Inicios
de la inclusión educativa de personas con discapacidad intelectual en Chile. Una perspectiva histórica
1928-1950[1]
Beginnings of inclusive education
for people with intellectual disabilities in Chile. A Historical Perspective,
1928-1950
Início da inclusão
educativa das pessoas
com deficiência intelectual no Chile. Uma perspetiva histórica 1928-1950
Ninosca Carmen Bravo
Villa[2]*
https://orcid.org/0000-0002-3691-052X
*Universidad
Católica de Temuco, Chile Departamento de Diversidad y Educación Intercultural
Resumen
Objetivo: El
objetivo de este artículo es analizar la trayectoria histórica de la
discapacidad intelectual en Chile en el periodo 1928-1950, desde la reforma
educacional que reconoce que todo ciudadano debe educarse independiente de su
condición, hasta la aparición de la pedagogía terapéutica, que coincide con el
fin de los gobiernos radicales en Chile.
Originalidad/Aporte: La
investigación surge debido a la
escasa evidencia empírica sobre la historia de la discapacidad intelectual en
Chile. Investigaciones de la historia de la educación de niños con
discapacidad intelectual prácticamente no existen en este país.
Método: La
metodología es de carácter cualitativo, se sitúa desde un paradigma
interpretativo con un diseño historiográfico. Utiliza un diseño conocido como
revisión sistemática bibliográfica de la normativa sobre discapacidad.
Estrategias/recolección de
información: La
revisión y el análisis de fuentes primarias y secundarias se realizaron en tres
ámbitos específicos de estudio: 1) normativa de la discapacidad intelectual en
Chile, 2) conceptualización de modelos de discapacidad intelectual, y 3) hitos
históricos de discapacidad en el periodo 1928 y 1950.
Conclusión: Se
concluye que la historia de la educación de las personas con discapacidad
intelectual en Chile en este período ^desde el estudio de la normativa^ ha
estado permeada
desde
sus inicios por un modelo segregacionista y discriminatorio que emerge de las
políticas, invade las semánticas y genera diversos hitos constitutivos de la
disciplina que es necesario profundizar para comprender los fundamentos
epistemológicos que subyacen a la educación inclusiva. Las técnicas científicas
de la época identificaron por medio de parámetros biomédicos una relación
causal entre subdesarrollo físico y cognitivo.
Palabras
clave: Personas con discapacidad; deficiencia
mental; educación inclusiva; historia de la educación; impedido mental.
Abstract
Objective: to
analyze the historical trajectory of intellectual disability in Chile in the
period 1928-1950, starting with the educational reform that states that all
citizens must be educated -regardless of their condition-, until the emergence
of therapeutic pedagogy which coincides with the end of the radical governments
in Chile.
Originality/Contribution: The
research arises due to the scarce empirical evidence on the history of
intellectual disability in Chile. In this context, research on the history of
the education of children with intellectual disabilities is practically
non-existent in Chile.
Method: The
methodology is qualitative and is based on an interpretative paradigm with a
historiographic design. It uses a systematic bibliographic review of the
normative on disability.
Strategies/information
collection: Review and analysis of primary and secondary
sources in three specific areas of study: 1) regulations on intellectual
disability in Chile, 2) conceptualization of models of intellectual disability
and 3) historical milestones of disability in the period 1928 and 1950.
Conclusions: The
history of the education of people with intellectual disabilities in Chile in
this period -based on the study of the regulations- has been permeated from its
beginnings by a segregationist and discriminatory model that emerges from the
policies, invades the semantics, and generates several constitutive milestones
within the discipline of inclusive education, whose epistemological foundations
require further study to be understood. The scientific techniques of the time
identified, through biomedical parameters, a causal relationship between
physical and cognitive underdevelopment.
Keywords:
People with disabilities; mental impairment;
inclusive education; history of education; mentally handicapped.
Resumo
Objetivo: O
objetivo deste artigo é analisar a trajetória histórica da deficiência
intelectual no Chile no período 1928-1950, desde a reforma educativa que reconhece
que todos os cidadãos devem ser educados independentemente da sua condição, até
ao aparecimento da pedagogia terapêutica, que coincide com o fim dos governos
radicais no Chile.
Originalidade/Contribuição:
A investigação surge devido à escassa evidência
empírica sobre a história da deficiência intelectual no Chile. A investigação
sobre a história da educação das crianças com deficiência mental é praticamente
inexistente neste país.
Método: A
metodologia é de carácter qualitativo, situa-se
a partir de um paradigma interpretativo
com um desenho historiográfico. Utiliza um desenho
conhecido como revisão bibliográfica sistemática dos regulamentos sobre a
deficiência.
Estratégias/ coleta de datos: A revisão e análise
de fontes primárias e secundárias foram efectuadas em três áreas específicas de estudo: 1)
regulamentação da deficiência
intelectual no Chile, 2) concetualização de modelos de deficiência intelectual, e 3) marcos históricos da deficiência
no período de 1928 e 1950.
