolicismo universitario

La nueva realidad política generada con el golpe de Estado del 6 de septiembre 1930, encabezado por el general José Félix Uriburu, trajo a Córdoba a Carlos ibarguren como interventor, un antiguo militante salteüo de la democracia progresista que vino a poner en marcha el plan de Uriburu que, por un lado, cerró un ciclo de la política argentina y, por otro, abrió una nueva etapa de enfrentamientos en el ámbito universitario entre las facciones reformistas y nacionalistas. En tal contexto, los nacionalistas declarados enemigos de la Reforma de 1918 a la que veían contraria al catolicismo y atada al comunismo y a otras ideologías foráneas, pensaron que había llegado su hora y que, al fin, detentarían el gobierno universitario. Entre las actividades desplegadas planearon la constitución de organismos defensivos de emergencia, entre los que se contaban la Acción Nacional de Estudiantes de Derecho, la Corporación Nacional de Medicina y la Federación Universitaria Nacionalista Argentina.

Por su parte, el grupo reformista de inmediato repudió el nuevo régimen político y, poco después, denunció la firma de un pacto informal entre el jefe de policía local, Aníbal Montes, y un grupo de profesores universitarios y de militantes nacionalistas, donde se estipuló que se perseguiría todo aquello que oliera a reforma o comunismo[42]. En respuesta, el estudiantado defensor de la reforma reorganizó sus centros estudiantiles en las distintas facultades como medio de resistir a los nuevos vientos que amenazaban los principios de 1918.

En efecto, la nueva realidad política del país parecía tener efectos en la Universidad y la contrarreforma parecía abrirse paso. Luego del breve rectorado del ingeniero José Benjamín Barros, hombre proveniente de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y de raigambre reformista, en 1931 comenzó un proceso contrario en las universidades. Los principios de enseüanza gratuita, de docencia libre y de programas integrales, eran cuestionados con frecuenciapor los nacionalistas que pretendían consolidar sus posiciones en el campo dela enseüanza. Obviamente la lucha entre los defensores de la reforma y los nacionalistas no tardó en aparecer e intensificarse a partir de entonces. El triunfo en las elecciones nacionales de 1932 de la fórmula presidencial encabezada por Agustín P Justo fue interpretado por los sectores reformistas como una continuidad del gobierno del general Uriburu, por lo que pronto se percataron de que iba a ser necesario utilizar todos los medios democráticos disponibles, aun cuando la reconocieran fraudulenta, para lanzarse a la lucha enarbolando nuevamente la bandera de la Reforma de 1918. En ese contexto, los conservadores afirmaban que las universidades argentinas eran víctimas del ataque del comunismo soviético y acusaban a los sectores reformistas de gestar un plan comunista[43]. Por el otro, la cesantía de varios profesores universitarios y las detenciones policiales de estudiantes producían a diario enfrentamientos físicos en el espacio público.

 

La huelga de 1932

Esta situación tuvo gran resonancia en la Universidad de Córdoba en 1932, con la destitución de los profesores Gregorio Bermann y Jorge Orgaz por motivos ideológicos, en virtud de que fueron los que alzaron sus voces contra el carácter ilegítimo del gobierno nacional fraudulentamente electo en 1932. Bermann fue el primer preso universitario del gobierno. Inmediatamente la agitación estudiantil se radicalizó con el estallido de una huelga que duraría varios meses[44]. A raíz de la prolongada huelga y por los gritos de ¡viva la reforma! en una manifestación realizada por las calles de la ciudad, un grupo de estudiantes fue detenido y procesado, siendo Deodoro Roca su abogado defensor, convencido que sin el contralor estudiantil la institución había vuelto a ser lo que era antes de la reforma. Para él, la universidad era “burocracia, instituto secular del acomodo, presupuesto, parientes, muchos parientes” que arrasaron las universidades[45]. La huelga se extendió todo ese aüo 32. Durante ese tiempo la Universidad permaneció cerrada para los estudiantes y custodiada por la policía. Hacia fines de ese aüo algunos estudiantes resolvieron presentarse a rendir, con lo que la huelga comenzó a romperse. En febrero de 1933 la huelga concluyó, lo que constituyó una derrota política a los estudiantes defensores de la Reforma agrupados en la FUC (Federación Universitaria de Córdoba).

Mientras tanto, los católicos, aglutinando a las organizaciones de estudiantes católicos preexistentes como la Asociación Nacional de Estudiantes de Derecho organizaron en junio de 1932 la Federación Católica Universitaria (FCU), adoptando el lema: “Dios y Patria”[46], y se constituían como oposición al estudiantado reformista aglutinado en la FUC. En tal contexto, de pugnas políticas abiertas y frecuentes, y que en algunos momentos habían llegado hasta al enfrentamiento físico, en los aüos subsiguientes el clímax de conflictividad alcanzó su pico, deviniendo en situaciones de alta violencia con el resultado de víctimas fatales.

 

Causas y consecuencias de la primera expulsión de Nimio de la Universidad

Por ejemplo, en 1938, el estudiantado nacionalista, agrupado en la nueva Corporación Argentina de Estudiantes Universitarios, dio muestras de acción contundente al declarar lo siguiente:

La Reforma es intrínsecamente mala, negativa y destructora como resultado de la fermentación de intereses mezquinos y de pasiones desordenadas. La universidad no le debe ni luz en el orden de la inteligencia ni una doctrina moral. La democracia universitaria es tan mala como la democracia política, de la cual no es sino una prolongación dentro de la Universidad. El principio de jerarquía es fundamental en la vida universitaria: la confusión de todos en el límite mínimo es terriblemente injusta y absurda. La función propia del maestro es enseüar y la del alumno aprender, es evidente la existencia de una subordinación jerárquica. Proclamamos la necesidad de la restauración de los estudios sobre la base de la filosofía tradicional.[47].

