Artículo de investigación

 

https://doi.org/10.19053/uptc.01227238.17096

 

Historia de la educación comparada en América Latina: aproximación a un estado de la cuestión

History of Comparative Education in Latin America: An Approach to a State of the Question

História da Educação Comparada na América Latina: Uma Abordagem ao Estado da Questão

 

 

Absalón Jiménez Becerra[1]*  https://orcid.org/0000-0002-2500-6498

 

*Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá, Colombia

 

 

Resumen

Objetivo: orientar conceptual y metodológicamente la historia de la educación comparada en América latina a manera de un estado de la cuestión.

Originalidad/Aporte: en América latina no hay una gran tradición historiográfica de historia de la educación comparada. El método comparado en historia de la educación se basa en el establecimiento de preguntas una causalidad compartida− como también en unidades de comparación comunes; busca semejanzas y diferencias para encontrar las tendencias, yuxtaponer análisis y llegar a conclusiones que trasciendan las fronteras locales y que nos permitan pensarnos a nivel regional.

Método: es una investigación cualitativa ubicada en el método hermenéutico, pues mediante una revisión historiográfica se realiza un estado de la cuestión sobre los avances de la historia de la educación comparada, particularmente, entre Colombia y Argentina desde finales del siglo XX a la actualidad.

Estrategia/Recolección de información: se rastreó y organizó la información que permitiera pensar la historia de la educación comparada en América latina tanto temática como conceptualmente destacando los principales exponentes de Colombia y Argentina.

Conclusiones: la historia de la educación en nuestra región tiene un antecedente importante en la primera mitad del siglo XX, que deviene de la relación entre marxismo y educación, como lo fue en el caso argentino. A pesar de una serie de avances puntuales, más que un campo de disputa fue un terreno baldío para historiadores y pedagogos, quienes, desde finales del siglo XX e inicios del XXI, poco a poco vinieron delimitando los objetos de estudio haciendo un balance del pasado a fin de encontrar puntos de encuentro para instalar a América Latina como un referente de enunciación histórico. Producto de la experiencia ganada en la actualidad con base en las coincidencias culturales se debe avanzar en la historia de la educación comparada buscando que los investigadores de la región sin temor académico establezcan unidades de comparación novedosas que permitan generar una teoría de la historia de la educación latinoamericana situada, acompañada de sus propios conceptos, periodizaciones y particularidades metodológicas, como también de sus variadas formas de abordaje.

Palabras clave: Historia de la educación; comparación; sincronía; semejanza; diferencia; análisis.

Abstract

Objective: To provide conceptual and methodological guidance for studying the history of comparative education in Latin America, framed as a state-of-the-question analysis.

Originality/Contribution: In Latin America, there is no substantial historiographical tradition in the history of comparative education. The comparative method in the history of education is based on the formulation of questionsa shared causalityas well as on common units of comparison; it seeks to identify similarities and differences to discern trends, juxtapose analyses, and reach conclusions that transcend local boundaries, enabling us to think of ourselves at a regional level

Method: This qualitative research follows a hermeneutic approach, conducting a historiographical review to present a state of the question concerning the advances in the history of comparative education, particularly between Colombia and Argentina, from the late 20th century to the present.

Strategy/Data Collection: Information was traced and organized to conceptualize the history of comparative education in Latin America, both thematically and conceptually, highlighting the main contributors from Colombia and Argentina.

Conclusions: The history of education in our region has significant roots in the first half of the 20th century, particularly through the relationship between Marxism and education, as observed in Argentina. However, despite some specific advances, rather than being a contested field, it remained largely underdeveloped by historians and educators who gradually defined the objects of study by reflecting on the past to find points of convergence and establishing Latin America as a reference of historical enunciation; this around the late 20th and early 21st centuries.

As a result of the expertise gained, based on cultural similarities, there is now a need to advance the field of the history of comparative education by encouraging regional researchers to establish innovative units of comparison, free from academic apprehension. This would facilitate the development of a situated theory of the history of Latin American education, accompanied by their concepts, periodizations, methodological particularities, and diverse approaches.

Keywords: History of education; comparison; synchrony; similarity; difference; analysis.

Resumo

Objetivo: Fornecer orientações conceituais e metodológicas para o estudo da história da educação comparada na América Latina, enquadrada como uma análise de estado da questão.

Originalidade/Contribuição: Na América Latina, não há uma tradição historiográfica substancial na história da educação comparada. O método comparativo na história da educação baseia-se na formulação de perguntas—uma causalidade compartilhada—bem como em unidades comuns de comparação; busca identificar semelhanças e diferenças para discernir tendências, justapor análises e alcançar conclusões que transcendam as fronteiras locais, permitindo-nos pensar em nós mesmos em nível regional.

Método: Esta pesquisa qualitativa segue uma abordagem hermenêutica, realizando uma revisão historiográfica para apresentar um estado da questão sobre os avanços na história da educação comparada, particularmente entre a Colômbia e a Argentina, desde o final do século XX até o presente.

Estratégia/Coleta de dados: As informações foram rastreadas e organizadas para conceituar a história da educação comparada na América Latina, tanto tematicamente quanto conceitualmente, destacando os principais contribuidores da Colômbia e da Argentina.

Conclusões: A história da educação em nossa região tem raízes significativas na primeira metade do século XX, particularmente através da relação entre o marxismo e a educação, como observado na Argentina. No entanto, apesar de alguns avanços específicos, em vez de ser um campo contestado, permaneceu amplamente subdesenvolvido por historiadores e educadores que gradualmente definiram os objetos de estudo refletindo sobre o passado para encontrar pontos de convergência e estabelecer a América Latina como referência de enunciação histórica; isso no final do século XX e início do século XXI.

Como resultado da expertise adquirida, com base nas semelhanças culturais, há agora uma necessidade de avançar no campo da história da educação comparada, incentivando pesquisadores regionais a estabelecer unidades de comparação inovadoras, livres de apreensão acadêmica. Isso facilitaria o desenvolvimento de uma teoria situada da história da educação latino-americana, acompanhada de seus conceitos, periodizações, particularidades metodológicas e abordagens diversas.

Palavras-chave: História da educação; comparação; sincronia; semelhança; diferença; análise.

 

Recibido: 11/04/2024

Evaluado: 14/05/2024

Aprobado: 27/07/2024

Publicado: 01/09/2024

 

Introducción

Desde finales de los años noventa del siglo XX, con el auge de la globalización cultural liderada por los medios de comunicación, las nuevas tecnologías y la economía de consumo, se manifiesta en el campo de las ciencias sociales y, particularmente, de la historia, la necesidad de trascender el localismo con el que abordamos los problemas propios del Estado nación y, en nuestro caso, la constitución del sistema público de la educación y sus diversos problemas en regiones como América latina.

También, para esta coyuntura, el mundo fue pensado en varias regiones y bloques económicos Unión Europea, Grupo del G-3, Mercosur, Unasur, etc.−, los cuales, con base en una historia y un interés compartido, indicaban la importancia de ir más allá de las fronteras locales y pensarnos a nivel regional. Por otro lado, a finales del siglo XX se presentó la crisis de las ciencias sociales modernas, ahondándose el camino hacia la inter y transdisciplinariedad, lo que trajo como consecuencia el cuestionamiento al eurocentrismo y el etnocentrismo con el que afrontamos nuestros estudios, en términos regionales.

Como lo manifiesta el investigador José Manuel González:

La interdisciplinariedad y la comparación fueron cardinales para la explicación histórica, pues permitieron trasformar e incorporar análisis de los acontecimientos simples, cambiando las explicaciones nacionales por grandes estructuras al interior de las sociedades que, especialmente desde lo económico y social, facilitaron comparaciones con otras sociedades y la comprensión de sus cambios, permanencias, similitudes y diferencias[2].

Para la investigadora Verónica Giordano, en el ámbito latinoamericano los años noventa del siglo XX habían significado un retroceso para la tradición del pensamiento crítico regional ganando espacio en algunos casos un núcleo de saberes específicos acompañados de bibliografía y citas de autoridad “foráneas” que no permitían interpretar nuestra realidad[3]. América latina debía ser releída en un nuevo momento de crisis económica y social vivida en Argentina, Ecuador y Brasil entre 2001 y 2004, cuando la sociología histórica comparada como hibridación disciplinar recobra una fuerza muy importante para captar especificidades nacionales en el cuadro conjunto que es América latina.

Frente al momento de transición que vive el mundo desde los años noventa del siglo XX, pero particularmente el vivido en nuestra región a inicios del siglo XXI, se hace necesario retomar la discusión de la historia comparada, que en América latina tiene un importante antecedente en la sociología histórica comparada, la cual nace a la sombra de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en 1949 y los estudios liderados desde 1964 por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales CLACSO.

En tal sentido, se debe reconocer que en la gran mayoría de los países de América Latina no existe una tradición de historia comparada, más bien se manifiesta un desconocimiento de sus postulados básicos. En búsqueda de una orientación conceptual y metodológica de contexto en la temática para quienes se inician en el tema de la historia de la educación comparada, se escribe el presente documento, el cual en su parte inicial pretende aclarar aspectos de carácter transversal, como un concepto de historia comparada y sus principales características; después, se adentra en el campo de la historia de la educación en América Latina y en un breve estado de la cuestión de historia de la educación comparada que, como propuesta, se inicia en los años noventa del siglo XX y que en la actualidad es una de las principales propuestas de trabajo para la región. En este primer ejercicio se requirió consultar los avances de historia de la educación comparada en Argentina, país en el que se ubican los mayores avances y experiencias investigativas para referenciar en este primer trabajo.