Conclusão: A história da educação de pessoas com deficiência intelectual no Chile neste período - a partir do estudo
dos regulamentos - foi permeada desde seus primórdios por um modelo
segregacionista e discriminatório que emerge das políticas, invade a semântica
e gera diversos marcos constitutivos da disciplina que é necessário
aprofundar para compreender
os fundamentos epistemológicos que fundamentam a educação
inclusiva. As técnicas científicas da época identificaram
através de parâmetros biomédicos uma relação causal entre o subdesenvolvimento físico e cognitivo.
Palavras-chave:
Pessoas com deficiência; deficiência mental;
educação inclusiva; história da educação;
deficientes mentais.
Este
artículo representa una primera
aproximación al pasado del concepto de discapacidad y particularmente de
discapacidad intelectual (DI) en Chile. El desarrollo de este concepto ha
transitado por diferentes etapas e hitos. El marco temporal de la investigación
se sitúa entre 1927-1928, cuando se incorpora por primera vez a las personas
con discapacidad al sistema educativo chileno, y 1950, año en que se evidenció
significativamente el aumento de la cobertura de niños, niñas y jóvenes con
discapacidad intelectual[3].
Ese
contexto, además, coincide con la redacción de una nueva Constitución para
Chile (en 1925), que, entre otras novedades, prescribía la separación entre
Iglesia y Estado, pues la carta fundamental que regía para la sociedad chilena
databa de 1833, con reformas muy tenues. Así, se indicó expresamente que la
educación pública era una atención preferente del Estado, que la educación
primaria era obligatoria (constitucionalizando el logro legislativo del año 1920), y se creó una
Superintendencia de Educación Pública a cargo de la inspección y dirección de
la enseñanza nacional. Esta cuestión es relevante porque el texto de 1833
hablaba de “gobierno”, no de Estado. La razón del cambio, entonces,
bien podría ser la necesidad de ampliar la mirada, incorporando a las
instituciones descentralizadas y semifiscales dentro de la preocupación por el
fortalecimiento de la educación pública[4].
Estas
circunstancias coinciden con la aparición en el horizonte pedagógico del movimiento
teórico pedagógico denominado “Escuela Nueva” en el campo de la Educación en
América Latina y el Caribe. Las pretensiones de esta novedad educativa radican
en los afanes modernizadores que criticaban fuertemente a la escuela
tradicional, pues se buscaba una educación más activa del estudiantado
enfocada en la experiencia y con énfasis en el niño[5].
La Escuela Nueva se basa en cuatro principios: 1) respeto a la personalidad del
educando o el reconocimiento de que este debe disponer de su propia libertad;
2) admisión de la comprensión funcional de la acción educativa desde el punto
de vista individual y colectivo; 3) comprensión del aprendizaje simbólico en
situaciones cotidianas de la vida social; 4) aceptación de la variabilidad de
las características de cada individuo, de acuerdo con la cultura familiar y la
pertenencia a grupos de vecindario, de trabajo, de recreación y de religión[6].
En
este sentido, la discapacidad intelectual ha sido un constructo cuya
trayectoria histórica y normativa es el resultado de constantes revisiones, al
que le anteceden otras nociones, tales como deficiencia mental, retraso mental y debilidad mental. Desde el punto de vista
de los criterios de significación clínica, hoy está vigente la Clasificación
Internacional del Funcionamiento de la Discapacidad y de la Salud (CIF), que
constituye una medida estandarizada útil de la discapacidad causada por los
trastornos mentales[7]. Este vacío
de información es particularmente complejo
en las situaciones de carácter clínico en que el síntoma que presentan las personas/pacientes
no es en sí mismo (especialmente en casos catalogados como leves)
intrínsicamente patológico y puede encontrarse en individuos para los que un
diagnóstico de “trastorno mental” sería inadecuado y poco pertinente[8]. La mirada de
la CIF coincide con la clasificación del DSM-V (Diagnostic
and Statistical Manual of Mental
Disorders) en la medida en que su foco
está en el listado de criterios diagnósticos, mientras que se diferencia
sustantivamente de la Asociación Americana de Discapacidades Intelectuales y
del Desarrollo (AAIDD) en que esta última revela el
perfil de los apoyos de las personas con discapacidad intelectual desde una
mirada multidimensional[9].
Ciertamente
existen diferentes modelos para la comprensión de las diversas acepciones e
intervenciones de la discapacidad humana, los que han influido en las
normativas según el periodo histórico en que ubiquemos tal o cual definición.
Este tránsito involucra los resultados de investigaciones, las políticas y,
desde estas, los planes específicos de implementación en las prácticas
educativas con el estudiantado con discapacidad intelectual; y así van dejando
brechas y creencias de diversa naturaleza. En consecuencia, la exclusión e
inclusión de personas en situación de discapacidad intelectual ha transcurrido
por caminos pedregosos[10], lo que
refleja como la sociedad ha modificado su forma de ver, comprender y convivir
con las personas que viven con esta condición.