Además de afirmar que que la Reforma era un “movimiento de izquierda, instigado por el comunismo que con veladas propagandas y so pretexto de renovar valores hacía proselitismo tratando de adueüarse de la juventud a la que quería anular la personalidad frente al Estado”[48].

Este tipo de declaraciones constituyeron una abierta provocación que devino en un violento enfrentamiento el 11 de agosto, cuando aparecieron las primeras víctimas fatales. La revuelta fue grande y sonaron tres tiros, cosa que no había ocurrido antes en la Universidad. Hubo una dispersión general y los nacionalistas tuvieron dos bajas. En el suelo quedó tendido Julio Benito de Santiago, al tiempo que Francisco García Montaüo, gravemente herido, falleció ocho días más tarde. Si bien Antenor Carreras Allende salvó su vida, quedó con serias secuelas físicas[49]. De Anquín no estuvo allí pero era el mentor de los jóvenes, al punto que habló en los funerales de Santiago. Era usual que en estas manifestaciones el grupo fascistaentonara el himno con el brazo levantado a la usanza fascista, profiriendo gritos contra la democracia, sus instituciones y sus compaüeros reformistas[50].

En este contexto, la FUC acusó a los fascistas de burlarse de los símbolos patrios y solicitó al rector permiso para realizar un acto de desagravio, lo que no fue autorizado. El enfrentamiento estudiantil se trasladó al claustro docente, reproduciendo allí De Anquín las mismas posturas; desde la Unión Nacional Fascista, fundada en 1936, había impulsado un activo proselitismo político entre la juventud estudiantil. El 21 de noviembre de ese aüo, Nimio publicó un discurso en el diario Crisol, en un acto celebrado en el teatro Coliseo de Buenos Aires, donde, ante una sala desbordada de jóvenes, atacó en términos duros al liberalismo, al secularismo moderno y la “acción destructora del comunismo en los pueblos cristianos”, y seüaló para las nuevas generaciones argentinas la urgencia de restablecer el carácter cristiano de la nacionalidad[51].

Otra controversia semejante fue generada por el profesor Luis Martínez Villada, un convencido defensor del nacionalismo católico y alineado ideológicamente con De Anquín[52]. Ese mismo aüo, se opuso en el Consejo Superior que se hiciera un homenaje a Juan Bautista Alberdi, autor intelectual de la constitución nacional de 1853, y se difamara la memoria del gobernador Juan Manuel de Rosas. Hubo un gran escándalo habida cuenta de que varios exalumnos salieron a defender al maestro, entre ellos Nimio, quien fue suspendido de sus cátedras en el Colegio Monserrat. Manuel Río, que compartía sus ideales, renunció a las suyas por solidaridad; también lo hicieron otros docentes, entre ellos, los conservadores Rogelio Nores Martínez, Manuel Augusto Ferrer y Raúl Pucheta Morcillo. Algunos estudiantes que militaban en la agrupación Unión de Fuerzas Fascistas adhirieron a esa protesta, entre los que se destacaban Raúl Mendé, Erio Bonetto, Carlos G. Berardo, Alberto Díaz Bialet y Carlos José Caballero, también solidarizados con De Anquín[53].

En 1938, a consecuencia de sus ideas políticas y su rechazo a la Reforma Universitaria, presionado por el movimiento estudiantil universitario alineado con la reforma, De Anquín se vio obligado a alejarse de la Universidad.

 

Las luchas fratricidas continuaron

En las ediciones del 11 y 14 de agosto de 1939, La Voz del Interior le reprochaba al profesor Nimio de Anquín el haber pronunciado en un acto político un nuevo discurso con expresiones agraviantes y ofensivas hacia instituciones nacionales y naciones que tenían estrecha relación con Argentina, lo que provocó rápidas reacciones dentro y fuera del ámbito universitario en favor y en contra del mencionado docente[54].

Como producto de estas expresiones el rector dispuso citarlo al Consejo Superior y, ante su negativa a asistir, se enviaron los antecedentes a una comisión integrada por los Dres. Guillermo Stuckert y Jorge Núüez, y el ingeniero Julio Tezanos Pinto, quienes aconsejaron su destitución por considerar que, si bien esas expresiones habían sido realizadas en un acto político, De Anquín era reincidente en ese tipo de manifestaciones dentro y fuera de la cátedra, donde hacía propaganda constante en contra de las instituciones y difamando figuras de próceres, como Alberdi y Sarmiento, e inculcando a los jóvenes a que tuviesen aversión a ellos y sus obras. Pero, lo que más generaba molestia y preocupación entre el sector reformista era el activo proselitismo que tenían entre los estudiantes profesores nacionalistas como De Anquín y Martínez Villada[55].

En efecto, la influencia entre los jóvenes era importante, al punto que estos, junto a un grupo de profesores de la Universidad y del Colegio Monserrat, jugaron una fuerte carta en su defensa enviando una nota al rector donde seüalaban que los conceptos vertidos no constituían una falta grave contra el orden social, por lo que peticionaban se dejara sin efecto la medida de la destitución. Pero este consideró que los motivos que fundaban la petición constituían una falta de respeto a su autoridad, además de contener términos que molestaron a los miembros del claustro al tratarlos de “cuadrúpedos democráticos y que se estaba perjudicando a la niüez con el mito democrático”. “En consecuencia, sancionó a los alumnos y docentes que habían firmado la misiva de solidaridad con el cesanteado”[56]. Días después “el Dr. Martínez Villada solicitó se lo incluyera entre los castigados porque él también adhería a favor de De Anquín[57]. A comienzos de septiembre, cuando parecía que el tema se había acallado, Nimio lo puso de nuevo en el tapete al dirigir una extensa nota al Consejo Superior pidiendo reconsideración de la medida e invalidando jurídicamente las razones invocadas para destituirlo de sus cátedras en el “Monserrat y en la Universidad que poseía por concurso desde hacía ocho aüos y en las cuales había puesto todo su esfuerzo para modernizar la enseüanza, reformulando sus programas e introduciendo bibliografía nueva”[58]. Cabe destacar que sus condiciones intelectuales y académicas no estaban en cuestión, pues poseía una amplia formación.