Hacia un concepto de historia comparada: unidades de comparación y causalidad múltiple

En primer lugar, cabe aclarar que comparar quiere decir “examinar para descubrir las semejanzas o diferencias entre cosas”; en consecuencia, comparar implica fijar la atención en dos o más objetos para descubrir sus relaciones o estimar sus diferencias o semejanzas. La historia comparada es una rama de la historia, en cuanto aborda el pasado de dos o más experiencias sociales o institucionales y que con principios básicos de semejanza o diferencia histórica nos permite analizar el pasado de una manera más amplia que la ofrecida por la historia nacional.

Por cierto, desde Marc Bloch hasta la actualidad, para que exista comparación en historia es necesario que haya cierta similitud entre los hechos, procesos, instituciones o casos indagados y, por otro lado, que se hallen diferencias entre ellos en su conformación[4].

En términos conceptuales, la historia comparada puede ser pensada en tres sentidos distintos: una orientación hacia el estudio del pasado, basada en el uso de analogías entre dos o más sociedades o períodos; una subdisciplina de la ciencia histórica, caracterizada por la comparación sistemática de ideas o instituciones cuidadosamente definidas en sociedades diferentes, y un método específico de explicación histórica en el que los desarrollos en una situación social son explicados comparándolos con los de otras[5].

La historia comparada se mueve con los siguientes preceptos básicos que debe tener en cuenta el investigador que pretenda abordar esta orientación conceptual y metodológica: homogeneidad, heterogeneidad y globalidad. La homogeneidad significa que el objeto de investigación debe contar con semejanzas en sus rasgos constitutivos y en sus principios esenciales. En lo que respecta a la heterogeneidad, los fenómenos estudiados han de ser expresiones diversas de una misma naturaleza, y en cuanto a la globalidad, esta se refiere a la posibilidad de aportar con sus conclusiones a visiones amplias que trasciendan las fronteras nacionales.

La historia comparada, como orientación hacia el estudio del pasado, debe ser pensada en términos conceptuales y metodológicos, pues ella tiene una serie de implicaciones para quien pretende desarrollar una investigación en este campo de la historia. En tal sentido, los objetos de investigación deben ser comparables no solo en términos de causalidad, sino también de temporalidad para poder aplicar una serie de principios investigativos básicos. Se debe establecer, al menos, una unidad de comparación de las sociedades o experiencias institucionales por indagar, que debe garantizar algún tipo de cotejo y permitir, a través de la yuxtaposición, elaborar un análisis que vaya más allá de las fronteras locales y que aporte una visión regional y global de la historia.

Ahora, cuando se habla de unidades de comparación en historia se hace referencia al establecimiento de una temática común, basada en experiencias sociales o institucionales de al menos dos países y que, con base en un principio de causalidad compartido, puntualiza semejanzas o diferencias históricas en un periodo de tiempo determinado. Inicialmente, las unidades de comparación en historia están asociadas ante todo a la sincronía, a los acontecimientos ocurridos en un mismo periodo en sociedades que compartieron condiciones culturales similares. Aunque, como lo aclaró Fernand Braudel, en historia no existe una sincronía perfecta, una suspensión instantánea que detenga todas las duraciones del tiempo, lo que sería un absurdo[6]. En la historia comparada en términos sincrónicos se trabaja sobre coyunturas de cambio teniendo en cuenta que el pasado penetra en el presente.

Con Braudel, la historia establece un matrimonio con la sociología, únicas ciencias globales capaces de extender su curiosidad a cualquier aspecto de lo social. En tal vínculo, el tiempo cotidiano e inmediato de corta duración− se asocia al tiempo coyuntural o de cambio de mediana duración− con el tiempo estructural como trasfondo (entre ellos, el económico) de larga duración−. “Para el historiador una estructura no es solamente arquitectura, ensamblaje; es permanencia, con frecuencia más que secular, el tiempo es estructura[7].

El método comparado en la historia como disciplina como también en la sociología histórica como hibridación disciplinar− floreció después de la Segunda Guerra Mundial, periodo caracterizado por el discurso y la práctica del desarrollo económico. No obstante, la globalización conceptual en torno al tema de la unidad nacional y la constitución del Estado moderno se volvió problemática, lo que evidenció la necesidad de trascender esta unidad de comparación[8]. Además, dicha situación demandó cierto tipo de flexibilidad investigativa buscando que el método quede integrado al problema y la teoría por investigar[9].

Sobre este tipo de flexibilidad metodológica, Verónica Giordano[10] indica que la interdisciplinariedad y la comparación fueron inherentes a las ciencias sociales latinoamericanas. En este punto de la discusión debemos citar a manera de ejemplo el emblemático trabajo de Fernando H. Cardozo y Enzo Falleto, Dependencia y desarrollo en América latina. Ensayo de interpretación sociológica[11], en el que, además de buscar un pensamiento propio en términos interdisciplinares para la región, se suma a la pesquisa de semejanzas y diferencias específicas (la comparación) como herramienta para desplegar la capacidad inventiva en el plano teórico, y recurre a conceptos tales como “crisis” y “cambio social” como claves para abarcar las dimensiones históricas de los análisis sociológicos[12]. En dicho trabajo, Cardozo y Falleto utilizaron la forma sincrónica de comparación integrada, en la que las unidades de análisis pueden compararse dentro de una misma coyuntura. Así, la coyuntura se define como yuxtaposición de segmentos históricos distintivos que revelan dinámicas contradictorias teniendo en cuenta que una parte hace parte de un todo[13]. La coyuntura responde a un tiempo estructural más amplio, es decir, a la mediana y larga duración que el historiador no puede perder de vista como parte de la referencia, no tanto para ilustrar teorías sino para resolver problemas teóricos desde una perspectiva histórica.

Uno de los elementos importantes de la historia comparada es la causalidad múltiple y no unicausal. De acuerdo con Jürgen Schriewer, el principio de causalidad múltiple se constituye en un procedimiento para cuestionar la teoría ahondando las diferencias entre ciencias sociales ideográficas y ciencias sociales nomotéticas[14]. Estas últimas más afines a la comparación como la sociología, la ciencia política y la economía en la medida en que producen teorías que trascienden las fronteras nacionales. En este contexto de causalidad múltiple multicausalidad-− entraría también el tema de la educación[15] y, por qué no, la pedagogía, que con sus postulados conceptuales busca comprometer al grueso de la población y producir variados efectos globales. No obstante, al ser heterogéneo el proceso de formación (configuración), nos debe permitir realizar el análisis en los ámbitos regional y mundial.

Por otro lado, el investigador argentino Jorge Myers inspirado en los trabajos de Raymond Williamns− aclara que toda historia cultural, de entrada, es comparada en la medida en que esta, por lo general, rompe fronteras nacionales gozando de cierta autonomía política y económica con relación al ámbito nacional[16]. Así, las formaciones culturales en nuestra región, entre ellas la educativa, se prestan de manera explícita para ser abordadas desde una perspectiva comparada.

Myers menciona que dicha visión de una historia cultural comparada predominó en América Latina en la primera mitad del siglo XX, cuando nos preguntamos lo hispánico, lo latino o lo iberoamericano en nuestra región[17]; o recientemente, finales del siglo XX e inicios del siglo XXI, cuando nos planteamos como problema la identidad cultural latinoamericana y la hibridación cultural que hemos vivido producto de la globalización[18].

Para Verónica Oelsner, en el caso argentino, son pocos los casos en los que se ha utilizado la perspectiva comparada en historia de la educación. Inspirada en los preceptos metodológicos de Jürgen Schriewer, la autora aclara la diferencia de las operaciones de comparación simples y complejas, donde las ciencias sociales y, en este caso, la historia de la educación, se ubican en las operaciones complejas y demandan supuestos hipotéticos ya sea de carácter nacional, cultural o educativo, a fin de identificar relaciones macrosociales recurrentes indagando regularidades que se puedan interpretar en términos de causalidad[19]. Como abordajes alternativos se encuentra el transfer, que se refiere a la circulación de ideas y valores influenciada por la migración de personas de una sociedad a otra; la shared history, que hace referencia a la historia entrelazada o compartida, no solo por la influencia colonial de la metrópoli, sino por la influencia que ejercen las colonias en ella; la histoire croisée, que es una historia cruzada en permanente vigilancia sobre fenómenos similares ocurridos en dos países. Desde esta serie de postulados se puede indagar la historia de la educación de la región, como también la circulación de las ideas pedagógicas en Latinoamérica desde el periodo colonia hasta la actualidad.

En este contexto debemos preguntarnos por las conexiones entre personas y grupos que estructuran relaciones de sentido que van más allá de las fronteras locales. De nuevo, las formaciones culturales como las educativas aparecen como una expresión de adaptación, oposición e incluso de resistencia identitaria que nos diferencia de Europa y los Estados Unidos. Aspecto que vamos a abordar en el siguiente aparte sobre historia de la educación Latinoamérica e historia de la educación comparada y sus avances en la región.

Historia de la educación en América latina: un balance inicial

La historia de la educación en América latina tiene un antecedente importante en la primera mitad del siglo XX que deviene de la relación dada entre marxismo y educación. Lo anterior se sustenta en el papel que desempeñó el intelectual argentino Aníbal Ponce (1898-1938) con su libro, Educación y lucha de clases, publicado en 1937[20], quien establece una propuesta de análisis para pensar en términos filosóficos y políticos la educación, más allá de fronteras locales de cualquier país latinoamericano.