La
idea de que a lo largo de la historia las personas con discapacidad han
vivenciado tratos indignos, marginación y exclusión en diferentes escenarios de
interacción con otras personas, ha condicionado su calidad de vida a partir de
obstáculos o barreras impuestas por la sociedad que les impiden ejercer sus
derechos de manera libre y autónoma[11]. Una idea empírica y
teóricamente fundada, cuyo resultado lo constituye un sinnúmero de situaciones
de discriminación sistemática que continúan perpetuándose incluso frente a la
evolución de las sociedades y los marcos regulatorios internacionales. En este
contexto, se desarrollaron mitos negativos sobre las personas con discapacidad
al considerarlas peligrosas para la comunidad y se comenzó a prestar atención
al control de su reproducción. Por lo tanto, hubo
presiones sociales relacionadas con la eugenesia e higiene social que dieron
lugar a los programas de esterilización forzada que comenzaron en 1880 y que
continuaron durante la mayor parte del siglo XX[12].
Cuando
en las primeras décadas del siglo XX las demandas por acceso universal a la
educación abrieron las puertas de los colegios a cada vez más niños y niñas, surgió un movimiento pionero para
proporcionar acceso educativo a los estudiantes con discapacidad; pero, en
general, en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial no se obtuvieron
grandes logros en relación con el acceso a la educación, lo que generó un
problema de equidad. Los estudiantes con discapacidad intelectual,
especialmente aquellos con discapacidades más severas, eran con frecuencia los
últimos en obtener tal acceso al sistema educativo[13].
Es
relevante retornar al periodo de este estudio, pues podría parecer
contradictorio analizar discapacidad intelectual y sobre todo la semántica de
la discapacidad y de las personas con discapacidad a las que se refiere este
artículo. Es por esto por lo que se articula la evolución del concepto en toda
su complejidad realizando una sinergia con los conceptos contingentes de
inclusión educativa o educación inclusiva.
En
la actualidad (2023) existen condiciones, al menos normativas, para la
incorporación de elementos relacionados con el contexto/mundo social, la
progresiva aceptación de la diversidad cultural y lingüística, el estudio de
sistemas alternativos de comunicación, perfiles sensoriomotores y conductuales.
Además de la capacidad presente dentro de la propia discapacidad, la
preocupación por el perfil de necesidades de apoyo y diversificación de
actividades que se generan en las escuelas, permiten que el desenvolvimiento de
una persona con discapacidad intelectual será mejor para su persona[14] y mejorará
su calidad de vida. Como en muchos sistemas de apoyo a las personas con
discapacidad intelectual, se ha producido, o todavía está produciéndose, una
transformación de los servicios de educación especial, pasando de ser servicios
y entornos segregados a convertirse en entornos educativos inclusivos[15].
Por
consiguiente, la educación inclusiva es entendida como una forma de
interpretación y aceptación de la diversidad del estudiantado en escuelas enfocadas
en la gestión, calidad y equidad, que garantice el aprendizaje de los
estudiantes[16]. Ahora bien, superadas
las contradicciones que se presentan en el párrafo precedente, es preciso
señalar que en el periodo comprendido entre 1928-1950 no existía ninguna de las
condiciones mencionadas anteriormente (objetivas ni subjetivas), más aún
existen vacíos importantes a nivel internacional
y nacional principalmente de normativas que regulen o resguarden los derechos
de las personas con discapacidad intelectual tanto desde su denominación como
desde su definición y clasificación. Los saberes acerca de la discapacidad
intelectual desde sus inicios fueron abordados por las ciencias de la salud y
la psicología, por lo tanto, fue con
base
en el discurso médico-clínico o, dicho de otra forma, a partir de una tradición
médica o psicológica se posicionan los estudios de niños y
niñas con discapacidad intelectual. Bajo esta mirada se realizaba la
descripción de la forma en que se desarrollaban los niños (foco en el déficit),
creando
categorías específicas, que atribuían la etiología de estas patologías a una
condición innata del ser humano; predominaba entonces el modelo biomédico que
pretendía curar el funcionamiento o déficit que presentaban las personas[17].
No
obstante, frente a este paradigma médico imperante, el Estado promovió la
educación de niños, niñas y jóvenes con discapacidad intelectual en la escuela.
Hoy, la discapacidad intelectual entendida por el Comité Técnico sobre
Terminología y Clasificación de la Asociación Americana de Discapacidades
Intelectuales y del Desarrollo (AAIDD) ha presentado
una definición que refiere a personas cuyo funcionamiento cognitivo y conducta
adaptativa (conceptuales, sociales y prácticas) se encuentran significativamente
disminuidos en relación con los demás y su aparición se da antes de los 22 años[18]. Esto
centrado en los apoyos que requiere la persona con discapacidad para
desenvolverse en el mundo social circundante.
En
síntesis, para el diagnóstico existen estos tres criterios: limitaciones
significativas en el funcionamiento intelectual, conducta adaptativa y edad de
inicio. Junto con esto debe darse una revisión exhaustiva de documentación que
incluya la historia social, médica y la trayectoria escolar de las personas[19]. Luego de
definir el diagnóstico es necesaria la clasificación en subgrupos,
con base en los siguientes
parámetros: a) en función de las necesidades de apoyo (intermitente,
limitado, extenso y generalizado), b)
en función de las limitaciones en las habilidades adaptativas (leve,
moderado,
grave y profundo) y c) en función del funcionamiento intelectual (leve,
moderado,
grave y profundo)[20].
