https://doi.org/10.19053/01227238.17055
Artículo de reflexión
La escolarización de la carrera de farmacia
en Guadalajara: 1839-1919
The
pharmacy study program in Guadalajara: 1839-1919
A
formação dos farmacêuticos em
Guadalajara: 1839-1919
María Guadalupe García
Alcaraz[1]* https://orcid.org/0000-0001-8888-9040
Luciano Oropeza Sandoval[2]*
https://orcid.org/0000-0003-0479-3987
*Universidad de Guadalajara,
México
Resumen
Objetivo:
En este articulo exponemos un acercamiento a la historia de la enseñanza de la
farmacia en Guadalajara, estudio
que abarca desde 1839, año en que se crea esta disciplina, hasta 1919, año en
que se clausura la carrera de farmacia en la Escuela Comercial e Industrial
para Señoritas. Aquí se muestra cómo se fue configurando la enseñanza de la
Farmacia, su relación con la medicina, el impacto de la inestabilidad política
en su evolución, la incidencia de las experiencias laborales de los
farmacéuticos y el surgimiento de nuevas modalidades educativas.
Originalidad:
Esta mirada no se limita a la exposición cronológica de las circunstancias que
fueron enmarcaron a los estudios en farmacia. Su exposición es una base
empírica importante, pero resulta insuficiente
para explicar a los lectores cómo y por qué se fueron modificando los saberes,
conocimientos y habilidades que integran esta disciplina. Al respecto, creemos
que la anexión de nuevos saberes y su ordenamiento tienen atrás motivaciones
externas e internas.
Método:
Se trata de una búsqueda y análisis crítico de una disciplina que se fue
configurando hasta convertirse en un corpus disciplinar.
El trabajo documental parte de fondos históricos, educativos e institucionales
en Guadalajara durante el siglo XIX.
El contenido que aquí referimos proviene tanto de la revisión bibliográfica de
estudios sobre la educación superior en Jalisco como de la información
recopilada de fondos documentales del Archivo Histórico de la Universidad de
Guadalajara, del Archivo Histórico de Jalisco y de la Biblioteca pública del
Estado de Jalisco.
Estrategias de recolección
de información:
Aquí abordamos los contenidos de enseñanza que conforman la base
curricular de la disciplina, las modalidades educativas
de farmacia y las experiencias laborales que despliegan las y los profesores de
farmacia, para lo cual recurrimos a materiales documentales del ámbito escolar
y curricular, a una bibliografía orientadora de la problemática imperante, así
como a la vida profesional y cotidiana de los actores: empleados del ramo, protofarmacéuticos, material hemerográfico, historia del currículo,
etc.,
cuya existencia esta plasmada en el registro documental y bibliográfico
consultado.
Conclusiones:
En este trabajo se ha intentado mostrar documentalmente, que
la farmacia, como cuerpo fundamental de conocimientos y prácticas terapéuticas,
fue, durante gran parte de su historia, una cenicienta, en cuanto a que si
bien, constituyó un factor fundamental en la construcción de la salud del siglo
XIX en Guadalajara, su
reconocimiento y estatus se le regateó injustamente, no
obstante que bajo su implementación médica, contribuyó enormemente a la
aplicación de la medicina en cuanto a padecimientos menores y paulatinamente
mayores.
Palabras clave:
Farmacia; historia de la educación; enseñanza; disciplinas y trabajo.
Abstract
Objective: In
this article we present an approach to the history of pharmacy education in
Guadalajara, a study that covers from 1839, year in which this program was
created, until 1919, year in which it was closed at the Escuela Comercial e Industrial para Señoritas. It
shows how pharmacy education took shape, its relationship with medicine, the
impact of political instability on its evolution, the incidence of pharmacists’
work experiences and the emergence of new educational modalities.
Originality:
This overview is not limited to the chronological exposition of the
circumstances that framed the pharmacy studies. Its exposition is an important
empirical basis but it is insufficient to explain to
the readers how and why the knowledge, skills and abilities that make up this
discipline were modified. In this regard, we believe that the annexation of new
knowledge and its ordering have both external and internal motivations.
Method: This
is a work of research and a critical analysis of a discipline that was
gradually configured until it became a disciplinary corpus. The documentary
work is based on historical, educational and
institutional funds of the 19th century in Guadalajara. The content we offer
here comes from the bibliographic review of studies on higher education in J alisco as well as from the information compiled from
documentary collections of the Archivo Histórico de la Universidad
de Guadalajara, The Archivo Histórico
de Jalisco, and the Biblioteca pública del Estado de
Jalisco.
Strategies/ Data Collection: we
approach the teaching contents that make up the curricular basis of the
discipline, the educational modalities of pharmacy and the work experiences of
pharmacy teachers, for which we resorted to school and curricular documentary
materials, to a bibliography guiding the prevailing problems, as well as to the
professional and daily life of the actors: employees of the field,
proto-pharmacists, newspaper material, history of the curriculum, etc., whose
existence is reflected in the documentary and bibliographic record consulted.
Conclusions: In
this paper we have tried to show that pharmacy, as a fundamental body of
knowledge and therapeutic practices, was a Cinderella during much of its
history, because being a fundamental factor in the construction of health in
the nineteenth century in Guadalajara, its recognition and status was unjustly
denied, even when its medical implementation, contributed greatly to the
practice of medicine in terms of minor and gradually major ailments.
Keywords:
Pharmacy; history of education; teaching; disciplines and work.
Resumo
Objetivo: Neste
artigo apresentamos uma abordagem
à história do ensino da farmácia em Guadalajara, um
estudo que vai de 1839, ano em que esta disciplina foi criada, a 1919, ano em
que o curso de farmácia da Escuela Comercial e Industrial para Señoritas (Escola
Comercial e Industrial para Moças) foi encerrado. Mostra como se formou o
ensino da farmácia, a sua relação com a medicina, o impacto da instabilidade
política na sua evolução, a incidência da experiência profissional dos farmacêuticos e o aparecimento de novas modalidades de ensino.
Originalidade/contribuição: Esta panorâmica não se limita a um relato cronológico das circunstâncias
que enquadraram o estudo da farmácia. A sua exposição
constitui uma base empírica
importante, mas é insuficiente para explicar aos leitores como e porquê se modificaram os conhecimentos, as competências e
as capacidades que constituem esta disciplina. Neste sentido, consideramos que
a anexação de novos conhecimentos e a sua ordenação têm motivações externas e
internas.