El tenor de la nota presentada era muy fuerte y atacaba la resolución en todos sus aspectos, rebatiendo los argumentos esgrimidos en su contra y tratando de demostrar, en primer término, que no era un agitador peligroso que estaba en pugna con las instituciones republicanas, y luego, que el nacionalismo argentino no era una doctrina anárquica y que la democracia liberal estaba formalmente condenada por la Iglesia. Al finalizar el texto hacía una defensa vigorosa de su vida privada y pública, sosteniendo que la resolución rectoral estaba inspirada en la pasión y resentimientos personales más que por la razón, haciendo presente que tanto el rector como los consiliarios doctores Carlos R. Melo, Jorge Núüez y Guillermo Stuckert, y el Ing. Julio Tezanos Pinto, no se habían excusado de actuar aun cuando era evidente que mantenían una enemistad personal con él. Finalmente, acusó al decano de Medicina, Dr. Stuckert, y al Dr. Carlos Melo, de ser miembros del partido radical, razón por la cual habían anticipado su juicio.

Un duro editorial de La Voz del Interior, aparecido en agosto de 1939, seüalaba que los campos de batalla en el país, donde por largo tiempo habían luchado indios, gauchos y caudillos, habían cambiado de escenario en el siglo XX, ahora que las luchas fratricidas se llevaban a cabo en escuelas, colegios y universidades, y agregaba:

La comandancia se llama cátedra y el caudillo ladino, grosero y traidor catedrático... Se llaman nacionalistas, fascistas vergonzantes como lo es la sutileza vil de su traición en ejercicio de la docencia... La Universidad de acuerdo con la “curia fascista” ha llenado nuestras instituciones de esta suerte de catedráticos que parecen los avanzados del ejército.[59]

En verdad, el conflicto con De Anquín adquirió proporciones insospechadas y puso al descubierto que en la Universidad de Córdoba los enfrentamientos entre reformistas y nacionalistas eran intensos y que los asuntos universitarios eran conducidos con la misma pasión que los conflictos políticos.

El estallido de la Segunda Guerra Mundial complicó aún más el panorama habida cuenta de que la política nacional se vería influenciada crecientemente por el rumbo que tomaban los acontecimientos. El nacionalismo católico —que había ya dado reiteradas muestras de simpatía con el viraje autoritario tomado en Europa, reconociendo así el “talento” de Hitler, Mussolini o Franco— no escatimó elogios a las acciones del Eje durante la guerra. Nimio de Anquín, en este sentido, veía por ejemplo la acción conducida por la Alemania nazi y la Italia fascista en Europa como producto de la decisión de los “grandes conductores” (entiéndase Mussolini y Hitler) que “han puesto su espada al servicio en lo que no vacilamos en llamar un ‘encaminamiento’”, hacia una concepción cristiana de la ciudad terrestre”[60]. Esto, desde luego, habría implicado la “muerte” del “liberalismo y la fea democracia” y, por consiguiente, el inicio de un proceso de “restauración”: el mundo del nuevo orden, objetivamente visto, ofrecía muchas posibilidades a la realización de la unitas ordine de San Agustín, porque abría

(...) la voluntad individual a las relaciones de coexistencia y de participación en el bien común. En cuanto es antiliberal, es un sistema de relaciones fraternales fundadas en la justicia, es un mundo de amor. Y sólo por ello es un mundo “educable”, en donde existen predisposiciones positivas para una concepción jerárquica, y para una interdependencia anti individualista.[61]

La acción de Hitler sobre Europa (a quien califica de “auténtico genio de nuestro tiempo”) habría permitido “romper el feroz egoísmo liberal (...) para llevar así adelante el rescate temporal del mundo caído y sobrellevarlo, en un futuro quizá no muy lejano, a la analogía propia de la civitas Dei[62].En tal sentido, no resulta difícil pensar que la campaüa nazi emprendida Œ contra la Unión Soviética, en junio del mismo aüo, no habría hecho más que incrementar el despliegue de ese rango de expectativas. Estas afirmaciones se realizaban en uncontexto de neutralidad que proclamaba el país y que respaldaba el nacionalismo de forma general y que, por lo demás, era la mantenida diplomática e institucionalmente por el Vaticano y por la Iglesia argentina.

En todo caso, para De Anquín la acción emprendida por las potencias del Eje contra la “fea democracia” y contra el comunismo, auguraban un cambio de época. Las contradicciones del régimen nazi con la postura asumida por el papa Pío XI en su encíclica “Mit Brennender Sorge”(“Con ardiente inquietud”) no constituyeron obstáculo para que De Anquín vislumbrase en un triunfo del Eje la instauración de un “nuevo orden” cristiano. Él entraba en contradicciones al haber condenado, previamente, el paganismo racial nacional socialista en su artículo publicado en Crisol el 1 de febrero de 1939[63] y de haber defendido la idea de un “fascismo teocéntrico” como el fundamento de un “nuevo orden” político. Conceptos semejantes había defendido el profesor Luis Martínez Villada, acuüando la denominación de “totalitarismo cristiano”: todo el orden cósmico y de modo especial el humano, es un orden teocrático. En el Estado cristiano se alcanza, pues, la plenitud, el carácter de totalitario, porque en él el hombre es dirigido por las dos espadas hacia la plenitud de sus fines: “No es pues en la naturaleza totalitaria del Estado, no en la severidad de su disciplina, donde hay que buscar los principios de desviación, sino en la concepción de sus fines”[64].