Mientras
que la clasificación del DSM-V con una mirada clínica entrega una definición
que contempla: a) deficiencias en las funciones intelectuales, b) deficiencias
en el comportamiento adaptativo y su aparición dentro del periodo del
desarrollo (infancia y adolescencia). Los niveles de gravedad determinados por
el funcionamiento adaptativo son: leve, moderado, grave y profundo[21]. La
clasificación propuesta por la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11)
incluye
el funcionamiento intelectual y adaptativo relacionados
con los grupos de edad y corresponden a los mismos niveles anteriormente mencionados[22].
En
el ámbito internacional, y resultado de un impulso importante de
investigaciones científicas propias de la disciplina de la educación especial,
en Inglaterra se publica en 1928 la edición impresa de Ovidio Decroly: The
Education of Mentally Defective Children (La educación
de los niños mentalmente defectuosos), que posicionó de manera importante los
lineamientos pedagógicos para “niños retrasados mentales”. Mientras que en
España se creó en 1925 el Instituto Médico Pedagógico, lugar en que
posteriormente se formaron personas relevantes para la educación especial[23]. En Estados
Unidos durante la década del 40 existieron programas de educación especial
dirigidos a personas con sordera, ceguera, daño cognitivo o
la combinación de los anteriores[24]. En Chile,
en el año 1927, gracias a la reforma educacional se considera por primera vez a
estudiantes con discapacidades en el sistema educativo mediante la creación de
escuelas-granja y posterior internado para niños indigentes, débiles y de
inferioridad orgánica, anormales o retrasados mentales[25].
Marco normativo de la
discapacidad intelectual en Chile en el periodo 1928-1950
Dentro
de las normativas que dieron lugar a la educación de estudiantes con
discapacidad intelectual en Chile se encuentra el Decreto n.°
7500, publicado en 1927, que expone la reforma educacional (y posteriormente
fue derogado), cuyo artículo 17 menciona por vez primera que los destinatarios
serían niños indigentes, débiles y de inferioridad orgánica, anormales y
retrasados mentales. En 1928 se promulga el Decreto con fuerza de ley n.° 5881, que entre otros objetivos tiene la creación de
escuelas experimentales destinadas a “débiles mentales”[26]. En el artículo 2 de este
decreto se menciona que las escuelas experimentales serán de dos clases: de
experimentación limitada y amplia. Dentro de estas últimas se encuentra la
creación de una escuela experimental de desarrollo, destinada a débiles mentales,
en el local de la Escuela número 4 de Santiago. A su vez, se indica que las
directivas generales de las escuelas de experimentación amplia deben ser
aprobadas por el Ministerio de Educación, donde los niños serán educados por
“profesores para la enseñanza de débiles mentales”[27].
El
Decreto n.° 5291 de 1930 expone las características
de la educación primaria obligatoria. En su artículo 2 señala que todos los
niños deben cursar la educación primaria y en el 3 estipula que “los alumnos de
la población urbana que, por inasistencias u otras causas que no sean
impedimentos físicos o mentales, no fueren promovidos regularmente al curso superior
correspondiente, tendrán la obligación de cursar, por lo menos, hasta el sexto
año inclusive”. A su vez, el artículo 8 preceptúa lo siguiente:
El
impedimento físico o mental excusa de hecho la asistencia a las escuelas
primarias de niños anormales; pero este impedimento dejará de ser causa de
excepción cuando el Gobierno provea gratuitamente a la educación de estos
niños, mediante escuelas o cursos especiales para anormales[28].
A
partir de lo anterior, en 1933, mediante el Decreto n.°
4259, se crea una “escuela especial del desarrollo con régimen de internado”
que recibía a niños con deficiencia mental y en situación de indigencia. Juan Sandoval,
subdirector
de una de estas instituciones, da a conocer la distribución de horas de
escolarización del estudiantado tanto en la escuela como en el internado, las
que
se dividían en cuatro dimensiones relevantes: prácticas
de hábitos (comidas), actividades (agrícolas, talleres, trabajos prácticos),
clases (ramos instrumentales, artísticos, sensoriales) y descanso (actividades
de ocio y sueño), lo que en total consideraba la organización de las 24 horas
del día[29].
Al
amparo de esta institución nació la clínica de la conducta que era una sinergia
entre escuela, centro de criminología y psicología. El objetivo de esta clínica
era acoger a niños y niñas derivados de la escuela
especial del desarrollo donde existiera sospecha de alguna anormalidad mental[30].
En
este contexto, durante el gobierno de Juan Antonio Ríos, el 23 de diciembre de
1943 se crea “La ciudad del niño” como forma de protección a los infantes,
espacio que tenía como objetivo la protección irrestricta de niños
y niñas en situación de indigencia o abandono y de retardo mental[31], debido a
las críticas que existían al modelo de reformatorios, que más bien se parecían
a las cárceles. En este periodo,
el Estado chileno asumió un carácter
asistencialista y de protección a la infancia, lo que se tradujo en la
institucionalización de las escuelas
especiales, con propósitos regenerativos y terapéuticos. De hecho, la
anormalidad infantil no solo se definió, clasificó y pretendió ser intervenida
y regenerada a través de una nueva legislación e institucionalidad, sino que
además comenzó a ser comprendida desde una renovada terminología con la
aparición por primera vez de la expresión “menores en situación irregular”[32]. En
definitiva, los gobiernos en este periodo (1927 a 1950) dirigieron las
políticas hacia la infancia promoviendo la presencia de los
niños y las niñas en la escuela, lo que muestra esfuerzos para educar
independientemente del modelo clínico vigente.