Método:
Trata-se de uma pesquisa e de uma análise crítica de uma disciplina que se
transformou num corpus disciplinar. O trabalho documental baseia-se em
colecções históricas, educativas e institucionais de Guadalajara durante o
século XIX. Os conteúdos a que nos referimos provêm tanto da revisão
bibliográfica dos estudos sobre o ensino superior em Jalisco como da informação
recolhida nos fundos documentais do Arquivo Histórico da Universidade de
Guadalajara, do Arquivo Histórico de Jalisco e da Biblioteca Pública do Estado
de Jalisco.
Estratégias/ coleta de datos: Aqui
abordámos os conteúdos didácticos que constituem a base curricular da disciplina, as modalidades educativas
da farmácia e as experiências de trabalho dos professores de farmácia, para o que
recorremos a materiais documentais do âmbito escolar e curricular, a uma bibliografia
orientadora da problemática dominante, bem como à vida profissional e
quotidiana dos actores: funcionários da sucursal, protofarmacêuticos, material de jornal, história do
currículo, etc., cuja existência se reflecte no acervo documental e
curricular, cuja existência se reflecte no registo documental e
bibliográfico consultado.
Conclusões:
Neste trabalho tentámos demonstrar, através da documentação, que a farmácia,
como corpo fundamental de conhecimentos e práticas terapêuticas, foi, durante
grande parte da sua história, uma Cinderela, na medida em que,
embora constituísse um fator fundamental na construção
da saúde do século XIX em Guadalajara, o
seu reconhecimento e estatuto foi injustamente negado, apesar de, no âmbito da
sua implementação médica, ter contribuído enormemente para a aplicação da
medicina em termos de doenças menores e gradualmente maiores.
Palavras-chave: Farmacia; história da educação;
ensino; disciplinas e trabalho.
Recibido:
04/02/2023
Evaluado:
17/06/2023
Aprobado: 19/07/2023
En este
escrito se expone la historia de la enseñanza de la
farmacia en Guadalajara, desde
1839, año en que se crea esta disciplina, hasta 1919, cuando se clausura la
carrera de Farmacia en la Escuela Comercial e Industrial para Señoritas. Se
abordan los contenidos de enseñanza que conforman la base curricular de la
disciplina, las modalidades educativas defarmacia y
las experiencias laborales de las y los profesores de farmacia. El contenido
aquí referido proviene tanto de la revisión bibliográfica de estudios sobre la
educación superior en Jalisco como de información recopilada de fondos documentales
del Archivo Histórico de la Universidad de Guadalajara,
del
Archivo Histórico de Jalisco y de la Biblioteca Pública del estado de Jalisco.
Acercamiento analítico a la
escolarización de la farmacia
Para
entender los procesos
que originan la carrera de Farmacia acudimos a nociones provenientes del campo
de la historia de la educación. Específicamente retomamos ideas del enfoque de
la historia cultural que permiten examinar la forma como se van conformando las
disciplinas educativas. En ese orden, apoyados en las ideas de escolarización
de David Tyack y Larry
Cuban31,
proponemos centrar la mirada en la evolución histórica de los conocimientos
básicos, en el paso de las cátedras
a la división en asignaturas, a la creación de grados y a la conformación de
las disciplinas escolares.
Esta
mirada no se limita a la exposición cronológica de las materias que fueron
delineando a la farmacia. Su exposición es una base empírica importante pero
insuficiente para explicar a los lectores cómo y por qué se van modificando los
saberes, conocimientos y habilidades que integran esta disciplina. Al respecto,
creemos que la anexión de nuevos saberes y su ordenamiento tienen motivaciones
externas e internas. Para abundar en estos factores, retomamos algunas ideas
que propone la historia social de la educación en torno al origen de los sistemas
educativos.
Este
enfoque hace énfasis en el vínculo entre realidad educativa y el contexto
social, entre la estrecha dependencia de la naturaleza de la educación y los
requerimientos que plantea el escenario histórico en que se ubica42.
Los estudios basados en su propuesta analítica permiten ver que la agregación
continua de saberes, conocimientos y habilidades no es una acción voluntariosa
de los grupos a cargo de la enseñanza, sino el fruto de las exigencias del
desarrollo económico y social de los espacios
en que se desenvuelven las instituciones
educativas. En ese sentido, sus aportaciones ayudan a captar las
disciplinas
escolares como espacios de creación y recreación de saberes con
intencionalidades articuladas a las necesidades sociales que suscita el entorno
que las rodea.
Cabe
precisar que la adición de los saberes
que integran una disciplina educativa no se limita a las influencias que se
generan en el entorno inmediato. Las aportaciones generadas desde el enfoque de
la historia cultural y desde la historia de la ciencia dejan entrever que este
proceso también se asocia con el avance científico de un campo determinado y
con la continuidad y discontinuidad de tradiciones académicas de los grupos a
cargo de la enseñanza en esas disciplinas. Estas aportaciones, por tanto, permiten
abrir el abanico explicativo a factores que incluyen no solo la influencia del entorno
social, sino también el impacto de [3] [4]los
avances científicos y la incidencia que tienen los grupos académicos en la
permanencia o renovación de los saberes que conforman las disciplinas.
El ambiente convulsivo del
siglo XIX en Jalisco
En
el umbral de la vida independiente del estado de Jalisco no existía la farmacia
como una disciplina científica, lo que había se limitaba al trabajo práctico
que realizaban los contados boticarios en Guadalajara.
En
ese entonces, los propietarios de las boticas solían ser estudiantes que se
habían graduado de bachilleres en la Real y Literaria Universidad de
Guadalajara, los cuales solían aprender la elaboración de los medicamentos
prescritos por los médicos mediante la consulta de las farmacopeas que existían
en ese tiempo.
La
farmacia como disciplina va a emerger a remolque de la medicina y de los médicos,
en
un escenario lleno de inestabilidad social debido a las constantes disputas
políticas entre los grupos liberales y conservadores. En efecto, al igual que
la mayoría de las regiones que conformaban la incipiente nación mexicana, el
estado de Jalisco atravesó por una constante inestabilidad que incidirá en la
consolidación de las instituciones educativas. En sus primeros años, los
gobiernos liberales, donde destacaría la figura de Prisciliano Sánchez,
promoverán la sustitución de la vieja universidad colonial por la apertura de
instituciones que permitirán renovar las bases científicas de la formación de
los jóvenes que aspiraban a ingresar a los estudios superiores. En 1827, con el
impulso y apoyo de este personaje, que en ese entonces era el gobernador de Jalisco,
se
creó el Instituto del Estado, organismo con el que se buscaba erigir nuevos
cimientos para la enseñanza de las cátedras superiores, como Medicina y
Jurisprudencia.
