https://doi.org/10.19053/uptc.01227238.18285
Artículo de
Reflexión
La interculturalidad en la educación como postura y potencia
epistémicas[1]
Interculturality
in Education as an Epistemic Stance and Power
Interculturalidade
na educação como posição epistémica e poder
Ximena Marin Hermann[2] https://orcid.org/0009-0005-4975-4043
Secretaria de Educación de Boyacá, Colombia
Institución Educativa Nuestra Señora de la
Candelaria de Ráquira, Colombia
Resumen
Objetivo: en este
artículo se reflexiona críticamente sobre el discurso de la interculturalidad
funcional en la educación y se propone un cuestionamiento al eurocentrismo y su
influencia en la praxis docente. El objetivo es controvertir el discurso
monocultural y abrir posibilidades para un enfoque intercultural que posicione
al docente en otras coordenadas epistémicas.
Originalidad/aporte: esta reflexión es relevante por cuanto
contribuye a develar los sentidos coloniales/modernos en la educación y a
proponer un giro epistémico que reconfigure la praxis educativa en la actual
crisis civilizatoria.
Método y estrategias/recolección de información: como método, apropia elementos de la
hermenéutica de la conciencia histórica, que entiende la realidad en movimiento
y con múltiples significados, y exige una constante reconfiguración del
conocimiento. La metodología cuestiona los elementos de la hermenéutica
mencionada en tres dimensiones: el devenir histórico con una perspectiva
decolonial, la respuesta estatal a las problemáticas culturales y las tensiones
entre monoculturalidad e interculturalidad en la educación. En estas
dimensiones se aprecian separaciones naturalizadas en los procesos educativos:
entre el ser humano y la naturaleza, el cuerpo y la razón, y lo tangible e
intangible. Una estrategia potenciadora del docente es develar lo oculto en el
discurso monocultural mediante la historización, lo que le permite apropiar la
interculturalidad como postura y potencia epistémicas, fomentar el diálogo
entre diversos y llegar a acuerdos éticos.
Conclusiones: la
reflexión concluye con la necesidad de reconocer la colonialidad
como contexto histórico para potenciar otros marcos de sentido propios de la
diversidad cultural escolar para cuidar la vida.
Palabras clave: Alteridad; cultura; diversidad; giro epistémico.
Abstract
Objective: This paper critically reflects on the discourse of functional
interculturality in education, proposing a challenge to Eurocentrism and its
influence on teaching practices. The aim is to question the monocultural
discourse and open possibilities for an intercultural approach that positions
educators within alternative epistemic frameworks.
Originality/Contribution: The significance of this reflection lies in revealing the colonial/modern implications in education and proposing an epistemic
shift that reconfigures the
educational practice in the face of
the current civilizational crisis.
Method and Data Collection Strategies: The method appropriates elements from the
hermeneutics of historical consciousness, which understands reality as dynamic
and imbued with multiple meanings, demanding constant reconfiguration
of knowledge. The methodology critically examines three dimensions of the
mentioned hermeneutics: historical evolution from a decolonial perspective, state responses to cultural problems, and the tensions between monoculturalism and interculturality
in education. These dimensions show naturalized separations within educational processes, such as between humans and nature, body and reason, and the tangible and
intangible. A key strategy for empowering educators is to
unveil what is hidden within
monocultural discourse through
historicization, allowing them to adopt
interculturality as both an epistemic stance
and power, fostering
dialogue between diverse groups
and reaching ethical agreements.
Conclusions: The reflection concludes with the need
to acknowledge coloniality as a historical context to empower
other frameworks of meaning rooted
in the cultural diversity of schools, ultimately
aiming to protect and sustain life.
Keywords: Otherness; culture; diversity; epistemic shift.
Resumo
Objetivo: Este artigo
reflete criticamente sobre o discurso da interculturalidade funcional na
educação, propondo uma crítica ao eurocentrismo e à sua influência na prática
docente. Seu objetivo é questionar o discurso monocultural e abrir
possibilidades para uma abordagem intercultural que posicione o docente em
novas coordenadas epistêmicas.
Originalidade/Contribuição: A relevância desta reflexão contribui para revelar os
sentidos coloniais/modernos na educação e propõe uma mudança epistêmica que
reconfigure a práxis educativa na atual crise civilizatória.
Método e Estratégias/Coleta de
dados: Como método, apropria-se de
elementos da Hermenêutica da Consciência Histórica, que entende a realidade
como dinâmica e com múltiplos significados, exigindo uma constante
reconfiguração do conhecimento. A metodologia questiona os elementos dessa
Hermenêutica em três dimensões: o desenvolvimento histórico com uma perspectiva decolonial, a
resposta estatal às problemáticas culturais e as tensões entre monoculturalidade e interculturalidade na educação. Nessas
dimensões, observam-se separações naturalizadas nos processos educativos: entre
o ser humano e a natureza, o corpo e a razão e o tangível e intangível. Uma
estratégia que potencializa o docente é revelar o que está oculto no discurso
monocultural por meio da historização, o que lhe
permite apropriar a interculturalidade como postura e potência epistêmica,
promovendo o diálogo entre diversos e alcançando acordos éticos.