El régimen nazi estaba lejos de encuadrarse dentro de aquellos conceptos que defendían estos dos representantes del nacionalismo católico cordobés.

Los reformistas, por su parte, se proclamaron neutrales repudiando la guerra, al igual que la Convención Nacional de Centros de Estudiantes, reunida en octubre de 1939, y ello se explica por la existencia del pacto Molotov-Ribbentrop, tratado de no agresión entre Alemania y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, firmado el 23 de agosto de ese aüo[65]. En ese momento, el partido comunista argentino dio la orden de no agredir a Hitler, “amigo de Stalin”, posición que se revierte en 1941 cuando se produjo la invasión nazi a la Unión Soviética. Mientras, la actitud asumida por la intelectualidad independiente, los socialistas y los sectores liberales del partido radical y del demócrata de Córdoba fue, desde el principio, muy distinta ya que condenaron abiertamente al III Reich y al fascismo. En concreto, hasta finalizar el período de estudio, la puja ideológica política estuvo presente en la Universidad y en el Colegio Monserrat, lo que explica que el movimiento estudiantil y el claustro docente mantuvieran un alto grado de politización y las mismas prácticas antes descritas.

El golpe de Estado de 1943 tuvo una fuerte impronta católica y constituyó la voz de alarma para los centros de estudiantes a nivel nacional, especialmente los que respondían a los partidos Comunista y Socialista, defensores de los principios de la reforma, los que tomaron la decisión de resistir. La FUA, el 29 de septiembre de 1943, declaró una huelga general en repudio a la política universitaria nacional, a lo que adhirió la FUC. El escenario estaba abierto en Córdoba para una nueva edición del enfrentamiento entre defensores de la reforma y el nacionalismo católico, entre los claustros estudiantiles y docentes. En la Universidad de Córdoba, la intervención nacional al mando del Dr. Lisardo Novillo Saravia (1943-1945), vicepresidente de la Junta Arquidiocesana de la Acción Católica, decidió, a su vez, la intervención de las tres facultades existentes entonces: Derecho, Medicina e Ingeniería, y se produjo la cesantía de eximios profesores de Medicina, entre ellos, Antonio Navarro, Juan Martín Allende, Oscar C. Orias, Alfredo Miravet, Gregorio Bermann, Diego Rapella, y otros más. A su vez, varios otros docentes renunciaron en solidaridad con sus colegas. Inmediatamente los reformistas se dieron cuenta de que no les quedaba otro camino que lanzarse de nuevo a las calles. La vida universitaria en ese aüo 43 fue agitada, con asambleas, movilizaciones, una huelga estudiantil y con la renuncia del decano de la Facultad de Derecho, Dr. Alfredo Orgaz, y el de Medicina, Dr. León S. Morra. La resistencia estudiantil también tuvo su costo para muchos, que por temor a ser detenidos, desaparecieron de la ciudad, pasando a la clandestinidad o terminando sus estudios en otras universidades. Los nacionalistas habían triunfado una vez más.

 

Reincorporación y expulsión definitiva

De Anquín, amparado en el régimen peronista, fue reincorporado a la Universidad en 1947 para dictar clases en el viejo Instituto Universitario, convertido al aüo siguiente en la Facultad de Filosofía y Humanidades dependiente de la Universidad Nacional de Córdoba, como profesor de Lógica. A cincuenta aüos de ese acontecimiento, dos alumnos de los quince que tenía entonces, lo recordaron diciendo que era una figura muy especial, que llegaba muy puntual a su clase, que sobresalía por su seriedad y sus conocimientos de filosofía, especialmente de los autores alemanes[66]. Sus clases no eran amenas, pero tenían sustancia, difícilmente miraba a sus alumnos, pues observaba sus notas o hablaba con los ojos semicerrados. Le gustaba hacer largas citas en griego, latín y alemán cuando se refería a Hegel, lo que influyó en muchos estudiantes que comenzaran a estudiar alemán. Reforzando su prestigio con un doctorado honoris causa de la universidad alemana de Maguncia que recibió en 1950 por sus aportes a los estudios aristotélicos, su vida académica era intensa. En octubre de 1948 asistió a un Congreso Internacional de Filosofía celebrado en Barcelona con una ponencia titulada “La jerarquía de los bienes, en el orden político, jurídico y económico”[67]. No fue el único, pues estuvo presente en muchos otros eventos celebrados en Lima, Venecia, Padua, París, Colonia y, en 1949, en el Congreso Internacional de Filosofía, realizado en Mendoza (Argentina), que concitó la atención de setenta filósofos internacionales, además de los locales.

Su suerte concluyó en 1955 cuando fue exonerado nuevamente de la Universidad de Córdoba por razones políticas, en virtud del derrocamiento del gobierno peronista al que había adherido. A partir de entonces, en las universidades argentinas se promovió la desperonización y se desmontó el aparato totalitario. De Anquín pasó a dictar clases en la Universidad Católica de Santa Fe hasta su retiro. No obstante, en Córdoba y en Santa Fe fue director de varios trabajos de tesis doctorales[68]. Paralelamente dictaba cursos sobre Santo Tomás y Hegel en Buenos Aires, Tucumán y Córdoba. No abandonó la actividad política y siguió publicando sus alegatos en las revistas Sol y Luna[69] y Nueva Política, además de colaborar en otras revistas nacionales y extranjeras (de Italia, Francia y Alemania). Pero han sido sus publicaciones en ^ el Instituto Leopoldo Lugones de Santa Fe, las que han difundido los aspectos políticos de su pensamiento y su desafío de pensar la patria, reunidos en la obra Escritos Políticos[70].

Tomamos dos extractos de sus últimas publicaciones realizadas en Santa Fe, para demostrar que, en sus clases universitarias, seguía incitando a los jóvenes a repensar la historia reciente.