Asimismo, se debe destacar a Lorenzo Luzuriaga Medina (1889-1959), quien, con el apoyo de la Editorial Losada de Buenos Aires promovió el pensamiento pedagógico escribiendo una vasta obra sobre el tema. En uno de sus libros, Antología pedagógica, aborda brevemente desde una perspectiva comparada a Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) destacándolo como el principal educador y pedagogo no solo argentino sino latinoamericano del siglo XIX, y hace una referencia explícita a sus principales obras pedagógicas que buscaban fundar una vida nacional y democrática[21]. En otro de sus libros, Historia de la educación y la pedagogía, Luzuriaga habla de la educación en la América hispánica destacando el papel de las congregaciones religiosas y del poder real en la cristianización de los indígenas y en la educación de los habitantes. Igualmente, destaca la fundación de los primeros colegios de secundaria en México en 1575, como también la fundación de las primeras universidades que antecedieron a las anglosajonas como la Universidad de San Marcos en Perú en 1551, la de Santo Tomás en Colombia en 1580 y de Córdoba en Argentina en 1613[22]. De tal manera, debemos reconocer que este español, exiliado en Buenos Aires a causa del franquismo, se constituyó en un referente pedagógico de la región al hacer una serie de aportes para situar la discusión en el ámbito regional.

A pesar de estos antecedentes, durante buena parte del siglo XX la historia de la educación latinoamericana tuvo que remar a contracorriente. Se puede decir que esta propuesta de trabajo en estos últimos treinta años logró superar varios momentos de adversidad, puesto que tuvo que moverse desde sus inicios en un ambiente de trabajo hostil, donde imperaba el desinterés de los historiadores y la desconfianza de los pedagogos. De tal manera, para Nicolás Arata y Myriam Southwel:

Más que a un campo de disputa se asemejó a un terreno baldío que los primeros no querían ocupar porque carecía de un estatuto científico, y que a los segundos no les preocupaba defender, porque estaban mucho más interesados en dar respuesta a los problemas del presente que construir un saber a largo aliento sobre la escuela[23].

La formación de dicho campo se dio mediante la consolidación de redes, la creación de revistas especializadas y la realización de eventos que se remontan a los primeros años de la década del 90. Para Sandra Carli, desde finales del siglo XX la historia de la educación se constituye en “un discurso especializado” integrado por particulares comunidades académicas en momentos en que se viven transformaciones sociales, políticas y económicas en la región, pasando de la apropiación de referentes conceptuales europeos a componer una comunidad de interpretación regional y local que reconoce el papel activo del sujeto investigador[24]. Así, en la segunda década del siglo XXI se evidencia cierto grado de madurez en el campo, si se tiene en cuenta que en el 2014 Arata y Southwel publican Ideas en la educación latinoamericana. Balance historiográfico, libro producto de varios balances de la temática, en el que se manifiesta un buen nivel de avance, puntos de llegada temáticos y algunas perspectivas de trabajo.

No obstante, desde nuestro punto de vista, la historia de la educación en América Latina se constituyó de manera explícita en las últimas décadas del siglo XX a la par del liderazgo de un número reducido de intelectuales de la educación, quienes han sido gestores del tema ya sea desde catedra universitaria, desde una posición crítica e independiente o desde la investigación educativa. Por ende, se puede reconocer que en la constitución del campo de la historia de la educación latinoamericana desempeñan un papel importante en los años 80 del siglo XX los argentinos Gregorio Weinberg y Adriana Puiggrós, así como el colombiano Alberto Martínez Boom[25] en el norte de Suramérica. A continuación, haremos una breve referencia a los trabajos de estos tres gestores de un particular campo de investigación y que nos sirve de base para hablar de la propuesta del presente documento, la historia de la educación comparada en la región.

En primer lugar, resaltamos a Gregorio Weinberg (1919-2006) como uno de los iniciadores del campo de historia de la educación en América latina. Este profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA) lideró dicha temática desde la cátedra universitaria, la cual como esfuerzo académico toma cuerpo en el libro Modelos educativos en la historia de América Latina[26] . En dicho texto, de entrada, se rompe con la historia que se había centrado en la escuela y la historia de la instrucción pública de cada país para ampliar la mirada espacial y temporal de la historia de la educación de América Latina desde la educación prehispánica (tupi, azteca e inca) hasta llegar a la historia de la educación popular de finales del siglo XX. Este libro, pionero por el nivel de su originalidad, planteó nuevos interrogantes y retos para la historia de la educación en nuestra región. En este sentido, la temporalidad pérdida es disruptiva y novedosa, como también la manera en que son abordadas las temáticas, constituyéndose en un derrotero para tener en cuenta[27]. Se destaca no solamente la manera como abordó la educación prehispánica, sino su capacidad de análisis del periodo colonial, la emancipación de América, la educación liberal y la conservadora desde el siglo XIX, para llegar a la educación popular que se convirtió en un lente de lectura importante para la región, gracias al legado de Simón Rodríguez (1769-1854) como primer pedagogo de América.

En términos metodológicos, la manera como revaloró un marco de historia de la educación regional acompañado de documentos poco apreciados desde esta perspectiva, el manejo que le dio, por ejemplo, a Simón Rodríguez, el preceptor del Libertador Simón Bolívar, la forma en que apreció esas otras educaciones, desde la indígena hasta la popular, y la periodización que se mueve en una lógica de larga duración, pues sus reflexiones desbordan los cinco siglos de historia compartida de América Latina. En este último punto hay que destacar que nuestra región construye una relación plural con el tiempo, caracterizada por asimetrías educativas vividas no tanto en las ciudades latinoamericanas como en el escenario rural, donde hasta épocas reciente existieron otros ritmos y lógicas de educación muy plurales y dispares.

En segundo lugar, destacamos la obra de Adriana Puiggrós. De su amplio trabajo se deben tener en cuenta de manera inicial dos libros: Imperialismo y educación en América Latina[28], y La educación popular en América latina. Orígenes, polémicas y perspectivas[29]; hay un tercer texto, al que nos referiremos como iniciativa de trabajo regional: Historia de la educación iberoamericana[30]. Se puede decir que toda su obra se ha caracterizado por una mirada regional de la historia de la educación en América Latina y ha dejado un importante derrotero desde una posición crítica que fortalece su análisis para leer problemas estructurales en la región[31].

El primer libro escrito por Puiggrós, Imperialismo y educación en América Latina, entre 1977 y 1980, hizo parte de su trabajo de maestría, el cual logró rápidamente un reconocimiento regional en cuanto aborda la política educativa internacional haciendo énfasis entre 1945 y 1977; es decir, desde la segunda posguerra hasta cuando se publican por parte de las agencias internacionales de educación los reconocidos informes de Phillip Coombs en 1971 y Edgar Faure en 1974. El libro Imperialismo y educación en América Latina de Puiggrós, aborda desde una posición crítica el papel preponderante de los Estados Unidos, su concepto de progreso y de destino manifiesto, para discutir su incidencia en términos de política de desarrollo para la región, la cual estuvo antecedida por la Alianza para el Progreso, el Instituto Lingüístico de Verano, los cuerpos de paz y los programas de investigación y desarrollo en educación en América Latina promovidos hasta 1977, por organismos internacionales desde una intencionalidad conductual y funcionalista para el capitalismo de la época[32].

Llama la atención en el libro el peso que para Puiggrós tiene el pedagogo norteamericano John Dewey (1859-1952), quien explicita la importancia preponderante de la escuela como institución para garantizar el desarrollo y progreso, tanto individual como colectivo, y que en ocasiones no asegura la familia o la comunidad de la que se proviene. La escuela es un elemento consustancial para lograr la democracia, el progreso de la comunidad y el desarrollo, incluido el material. También resalta en el análisis de Puiggrós el peso que tiene Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) en América Latina, en la diada civilización o barbarie, quien antepone la escuela a la barbarie para lograr el progreso. Puiggrós cuestiona el concepto de progreso de este educador, político y presidente de Argentina, quien, con sus iniciativas, buscó influenciar un modelo de sociedad europea y, a lo sumo, norteamericana, para esta parte del continente. Para la autora, estos dos educadores exponentes del progreso pedagógico asumieron un pensamiento funcional al capitalismo en momentos en que la democracia liberal era vista como sinónimo de desarrollo y destino manifiesto. En este libro, la principal unidad de análisis (comparación) es el imperialismo de la segunda mitad del siglo XX, acompañado de sus conceptos de progreso y desarrollo para indagar su incidencia en la educación de América Latina. De hecho, debido a este libro y este tipo de análisis, se asumió, en su momento, que la historia comparada era sinónimo de estudiar la política educativa regional, en este caso, desde una perspectiva crítica muy cercana al marxismo.

El segundo libro de relevancia regional, La educación popular en América Latina, aborda las iniciativas educativas de izquierda de corte socialista en la región, en las primeras tres décadas del siglo XX. Este libro, que fue su tesis doctoral, elaborado entre 1980 y 1984, se inscribe en una línea de análisis de carácter marxista, pues habla de producción, circulación y consumo del discurso pedagógico en la región. En este se manifiesta como una fuerte hipótesis, que “toda práctica social lleva consigo de manera implícita una práctica pedagógica. No obstante, toda practica escolar no conlleva a [sic] un discurso pedagógico”[33]. El periodo abordado en la investigación las tres primeras décadas del siglo XX− es importante porque para Puiggrós, en el marco del Manifiesto de Córdoba de 1918, por primera vez la educación latinoamericana es pensada en términos regionales por parte del movimiento estudiantil reformista de la época[34].