La
denominación débil mental definía a estas personas que presentaban retardo en
el desarrollo a edad temprana o con evidente incapacidad para manejar las
demandas cotidianas de la vida o para mantenerse a la par que sus iguales[33]. Hacia 1952
aparece en la normativa internacional el reconocimiento de las personas
“psíquicamente disminuidas”. En 1955, a través de la Recomendación n.° 99 sobre la “adaptación y la readaptación profesional
de los inválidos”, de la Conferencia General de la Organización Internacional
del Trabajo, se plantea por primera vez el concepto de “inválido”, definiéndolo
como “toda persona cuyas posibilidades de obtener y conservar empleo adecuado
se hallen realmente reducidas debido a una disminución de su capacidad física o
mental”[34].
El
debate respecto a la discapacidad intelectual no conduce a la discusión
respecto a la inteligencia, la que ha sido tradicionalmente conceptualizada
como una capacidad natural de adaptación al medio[35]. Debido a la difusión de las
ideas evolucionistas a fines del siglo XIX y comienzos del
XX
en muchos países del mundo occidental, incluso cuando el concepto de
inteligencia adquirió cierta autonomía y se alejó de la biología, su
investigación quedó ligada, quizás más que otras categorías, a las ciencias
naturales[36]. En efecto,
estas ideas son ejemplo del arraigo del colonialismo en el pensamiento
occidental que, a su vez, han sido fundamentales para nuestras ideas modernas
sobre sexo y género[37]. La enorme
acogida que tuvo la teoría de la evolución de Darwin
en
el campo social hizo que se confundieran los conceptos aptitud y mérito, y que
quedaran relacionadas características como la inteligencia con la laboriosidad
y la decencia[38].
La
normativa chilena de la época menciona el concepto “débiles mentales”, que se
enmarca en el paradigma psicométrico, donde el diagnóstico es determinante, y
se basa en la clasificación de las escalas de Binet y Simon
cuya
tendencia proviene de Estados Unidos, a pesar de esfuerzos zigzagueantes de
incorporar la función de adaptación social. Esta clasificación, que fracasó
categóricamente, se configura así: idiotas, imbéciles y morones o débiles
mentales[39], se remonta
a la década de 1910 y coincide con la promoción de esta clasificación en las
diferentes escuelas fomentadas por el profesor estadounidense Lloyd
Yepsen en
Chile[40].
Esta
clasificación es progresiva según el funcionamiento intelectual. Los idiotas
presentan un grado de deficiencia que les limita incluso cuidar de sí mismos;
los imbéciles son capaces de aprender algo y los débiles mentales o morones son
personas susceptibles de ser educados[41]. Mientras que el término
debilidad mental o morones, reforzado por Goddard,
hace
referencia etimológicamente a la palabra del griego ático “tonto, lento,
perezoso”[42].
Lo
que se acentúa con una sociedad que busca la homogeneización y donde el
deficiente mental es tratado como un otro diferente a los demás. En este
escenario contextual es pertinente
aludir a la “Escuela de Ginebra”, en la que se consolida el enfoque evolutivo
del retraso mental[43] que se
muestra eficaz en su aspecto descriptivo, pero su fragilidad es manifiesta en
el orden explicativo de las causas de retraso. Desde esta perspectiva es más
acertada la expresión “deficiencia” que “retraso”, esto es,
del
retardo de los procesos evolutivos que conducen a los sujetos a la plenitud de
sus aptitudes sociales y de conocimientos[44].
Este
enfoque considera que el deficiente mental, excepto en casos extremos, puede
alcanzar el umbral evolutivo y actitudinal normal, solo que más tardíamente que
el resto de los sujetos de su edad. No considera que ligado con
el
retraso puede estar presente un
déficit y que la disfunción derivada de aquel implicará no
solo acceder tardíamente al nivel evolutivo, sino que no podrá alcanzarlo jamás[45]. Resulta
interesante entender que en este periodo se menciona que la debilidad o retraso
mental se vincula históricamente a dos premisas interrelacionadas: (i) rechazo
y temor
a
lo largo de la historia por la
sociedad y (ii) exclusiva dedicación prestada
por
los médicos como profesionales encargados de tratar a
estos sujetos[46].
En
relación con la primera premisa es importante mencionar
que los tratos
recibidos
por
las
personas con discapacidad no han variado sustantivamente desde la antigüedad
hasta el periodo en estudio. Ellas están marcadas por un rechazo social
acompañado de tratos crueles y despiadados donde la vulneración de derechos
siempre estuvo presente ya sea de manera explícita o simbólica.[47] Por otra
parte, la segunda premisa se centra en el déficit, en que se evidencia la presencia
del
paradigma médico en la atención del deficiente mental, lo que ha provocado
que
se haya estudiado la deficiencia mental como una enfermedad incurable
y
se hayan introducido métodos de intervención propios de la medicina[48]. Asimismo,
la noción de deficiencia, disminución o hándicap incluía las características de
innatismo y estabilidad en el tiempo. Las personas deficientes lo eran por
causas fundamentalmente orgánicas, que se producían al comienzo del desarrollo
y que eran difíciles de modificar posteriormente[49]. De hecho, este análisis lo
encontramos previamente en la escuela rusa de Vigotsky,
quien en la década del 30 del siglo XX analizó las estructuras de los defectos
y afirmó que las personas con discapacidad restablecen o sustituyen las
funciones alteradas o perdidas mediante mecanismos compensatorios que podrían
favorecer un mayor grado de desarrollo. También manifestó que se requiere
lograr la corrección según sean identificados los mecanismos regulatorios[50].