Deseo sobre todo que mis ideas sirvan de orientación (...) Exhorto a los jóvenes a repensar nuestra naciente historia desde este ángulo vital que acaso le permita eliminar muchos prejuicios y desmitificar su pensamiento en varias creencias. En un cosmos retornante y cíclico, debe haber estructuras humanas en un orden histórico-político, que admitan una ejemplaridad permanente y valiosa (,..)Quien no sea dueüo de una idea, no la realizará jamás. La fidelidad a las propias convicciones es una cuestión de honor, es la prueba definitoria de la calidad de una persona.[71]

 

Conclusión

Durante el gobierno del presidente Arturo Illia, en 1963, Nimio reclamó las cátedras de las que fuera exonerado en 1955, pedido que le fue denegado, recuperándolas recién en 1969.

Es importante rescatar su veta religiosa y su participación en el grupo de intelectuales en torno al obispo Marcelo Sánchez Sorondo. Pero lo más destacado de este personaje es que logró infundir la filosofía entre los jóvenes estudiantes universitarios, no siempre libres de prejuicios políticos, siendo el maestro e iniciador de varios filósofos argentinos, entre los que se destacan Alberto Buela, Alberto Caturelli, Manuel Gonzalo Casas, Arturo García Astrada y Diego Pró, que han ocupado distintas cátedras en la Universidad de Córdoba, pero también en las casas de estudios superiores de las provincias de Mendoza, Tucumán y Catamarca. Lo han ponderado además pensadores de diversas disciplinas, como el historiador Fermín Chávez, el filólogo Carlos Disandro o el padre Leonardo Castellani. Aun los que lo denigraron por su estructura física, o sus hábitos, rescataron su intelecto. Uno de sus doctorandos, el Dr. A. Caturelli, en abril de 1951, refiriéndose a don Nimio, dijo lo siguiente:

(...) como es sabido, se distingue por su rara honestidad intelectual, la consulta estricta de las fuentes como condición indispensable de todo trabajo serio, y su labor casi anónima en medios cuando no hostiles, incapaces de comprender una verdadera vocación filosófica.[72]

Y le dedica al maestro con manuscritas palabras de “modesto testimonio de agradecimiento y afecto”.[73]

Para concluir, es evidente que la filosofía es la búsqueda de respuestas o interpretaciones a los problemas últimos que, quiérase o no, se plantea el hombre. La originalidad de los filósofos argentinos antes nombrados consistió en integrar, componer y superar en síntesis nuevas corrientes, uniendo la filosofía europea y americana que aparecían separadas y hasta excluyentes entre sí. Esos rasgos de integración se advierten en el pensamiento filosófico de Alejandro Korn, Coriolano Alberini, Alberto Rougés, Francisco Romero, Saúl Taborda, Ángel Vasallo, Luis Juan Guerrero, Carlos Cossio, Ismael Quiles, Eugenio Pucciarelli, Octavio Nicolás Derisi, Leonardo Castellani, Luis Farré y nuestro Nimio de Anquín. Nadie desconoce los méritos académicos de este último, sus mimeografiados Cursos Filosóficos, en las universidades de Córdoba, Santa Fe, Mendoza, La Plata y Buenos Aires, y en prestigiosas instituciones europeas, demuestran sus aüos de docencia filosófica en sus cátedras. Pero se lo critica pues, con aciertos y errores, quiso entroncar la cultura del país con movimientos europeos nacionalistas, oponiéndose a la dependencia con Gran Bretaüa. Ese pensamiento le ocasionó serios trastornos a lo largo de su vida académica y justifica que nos hayamos ocupado en este texto de él, en tanto fue uno de los referentes del nacionalismo hasta los aüos setenta del siglo pasado.

 

Facsímil del programa presentado a la Universidad Nacional de Córdoba en 1950

 

 

Programa del Curso de Metafísica. Folleto de la Biblioteca Mayor de la Universidad Nacional de Córdoba, 1950.

Conflicto de interés

Los autores no tienen conflicto de interés.

Financiamiento

El trabajo de investigación es autofinanciado.

 

Fuentes

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Archivo General e Histórico de la Universidad de Córdoba (AGUC).

Actas de Sesiones del Consejo Superior. Rectorado del Dr. Sofanor Novillo Corvalán, 14 de agosto de 1939, f. 254.

Decretos Rectorales, tomo 5,1939-1940, agosto de 1939, f. 265.

Archivo Museo de la Reforma.

Archivo particular del Dr. Alberto Caturelli. Papeles privados de Nimio de Anquín.

Periódicos y revistas

Los Principios La Voz del Interior La vanguardia espaüola.

Gaceta Universitaria, órgano de la FU Revista Consensus.

Revista Crisol.

Revista Flecha.

Revista Arx.

Revista Prismas.

Revista Tiempo y Cultura.

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Cómo citar: Vera de Flachs, María Cristina y Sillau Pérez, Antonio“ El profesor Nimio de Anquín. Análisis de su pensamiento político y de su trayectoria en la Universidad de Córdoba (Argentina)” Revista Historia de la Educación Latinoamericana vol.23 no.36 (2021)



[1]     Doctora en Historia, profesora titular de la Universidad Nacional de Cór­doba (Argentina), investigadora principal del Consejo Nacional de Inves­tigaciones Científicas y Tecnológicas. [CONICET]. Integrante del grupo de investigación Historia y Prospectiva de la Universidad Latinoamerica­na - HISULA. Correo electrónico: vera@onenetcom.ar.