Es decir, pensarnos en términos regionales desde la perspectiva universitaria se da, una vez se consolida el sistema de instrucción público en varios países de la región en la segunda mitad del siglo XIX, como también en momentos en que una postura liberal y laica busca deslindar fronteras con el papel de la Iglesia católica en la educación. De tal manera, con base en los aportes de Marx, Althusser y Gramsci, recorre el socialismo, el anarquismo y su relación con la pedagogía latinoamericana, acompañada de los debates de la Internacional Socialista y el nacimiento de los partidos comunistas en la región, el origen del nacionalismo popular y el discurso pedagógico para esa época que coincide con el gobierno de Hipólito Yrigoyen en la Argentina (1916-1922). Por cierto, es a la luz o a la sombra de estos acontecimientos que toma cuerpo el libro de Aníbal Ponce, Educación y lucha de clases, publicado en 1937 en la ciudad de Buenos Aires. Ahora bien, un elemento importante en este trabajo de Puiggrós es la reivindicación y el rastreo del “sujeto pueblo” sobre el cual tomaría cuerpo la educación popular décadas después.

Posteriormente, en 1995, Adriana Puiggrós lidera un proyecto de importante envergadura a nivel regional, titulado Historia de la Educación Iberoamericana, en el que participan varios investigadores de la región con aportes locales de Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, Chile y España. En sus reflexiones como compiladora y editora da a conocer que la historia del movimiento reformista de Córdoba de 1918 ha convocado enfoques convergentes latinoamericanos, siendo este tipo de ejercicios una excepción. No obstante, aclara en términos metodológicos que la historia latinoamericana de la educación debe hacerse a la idea de registrar el desarrollo desigual, asincrónico y combinado de los sistemas educacionales[35], pues hasta finales del siglo XX aún se tenía un registro de la historia oficial de la educación, en la que las élites desempeñaron una función determinante en el relato de carácter lineal, evolucionista y positivista. La historia social de la educación está por hacerse, sin que esto quiera decir que se va a elaborar una historia paralela, más bien lo que se busca es construir una historia integral del proceso educativo latinoamericano.

No obstante, dicha historia asincrónica demanda en todo caso el uso de la comparación como método permanente que incluya en sus trabajos diferentes países latinoamericanos y diversas regiones, como es el caso de Centroamérica y el Caribe. Aunque hay que tener presente que en varios países no hay una cultura del archivo sobre el tema, no se han guardado ni valorado los documentos sobre historia de la educación, más bien han sido objeto de descuido, destrucción, saqueo y cercenamiento por parte de quienes lideran la historia oficial. Para Adriana Puiggrós, producto de su experiencia, la historia de la educación en América Latina debe generar una teoría de la historia latinoamericana acompañada de sus propios conceptos, propias periodizaciones, particularidades metodológicas y formas de abordaje[36].

Desde la perspectiva del norte de Suramérica, se debe destacar a un tercer investigador, quien es de vital importancia tener en cuenta en la consolidación del campo de historia de la educación en América Latina. Nos referimos al profesor universitario Alberto Martínez Boom, con su libro De la escuela expansiva a la escuela competitiva, el cual hace parte de su tesis doctoral escrita entre 1997 y 2004, y en el que se recoge el discurso del desarrollo en política educativa promovida por organismo internacionales. En este texto se busca identificar los giros que ha tenido no solo el sistema escolar sino también el sistema educativo en general, garantizando su expansión para llegar a finales del siglo XX a través de un discurso neoliberal al concepto de competencia y su implicación en la calidad en educación. En las últimas décadas del siglo XX entra en crisis el modelo desarrollista instado por las agencias internacionales, ya no solo de la UNESCO, sino del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y adquiere consistencia el discurso neoliberal, pasándose de la escuela expansiva a la escuela competitiva[37].

En la nueva agenda neoliberal se instalan enunciados como equidad, competitividad y calidad, acompañados de otros, como la evaluación de los aprendizajes, el culto a la eficacia y la profesionalización docente. Los anteriores enunciados serían parte de las agendas temáticas para ser abordadas por las agencias internacionales, los centros de investigación y las universidades más destacadas de la región. Para inicios de los años noventa, se abandona la premisa ingenua de que la educación es el eje del cambio social, estableciendo más bien una serie de requisitos previos y cambios sustantivos en la estructura política, económica y social del país.

De acuerdo con Alberto Martínez Boom, en este último periodo hay un viraje hacia el discurso de las necesidades básicas de aprendizaje como eje fundamental de cualquier acción educativa, hecho que fue facilitado por tres elementos importantes: el desprestigio de la escuela, la crisis del paradigma de la investigación educativa y la irrupción de la revolución tecnológica y la globalización cultural[38].

Así, los ejes de gravitación que definen los nuevos ejes temáticos de la discusión para el nuevo siglo fueron: la Conferencia Mundial de Educación Para Todos de Jontiem, de 1990; los resultados de la reunión de ministros de Educación de Quito, en abril de 1991; el informe de J. Delors, La educación encierra un tesoro, de 1996; y la influencia del Banco Mundial en la generación de políticas públicas en educación[39].

En este último contexto, el discurso expansionista sobre educación se desplaza hacia el campo del aprendizaje, con el cual se prefiguran escenarios alternativos y posibles planes de acción. Así, la educación, pensada desde el eje del aprendizaje que se materializa en el nuevo contexto cultural, cambia totalmente la agenda para el siglo XXI, cambia el tono, cambia los contenidos, cambia las prioridades y cambia el valor mismo de la educación. Frente al anterior panorama, la historia de la educación comparada emerge como una disciplina de gran utilidad política en la búsqueda de soluciones a problemas que, en cierta manera, han afectado a diversos países de América Latina.

Además de los anteriores mojones de referencia de historia de la educación en América Latina −Gregorio Weinberg, Adriana Puiggrós y Martínez Boom− podemos evidenciar en las dos últimas décadas un alto grado de elaboración en el campo producto de los congresos de Historia de la Educación de carácter regional, las revistas que abordan la historia de la educación en diversos países con matiz latinoamericano, como también proyectos de investigación compartidos e iniciativas de universidades y centros de investigación. Lo anterior en momentos en que el acceso a la información, las nuevas tecnologías y la globalización cultural facilitan aún más estas iniciativas de trabajo.

Historia de la educación comparada en la región

En este contexto, se debe recordar que en 1993 se había planteado desde Colombia, con Mario Díaz a la cabeza, que en el campo intelectual de la educación no solo se encuentra en juego la apropiación de un discurso sino la producción de este, donde el maestro investigador además de ser un gran lector semiótico debía tener la capacidad de escribir su realidad y por qué no, su pasado[40]. De tal manera, el camino de la historia de la educación comparada en Latinoamérica lo podemos seguir rastreando al consultar el texto escrito por el investigador colombiano Alejandro Álvarez Gallego en 2008, publicado en el Anuario de Historia de la Educación Argentina[41], quien hace un balance de la productividad regional después de quince años del Primer Encuentro de Historia de la Educación Latinoamericana realizado en Bogotá en 1993. En este texto se reconoce la constitución de un campo de producción intelectual en el que, para Álvarez, sobresalen como temas: la formación de maestros, las políticas educativas, la pedagogía, las ciencias de la educación, la psicología educativa, las didácticas específicas, problemas relacionados con las políticas para la infancia, la formación en la lectoescritura, la museología y las políticas de la memoria[42].

Realizando un barrido por los ocho congresos realizados hasta ese entonces, se ubican como cuarto eje temático de producción “los enfoques teórico-metodológicos de la historia de la educación latinoamericana”. Para Álvarez, la existencia de esta comunidad y de estos espacios de encuentro académicos “presenciales y virtuales ofrecen un material inmensamente rico para avanzar en los estudios comparados, organizar programas de investigación interinstitucionales e internacionales y trabajar más colegiadamente en historias más generales, de los sujetos, de las instituciones, de los saberes, de los sistemas, entre otras posibilidades”[43].

Para Nicolás Arata y Myriam Southwel, en la segunda década del siglo XXI se comprueba un estallido temático que instala a América Latina como lugar de enunciación. En sus análisis se destaca la idea de que se debe repensar en periodizaciones de la historia de la educación de nuestra región que, retomando la ruta de Gregorio Weinberg, tengan en cuenta la experiencia latinoamericana, la cual tiene una impronta propia no solo en términos de temporalidad que debe seguir siendo ensayada[44]− sino también establecer nuevos referentes conceptuales y metodológicos que nos permitan inspeccionar nuevos archivos con base en las nuevas lógicas que impone la tecnología digital, la virtualización de la información y, en general, la globalización cultural.

Además, en el actual contexto, la historia de tiempo presente para Sandra Carli también se muestra potente para retomar temáticas contemporáneas, ante todo el concepto de lo público, acompañado de la relación entre educación y política[45]. En esta lógica, la teoría política y la teoría cultural se entrelazan para redefinir el papel de la escuela como configurador de lo social. Actualmente, el estatuto mismo de la democracia es cuestionado, las divisiones entre lo privado, lo público y lo íntimo se difuminan, y la generación de conocimiento trasciende las fronteras institucionales de la universidad y la escuela. En general, para Sandra Carli, los historiadores de la educación latinoamericanos deben superar cierto cerco conceptual instalado por la modernidad europea que les permita constituirse en una comunidad interpretativa con el fin de revisar y crear nuevas categorías que les posibilite afrontar una nueva realidad afectada por la lógica global[46].