El
modelo tradicional prevalece en este contexto social, político y cultural,
donde
se atribuía a la persona con discapacidad una condición de marginación producto
de sus características y limitaciones personales orgánicas, por lo tanto,
incurables y de carácter permanente[51]. Así, la semántica de la
educación para personas en situación de discapacidad en este periodo incluye
conceptos como débiles mentales, retrasados mentales, anormales, idiotas,
defectuosos, subnormales. En particular, en este periodo la referencia respecto
a la discapacidad se relaciona con construcciones sociales, lo que implica
necesariamente la superioridad de unos sobre otros. En el campo de la salud, la
presencia de la discapacidad y las profesiones orientadas a la rehabilitación
se enmarcan tradicionalmente como un proceso de aproximación a las patologías,
centrado en la estructura del cuerpo biológico con
el objetivo de lograr la normalización.
En
el campo educativo, la pedagogía terapéutica implicaba que los niños recibieran
cuidados adecuados lo antes posible; además, llamó la atención el principio de
compensación psicológica, es decir, que los tiempos y ejercicios debían
adaptarse a las carencias individuales, pue si no eran adecuados en un momento,
lo serían en otro. De este modo, en la década de 1940 se perfiló una propuesta
pedagógica denominada “educación especial”. Ese término significaba adaptación
a la singularidad de los problemas presentados más que estandarización,
siguiendo criterios de clasificación y causalidad derivados del campo de la
medicina psiquiátrica. Aquí se destaca el éxito de los tratamientos educativos
de los trastornos mentales considerando en gran medida la individualidad del
caso, de tal forma que se requiere cierta precisión sobre la base etiológica
del déficit,
es
decir, las razones que hicieron que la personalidad reaccionara y se
desarrollara lentamente[52].
La
Escuela Nueva logra dar directrices sobre las actividades curriculares y la
administración del tiempo de los niños que presentan debilidad mental; así se
puede entender el énfasis en la experimentación y actividades relacionadas con
el principio de actividad que promueve esta escuela. La Escuela Nueva
privilegia la acción y la actividad al postular que el aprendizaje proviene de
la experiencia cotidiana del mundo, lo que transforma al niño y a la niña en
protagonistas centrales del acto educativo; en otras palabras, son el eje sobre
el que debe girar todo el proceso educativo[53].
Normalidad y marginalidad
Las
tesis contemporáneas de normalización han sido desarrolladas principalmente por
el filósofo y psicólogo francés Michel Foucault a finales del siglo XVIII, en
el contexto
de
su proyecto biopolítico para comprender genealógicamente ciertas dinámicas
carcelarias en las sociedades industriales desarrolladas. Este análisis lo
proyecta a tres instituciones que serían de la misma naturaleza y tendrían
similares objetivos: prisiones carcelarias, hospitales y escuelas[54]. En este
sentido, la normalización se constituye como un proceso complejo de
homogeneización que se produce en un contexto clasificatorio y taxonómico, es
decir, que implica obligatoriamente una jerarquización y diferenciación de
sujetos que, a la vez, se transforman en cuerpos
dóciles, de cuyo examen explícita o implícitamente resultan normales y
anormales. En esta dinámica analítica, la matriz clasificatoria en la que fluye
la normalización tiene por objetivo elaborar sujetos entes cada vez más controlables
y predecibles, buscando el orden y la estabilidad del sistema desde una mirada
clínica[55].
La
normalidad establece un patrón, reglamentos de funcionamiento mínimo u óptimo,
y los sujetos son comparados sistemáticamente y conceptualizados según
estándares que establecen los manuales convencionales de la psiquiatría
contemporánea. Desde esta perspectiva, lo
normal es que una persona ciega no lleve reloj, pues es ridículo que realice el
gesto de ver la hora, no es normal. Lo anormal sería que,
a
pesar de tener una ceguera total, lleve
un reloj y de vez en cuando mire la hora.
La
normalización trae consigo un efecto de posibilidad de patologización, lo que a
su vez va conduciendo a los individuos a espacios marginales y a la alteración
de su identidad como persona. El acto de normalizar al sujeto es una forma de
obstaculizar o definitivamente impedir el ingreso al mundo del contrato social
o a un criterio suficiente de realidad que permita a los sujetos relacionarse
intersubjetivamente otorgándoles un rol pasivo en la construcción de su propia
realidad. Una posible consecuencia de esta enorme exclusión es que el
individuo, más aún si es un niño o niña, se explica su situación
preferentemente a partir de características personales, psicológicas y
biológicas, y no de su relación con otras
personas. Se excluye así la oportunidad de comprender que su historia de vida
tiene un correlato necesario en la corporalidad física. En otros términos, se
invisibiliza la historia de vida para convertirla en enfermedad en términos
puros o, definitivamente, ambos fenómenos quedan como entidades absolutamente
separadas y ajenas[56].