[2]     Magíster en Ciencia Política en Iberoamérica por la Universidad Interna­cional de Andalucía (Espaüa) y licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Actualmente es estudiante del Docto­rado en Ciencias de la Educación - Universidad Pedagógica y Tecnológi­ca de Colombia (UPTC). Profesor de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y de la Universidad de Piura (Perú). ansiper@hotmail.com

[3]

[4]     Cfr. En este sentido, son claves las obras de Julien Benda y Raymond Aron, respectivamente: La trahison des clercs (París: Grasset, 1927) y Lopium des intellectuels (París: Calmann-Lévy, 1955), donde se critica al intelectual que no representa la voz disonante, el intelectual comprometido con algún movimiento político, por ejemplo, la izquier­da, que respondería a nuestro caso. Por su parte, Edward W. Said, en Representations of theIntellectual (Londres: Vintage, 1994), ahonda en la visión ética del intelectual y la desacreditación de su oficio cuando lo somete a las direcciones del poder político.

[5]     François Dosse, Michel de Certeau: el caminante herido, trad. Claudia Mascarua (México: Universidad Iberoamerica­na, 2003).

[6]     Michel de Certeau, La escritura de la historia (México: Universidad Iberoamericana, 1993), 66 y 67.

[7]     François Dosse, La apuesta biográfica. Escribir una vida (Valencia: Publicaciones de la Universidad de Valencia, 2007), 387.

[8]     Nimiode Anquín, “Nota acerca del silogismo", Número, n.0 8 (1930): 71.

[9]     César Tcach. “La Unión Nacional Fascista y La página de Italia", Estudios Sociales vol. 35, n.0 1 (2008), 91 y ss.

[10]   Rodolfo Martínez Espinosa. “Discurso en el primer aniversario del Instituto Santo Tomás de Aquino", texto inédito, 1933, 2.

[11]   Sobre los Cursos de Cultura Católica véanse: José Zanca, “Los Cursos de Cultura Católica en los aüos veinte: apuntes sobre la secularización", Prismas vol. 16, n.° 2 (2012); Fernando Devoto, “Los proyectos de un grupo de intelectuales católicos argentinos entre las dos guerras", en Historia de los intelectuales en América Latina. Los avatares de la “ciudad letrada" en el siglo XX, coord. Carlos Altamirano (Buenos Aires: Katz, 2008), 360-364. Sobre la producción ideológica del Instituto Santo Tomás de Aquino, véase: Antonio Sillau Pérez, “Los fundamentos ideológi­co-políticos de la intelectualidad nacionalista del Instituto Santo Tomás de Aquino (Córdoba, Argentina 1932-1945), Consensus vol. 22, n.° 22 (2017).

[12]   En 1936, Nimio de Anquín precisaba el alcance de este término refiriéndose al escenario político abierto con la Gue­rra Civil espaüola: “Este fascismo es el que se está gestando en Espaüa con sangre de mártires y al que nosotros pertenecemos al propiciar el reinado de Jesucristo". (Nimio de Anquín, “Una revolución moral", Crisol, Buenos Aires,

[13] de septiembre, 1936, 3).

12    Nimio de Anquín, “Liberalismo subrepticio y libertad cristiana", Nueva Política, N.° 10 (1941): 10. Reeditado en la Revista de estudios políticos, Madrid, 1944. Monada es igual a ser, sustancia, esencia.

[14]   Ibíd., 7-8.

[15]   De Anquín daba cuenta de que el antropocentrismo moderno terminaba rechazando una puesta por la “verdad" y había devenido en la afirmación del relativismo: “El hombre liberal [...] perdió toda sensibilidad para distinguir el bien del mal; perdió totalmente la conciencia de pecado: para él todo es bien, todo es tolerable. Cristo y Barrabás son igualmente buenos". (Ibíd., 10-11).

[16]   Ibíd., 9. En la misma página define al “bien común" en estos términos: “[...] podemos definir al 'bien común' diciendo que es 'aquello que realmente conviene a la sociedad de la que es el bien final por excelencia' (repárese en que con esta definición eliminamos del concepto de 'bien común' la idea de suma de bienes individuales)". Reeditado en la Revista de estudios políticos, Madrid, 1944.

[17]   Ibíd.

[18]   Nimio de Anquín, “Las minorías fuertes", Crisol, Buenos Aires, 10 de noviembre, 1936, 3.

[19]   Ibíd., 3 y 5.

[20]   Cristián Buchrucker, Nacionalismo y peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955), (Buenos Aires: Editorial Sudamericana,1987), 107.

[21]   De Anquín, “Una revolución moral", 3.

[22]   De Anquín, “Las minorías fuertes", 3.

[23]   Ibíd., 5.

[24]   De Anquín, “Una revolución moral", 3.

[25]   De Anquín, “Liberalismo subrepticio y libertad cristiana", 10.

[26]   De Anquín, “Una revolución moral", 3.

[27]   Sobre la Unión Nacional Fascista, véase: Tcach, “La Unión Nacional Fascista y La página de Italia", 35.

[28]   De Anquín, “Una revolución moral", 3 y 5.

[29]   De Anquín, “Liberalismo subrepticio y libertad cristiana",Edición 1941, 11.

[30]   De Anquín, “Las minorías fuertes", 3.

[31]   Crisol, Buenos Aires, 7 de febrero, 1934, 6.

[32]   Crisol, Buenos Aires, 1 de febrero, 1939 (copia mecanografiada cedida por el Prof. Alberto Caturelli).

[33]   Crisol, Buenos Aires, 12 de septiembre, 1936, 3; 10 de noviembre, 1936, 5.

[34] De Anquín, “Una revolución moral", 1. Ibíd., 3.

[35] Ibíd., 3.

[36] Ibíd., 3.

[37] Ibíd. 3 Ibíd. 5

[38]   Ibíd. 5

[39]   La Reforma de Córdoba de 1918 se extendió por otros países latinoamericanos. Perú, México, Colombia y Cuba sintieron su influjo. La bibliografía sobre el tema es extensa y de dispar valor. Véanse: Renate Marsiske, Movimientos estudiantiles en América Latina. Argentina, Perú, Cuba y México, 1918-1929 (México: UNAM, 1989); Hugo E. Biagini, La Reforma Universitaria: antecedentes y consecuentes (Buenos Aires: Leviatán, 2000); Gabriel del Mazo, comp., La Reforma Universitaria. Tomo 1: El movimiento argentino (Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1968).