Conclusões: A reflexão
conclui com a necessidade de reconhecer a colonialidade
como um contexto histórico para potencializar outros marcos de sentido próprios
à diversidade cultural escolar, visando cuidar da vida.
Palavras-chave: Alteridade; cultura; diversidade; virada epistêmica.
Recibido: 10/02 /2024
Evaluado: 16/03/024
Aprobado: 27/06/2024
Publicado: 01/09/2024
Introducción
En este artículo de
reflexión se aborda la importancia de la interculturalidad en los procesos
educativos desde una perspectiva epistémica crítica, entendida como una
categoría con múltiples orígenes y significados. Es analizada tanto desde su
tratamiento en la educación tradicional como desde las posibles
transformaciones que ofrece para las prácticas docentes y la experiencia
educativa de los estudiantes.
Para fundamentar este
análisis, metodológicamente hablando, se recurre a la epistemología de la
conciencia histórica[3],
la cual sostiene que la realidad es dinámica y está en constante
transformación. Esta visión crítica cuestiona la rigidez de las teorías
educativas tradicionales que perpetúan una concepción estática de la realidad y
subraya la necesidad de resignificar continuamente los conceptos teóricos en
coherencia con los cambios constantes de la realidad sociohistórica.
El artículo se
estructura en tres partes principales. Inicialmente, se busca comprender el
sentido de la interculturalidad que se aborda en el presente artículo, para lo
cual se destacan diversos orígenes y tendencias que resaltan algunos autores
latinoamericanos. Un breve y necesario recorrido como introducción a la
reflexión, ofrece las coordenadas de ubicación de dos tendencias sobre la
interculturalidad: la primera, que surge del reconocimiento de la diversidad
social frente a la necesidad de políticas públicas inclusivas, y la segunda,
que promueve una comprensión profunda de la diversidad cultural y la
decolonialidad.
Después del
posicionamiento del foco analítico, un recorrido por el surgimiento de la
interculturalidad y la distinción de sus tendencias,
se entra en la reflexión crítica, una segunda parte estructurante del presente
artículo que aborda la monoculturalidad imperante en el sistema educativo
actual, en donde se excluyen otras formas de conocimiento y se perpetúa una
visión eurocentrista de la educación. Esta sección plantea la necesidad de un
cambio epistémico que permita la emergencia de otros futuros posibles, es
decir, las coordenadas para vivir la interculturalidad como postura epistémica
de los sujetos educativos que evidencia y potencia la diversidad en la
educación.
En la tercera parte se
exploran las implicaciones desde este abordaje en la práctica de una educación
intercultural crítica. Se propone que, para transformar verdaderamente el
sistema educativo, es esencial reconocer y valorar las múltiples cosmovisiones
o conocimientos ancestrales que perviven en la diversidad cultural. Este
enfoque promueve la construcción de principios éticos que resignifiquen el
sentido de la educación, fomenten el buen vivir y el cuidado de la vida en el
planeta. El artículo concluye con una llamada a la acción para reconfigurar la
escuela y las prácticas docentes, y potenciar la construcción de conocimiento
desde experiencias, historizaciones y subjetividades que parten en primer lugar
del docente.
Con esta estructura, el
documento se acerca a una visión comprensiva y crítica de la interculturalidad
en la educación, proponiendo un cambio profundo en la manera en que se la
entiende y se la vive, ya que los contextos educativos y escolares son plenamente
diversos.
Pilar epistémico en breve para el abordaje
reflexivo
Con base en la intención
de este artículo de reflexión que plantea la pregunta sobre el lugar de la
interculturalidad en los procesos educativos, se requiere presentar la
perspectiva epistémicamente crítica, una mira que, además de comprender el
discurso desde su tratamiento en la educación tradicional del sistema
educativo, explora posibilidades interculturales que se abren especialmente
para los docentes y estudiantes a través de las prácticas educativas.
La mirada epistémica
para develar el discurso se construye a partir de los elementos fundantes que
ofrece la epistemología de la conciencia histórica[4].
Siguiendo a Zemelman, quien menciona que la realidad no es fija, sino que está
en un proceso constante de movimiento, cambio, transformación y, podríamos
agregar, transmutación. “La realidad que enfrentamos, la realidad socio-histórica, tiene múltiples significados. No es una
realidad clara, inequívoca, con una significación cristalina y a la que se le
pueda abordar sencillamente construyendo teorías”[5].
Según el autor, la idea
anterior implica reconocer que existe un desfase entre los cuerpos teóricos y
la realidad, pues los conceptos que a veces se utilizan, creyendo que tienen un
significado claro, no lo tienen. Por lo tanto, se plantea la necesidad de una
constante resignificación[6],
lo que abre el análisis desde un orden metodológico y epistémico para esta
reflexión. La búsqueda por resignificar surge precisamente por el desajuste
entre la teoría y la realidad, debido a que los conceptos se construyen a un
ritmo más lento que los cambios que se dan en la realidad externa al sujeto[7].