Con
la inauguración del Instituto se estableció un programa compuesto por once secciones,
las cuales se integraban por diversas asignaturas cuyo estudio acreditaba la
enseñanza preparatoria y las carreras de Derecho, Medicina y Artes. En esta
distribución no había aún una configuración de facultades y programas de
estudio por carreras, lo que había era una gama de materias que debían ser
cubiertas cronológicamente por los alumnos. Por ejemplo, los estudiantes de
medicina tenían que acreditar las materias de las secciones novena y décima. La
novena incluía Anatomía Descriptiva Teórica y Práctica, ya en el hombre, ya en
los animales; Anatomía Patológica, y Cirugía Teórica y Práctica, y la décima
comprendía Instituciones Médicas, Clínica y Medicina Legal.
La
apertura de este Instituto auguraba la posibilidad de fomentar opciones de
enseñanza superior para los jóvenes del occidente del país, con el objeto
de
apoyar el progreso económico y el desarrollo de nuevas
instituciones. Sin embargo, la inestabilidad social disiparía pronto los
anhelos de los grupos liberales, ya que al poco tiempo los levantamientos de
los grupos rivales interrumpirían sus planes. Apenas habían transcurrido escasos
ocho años de su inauguración, cuando sobrevino su primer cierre debido al
arribo al poder de los grupos centralistas. En agosto de 1834 tendría lugar su
primera clausura y como contraparte, la reapertura de la Universidad de Guadalajara
el
1 de septiembre. Con estas iniciativas se buscaba desmantelar la propuesta
educativa liberal y regresar a las opciones que permitían la continuidad de los
valores y las tradiciones asociadas a la doctrina católica.
Este
regreso fue anunciado el 3 de octubre de 1834 por el gobernador conservador
José Antonio Romero, quien, en el informe que le dirigió a Santa Anna,
le
informó que “en la Universidad se enseñaría teología, derecho, medicina,
cirugía y matemáticas ‘por profesores conocidos en su habilidad y honradez; y
sin gravar al Estado en un maravedí’”[5].
Así, desde los primeros meses de 1835 se emprendieron gestiones para adecuar
los programas y las constituciones de esta institución en consonancia con los
ideales del gobierno centralista.
El
nuevo plan fue aprobado el 30 de abril de 1835. En este se indicaba que en la
Universidad se impartirían doce cátedras, donde la mitad de las asignaturas se
vinculaban a la enseñanza de la teología y a temas principalmente religiosos,
como prima de Teología, Vísperas, Concilio de Trento,
Teología
Moral, Sagrada Escritura y Derecho Canónico. La prevalencia de estas cátedras
vino acompañada de un retroceso en torno a la secularización que se había
venido desarrollando durante la breve gestión del Instituto, ya que la
presencia del clero se hizo notoria en la organización y administración del
trabajo de enseñanza.
A
pesar del retorno a las bases de la universidad colonial, en esta propuesta
educativa se introdujeron progresos importantes: en las disciplinas de derecho
y medicina se agregaron contenidos alusivos a los cambios que experimentaba la
sociedad jalisciense en relación con la regulación de la vida social y el
avance que acusaba la medicina en otras latitudes. En estos vestigios de
modernidad es justo reconocer la figura del carmelita Manuel de San Juan Crisóstomo
Nájera,
personaje que encabezó el grupo de catedráticos que elaboró este nuevo plan de
estudios[6].
En
el caso de la medicina, se nota el influjo que tuvieron los conocimientos
desarrollados desde finales del siglo XVIII y principios del
XIX
en Europa. En particular, el avance de los descubrimientos anatómicos y
fisiológicos contribuyeron a darle un fundamento científico a la enseñanza.
Este nuevo enfoque, que sería llamado por algunos especialistas como paradigma
anatomo-clínico[7], planteaba estructurar la
formación de los médicos conforme a dos actividades centrales: en la
observación rigurosa de los síntomas y signos que presentaba el enfermo, y en
el vínculo de estas manifestaciones físicas con el examen de las lesiones que
mostraban los órganos afectados. A esta emergente visión de la ciencia médica
se asemejaba el programa de estudios incluido en el plan de enseñanza propuesto
por el padre Crisóstomo Nájera, donde “se pedía al
supremo gobierno que facilitara ‘enfermos y cadáveres’ del Hospital de San
Miguel de Belén” para realizar el trabajo de observación de los enfermos y los
estudios anatómicos de los cuerpos sin vida[8].
Este
modelo de enseñanza sería respaldado por las acciones que emprendieron algunos
médicos que estaban al tanto de los avances que había alcanzado la medicina en
el Viejo Continente. Este selecto
grupo, integrado principalmente por los médicos Pedro Tames,
Pedro
Vander-Linden y Pablo Gutiérrez, alentó la promoción de nuevas cátedras[9], la creación de academias
científicas[10] y la consolidación del método
anatomo-clínico.
Como
corolario de estas acciones, el 9 de octubre de 1839, bajo el mandato del
gobernador Antonio Escobedo, se aprobó la creación
de la Facultad de Medicina, Cirugía y Farmacia. Este hecho representó un paso
importante en la conformación de la medicina como una disciplina, ya que no
solo se configuró el plan de estudios por anualidades y por asignaturas claramente
delimitadas, sino también sentó las bases para la articulación de la medicina y
la cirugía, y el inicio de la enseñanza de la farmacia. En esta propuesta no
había espacios curriculares completamente separados entre medicina y farmacia,
lo que había era un plan de estudios de seis años al que asistían conjuntamente
los
interesados en una u otra carrera. Los estudiantes de Medicina cursaban las
materias incluidas en cada uno de los seis años y los de Farmacia asistían solo
a las prescritas en los dos primeros años, donde compartían con aquellos las
cátedras de Botánica, Química, Farmacia y Materia Médica. Una vez acreditadas
estas materias, en el tercer y cuarto año tenían que realizar prácticas en una
oficina pública bajo la dirección de un profesor de farmacia examinado[11].