[40]   El diario Los Principios, identificado con el catolicismo más conservador, fue el medio de prensa utilizado desde el comienzo del proceso reformista, y durante nuestro periodo de estudio por los centros católicos, como el Centro de Estudiantes Católicos, Comité Pro Defensa Universitaria (CPDU), el Centro Católico de Obreros, la Asociación Católica de las seüoras Josefinas, etc., para hacer frente al movimiento reformista.

[41]   La Voz del Interior, Córdoba (Argentina), 16 de junio, 1928, 16; Archivo Bermann, Centro de Estudios Avanzados (CEA) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Caja 15, Doc. 0069.

[42]   Ibíd., 8 de octubre, 1930, 5.

[43]   Los Principios, Córdoba, 20 de octubre, 1932, 2.

[44]   Para ahondar en el tema, véase: Leticia Aguirre, La Generación del 32. Reforma Universitaria. Tomás Bordones, pról. Raúl Faure (Córdoba: Editorial Universidad de Córdoba, 1989).

[45]   Los nombres de los detenidos fueron, entre otros: Oscar Tissera, Carlos Jaburez, Virgilio Lezama, Marcelo Vera, Mi­guel Ordóüez, Víctor Díaz, Miguel San Martin, Mateo Seguí, Francisco Costamaüa, Armando Bulacio, Luis R. Ferreyra, Aristóbulo Ballestrini, Juan Zanetti, José A. Rivera. (Gaceta Universitaria, órgano de la FU, aüo 14, n.0 4, 21 de mayo, 1932, 32). Véase además la revista Flecha del 15 de junio de 1936, 1.

[46]   Los Principios, Córdoba, 25 de junio, 1932. El lema, adoptado en sus estatutos, se debió a que el Centro de Estudian­tes Católicos se constituyó sobre la base de la doctrina católica, apostólica y romana y en defensa de la patria. Cabe

aclarar que en sus considerandos se dejaron abiertas las puertas para que los estudiantes de otras agrupaciones pudiesen entrar siempre que no pertenecieran a partidos antirreligiosos o antinacionalistas. A pesar de la amplitud en las disposiciones previstas, el centro no tuvo el arraigo esperado en las bases universitarias.

Los Principios, Córdoba, 17 de junio, 1938, 6.

Ibíd., 7.

Alberto Novillo Saravia, que acompaüó en la ambulancia a Carreras Allende, recuerda en una entrevista realizada por la Dra. Vera de Flachs que le preguntó quién lo había herido y que este le respondió: “el que me jodió fue Rufino Abaroa". Abaroa, estudiante de medicina, fue inculpado como sospechoso, pero fue apoyado por la FUC y por la Liga por los Derechos del Hombre: Fue hábilmente defendido en la justicia, que no pudo probar su culpabilidad por lo que fue absuelto y, en 1939-1940 logró la presidencia de la FUC.

[50]   La Voz del Interior, Córdoba, 13 de junio, 1938, 7.

[51]   Cfr. Crisol, Córdoba, 21 de noviembre, 1936, 7.

[52]   Luis Martínez Villada (1886-1959), estudió la filosofía elemental en el Colegio Santo Tomás, dependiente de los padres escolapios. En 1918 estudió y meditaba a Santo Tomás de Aquino y se transformó en un conocedor de la Summa. Egresó como doctor en Derecho en 1909 con una tesis titulada Religión y Sociología. En 1923 ingresó a la universidad, donde debe enfrentarse -según él- con el krausismo desteüido; en 1924 funda la revista Arx, pu­blicando un trabajo titulado “Una reciente discusión sobre el problema del conocimiento". Fue profesor del Colegio Nacional de Monserrat y luego profesor titular de Filosofía General en la Facultad de Derecho, reemplazando a un reformista, el Dr. Gregorio Bermann. Miembro del Instituto Santo Tomás de Aquino, también ejerció el cargo de direc­tor de la Biblioteca Mayor y prosecretario de la UNC. En 1939 escribió en la revista Arx “El estado totalitario". Archivo del Centro de Estudios Avanzados (Universidad Nacional de Córdoba, Argentina), Doc. 15. D.070; María Cristina Vera de Flachs, “Reformas, contrarreformas y movimientos estudiantiles en la Universidad de Córdoba (1870-1936)", en Movimientos estudiantiles en la historia de América Latina, t. III, coord. Renate Marsiske, México: UNAM, 1999, 57 y ss.

[53]   Varios de los nombrados militaron, aüos más tarde, en las filas del peronismo y detentaron cargos políticos y académicos. Nores Martínez fue rector de la Universidad de Córdoba; Caballero, gobernador de Córdoba; Bonetto, diputado provincial; Mendé, secretario legal y técnico de la presidencia de la nación durante el primer gobierno de Perón, y Berardo, ministro de Hacienda durante el gobierno de Felipe Luchini en la provincia de Córdoba.

[54]   La Voz del Interior (Córdoba, 11 de agosto, 1939 y 14 de agosto, 1939, 6), criticó duramente la posición adoptada por el docente en varios artículos aparecidos esos días. Lo calificó como “el profesor imposible" incorporado a las instituciones educativas solo por las combinaciones que caracterizaban las políticas de acomodo dentro de la universidad, acusándolo de ser un filósofo nacionalista a lo nazi, que despotricaba contra la constitución nacional, razón por la que impulsaba a reclamar al Consejo Superior la aplicación de sanciones ejemplares. Mientras, Los Principios, en sus ediciones del 14 al 18 de agosto de 1939, adoptaba una posición en defensa de Nimio de Anquín y publicaba notas de adhesión a su persona, firmadas, entre otros, por el presbítero Octavio N. Derisi y los católi­cos Manuel Villada Achával, Fernando García Montaüo, Juan Carlos Moreno, Asencio Viramonte Oliva y Desiderio Villahoz.