Hoy en día, hay un mayor interés por la historia de la educación que de manera paulatina gana presencia en el escenario académico de las universidades, en los seminarios de historia de la educación, en la consolidación de redes, en la realización de eventos y en la publicación periódica de revistas especializadas. En el balance historiográfico del libro Ideas en la educación latinoamericana se da cuenta de los avances logrados en las últimas décadas en diversas temáticas. En este sentido, la mexicana Eugenia Roldán Vega destaca la producción en tres ejes a nivel regional acompañados de su bibliografía: historia de la universidad y los movimientos estudiantiles en América Latina, historia de la educación rural y la internacionalización de la educación[47].

Otro de los temas en los que se ha avanzado mucho a nivel regional son los estudios de historia de infancia en América Latina, en los que sobresale la constitución de una red latinoamericana sobre dicho tema, que agremia a historiadoras porque en la mayoría son mujeres− de Argentina, México, Chile, Uruguay, Brasil y Colombia. Dicha red tiene su origen en 2008, en las primeras jornadas sobre historia de la infancia que fueron realizadas en la Universidad de General Sarmiento en Buenos Aires, reconociendo el papel pionero de la profesora Sandra Carli de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Así mismo, sobresale la producción sobre historias nacionales de la educación, historia social e historia de la educación, historia del libro e historia de la educación, como también historia de la lectura e historia de la educación[48].

En este contexto de la discusión debemos destacar que la historia de la educación comparada aborda el pasado de las experiencias educativas de al menos dos países, mediante principios básicos de semejanza o diferencia histórica que ofrecen una visión más amplia que la presentada por la historia nacional. Para que exista comparación en historia de la educación es necesario que exista cierta similitud entre los hechos, los procesos, instituciones o casos indagados, como también que se hallen diferencias entre ellos en su conformación. La historia de la educación comparada vista como una orientación hacia el estudio del pasado, se basa en el establecimiento sincrónico de unidades de comparación.

En América Latina, el primer esfuerzo de historia de la educación comparada con las anteriores características metodológicas lo ubicamos en la segunda mitad de la década del 80 del siglo XX, cuando la investigadora Marcela Mollis saca adelante un trabajo sobre los sistemas universitarios argentino y japonés. Más allá de los resultados del trabajo donde tiene como trasfondo la consolidación del Estado moderno y la instauración de la universidad de acuerdo con determinados intereses económicos y políticos del Estado nación, los principales recaudos de esta experiencia se dieron a conocer en el campo metodológico que fueron sustentados en un Ateneo interno realizado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA entre octubre y diciembre de 1987.

Para Mollis, la historia de la educación comparada demandaba establecer tópicos o, más bien, problemas históricos que permitieran organizar temáticas unidades comparación− referenciales bajo una misma estructura, ubicando un enfoque metodológico que se puede pensar en tres ejes: a) análisis macrocausal, b) demostración paralela de la teoría, c) el contraste del contexto[49]. En el primero, análisis macro causal, el propósito es realizar referencias causales sobre estructuras y procesos sociales macro. Para satisfacer dicho objetivo se busca establecer preguntas novedosas hipótesis alternativas−, que permitan cuestionar las explicaciones tradicionales. El segundo, demostración paralela, propone a través de la yuxtaposición de casos históricos convencer al lector de una teoría o hipótesis demostrando su utilidad en una serie de acontecimientos históricos relevantes. El tercero, contraste de contexto, se refiere al análisis específico de las diferencias estudiando cada caso como una única y compleja configuración sociohistórica en un momento de cambio, dándole mayor importancia a la descripción que a la explicación, en el que el sentido cronológico de los hechos sea el garante de cierto grado de objetividad.

De acuerdo con la experiencia que vivió Marcela Mollis, en historia de la educación comparada, es recomendable aplicar una combinación entre el análisis macroestructural (que establece preguntas orientadoras y razones que motivan el fenómeno estudiado) con la lógica del método comparativo por contraste de contexto[50]. No debemos olvidar, además, que la historia de la educación comparada, por lo general, tiene como trasfondo el problema de Estado, las instituciones, los modelos pedagógicos de época, las organizaciones de maestros y estudiantes, los organismos internacionales y las políticas educativas establecidas para la región.

Luego, en el año 1995, surge la investigación liderada por Silvina Gvirtz y Diana Gonçalvez, quienes, como investigadoras de historia de la educación comparada, consolidan una iniciativa de trabajo entre Brasil y Argentina con el fin de asumir de manera explícita la perspectiva metodológica de historia comparada, abordando como objeto de estudio la irrupción de la Escuela Nueva en los países de Brasil y Argentina, entre 1870 y 1930. este grupo surge en el marco del II Congreso Iberoamericano de Historia de la Educación Latinoamérica, CIHELA[51].

Entre los participantes de este colectivo se pueden mencionar a Ovide Menim de Brasil y Mariano Narodowski de Argentina, como también, Silvina Gvirtz, Clarice Nunes, Marta Carvalho y Diana Goncalves Vidal. Posteriormente, hacia el 2005, el grupo creció integrando investigadores de Francia, España y Suiza, lo que generó de nuevo una serie de preguntas que atravesaban el ámbito de lo conceptual y lo metodológico de una propuesta de este tipo. Entre las preguntas planteadas por este grupo de historia de la educación comparada, se encuentran: ¿es posible compararnos?, ¿somos comparables?, ¿qué puede compararse de nuestras historias educativas?, ¿qué incidencia tiene en nuestro presente?, ¿qué es lo que hace comparable a dos países?

Las anteriores preguntas evidencian que la historia comparada no se puede iniciar con un principio antepuesto, sino que debe pasar por una iniciativa de reflexión y consenso en el colectivo de investigadores que pretenden trabajar según esta propuesta. En un balance realizado en el año 2005, después de diez años de trabajo comparado entre Argentina y Brasil, varias la enseñanza nos quedan para quienes nos queremos acercar a este tipo de iniciativas. En primer lugar, desde una perspectiva diacrónica, se debe cuestionar la historia de la educación por su carácter desarrollista y modernista de la escuela. En palabras de Silvina Gvirtz y Julia Coria:

[en] la historia de la educación y muy especialmente la historia de la educación comparada operaba una selección de acontecimientos o procesos lineales que tenían por momento culmine la actualidad, lo cual dejaba libre también la posibilidad de delinear soluciones “intrínsecas” a la coyuntura, predicciones inobjetables a partir de la lectura de un pasado unidireccional[52].

Esta noción estaba en conexión con una idea de linealidad que permitía suponer que, a partir de la comparación, es posible exportar soluciones eficaces, en otros casos similares al que se quería trabajar. En esta perspectiva, la comparación en historia de la educación se reducía a la comparación de las políticas. De hecho, en los noventa, algunos miembros de este colectivo llegaron a la conclusión de que la historia de las políticas educativas de la región era sinónimo de historia de la educación comparada. No obstante, para los líderes del grupo fue importante

No yuxtaponer, en el sentido de no inventar ni forzar las características propias de la educación en los países que se comparan: el camino apropiado parece, en cambio, iniciar un derrotero preguntándonos si lo que hemos de comparar es susceptible de ser comparado; preguntarse qué se puede comparar y cuáles son los límites de la comparación. Ahora bien, ir más allá de la yuxtaposición no es el punto de partida sino el punto de llegada del trabajo comparativo. Cuando en nuestro grupo decidimos iniciar la tarea supusimos que el Movimiento de Escuela Nueva era un tema común[53].

Una vez superada esta experiencia, en la que se acumuló un importante saber, para empezar se debía sospechar de la homogeneidad de los procesos latinoamericanos, pero también de su supuesta originalidad. Sin entrar en detalles, un muy grosero abordaje a una historia de los sistemas educativos en Brasil y Argentina permitió rápidamente desechar cualquier pretensión homogeneizadora.

Los distintos tiempos de conformación y consolidación de la Escuela Nueva, así como las diferentes características de ambos, muestran claramente que no se trata de procesos homogéneos. Particularmente, en el caso de Brasil, para finales del siglo XIX, no se puede hablar como un territorio cuyo sistema educativo estuviera unificado, situación algo contraria a lo ocurrido en Argentina para ese periodo. En este caso, el problema propio de la comparación de la Escuela Activa, en los dos países, fue ver cómo y en qué tiempos se implementó o no dicha iniciativa a nivel regional y nacional.

Otro ejemplo de diacronía en la historia de la educación en la región, de carácter lineal ascendente, se da mediante la irrupción de la edición mixta que permite la presencia de la mujer en la escuela en el mismo salón de clase con el hombre. Para Enrique Gordillo, a pesar de que desde J. A. Comenio en su Didáctica magna (1632), según el principio de “enseñar todo a todos”, no se debía diferenciar en la escuela a los niños de las niñas, estableciendo razones filantrópicas y también económicas en el caso de la pedagogía de los Estados Unidos del siglo XIX, en el caso de Perú, solo hasta 1972 se permitió la educación mixta, la cual se asumió de una manera acrítica y poco científica al igual que en el resto de países de la región[54]. Las razones filantrópicas nunca se han contrastado con las razones económicas o científicas que en determinadas coyunturas de la historia de la educación latinoamericana se esgrimieron para tomar esta decisión.