Los
saberes y conocimientos prácticos que integraban inicialmente la carrera de
Farmacia, aunque se incluía la enseñanza de la química, respondían básicamente
a las necesidades complementarias que requería la práctica laboral de los
médicos: los primeros profesores de farmacia son capacitados básicamente para
elaborar los medicamentos prescritos por los facultativos. La farmacia, como se
ve, no solo emergerá gracias al impulso que los galenos le darán a la
organización de la medicina, sino también con una fuerte supeditación técnica y
social a la figura del médico. Así, a lo largo de todo un siglo de la historia
de esta disciplina, la formación que se brinda a los futuros farmacéuticos se
limita a abrir farmacias o boticas donde despacharán las recetas expedidas por
los facultativos o, en caso de escasez de recursos económicos,
a
ofrecer sus servicios como profesores responsables de estos establecimientos.
Este
programa de enseñanza a cargo de la Universidad Literaria de Guadalajara
permanecería
hasta 1846, gracias a la continuidad de los grupos centralistas en el gobierno
de Jalisco. En ese mismo año esta facción es desplazada por los grupos
federalistas, quienes procedieron a clausurar por segunda vez esta Institución
y a su vez, a darle vida nuevamente al Instituto del Estado. En septiembre de
1847, el gobernador interino de Jalisco, Joaquín Angulo, aprobó un nuevo plan
general de enseñanza (decreto número 66), donde se estableció que la enseñanza
se dividiría en primaria, secundaria y profesional. En relación con la
secundaria se señaló que esta se impartiría en el Liceo y la superior en el
Instituto.
En
este plan se indicaba que el Instituto ofrecería estudios asociados a las
ciencias matemáticas, a la jurisprudencia,
a la medicina y cirugía, a la farmacia y a la química aplicada a las artes. Los
estudios de medicina y cirugía se llevaban a cabo en seis clases donde se
enseñaba anatomía humana, fisiología e higiene, patología general, terapéutica
y farmacología, patología y clínica interna, patología y clínica externa, y
obstetricia y medicina legal. En relación con la farmacia y química aplicada a
las artes, se especificaba que la primera se abordaría en una sola clase, donde
se instruiría a los alumnos en la preparación de drogas y medicamentos en
debida forma, y la segunda también se daba en una clase, donde se enseñaba
prácticamente a los artesanos los procedimientos que convenían a cada clase de
manufacturas.
En
esta propuesta había continuidad de los saberes y conocimientos que se
agregaron desde la apertura de la Facultad de Medicina, Cirugía y Farmacia en
octubre de 1839, porque el eje principal de la formación de los alumnos de
Farmacia seguía siendo la preparación de drogas y
medicamentos.
Después
de la reapertura del Instituto, promovida por el gobernante liberal Joaquín
Angulo, sobrevinieron iniciativas que modificaron la situación legal de las
instituciones de enseñanza superior en Jalisco. En 1847, este mandatario
propuso una solución “salomónica” que permitió la coexistencia durante un
lustro de la Universidad de Guadalajara y
el Instituto del Estado. Esta convivencia terminaría en 1853, debido a que el
gobernador interino José María Yáñez ordenaría que estas cátedras quedaran
refundidas en la Universidad. Esta figura legal duró hasta el 15 de septiembre
de 1855, fecha en que el gobernador Santos Degollado puso en vigor el decreto
de 1847, relativo al Plan General de Enseñanza, donde se ordenaba la clausura
de la Universidad. Prácticamente en ese año se extinguió este establecimiento,
ya que en 1855 confirió nada más un grado mayor, que sería el último de los 59
otorgados durante el lapso de 1824 a 1855[12].
En
1860 se reinstalaría la Universidad por unos meses, merced a la anuencia del
general Adrián Woll, al frente del gobierno
conservador de Guadalajara. Esta
última etapa inició el 4 de marzo y terminó el 2 de diciembre, fecha en la que
Pedro Ogazón, quien encabezaba el gobierno liberal de Jalisco, determinó su
clausura[13].
A
los pocos meses, en julio de 1861, Pedro Ogazón, ya ungido como gobernador del
estado de Jalisco, decreta un nuevo Plan de Enseñanza donde se reitera que la
educación que ofrecerá el Estado se dividirá en primaria, secundaria y
profesional. La primaria corresponderá a las escuelas de primeras letras, la
secundaria a los liceos y la profesional al Instituto.
En
el Instituto del Estado, por su parte, se preparaba a los alumnos para el
ejercicio de la medicina y cirugía, de la farmacia, de la jurisprudencia, de
las matemáticas y de las ciencias físico-matemáticas.
En relación con la enseñanza de la medicina, los alumnos realizaban la carrera
en un lapso de seis años, que se dividía en dos periodos de tres años cada uno.
En el primero cursaban las asignaturas de Historia Natural Médica, Anatomía
General y Descriptiva, Fisiología, Higiene, Historia de la Medicina, Patología
General, Terapéutica y Materia Médica; en el segundo, las asignaturas de
Patología Interna y Externa, Clínica Interna y
Externa, Anatomía Patológica, Operaciones y Aparatos, Obstetricia Teórica y
Práctica y Medicina Legal.
La
enseñanza de la farmacia duraba cinco años y se dividía en dos periodos. El
primero, que correspondía a lo teórico, se impartía en los
tres primeros años, y el segundo incluía dos años de práctica. En el primer año
cursaban las materias de Química Inorgánica, Botánica y Mineralogía; en el
segundo, Química Orgánica, Zoología y Farmacia; y en el tercero, Farmacia,
Materia Médica y Toxicología. En el segundo periodo, los alumnos debían
permanecer con un profesor de farmacia en un establecimiento público propio,
donde recibían la instrucción práctica necesaria para la preparación de los
medicamentos.
En
este plan de estudios no solo vemos un incremento notable de asignaturas que
amplía el conocimiento de la química y la farmacia, sino también una menor
comunidad con los saberes que se enseñaban en la carrera de Medicina. Sin
embargo, con este cuerpo de saberes se seguía orientando la formación teórica y
práctica de los estudiantes a la elaboración de las fórmulas prescritas por los
médicos en las recetas que extendían a sus pacientes.
Este
plan de enseñanza muestra el interés que tenían los liberales por alentar el
mejoramiento de la educación media y superior en Jalisco,
interés
que, sin embargo, se vería interrumpido en 1863, ya que tanto el Instituto de
Ciencias como el Liceo de Varones y la Escuela Secundaria para Señoritas
cerrarían temporalmente sus puertas, debido al impacto económico
y social que traerá consigo la intervención francesa. La estabilidad volvería
hasta finales de 1866, cuando el ejército republicano entraría triunfante en la
Ciudad de México y en Guadalajara.