[55]   Actas de Sesiones del Consejo Superior, rectorado del Dr. Sofanor Novillo Corvalán (Córdoba, Argentina, 14 de agos­to de 1939), Archivo General e Histórico de la Universidad Nacional de Córdoba (AGUC), f. 254.

[56]   Entre los docentes se contaban los Dres. León S. Morra, Clemente Villada Achával, Lisardo Novillo Saravia, Luis Villada Achával, Ramón A. Brandán, Carlos G. Carranza, Benjamín Galíndez, José Cortés Funes, Enrique Ferreira, el Ing. Rogelio Nores Martínez, el Arq. Miguel Arrambide, Jerónimo González Conrado, Juan B. y Manuel Augusto Ferrer, los adscriptos Rafael Moyano Crespo, José Inaudi y Lisardo Novillo Saravia (h.); el jefe de Trabajos Prácticos, Dr. Raúl Pucheta Morcillo y el celador del Monserrat anexo, Pedro Edmundo Oviedo. Los alumnos que firmaron la nota fueron: Raúl A. Mende, Juan Rodríguez Leonardi, Eduardo Fantini, Ambrosio A. Díaz, Américo Luis Viotti, José V. Sapeüo, Juan C. Reyna, Miguel García Montaüo, Roberto Rigo, Antenor Carreras Allende, Guillermo Martínez Díaz,

Jorge Martínez Casas, Alberto Gordillo, Ignacio Sarsfield, Virgilio Gómez Dávila, Enrique Garcero, Juan Valinotto, R. Domicelli Álvarez, Francisco García, Pedro J. Frías (h.), Jorge Castro, Jorge Usandivaras, Erio Bonetto, Manuel E. Ferreyra, R. y L. Arrigoni Blanco, Rafael Buteler, Domingo, Gustavo y Horacio Funes Gueselaga, Guido Soaje, H. Muüoz, Delfín Maldonado, Rodolfo Aliaga, Silvio Antonio Tosello, Horacio Malchiona y José R. Olivos. “Decretos Rectorales"(Córdoba, Argentina, agosto de 1939), AGUC, t. 5, 1939-1940, fs. 258 a 265. Véase además La Voz del Interior, Córdoba, 15, 19, 22 y 23 de agosto, 1939, 7.

[57]   “Decretos Rectorales" (Córdoba, Argentina, agosto de 1939), AGUC, tomo 5, 1939-1940, f. 265; María Cristina Vera de Flachs y Antonio Sillau Pérez, “Ideología y política. Docentes y estudiantes en el contexto de la crisis liberal ar­gentina. El caso de la Universidad de Córdoba (1930-1943)", Revista Historia de la Educación Latinoamericana, vol. 12 (2009): 247-273.

[58]   Al respecto recordó que, hasta su llegada a la institución, la enseüanza de la filosofía se limitaba a repetir de me­moria la octava edición del manual de Lahr, cuando en Francia iban por 24 ediciones mejoradas. Sus cátedras en el Monserrat fueron cubiertas por los Dres. Alfredo Fragueiro, Francisco N. Torres y Alfredo Poviüa, con cinco horas cada uno. Actas del Consejo Superior (Córdoba, Argentina, agosto de 1939), AGUC, t. 5, 1939-1940, f. 258.

[59]   La Voz del Interior, “Los nacionalistas en la docencia", Córdoba, 24 de agosto, 1939, 6.

[60]   De Anquín, “Liberalismo subrepticio y libertad cristiana".

[61]   Ibíd., 10.

[62]   Ibíd., 11.

[63]   Cfr. Crisol, Córdoba, 1 de febrero, 1939.

[64]   Luis Guillermo Martínez Villada, “El Estado totalitario", Arx, n.° 3 (1939): 216-217.

[65]   Para ampliar el tema, véase: La vanguardia espaüola, Barcelona, 24 de agosto, 1939. http://hemeroteca.lavanguar-dia.com/edition.html?edition=Ed.%20General&bd=24&bm=Q8&by=1939&ed=24&em=Q8&ey=1939

[66]   Olsen A. Ghirardi y Rosa Dolly Tampieri, “El curso de lógica de Nimia de Anquín de 1945", Cuadernos de Historia, n.0 5, 1995. Ambos docentes en la Universidad de Córdoba. Ghirardi llegó a ser decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades.

[67]   Nimio de Anquín, “La jerarquía de los bienes en el orden político, jurídico y económico" (ponencia, Actas del Congreso Internacional de Filosofía Suárez-Balmes de Barcelona, t. II, Madrid, 1949).

[68]   Entre otros fue director de la tesis doctoral en Filosofía de Alberto Caturelli. También fue amigo de un destacado profesor de Historia del Derecho de la Universidad de Córdoba, el Dr. Roberto Peüa, a quien obsequió toda su pro­ducción.

[69]   La revista Sol y Luna apareció en Buenos Aires entre 1938-1943, durante la Guerra Civil Espaüola y la Segunda Guerra Mundial. Fue un órgano de difusión de las ideas del nacionalismo católico de derecha y mostró su adhesión al franquismo y al falangismo. Su director fue Juan Carlos Goyeneche, acompaüado en algunos números por Mario Amadeo e Ignacio B. Anzoátegui como codirectores, y por José María de Estrada como secretario de redacción.

[70]   Nimio de Anquín, Escritos políticos (Santa Fe: Ed. Instituto Leopoldo Lugones, 1972).

[71]   Ibíd., 8 y 92.

[72]   Jorge Aberto Linossi. Ficha bibliográfica del Dr Nimio de Anquin, lera 2da parte. www.bdigital,uncu.edu.ar.

[73]   IDEM, Ibíd. p 35.