Igualmente, los procedimientos de comparación, en términos investigativos, procuraron volver a las fuentes e intentar rescatar el acontecimiento, es decir, buscar lo singular para pensarlo de nuevo. Lejos de situar los acontecimientos en algún punto de la historia total, se trató de reconstruir su particularidad. A pesar de sus especificidades, los objetos debían ser “comparables”, es decir, debían existir unas coincidencias básicas para iniciar cualquier trabajo de este tipo. Para cerrar este punto, debemos afirmar que en esta propuesta, según un principio sincrónico, hay cierto grado de flexibilidad metodológica en la toma de decisiones para el investigador o grupo de investigadores que enfrenten este reto.

Desde esta perspectiva sincrónica, para Marcelo Caruso (2011), la escuela lancasteriana como experiencia histórica vivida en el siglo XIX se constituye en una muy buena excusa no solo para pensar la historia de la educación en el ámbito regional, sino para pensar la globalización cultural en términos de intercambio y difusión de un modelo educativo vivido entre 1815 y 1850. La escuela lancasteriana afectaría a la vez los modelos de escuela de países como Francia, España, Inglaterra, Estados Unidos, como también de países de la región, como Colombia, México y Brasil, entre otros. El trabajo de Caruso muestra los contrastes que se viven desde la primera mitad del siglo XIX entre la difusión global del modelo educativo y la manera como las redes locales se apropian de la propuesta y se relacionan en el contexto sociocultural. Las redes de contacto para la época evidencian el efecto que tuvo el modelo en Latinoamérica con un sello propio; en el caso de Colombia, por ejemplo, buscó ante todo alfabetizar para garantizar una ciudadanía letrada y no propiamente la formación de obreros como ocurrió en Europa[55].

Por último, para 2011 se da a conocer un trabajo de historia de la educación comparada producto de un proyecto liderado por Diana G. Vidal y Adrián Ascolani, Reformas educativas en Brasil y en Argentina. Ensayos de historia comparada de la educación, 1820-2000[56]. Dicho trabajo recoge la experiencia de Silvina Gvirtz, Diana González Vidal, José González Gondra, Pablo Pineau, Myriam Sothwell y Sandra Carli, entre otros. El libro se mueve en una propuesta diacrónica de comparación integrada, estableciendo la época como elemento generalizador para el análisis. Así mismo, la mayoría de estos investigadores utilizan la comparación para iluminar un proceso histórico con base en su objeto con el fin de explicar la diversidad histórica de los dos países.

Dicho texto aclara en términos metodológicos que las fronteras en el estudio comparado, más que físicas pueden ser epistemológicas y conceptuales, y que más que identificar, se trata de construir comparaciones. Además, analiza un mecanismo de pensamiento a partir de una serie de entradas no necesariamente temáticas[57]. En este libro, implícitamente, cada pareja o grupo de investigadores estableció un objeto de investigación, unidad de comparación, para realizar la respectiva indagación comparada. Se destacan como unidades de comparación: la reforma educativa, el libro o manual para la educación del magisterio, el discurso de la identidad moderna, la escolarización, la constitución del cuerpo docente, la universidad moderna, la dictadura y la educación.

Para algunos de sus autores, este libro representa un punto de llegada de una serie de actividades académicas compartidas entre Argentina y Brasil por más de dos décadas, donde ha pesado su relación de vecindad geográfica más que los elementos comparados de atributo, de causalidad histórica o de contexto sincrónico. Es decir, son más las diferencias históricas que se ubican en varios de los ensayos que su relación de cercanía en términos de historia de la educación, como parte de la historia cultural. Por ejemplo, el concepto de reforma que aparece en Brasil se remonta a 1827, pero surge en Argentina en 1884, acompañada de sus respectivos decretos y disposiciones[58]. En dicho punto hay distanciamiento en el sentido de que para los argentinos, a través de la Ley 1420 de 1884, se funda el sistema de educación nacional de la república, mientras que para los brasileños las reformas educativas que anteceden a la década del 20 del siglo XIX fueron asumidas no como un rompimiento sino como una política para reafirmar la identidad nacional una vez se decreta “la independencia” de la metrópoli por el príncipe portugués y se da inicio al Imperio a inicios del siglo XIX.

En otro artículo se aclara que en la América Latina del siglo XIX emergen una serie de naciones que se independizan rompiendo los viejos vínculos coloniales para asumir modelos políticos autónomos con base en ciertos principios ilustrados en términos políticos. Se instaura así una identidad política moderna liderada por el criollo de origen blanco e ilustrado que busca imponer valores a los otros: los sin ilustración, las mujeres, los pobres, los gauchos, indios, negros y esclavos. La educación pública se instala como un discurso modernizante a lo largo del siglo XIX. Sin embargo, la organización política adoptada por Argentina (República) y Brasil (Imperio) va a demostrar las particularidades de la historia de cada una de las naciones. “En el caso de Brasil no hay cómo olvidar el mantenimiento, a lo largo del siglo XIX, del régimen de esclavitud, lo cual interponía continuos límites a la realización de algunas de las ideas más caras de los intelectuales del siglo XIX como la igualdad de todos frene a la ley… Para el caso de Argentina, la precoz opción por un modelo republicano dio lugar a una construcción de proyectos educativos basados tanto en la ampliación de los derechos que ese modelo implicaba como en la exclusión de los sectores populares del debate. Estos deberían limitarse a ser beneficiarios de la propuesta, por lo que su voz no debería sonar en las discusiones[59]. No obstante, podemos decir que el sujeto pueblo sólo aparece en América latina en el siglo XX, una vez se consolidan las urbes y aparecen las masas que terminan siendo objeto de intervención de políticas sociales, entre ellas, las educativas, tomando en cuenta que es un sistema de instrucción pública.

Al leer varios de los artículos queda en el ambiente la posibilidad de establecer un ejercicio comparado entre Argentina y Brasil de manera más explícita desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, momento en que los sistemas educativos de América Latina están influenciados por las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y el discurso del desarrollo. Es decir, creemos que es en ese momento cuando realmente los dos países comienzan a compartir condiciones culturales similares en términos educativos. Adicionalmente, dicho contexto permite, por ejemplo, hacer una comparación de intelectuales de la educación superior, acompañados de sus iniciativas de extensión e investigación universitaria, como Risieri Frondizi en la Universidad de Buenos Aires y Anísio Teixeira en la Universidad de Brasilia en los años 60 del siglo XX. Los dos compartieron los principios del liberalismo democrático en sus países, los dos fueron influenciados por el pragmatismo filosófico del norteamericano de John Dewey y los dos compartieron la apertura de las reformas universitarias como matiz internacional. Lo anterior si se tiene en cuenta que “Cuando el Consejo de Educación Superior de las repúblicas americanas se reunió en Santiago de Chile, en febrero de 1960, su principal objetivo era discutir la reforma de la enseñanza superior latinoamericana”[60].

Algo similar ocurre con el trabajo que aborda la experiencia del régimen militar en la Argentina y Brasil en 1970, en un ambiente de política de seguridad nacional que reconocía al enemigo interno y el que potencialmente hacía parte del sector educativo. En esta coyuntura, las dos dictaduras compartieron políticas culturales dándole fuerza a la asignatura de Cívica y Formación Ciudadana a través de un principio de unicidad pedagógica que promovió la desaparición sistemática de cierto tipo de textos para suscitar la instauración de otros acompañados de un particular discurso[61]. Las políticas educativas en estos años respondían a las prescripciones de la política general de las fuerzas armadas y a sus propios intereses en el poder.

Con este tipo de trabajos se cierra un ciclo de ejercicio de historia de la educación comparada que ha dejado varios aprendizajes para los investigadores de la región. En la actualidad, los trabajos de Adrián Ascolani, Diana Vidal y José Gondra evidencian vigencia en la temática y se constituyen en un referente conceptual y metodológico. En sus propuestas investigativas, que debemos leer de manera detenida en las introducciones de sus trabajos, se ha venido ajustando la propuesta de acuerdo con las necesidades particulares de los objetos de investigación por ellos escogidos, en los que la comparación conceptual o el trabajo por categorías, como principales unidades de comparación, se constituyen en una posibilidad para indagar y ahondar en lo que se entiende por historia de la educación comparada en Latinoamérica.

Gonzalo García Fernández da a conocer en 2021 un estudio comparado sobre formación ciudadana entre España y Chile, en un periodo comprendido entre finales del siglo XX e inicios del XXI. En este se establece como trasfondo el tránsito a la democracia que vive España una vez supera el franquismo a inicios de la década del 70, algo similar a lo ocurrido en Chile en la década del 90 una vez cae Pinochet. Este periodo es importante porque el tipo de ciudadanía que se discute es diferente de la ciudadanía ilustrada de finales del siglo XVIII e inicios del XIX, ante todo por el papel que desempeña en la individualización de esta la globalización cultural mediada por las nuevas tecnologías. En cuanto a formación ciudadana, España ha optado por trabajar en la escuela secundaria una filosofía cívica, mientras que Chile ha escogido una ciudadanía con memoria histórica. Los futuros ciudadanos en los dos países son afectados por elemento nuevos, como “la “hipermodernidad” justificada en cuestiones como la globalidad (económica), el ecologismo (capitalismo verde) o la diversidad cultural (en cuanto a mercado). De esta manera, se asentaría el “viejo sistema” en “lo nuevo”, promoviendo una vez más que la ciudadanía sea leal a la nación y al Estado, pero desde un espíritu renovado del ideal ciudadano. “Dicho ideal será parte de una (nueva) obediencia basada en la participación (ciudadano activo), que dejaría atrás a la (vieja) figura de la formación cívica (ciudadano pasivo)”[62].