Así,
a casi veinticinco
años
de vida de la carrera de Farmacia, podemos ver que la inestabilidad
política afectó la evolución de esta disciplina. A su venturosa inauguración en
1839 le siguieron sucesos que limitaron sus contenidos de enseñanza, como
sucedió entre 1847 y 1860, cuando las prioridades de la guerra civil redujeron
el presupuesto para la educación superior. Sin embargo,
con
el triunfo de los liberales se activó nuevamente el interés por la educación,
como aconteció con el gobernador de Jalisco Pedro
Ogazón,
quien aprobó un nuevo plan de enseñanza donde se estipuló que la carrera de
Farmacia tendría cinco años de duración, expansión que traería consigo la
incorporación de nuevos saberes asociados al campo de la química y una mayor
autonomía curricular de la carrera de Medicina.
La farmacia a partir de la
restauración de la República en Jalisco
En
los estudios sobre la historia de la educación no suele aceptarse que los
grandes momentos
de cambio político en un país propician rupturas importantes en el desarrollo
de las disciplinas escolares[14]. Aunque se reconoce que con la
restauración de la República se establecieron las bases jurídicas
y
sociales para la fundación de un proyecto de enseñanza laica en la educación
primaria, ni en este nivel escolar ni en los niveles subsiguientes se puede
afirmar que las actividades educativas partieron de cero. En todos los espacios
educativos había tradiciones de enseñanza, contenidos sedimentados en torno a
cada nivel educativo y cada disciplina escolar, y profesores que traían consigo
valores y creencias sobre la formación de los alumnos; toda esta herencia no
podía borrarse, porque con ella se volvió a erigir la operación de las
instituciones educativas.
En
ese orden, en 1868, una vez restaurada la República, el gobernador de Jalisco,
Antonio Gómez Cuervo, reactiva el plan de enseñanza propuesto por Pedro Ogazón
en 1861, iniciativa que permitirá la continuidad de algunos rasgos que
aparecían en ese año en torno a la enseñanza de la medicina y la farmacia: una
clara separación de los contenidos curriculares de ambas disciplinas,
aunque
todavía había comunión en asignaturas como Historia Natural Médica y Materia
Médica. Sin embargo, una y otra carrera conservaban los puentes de conocimiento
entre las capacidades de diagnóstico de los médicos y las propiedades
terapéuticas de los elementos naturales y minerales, aspectos que conformaban
la base para la indicación de los medicamentos que se prescribían a los
enfermos.
Para
los años ochenta del siglo XIX, la carrera de Farmacia empezó a estructurarse a
partir de la química, aunque en el abordaje de esta disciplina se siguió
enfatizando el estudio de mezclas y combinaciones de elementos naturales y
minerales para preparar drogas y medicinas. Así, a pesar de que se incluyeron
saberes asociados a procedimientos químicos industriales, se siguió orientando
la
formación de los farmacéuticos hacia el despacho y la preparación de
medicamentos, enfoque que se confirmó con la obligación que tenían los alumnos
de asistir a prácticas en una botica durante el tercer y cuarto año de la
carrera.
Esta
tendencia en la formación de los alumnos de Farmacia prevalecerá a lo largo de
los años noventa del siglo XIX y en las primeras dos décadas de la centuria
siguiente. En algunas de las reformas promovidas por los
gobiernos estatales se agregarán materias nuevas asociadas a la bacteriología y
la microbiología, pero sin llegar a modificar la
orientación que se fue gestando en esta carrera desde su creación en 1839: una
enseñanza profesional orientada a la formación de habilidades aplicadas a la
elaboración de medicamentos y drogas. Esta delimitación de los saberes y
habilidades que debía aprender el alumno que aspiraba a ejercer la profesión
farmacéutica, no solo limitó sus opciones
laborales, sino también conformó una relación de trabajo subordinada y
dependiente de la autoridad social y científica del médico.
El impacto del trabajo
farmacéutico en la enseñanza de la farmacia
En
consonancia con la organización de la enseñanza de la farmacia se generaron
algunos cambios en el ejercicio laboral de sus egresados, cambios que tendieron
a afectar a esta carrera y a propiciar el surgimiento de nuevas opciones
formativas en esta disciplina. En la última década del siglo XIX hubo sucesos
que acusaron el impacto de formas de capacitación informal que emprendieron los
empresarios del ramo farmacéutico desde años atrás. En los años ochenta de esa
centuria se inscribían cerca de 20 alumnos cada año a la carrera de Farmacia,
cantidad que disminuiría visiblemente en el decenio siguiente. En la Tabla 1 se
puede observar el fuerte descenso de la matrícula de esta carrera al cierre de
los años noventa.
Tabla 1. Población escolar de la Escuela de
Medicina y Farmacia (1892-1900)
Carrera |
1892 |
1894 |
1895 |
1898 |
1899 |
1900 |
Medicina |
113 |
107 |
|
91 |
80 |
73 |
Farmacia |
12 |
10 |
10 |
4 |
5 |
4 |
Dentista |
|
|
|
|
|
|
Enfermería |
|
|
|
|
|
|
Obstetricia |
|
3 |
|
|
|
|
Total |
125 |
120 |
|
95 |
85 |
|
Fuente: Archivo
Histórico de la Universidad de Guadalajara, Fondo
de Antecedentes Históricos de la Universidad de Guadalajara,
libro
31A y libro 32A, varios expedientes.
La información
anterior permite ver que esta carrera estuvo a punto de quedar desierta en los
últimos tres años de esa centuria, hecho que fue evitado por la irrupción de
las primeras mujeres a este espacio educativo. Entre 1897 y 1902 ingresaron y
concluyeron sus estudios tres alumnas, las cuales desplegaron su formación en
espacios alternos a la Escuela de Medicina y Farmacia, para evitar la
maledicencia pública[15]. En ese entonces, cabe
recordar, la convivencia de las mujeres con
los
hombres en espacios públicos era un acto que reprobaba la sociedad, porque se
consideraba que esto mancillaba el honor y la pureza femenina.