Conclusiones
Dentro
de los hitos más relevantes en este periodo es posible mencionar que en 1929 se
incorpora por primera vez a personas con discapacidad
intelectual al sistema educativo chileno; después se crean escuelas
experimentales de las que se derivan las escuelas especiales del desarrollo, y
más tarde, como forma de proteger la infancia, se funda la “Ciudad del Niño”
donde, a pesar de tener un carácter asistencialista y protector, se consolida
la idea que los niños deben ser tratados desde la pedagogía en paralelo a otras
disciplinas que podían contribuir para su incorporación a la sociedad.
Desde
el periodo estudiado hasta la actualidad se han creado numerosas escuelas
especiales y con ello han aparecido nuevos perfiles profesionales, tales como
las educadoras especiales que en Chile se denominan “educadores diferenciales”,
quienes, junto a otros educadores, actúan pedagógicamente desde una óptica
principalmente clínica para mejorar la manera de atender y solucionar, según
los paradigmas vigentes (y las normas nacionales), los problemas de aprendizaje
de los niños con dificultades sensoriales así como también de aquellos con
discapacidad intelectual. Se habla de barreras, más que de deficiencias,
nociones más bien eufemísticas, pues, como se dice popularmente, “ha corrido
bastante agua bajo el puente” y la inclusión es una bella palabra que no tiene
correlato en la realidad. Sin embargo, la formación en las universidades y el
desarrollo profesional en el sistema escolar permanecen atrapados en una lógica
centrada en el déficit.
Así
y todo, la educación especial o diferencial ha experimentado múltiples cambios
y debates en el transcurso del tiempo, influenciados por factores filosóficos,
epistemológicos, históricos, socioculturales y políticos. En este sentido,
en
el mundo surgieron al menos dos enfoques hegemónicos en
la educación especial: el modelo biomédico y el modelo neuropsicológico, que
gozan de buena salud en Chile y en las escuelas de formación de pedagogos,
psicólogos, terapeutas ocupacionales, psiquiatras y fonoaudiólogos. Junto
a
estos modelos están también las propuestas de modelos de integración marcados
por un énfasis dicotómico inclusión/exclusión centrado en los apoyos para el
funcionamiento integral de las personas. Esta relación contradictoria tensiona
a los educadores diferenciales y al sistema educativo en general,
debido
a las normativas vigentes que no siempre dialogan con las tendencias
universales de la inclusión.
Finalmente,
se debe decir que examinar en el panorama de la investigación el concepto de
discapacidad intelectual a partir de la revisión histórica de
documentos y fuentes es un desafío, pues existen vacíos importantes, dado que
el foco de la formación inicial docente desde la educación especial está en las
normativas y en los procedimientos, teniendo como base modelos clínicos.
Este
trabajo fue financiado por el Profondecyt (Proyecto
Interno n.° 285): “Inclusión de los saberes mapuche
en el sistema escolar de parte de los educadores/as tradicionales y el
profesorado que se desempeña en escuelas rurales situadas en territorio
lafkenche”. Vicerrectoría de Investigación y Posgrado, Universidad Católica de
Temuco, Chile.
La
autora declara no tener conflicto de intereses.
La
autora declara que este articulo no tiene implicaciones éticas en el
desarrollo, escritura o publicación.
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[1] Artículo derivado del marco teórico de la
tesis doctoral titulada "Educación intercultural inclusiva en contexto
escolar Mapuche-Lafkenche en Chile", la que se presentó y defendió con
evaluación Cum Laude en la Universidad de Valladolid,
España, en marzo de 2023. Esta investigación fue financiada el Profondecyt
(Proyecto Interno n.° 285): "Inclusión de los saberes mapuche en el
sistema escolar de parte de los educadores/as tradicionales y el profesorado
que se desempeña en escuelas rurales situadas en territorio lafkenche".
Vicerrectoría de Investigación y Posgrado, Universidad Católica de Temuco,
Chile.
[2] Doctora en Investigación Transdisciplinar
en Educación (Universidad de Valladolid, España).
Profesora de Educación Diferencial mención Trastornos del Aprendizaje
(Universidad Católica de Temuco, Chile). Magíster en Educación, mención Gestión
Inclusiva (Universidad Santo Tomás, Chile). Jefa de la carrera de Pedagogía en
Educación Diferencial con especialidad en Necesidades Educativas Especiales y
Transitorias y Deficiencia Mental, Facultad de Educación, Universidad Católica
de Temuco, Chile. Departamento de Diversidad y Educación Intercultural,
Universidad Católica de Temuco, Chile. ninoska.bravo@uct.cl
[3] María Paulina Godoy, María Luisa Meza y
Alida Salazar, Antecedentes
históricos, presente y futuro de la educación especial en Chile
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[4] Víctor Soto, El derecho a la educación en la historia
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[5] Julián de Zubiría Samper,
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[7] American Psyquiatric Association,
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[8] Ibid.,
21.