Se debe tener en cuenta la experiencia ganada por las ciencias sociales en América Latina, las que, como lo vimos, han tenido un efecto directo en la historia de la educación, la cual ha ganado una impronta propia de manera paulatina que nos permite en la actualidad inspeccionar nuevos archivos con base en las nuevas lógicas que particularmente hoy imponen la tecnología digital, la virtualización de la información y, en general, la globalización cultural.

Elementos para el cierre

La historia de la educación en nuestra región tiene un antecedente importante en la primera mitad del siglo XX, que deviene de la relación dada entre marxismo y educación como lo fue en el caso argentino. A pesar de una serie de avances puntuales, más que un campo de disputa fue un terreno baldío para historiadores y pedagogos, quienes poco a poco, a finales del siglo XX e inicios del XXI, vinieron delimitando los objetos de estudio haciendo un balance del pasado y encontrando puntos de encuentro para ubicar a América latina como un referente histórico de enunciación.

En la actualidad se evidencia un mayor interés por la historia de la educación en la región, que de manera paulatina gana presencia en el escenario académico de las universidades, en la consolidación de redes, en la realización de eventos y en la publicación de artículos y libros producto de investigación, como también en la producción periódica de revistas especializadas. Además, la constitución de dicho campo se da inicialmente bajo el liderazgo de un número reducido de intelectuales, entre los que sobresalen los argentinos Gregorio Weinberg y Adriana Puiggrós, como también el colombiano Alberto Martínez Boom. Estos tres intelectuales fueron gestores del tema, ya sea desde la cátedra universitaria, desde una posición crítica e independiente o desde la investigación educativa. La poca historia de la educación que se tenía hasta su llegada era una historia oficial, centrada en el papel del Estado y la historia de las élites en la constitución de la instrucción pública de cada país. De hecho, sus respectivos esfuerzos sobre educación de los sistemas educativos latinoamericanos, supuso en cada uno de los casos una nueva periodización acompañada de una innovación en la temática, de análisis situados y de innovadoras categorías.

Así, hacia la segunda década del siglo XXI se manifiesta cierto grado de madurez en el campo, teniendo en cuenta que para esta época se consolidan importantes experiencias investigativas y se dan a conocer destacados trabajos y balances historiográficos de la temática. Así mismo, se han afianzado seminarios de historia de la educación latinoamericana pensados desde la práctica de enseñanza a nivel de maestrías y doctorados, dando así respuesta a la inquietud “de qué tipo de historia de la educación se escribe y cómo circula en al ámbito universitario”[63]. En el contexto contemporáneo, la historia de la educación latinoamericana transita por seis ejes temáticos que fueron destacados por Nicolás Arata y Pablo Pineau en 2019: 1) la historia de la educación y la cultura material de la escuela, la relación que establecemos con los objetos escolares, los útiles e incluso los uniformes; 2) la historia sentimental y afectiva de la escuela, el giro emocional que ella ha vivido en estos últimos años; 3) el acercamiento del archivo, el carácter personal con que en ocasiones es construido y su tránsito al mundo digital; 4) los juego de escala en la observación histórica, el centro y la periferia, lo cosmopolita y lo provinciano en lo que respecta la historia de la educación, como también la categoría de región y frontera; 5) la historia de la subalternidad y las minorías en educación, la reivindicación de su pasado; 6) la historia reciente de la educación, su relación con la fuente oral y la memoria[64].

Por último, creemos que, producto de la experiencia ganada en la actualidad con base en las coincidencias culturales, se debe avanzar en la historia de la educación comparada buscando que los investigadores de la región establezcan sin temor académico unidades de comparación novedosas que permitan generar una teoría de la historia de la educación latinoamericana situada, acompañada de sus propios conceptos y periodizaciones, de sus particularidades metodológicas y también de sus variadas formas de abordaje. La historia de la educación comparada demanda un trabajo en grupo entre los historiadores de Latinoamérica, tarea que debería facilitarse en una época caracterizada por la globalización cultural y los avances del mundo digital.

Financiamiento

Sin Financiación.

Conflicto de interés

El autor declara no tener conflicto de interés.

Implicaciones éticas

El autor declara que este artículo no tiene implicaciones éticas en el desarrollo, escritura o publicación.

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Cómo citar este artículo: Jiménez, Absalón: “Historia de la educación comparada en América Latina: aproximación a un estado de la cuestión” Revista Historia de la Educación Latinoamericana vol.26 no.44 (2024).



[1]    Profesor titular Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Doctorado Interinstitucional en Educación, Bogotá, Colombia. Línea historia de la educación comparada en Latinoamérica.

 Correspondencia/Correspondence: Absalón Jiménez, Calle 30, no. 4-45, Barrio La Macarena Bogotá, abjimenezb@udistrital.edu.co

[2]    José Manuel González, “La historia comparada como posible metodología para comprender los movimientos sociales del magisterio en Brasil y Colombia, entre 1954-1990”. Revista Paideia, n.° 20 (2015).

 

[3]    Verónica Giordano, “La sociología histórica y la sociología latinoamericana. La comparación en nuestras ciencias sociales”. Revista de la Red Intercátedras de Historia de América Latina Contemporánea 1, n.° 1 (2013).

 

[4]    Marc Bloch, “A favor de una historia comparada de las civilizaciones europeas. Proyecto de docencia de Historia Comparada de las sociedades europeas”, en Historia e historiadores, editado por Marc Bloch (Madrid: Ediciones Akal, 1999), 14.

 

[5]    Ignacio Olábarri, “Qué historia comparada”, en Studia Historica-Historia Contemporánea, vols. X-XI. (Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 1993), 53.

 

[6]    Fernand Braudel, La historia y las ciencias sociales. (Madrid: Alianza, 1970), 83.

 

[7]    Ibid., 125

 

[8]    McMichael, 1992, 375

 

[9]    El formalismo del método comparado por ejemplo, el que se aplica en la ciencia política−, puede generar en el caso de la investigación histórica una separación injustificada entre el problema, el método y la teoría. Lo que produce un efecto negativo en cuanto a la imposibilidad de un análisis final del problema. La economía mundial constituyó el sistema mundo, Inmanuel Wallerstein, Impensar las ciencias sociales (México: Siglo XXI Editores, 1998), como desigual, impidiendo así que el Estado fuera una unidad de análisis que, asumida de manera apriorística, fuera estudiada bajo una forma sincrónica como lo pretendía desde sus inicios el método comparado de investigación. No obstante, en la segunda mitad del siglo XX, la sociología histórica comparada buscó formas de investigación más flexibles que integraran el problema, los referentes conceptuales y el método de investigación.

 

[10]  Giordano, “La sociología histórica y la sociología latinoamericana”.

 

[11]  Fernando H. Cardozo y Enzo Falleto, Dependencia y desarrollo en América latina. Ensayo de interpretación sociológica. (Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1967).

 

[12]  Verónica Giordano, “La sociología histórica y la sociología latinoamericana”, 20.

 

[13]  Ibid., 25.

 

[14]  Jürgen Schriewer, “La reconciliación entre la historia y la comparación”, Revista Española de Educación Comparada n.° 34 (2019): 148-162.

 

[15]  Jürgen Schriewer y Hartmut Kaelble, (comp.), La comparación en las ciencias sociales e históricas. Un debate interdisciplinar (Barcelona: Octaedro, 2010).

 

[16]  Jorge Myers, “Términos de comparación: ideas, situaciones, actores”. Prismas, Revista de Historia Intelectual, 8, n.° 2 (2004): 175-182. Prismas08_dossier_06 JORGE MYERS.pdf

 

[17]  En este primera oleada, la historia cultural de América Latina se preguntó por la historia general de todos los aspectos de la cultura y la filosofía de la región, como también de las artes plásticas, la música, la arquitectura, las tradiciones culinarias y las creencias populares, y aspiraba a abarcar todos los países en que se fraccionaba el antiguo imperio español en América, reconociendo la diversidad de experiencias que los separaron entre sí, pero enfatizando de un modo aún más contundente los factores que imprimían cierta unidad a la cultura. Este primer momento vivido a mediados del siglo XX estuvo acompañado de grandes editoriales que hicieron presencia en un eje cultural que se ubicó entre Madrid, México y Argentina, encabezado por el Fondo de Cultura Económica, el papel de la Editorial Losada en Buenos Aires y la colección de libros de la Biblioteca Ayacucho.

 

[18]  En esta segunda oleada se destaca el trabajo liderado por Néstor García Canclini, Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad (México: Grijalbo, 1990); Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización. México: Grijalbo, 1995; y el trabajo de Jesús Martín Barbero, De los medios a las mediaciones (Bogotá: Convenio Andrés Bello), 1998.

 

[19]  Verónica Oelsner, “Historia de la educación, circulación de ideas y comparación: notas teórico metodológicas”. En Galak, Abramowski, Assaneo y Frechtel, Circulaciones, tránsitos y traducciones en la historia de la educación. (Buenos Aires: UNIPE, 2023).

 

[20]  Aníbal Ponce, Educación y lucha de clases (Buenos Aires: UNIPE, 2015).

 

[21]  Lorenzo Luzuriaga Medina, Antología pedagógica (Buenos Aires: Lozada, 1956).

 

[22]  Lorenzo Luzuriaga Medina Historia de la educación y la pedagogía (Buenos Aires: Lozada, 1951).

 

[23]  Nicolás Arata y Myriam Southwel, Ideas en la educación latinoamericana. Balance historiográfico. (Buenos Aires: UNIPE, 2014), 32.