¿Qué
fue propiciando ese desinterés hacia la carrera de Farmacia? Para entender este
desdén de los estudiantes es conveniente evocar algunos sucesos que tuvieron lugar
en
el ejercicio laboral de esta disciplina en las últimas dos
décadas del siglo XIX. Desde los años ochenta de esta centuria, los
propietarios de las boticas y farmacias empezaron a incorporar empleados que
fueron aprendiendo el oficio del farmacéutico: a través del trabajo adjunto con
estos profesores adquirieron los rudimentos básicos para elaborar medicamentos.
Pasado algún tiempo, varios de los dueños de estos establecimientos vieron la
conveniencia de utilizar prácticos en lugar de profesores de farmacia; los
primeros empezaron a contratar empleados menos capacitados porque representaban
menor inversión económica: el salario de un práctico de farmacia ascendía
apenas a un tercio del salario que se le pagaba a una persona acreditada para
ese oficio.
La
creciente presencia de prácticos en la elaboración y el despacho de las
medicinas tuvo como correlato un deterioro del valor de la fuerza de trabajo
calificada de los profesores de Farmacia, quienes empezaron a recibir
remuneraciones de menor estima. Esta situación propició el desinterés de sus
miembros para firmar convenios de responsabilidad con los dueños de las boticas
y farmacias. Este desapego hacia la actividad fundamental del trabajo
farmacéutico y el descontento por
la menor remuneración fueron aspectos que se socializaron
en el ambiente educativo, porque
desde el Liceo de Varones los alumnos conocían la situación laboral que
experimentaban los egresados de las contadas carreras que se ofrecían en Guadalajara
al
cierre del siglo XIX, información que influía en las decisiones que tomaban al
elegir las carreras de nivel superior.
Al
inicio del siglo XX, la contratación de prácticos
de farmacia desataría muchas protestas tanto de los
propietarios de boticas y farmacias como de los profesores de Farmacia. Todo
esto se encendería porque las autoridades sanitarias tomarían
cartas en el asunto
para regular el funcionamiento adecuado de los expendios de medicina. Ante esto,
los
dueños argumentarían que recurrían al uso de prácticos porque no había en la
ciudad profesores de Farmacia. Esta información sería refutada por los padrones
que año tras año realizaba el Consejo Superior de Salubridad para saber quiénes
y cuantos profesionistas vinculados al ejercicio de la medicina ejercían en Guadalajara.
Era
una ironía porque había más profesores de Farmacia en esta ciudad que el número
de boticas y farmacias establecidas. Esta cantidad superior de farmacéuticos
mostraba la complejidad del problema: sí había personal calificado, pero lo que
no había era una remuneración adecuada por parte de los propietarios, quienes
preferían incrementar sus utilidades mediante la contratación de prácticos de
farmacia.
En
estas circunstancias intervendría el gobierno estatal, organismo que no era
ajeno a las demandas de los dueños de estos establecimientos comerciales. Así,
con cierta experiencia en el ramo educativo, el general Miguel Ahumada Sauceda[16], entonces gobernador de
Jalisco, decidió promover la creación de una institución que ayudará a cubrir
la demanda de fuerza de trabajo tanto para
el comercio en general como para las boticas y farmacias. Esta escuela, a
diferencia de la carrera de Farmacia, sería un establecimiento de menor
escolaridad donde se formarían farmacéuticas que cubrirán las necesidades
técnicas en cuanto al despacho y la elaboración de medicinas, pero serán
trabajadoras que no podrán aspirar a los mismos emolumentos que recibía un
profesor de Farmacia.
Cabe
señalar, antes de abordar la experiencia de la Escuela Comercial e Industrial
para Señoritas, que en las dos primeras décadas del siglo XX la población de la
carrera de Farmacia decayó sensiblemente, a tal grado que las autoridades
ofrecieron becas a los alumnos que ingresaban a esta: el 14 de octubre de 1911,
debido a la drástica caída de la matrícula en la carrera de Farmacia, el
gobernador de Jalisco, para fomentar esa carrera, aprobó conceder cinco
pensiones de diez pesos cada una, a cinco alumnos de primer año[17].
La creación de la Escuela Comercial e
Industrial para Señoritas
Desde
principios de 1904, el gobierno de Jalisco promovió la creación de una escuela
de artes y oficios para señoritas, donde estas pudieran obtener conocimientos y
habilidades prácticas que “les aseguren trabajo independiente y una vida
honrada”. Esta opción educativa se gestará en el marco de las políticas de
beneficencia promovidas para los grupos sociales más vulnerables y en la apertura que
el gobierno local manifestaba hacia la participación femenina en algunos
espacios públicos.
Esta
iniciativa se demorará un tiempo, sobre todo por la escasez de recursos
económicos, pero se concretará en los primeros meses de 1906. En mayo de ese
año el Congreso del Estado decretó la creación de una institución de
beneficencia que se denominaría Escuela Comercial e Industrial para Señoritas (ECIS). En el documento fundacional se expresa que su
creación obedecía a la necesidad de crear “nuevos horizontes de actividad
laboral compatibles con su debilidad corporal”. En
su apertura encontramos
ideas que refieren la continuidad de arraigadas creencias acerca de los
“límites biológicos de las mujeres”, pero también el influjo de corrientes
renovadoras afines a la participación femenina en los espacios laborales. Así,
en la mentalidad de los gobernantes locales la enseñanza ya no sería la única
actividad profesional afín “a los dones naturales femeninos”, ya que se abriría
a oficios relacionados con la contabilidad y el servicio de droguerías y
boticas[18].
El
10 de mayo de 1906, conforme al decreto 1168 aprobado por el Congreso del
Estado, se “establece en esta ciudad una Escuela que tendrá el carácter de
institución de beneficencia y se denominará Escuela Comercial e Industrial para
Señoritas, que tendrá el objeto de impartir a las jóvenes que lo soliciten, los
conocimientos necesarios para que puedan proporcionarse medios de vivir, de una
manera independiente y conforme con nuestra organización social”[19].
En
este plantel las mujeres podrían cursar estudios en dos áreas: una de corte
comercial y otra relacionada con la farmacia[20],
ambas con una duración de dos años, y al finalizar obtenían un certificado que
las acreditaba para laborar en boticas o en establecimientos mercantiles. En la
Tabla 2 se exponen las asignaturas que conformaban
la carrera de Farmacia.
Tabla 2. Plan de estudios de la Escuela Comerciale Industrial para Señoritas (1906)
Farmacia |
|
Primer
año |
Ciencias físico-químicas (1.er curso), nociones de
ciencias naturales, francés (traducción únicamente), correspondencia
mercantil, operaciones farmacéuticas |
Segundo
año |
Ciencias físico-químicas (2.° curso), inglés (traducción únicamente), teneduría de
libros, dactilografía, preparaciones farmacéuticas |
Fuente: Archivo
Histórico de Jalisco, IP-8-906 GUA/2763.