[9] Ibid., 41.
[10] Margarita Gómez-Palacio, La
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[11] Deborah Deutsch,
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[12] Asociación Americana de Discapacidades
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clasificación y sistemas de apoyo. (Madrid: Alianza Editorial, 2011).
[13] Ibid., 269-270.
[14] Robert Schalock,
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[15] Asociación Americana
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[16] Alba García-Barrera, "Cambiando el
paradigma inclusivo: las necesidades educativas personales". Revista Brasileira de Educação Especial,
29 (2023): 155. https://doi.org/10.1590/1980-54702023v29e0115
[17] María Paulina Godoy, María Luisa Meza y Alida
Salazar, Antecedentes
históricos, 26.
[18] Norma Salgado, Juan Lagos, Jorge Alarcón,
Palmenia Pinochet y Francisco Gálvez,
"Programas de intervención socioe- ducativos para personas con
discapacidad intelectual: una revisión sistemática". Revista Brasileña de
Educación Especial, 28 (2022): 406. https://doi.org/10.1590/1980-54702022v28e0162
[19] American Psyquiatric Association, Manual
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[20] Robert Schalock,
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[21] American Psyquiatric Association,
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[22] Robert Schalock,
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[23] Javier Vergara,
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[25] Sol Serrano, Macarena Ponce
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[26] Ministerio de Educación Pública, Decreto con
Fuerza de Ley DFL 5881, Creación de Escuelas Experimentales, 19 de diciembre de
1928.
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[27] Ibid.,
2.
[28] Ministerio de Educación Pública, Decreto con Fuerza
de Ley DFL 5291. Ley de Educación Primaria Obligatoria. Texto definitivo, 19 de
mayo de 1930.
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[29] Jaime Caiceo, "Esbozo de la educación
especial en Chile: 1850-1980". Revista Educación y Pedagogía,
22 n.° 57 (2010): 46.
[30] Silvana Veto, "Higiene mental infantil y
psicoanálisis en la Clínica de Conducta, Santiago de Chile, 1936-1938". Asclepio, 69
n.° 2 (2017): 199.
[32] Marco Antonio León y Mauricio Rojas,
"Construyendo al futuro ser social: intervenciones médicas y pedagógicas
en la infancia anormal. Santiago de Chile, 1920-1943". Asclepio:
Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia, 67, n.° 2 (2015): 123.
[33] Asociación Americana de Discapacidades
Intelectuales y del Desarrollo AAIDD, Discapacidad intelectual, 37.
[34] Alexander Yarza
de los Ríos, Laura Mercedes Sosa y Berenice Pérez
Ramírez. Estudios
críticos en discapacidad. Una polifonía desde América Latina.
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[35] Charles Darwin,
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[36] Kurt Danziger,
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[37] Roger Smith, The Norton History of the Human Sciences
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[38] Lewis Aiken, Tests psicológicos
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[39] María Ángeles Lou
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[40] Jaime Caiceo, "Esbozo de la educación
especial en Chile: 1850-1980".
[41] Mercedes Rodrigo, "El problema de la
deficiencia mental y sus derivaciones de tipo social y humanitario". Revista de Educación
de Puerto Rico, 2, n.° 2 (1954): 107-116. https://revistas.upr.edu/index.php/educacion/artide/view/16590
[42] Decel Diccionario Etimológico Castellano en
Línea. Etimología
de morón, 2023. https://etimologias.dechile.net/?moro.n
[43] Barbel Inhelder,
"Contribución de los estudios sobre el desarrollo cognitivo
al
análisis de algunos fenómenos de psicopa- tología". Revista de
la Federación Española de Asociaciones de Psicología, 21, n.° 81 (1966): 14.
[44] María Ángeles Lou y Natividad López, Bases pedagógicas de
la educación especial, 254.
[45] Ibid.,
255.
[46] Joan Muntaner, La sociedad ante el deficiente mental
(Madrid: Narcea, 1995).
[47] Deborah Deutsch,
Bases
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y F. Ramos. 4. I ed. Ciudad de México: Pearson
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[48] Joan Muntaner, La
sociedad ante el deficiente mental, 15.
[49] Álvaro Marchesi, César Coll,
Jesús Palacios, Desarrollo psicológico y educación.
Trastornos del desarrollo y necesidades educativas especiales (Madrid: Alianza,
2001), 26.
[50] Lev Semiónovic Vygotski,
Fundamentos de defectología". En Obras Escogidas, tomo V, trad.
por
J. Blanck. (Madrid: Visor, 1997).
[51] Miguel Ángel Verdugo y Robert
Schalock.
Discapacidad e
inclusión. Manual y docencia (Madrid: Amaru,
2013).
[52] Marco Antonio León y Mauricio Rojas, "Construyendo
al futuro ser social...", 117-118
[53] Julián de Zubiria Samper. De
la escuela nueva al constructivismo un análisis crítico.
[54] Michel Foucault, Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión.
(Buenos Aires: Siglo XXI, 1990).
[55] Ibid.
[56] Carlos Pérez Soto. Una
nueva antipsiquiatría: crítica y conocimiento de las técnicas de control
psiquiátrico, (Santiago de Chile: LOM Ediciones, 2012).