 

[24]  Sandra Carli, “La historia de la educación en el escenario global. Comunidades interpretativas, historia del presente y experiencia intelectual”, Revista Mexicana de Investigación Educativa 14, n.° 40 (2009): 69-91.

 

[25]  Alberto Martínez Boom es fundador, en compañía de Olga Lucía Zuluaga, en 1978, del Grupo Historia de la Práctica Pedagógica en Colombia, el cual cuenta con un gran volumen de investigación y publicaciones de reconocimiento en el ámbito regional. Por lo demás, uno de los libros que abre un lente de observación a Latinoamérica es Currículo y modernización, escrito en coautoría con sus entonces discípulos Carlos Noguera y Jorge Orlando Castro. En este libro en uno de sus capítulos se aborda la crisis mundial de la educación de los años sesenta diagnosticada por Philip Coombs cuya respuesta inmediata para Colombia y para buen parte de la región fue la tecnología instruccional y educativa de corte conductista proveniente de Norteamérica que desde 1973 comienza a ser ensayada como propuesta educativa en la región. Alberto Martínez, Carlos Noguera y Jorge Castro Currículo y modernización (Bogotá: UPN-Magisterio, 2003).

 

[26]  Gregorio Weinberg, Modelos educativos en la historia de América Latina (Buenos Aires: UNIPE 1984).

 

[27]  Debemos destacar que la Universidad Pedagógica de Argentina UNIPE, en 2020, como homenaje a Gregorio Weinberg, publicó de nuevo su libro Modelos educativos en la historia de América Latina, para reconocer su labor en la cátedra universitaria dictando por varios años la materia de Historia de la Educación de América Latina en la UBA. Fue un pionero en varios temas, ya sea como profesor, intelectual y gestor editorial con una visión latinoamericana. Por lo demás, dicho libro fue escrito en Chile sin el apoyo de su biblioteca y documentos del tema en la oficina de la CEPAL en momentos en que se vivía el régimen militar argentino.

 

[28]  Adriana Puiggrós, Imperialismo y educación en América Latina (Buenos Aires: Colihue, 2015).

 

[29]  Adriana Puiggrós, La educación popular en América Latina. Orígenes, polémicas y perspectivas (Buenos Aires: Colihue, 2017).

 

[30]  Adriana Puiggrós, Historia de la educación iberoamericana (México: Guadalupe, 1995).

 

[31]  La producción de Adriana Puiggrós es muy amplia, uno de sus últimos libros lleva por título: Luchas por una democracia educativa (1995-2018), en el que se recogen sus reflexiones más recientes sobre la educación argentina y latinoamericana. Adriana Puiggrós, Luchas por una democracia educativa (1995-2018 (Buenos Aires: Galerna, 2019).

 

[32]  Adriana Puiggrós, Imperialismo y educación en América latina.

 

[33]  Adriana Puiggrós, La educación popular en América latina, 28.

 

[34]  Ibid.

 

[35]  Adriana Puiggrós, Historia de la educación iberoamericana, 22.

 

[36]  Adriana Puiggrós ha seguido vigente en el campo de la historia de la educación Latinoamérica. Uno de sus últimos libros de resonancia regional es: Adiós, Sarmiento. Educación pública, iglesia y mercado. En este texto se abordan las paradojas de la modernidad educativa Latinoamérica desde el siglo XIX a la actualidad, en el que se reconoce la instauración de la escuela pública como un acto civilizatorio acompañado de imponer el habla “Castila”. No obstante, en el contexto contemporáneo se han dado pasos importantes en la desescolarización e individualización de la educación que es sustentada por políticos, ministros de Educación e inclusive intelectuales de la educación. Lo que nos hace pensar el fin de cierto tipo de educación moderna en la región basado en la escuela pública y en los principios de Domingo Faustino Sarmiento. Adriana Puiggrós, Adiós, Sarmiento. Educación pública, iglesia y mercado (Buenos Aires: Colihue, 2017), 320.

 

[37]  Alberto Martínez Boom, De la escuela expansiva a la escuela competitiva De la escuela expansiva a la escuela competitiva. Dos modos de modernización educativa en América Latina, (Barcelona: Anthropos, 2004), 47.

 

[38]  Ibid., 204.

 

[39]  Ibid., 206.

 

[40]  Mario Díaz, El campo intelectual de la educación en Colombia (Cali: Centro Editorial Universidad del Valle, 1993), 93.

 

[41]  En el Anuario de Historia de la Educación de Argentina se destacan varias experiencias investigativas de historia de la educación comparada, iniciando por el texto de Magda Sarat, “Educación de la infancia: acercamientos entre Brasil y Argentina”, Anuario de Historia de la Educación de Argentina, 15 n.° 2 (2014); de José Gondra y Juan Suasnabar, “Revistas pedagógicas y gobierno (intenso, sutil y prolongado) del profesorado. Estados Unidos, Argentina y Brasil (1855-1881)”, Anuario de Historia de la Educación Argentina 17 (2016): 3-22; y de Inés Dussel y Carlos Ortega Ibarra,“Espacio y escuela en perspectiva histórica: aportes latinoamericanos”, Anuario de la Historia de la Educación Argentina 20, n.° 1 (2019): 6-10.

 

[42]  Alejandro Álvarez Gallego, “Quince años construyendo una comunidad académica”, Anuario de Historia de la Educación Argentina 9 (2008): 169.

 

[43]  Ibid., 174.

 

[44]  Nicolás Arata y Myriam Southwel Ideas en la educación latinoamericana. Balance historiográfico, 26.

 

[45]  Sandra Carli, “Debates acerca de lo público en la historia de la educación. Cuatro tesis para pensar la relación entre educación y política en el terreno académico”, Anuario de Historia de la Educación Argentina, 9 (2008): 39-55.

 

[46]  Sandra Carli, “La historia de la educación en el escenario global. Comunidades interpretativas, historia del presente y experiencia intelectual”, Revista Mexicana de Investigación Educativa 14, n.° 40 (2009): 69-91.

 

[47]  Eugenia Roldán, “Realidades y posibilidades en la historiografía de la educación latinoamericana: una perspectiva mexicana”, en Ideas en la educación latinoamericana. Balance historiográfico, 45-65. (Buenos Aires: UNIPE, 2014).

 

[48]  Absalón Jiménez, “La infancia desde la perspectiva latinoamericana”, en Infancia y juventud en Colombia: aproximación historiográfica, editado por Absalón Jiménez y Carlos Reina. Bogotá: UDFJC, 2019.

 

[49]  Marcela Mollis, La historia de la educación comparada: una aproximación teórica y metodológica aplicada (Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, Biblioteca Flacso, 1989), 9.

 

[50]  Ibid., 10.

 

[51]  Producto de esta iniciativa de trabajo colectivo, se dio a conocer el libro Silvina de Gvirtz et al., Escuela Nueva en Argentina y Brasil. Visiones comparadas (Buenos Aires: Miiío y Dávila Editores, 1996).

 

[52]  Silvina Gvirtz y Julia Coria, “Alcances y límites de la investigación en historia de la educación comparada”, Revista História da Educação, 5, n.° 10 (2001), 22.

 

[53]  Ibid., 25.

 

[54]  Enrique Gordillo, “Historia de la educación mixta y su difusión en la educación formal occidental”, Revista de Historia de la Educación Latinoamericana 17, n.° 25 (2015): 107-124.

 

[55]  Marcelo Caruso, “Independencia latinoamericana y escuelas mutuas: un análisis desde la perceptiva de historia global, 1815-1850”. Anuario de Historia de la Educación, Sociedad Argentina de Historia de la Educación, 12, n.° 1 (2012).

 

[56]  Diana G. Vidal y Adrián Ascolani, Reformas educativas en Brasil y Argentina. Ensayos de historia de la educación comparada de la educación (1820-2000), (Buenos Aires: Biblos, 2011).

 

[57]  Silvina Gvirtz, Diana González y M Biccas. “Las reformas educativas como objeto de investigación en historia de la educación comparada en Argentina y Brasil”. En Reformas educativas en Brasil y Argentina, editado por Diana Vidal y Adrián Ascolani (Buenos Aires: Biblos, 2011), 27.

 

[58]  Ibid., 37

 

[59]  Pablo Pineau y Luciano Mendes, “La educación y la cuestión de la constitución de las identidades modernas en el siglo XIX: los casos de Argentina y Brasil”, en Reformas educativas en Brasil y Argentina, editado por Vidal Diana y Ascolani Adrián (Buenos Aires: Biblos, 2011), 102.

 

[60]  Sandra Carli y B Oliveira, “Reformas para modernizar la universidad: las visiones de Risieri Frondizi y Anísio Teixeira”, en Reformas educativas en Brasil y Argentina, editado por Vidal Diana y Ascolani Adrián (Buenos Aires: Biblos, 2011).

 

[61]  Carolina Kaufmann y Do Carmo Martins, “Dictadura militares argentina y brasileña: colaboraciones culturales en educación en la década de 1970”, en Reformas educativas en Brasil y Argentina, editado por Diana Vidal y Adrián Ascolani (Buenos Aires: Biblos, 2011), 228.

 

[62]  Gonzalo García Fernández, “Políticas educativas y formación de la ciudadanía del futuro en Chile y España (1970-2016)”, Revista de Historia de la Educación Latinoamericana 23, n.° 36 (2021): 37- 51.

 

[63]  Nicolás Arata y Pablo Pineau, Latinoamérica: la educación y su historia. Nuevos enfoques para su debate y enseñanza (Buenos Aires: FILO-UBA, 2019).

 

[64]  Ibid.