En
este plan observamos que las mujeres
inscritas en la carrera de Farmacia recibían tanto rudimentos básicos, que les
permitían conocer los elementos
naturales y minerales, como actividades prácticas que las capacitaban para
realizar las operaciones farmacéuticas, específicamente en la preparación de
medicamentos. Se les enseñaba inglés y francés, curiosamente
solo para traducir, porque muchos de los ingredientes venían con indicaciones 100
en esos idiomas.
Era
una carrera de menor escolaridad que la que se impartía en la Escuela de
Medicina y Farmacia, porque no se buscaba formar profesionales sino
trabajadoras de “medio pelo” que se ajustaran a “las posibilidades económicas”
de los propietarios de boticas y farmacias. En ese sentido, las autoridades
locales fueron muy claras: las alumnas que egresaran de esta carrera recibirían
un diploma que las acreditaría como “profesoras de segunda clase”,
distinguiéndolas así de los profesores titulados, quienes se denominaban como
“profesores de primera clase”.
Algunas
de las egresadas de esta carrera se incorporaron como empleadas a cargo de la
elaboración de medicamentos en las boticas y farmacias de Guadalajara,
labor
donde A recibirán remuneraciones menores que las de los profesores titulados.
Su inserción en estos espacios cubrió “los vacíos laborales” y las demandas de
los propietarios, quienes tuvieron a la mano fuerza de trabajo más barata. Sin
embargo, la situación no fue muy halagüeña, porque estas farmacéuticas ya no
serían las mujeres abnegadas sujetas a las decisiones de los hombres. Ellas no
aceptaron tan fácilmente los horarios de trabajo que asignaban los dueños de
estos establecimientos ni los bajos salarios que estos les daban; como una
reacción a las precarias condiciones de trabajo, estas mujeres empezaron a ir y
venir por boticas y farmacias, acomodándose en donde les ofrecían mejores
condiciones laborales.
Estas
mujeres, a pesar de las acciones de resistencia que emprendieron para evitar
salarios bajos y horarios incómodos, cubrieron temporalmente el espacio
técnico-laboral que se requería en los expendios de medicina. Así, una vez que
se capacitó a un número importante de farmacéuticas de segunda clase, las
autoridades locales decidieron cerrar la carrera de farmacia de la ECIS. En el año de 1919, siendo gobernador del estado de
Jalisco, Luis Castellanos y Tapia, se suprimió de la Escuela Comercial e
Industrial para Señoritas la enseñanza de la farmacia.
La carrera de Farmacia: una
historia de continuidad curricular
y de
desigualdades laborales
En
estos ochenta años de evolución de la carrera de Farmacia observamos fuertes
elementos de continuidad en esta propuesta educativa: su contenido siguió
básicamente orientado a la elaboración de medicamentos y la imagen de los
farmacéuticos siguió sujeta y dependiente de la posición social y laboral de
los médicos. La mayor prueba de ello es que la enseñanza de esta disciplina,
mientras fue una carrera de nivel superior, estuvo sujeta a la administración
de la Facultad de Medicina y Farmacia de
Guadalajara.
En
ella, a pesar de que se agregan asignaturas que incorporan conocimientos
vinculados con el desarrollo de la química, no vemos que estos saberes sean
utilizados por los egresados para emprender actividades laborales asociadas a
la elaboración de productos químicos. Creemos que este desinterés se relaciona
tanto con el predominio de profesores de Farmacia y de Medicina que enfatizan
una enseñanza orientada básicamente a la preparación de medicamentos, como con
la escasa presencia en la región de áreas de producción económica relacionadas con
la
industria química.
En
el espacio laboral de la farmacia también se evidencia la desigualdad social.
Su ámbito de trabajo es un escenario donde se expresa la engañosa apertura de los capitalistas
hacia el trabajo remunerado de las mujeres, quienes, ante la ausencia de fuerza
de trabajo calificada barata, hacen a un lado los prejuicios
contra la participación femenina y
solicitan a las autoridades
locales apoyo para la formación de mano de obra económica para la manufactura
de la medicina en sus establecimientos. Ellos empiezan a contratar a
farmacéuticas “de segunda clase”, a las cuales solo les pagarán la mitad de lo
que les pagaban a los profesores de Farmacia, acción que incrementará sus
utilidades pero que se verá acompañada por formas de resistencia de este grupo
laboral, que utilizará la rotación constante por diferentes expendios de
medicina para evitar los abusos y bajos salarios.
Esta
carrera logrará, por primera vez, tener un espacio propio en 1920, año en que
se fundará la Facultad de Farmacia. Con este
suceso se iniciará otra etapa histórica de esta disciplina, en la que habrá
mucha continuidad de los contenidos curriculares y
las prácticas laborales convencionales, pero fungirá como puente para el
surgimiento de las ciencias químicas a finales de los años
treinta del siglo XX.
El
camino seguido por la disciplina de la Farmacia a través de casi todo el siglo
XIX y primeros años del XX en Guadalajara,
muestra
un viaje de prefiguraciones y configuraciones en diferentes campos de la
historia de la educación y de la ciencia, del currículo y
de la vida profesional, empezando por la bifurcación entre la educación
superior y técnica; de la masculinización de los alumnos a la feminización y
mixta a través del tiempo. En este caleidoscopio, se van expresando, también,
los esfuerzos a veces inauditos, y otros discrecionales de configurar o limitar
una disciplina tan importante para la práctica médica y la enfermería, como
eran la fabricación y aplicación de medicamentos y sustancias prescritas por el
sector médico para los pacientes, situación que dio lugar a implicaciones de
todo tipo,
no
solo laboral, sino, mercantil, de
género y profesional de esta importante nicho de la enseñanza y práctica de la
medicina,
Subyace
desde luego en esta trama, las políticas discriminatorias hacia el sector,
estudiantil, y en lo particular al sector femenino, que, para su tiempo,
<siglo XIX-, resentían discriminación en este campo, aunque también es
factible encontrar la lucha de ellas por la búsqueda de su emancipación
laboral. En este tránsito, también los profesores de la universidad y los
egresados de este campo del saber estuvieron sujetos a las políticas muchas
veces cambiantes de la carrera.
En
todo este escenario, el recorrido de esta disciplina estuvo sujeta a las
convulsiones de la política, al contexto de guerras internas e invasiones
extranjeras, por eso, es importante reconocer, que, ante
tales dificultades, subyace una gran voluntad y tesón para darle legitimación y
validez a la Farmacia, su vínculo con las ciencias químicas, el comercio y la
práctica médica institucional y privada.
María
Guadalupe García Alcaraz: investigación, conceptualización, metodología,
visualización, escritura (borrador y original); Luciano Oropeza Sandoval:
investigación,
conceptualización, escritura (borrador y original).
Sin
Financiación
Los
autores declaran no tener conflicto de interés.
Los autores declaran que este articulo no
tiene implicaciones éticas en la escritura o publicación.
Archivo Histórico de Jalisco, Fondo de
Instrucción Pública.
Archivo Histórico de la Universidad de Guadalajara,
Fondo
Antecedentes Históricos de la Universidad de Guadalajara.
Colección
de Leyes y Decretos del estado de Jalisco. Guadalajara:
Biblioteca
Pública del Estado de Jalisco.
Oliver Sánchez, Lilia V. Salud, desarrollo
urbano y modernización en Guadalajara. 1797-1908. Guadalajara,
México:
Universidad de Guadalajara, 2003.
Oropeza Sandoval
Luciano.
"Las argucias de las mujeres para ingresar a los espacios públicos: las
primeras estudiantes de farmacia en Guadalajara”, en
Mujeres,
niños y niñas en la historia. América Latina, siglos XIXyXX, coordinado por Laura Catalina Díaz
Robles, Anayanci Fregoso Centeno y María Guadalupe
García Alcaraz. Guadalajara, México:
Universidad de Guadalajara, 2016,
289-311.
Oropeza Sandoval
Luciano.
"La carrera de farmacia en la Escuela Comercial e Industrial para
Señoritas de Guadalajara”. Memoria
del XIV Congreso Nacional de
Investigación Educativa/COMIE, San Luis Potosí,
México, noviembre de 2017.
Peregrina, Angélica. Ni Universidad ni
Instituto: educación superior y política en Guadalajara (1867-1925). Zapopan,
Jalisco: Universidad de Guadalajara/El Colegio de Jalisco, 2006.
Viñao
Fraga, Antonio. "La escuela y la escolaridad como objetos históricos.
Facetas y problemas de la historia de la educación”, en Pensar críticamente
la educación escolar. Perspectivas y controversias historiográficas,
coordinado por Juan Mainer. Zaragoza, España:
Prensas Universitarias de Zaragoza, 2008, 83-118.
Tyack,
David y Larry Cuban. En busca de una
utopía. Un siglo de reformas a las escuelas públicas. México:
Fondo de Cultura Económica, 2001.
Cómo
citar este artículo: García Alcaraz
, María Guadalupe y Oropeza Sandoval , Luciano “La escolarización de la
carrera de farmacia en Guadalajara: 1839-1919” Revista Historia de la Educación
Latinoamericana vol.25 no.41 (2023).
[1] Doctora en Educación, Profesora investigadora del Departamento de Estudios en Educación, miembro de la línea de investigación Historia social y cultural de la educación, maria.galcaraz@academicos.udg.mx
[2] Doctor en Educación, Profesor investigador del Departamento de Estudios en Educación, miembro de la línea de investigación Historia social y cultural de la educación, luciano.oropeza@academicos.udg.mx
[3] 1 David Tyack y Larry Cuban, En busca de una utopía. Un siglo de reformas a las escuelas públicas (México: Fondo de Cultura Económica, 2001).
[4] 2 Antonio Viñao Fraga, "La escuela y la escolaridad como objetos históricos. Facetas y problemas de la historia de la educación", en Pensar críticamente la educación escolar Perspectivas y controversias historiográficas, coordinado por Juan Mainer (Zaragoza, España: Prensas Universitarias de Zaragoza, 2008), 83-118.
[5] Angélica Peregrina Ni Universidad ni Instituto: educación superior y política en Guadalajara (1867-1925) (Zapopan, México: Universidad de Guadalajara/El Colegio de Jalisco, 2006), 29.
[6] Ibid.
[7] Lilia Oliver Sánchez, Salud, desarrollo urbano y modernización en Guadalajara. 1797-1908 (Guadalajara, México: Universidad de Guadalajara, 2003).
[8] Ibid., 151.
[9] El 13 de marzo de 1837 se creó la cátedra de Medicina Operatoria, a iniciativa del médico Pedro Vander-Linden. Ibid., 152.
[10] El 30 de marzo de 1837 se creó la Academia de Ciencias Médicas, Quirúrgicas y Farmacéuticas, según propuesta del médico Pedro Tames. Ibid., 156.
[11] Colección de Leyes y Decretos del Estado de Jalisco, vol. 7, (Guadalajara: Biblioteca Pública del Estado de Jalisco), 372378.
[12] Angélica Peregrina, Ni Universidad ni Instituto, 34-35.
[13] Ibid., 36.
[14] Antonio Viñao, “La escuela y la escolaridad...".
[15] Luciano Oropeza Sandoval, "Las argucias de las mujeres para ingresar a los espacios públicos: las primeras estudiantes de farmacia en Guadalajara", en Mujeres, niños y niñas en la historia. América Latina, siglos XIX y XX, editado por Laura Catalina Díaz Robles, Anayanci Fregoso Centeno y María Guadalupe García Alcaraz (Guadalajara, México: Universidad de Guadalajara, 2016), 289-311.
[16] Miguel Ahumada Sauceda fue gobernador del estado de Jalisco de 1903 a 1911. Previamente había ocupado un puesto similar en el estado de Chihuahua, donde también promovió reformas educativas.
[17] Libro 34 A, Col. Escuela de Medicina, (Guadalajara: Archivo Histórico de la Universidad de Guadalajara).
[18] Luciano Oropeza Sandoval, "La carrera de farmacia en la Escuela Comercial e Industrial para Señoritas de Guadalajara", (Memoria del XIV Congreso Nacional de Investigación Educativa/COMIE, San Luis Potosí, México, noviembre de 2017).
[19] El Estado de Jalisco, periódico oficial del gobierno, tomo XLIX, n.° 2, 13 de mayo de 1906.
[20] Para ingresar a la carrera de Comercio se requería haber culminado la instrucción primaria elemental y para ingresar a Farmacia, la instrucción primaria superior.