Esta distinción,
plasmada por Zemelman en varias discusiones y entrevistas, además de reconocer
que los discursos teóricos son fundamentados en la idea de una realidad
inmóvil, producen sujetos para la cultura colonial/moderna, lo cual implica
distanciarse críticamente de las teorías.
Siguiendo a algunos
autores, los conceptos son cerrados y forman parte de cuerpos teóricos
acumulados, considerados como verdades para explicar la realidad y generar
leyes universales que no necesariamente tienen un significado real para el
momento en que se comprende el presente[8].
Los discursos teóricos, aunque rigurosos, coherentes y persuasivos, no permiten
alternativas, ya que sus pretensiones y valores gradualmente se convierten en
la forma inevitable de ser, pensar, actuar y decidir[9];
por lo tanto, es prudente y necesario repensar e incluso vaciar el sentido de
los conceptos, categorías o teorías con las que se ha construido el sujeto
desde donde entiende y actúa en su realidad. En este sentido, el pensamiento epistémico[10] reconoce que el proceso de construcción de
conocimiento se basa en la articulación entre niveles y momentos históricos, en
donde los niveles hacen referencia a lo económico, lo político, lo familiar, lo
educativo o lo social; y los momentos son recortes de realidad con marcas o
afectaciones que determinan una sintomatología en el devenir de un sujeto
erguido. Esta articulación, entendida como el sumergimiento hermenéutico para
ver y comprender lo profundo que está más allá de la punta del iceberg, determina
la comprensión de la realidad, superando lo que el discurso hegemónico
determina que es.
Es importante aclarar el
sentido de la crítica. En consonancia con las ideas de Zemelman[11],
esta se entiende como “una postura, como una actitud que cada persona es capaz
de construirse a sí misma frente a las circunstancias que quiere conocer”[12].
La reflexión crítica, entonces, no es teórica, ya que “el problema es la teoría
misma; por eso ésta requiere ser resignificada, revisada a la luz de las exigencias de las
realidades históricas, muchas veces emergentes, nuevas, inusitadas,
imprevistas”[13].
Lo planteado establece
el punto de partida para el abordaje reflexivo sobre la interculturalidad: el
distanciamiento de lo que Zemelman denomina un pensamiento teórico[14] para
favorecer la emergencia de ideas fuerza y sentidos constituyentes de los
discursos sobre la interculturalidad en la educación.
Diversos orígenes y sentidos de la
interculturalidad
Al reflexionar sobre la
incidencia de la interculturalidad en la educación desde una perspectiva
epistémica, es esencial ofrecer un preámbulo sobre los orígenes y significados
de la interculturalidad, destacando dos marcadas tendencias ya evidenciadas y mencionadas
por algunos autores. Aunque no es la intención central del presente artículo,
este aparte pretende ubicar al lector en las coordenadas para la reflexión que
desde la crítica le ofrece elementos para configurar su propia actividad
intercultural en la educación como postura y potencia epistémicas.
Marin[15] señala que la interculturalidad es una
categoría polisémica con múltiples orígenes. Básicamente, emerge de tres
procesos dependiendo del contexto de los actores y la diversidad de problemas
involucrados: (i) la necesidad de formular políticas públicas para la
diferenciación social y la globalización; (ii) la
resistencia y defensa de las particularidades culturales y sus identidades,
como por ejemplo los movimientos sociales feministas o la comunidad LGBTIQ+, entre otros; y (iii) el
ámbito académico, donde la interculturalidad se investiga para comprender
problemas relacionados con la diversidad y las culturas, o para apoyar
movimientos de sus propios grupos desde una perspectiva de resistencia y
reconocimiento de la diversidad cultural. Para la autora, algunas propuestas,
aunque reconocen la necesidad de la decolonialidad, terminan siendo
perspectivas de inclusión a la modernidad que anulan la diversidad, es decir,
por el reconocimiento jurídico de la igualdad de derechos.
Siguiendo lo referenciado por Marin, los discursos interculturales también
están constituidos por factores como
la comprensión de la cultura,
la diversidad y el reconocimiento o no de la colonialidad
como ejercicio de poder, que, a través de la igualdad y la homogeneización, ha
intentado construir una comprensión supracultural, arraigada y promovida por el
sistema educativo moderno, que niega y excluye otras formas
de ver, entender y relacionarse con el mundo[16],
presentes en las culturas de los estudiantes.
De esta
manera, Marin[17] y otros autores como
Walsh[18],
identifican dos tendencias fundamentales en la interculturalidad. La primera se
centra en reconocer problemas relacionados con la diversidad social, la marginación
y exclusión de ciertas poblaciones. Para afrontar estas problemáticas se construye ciudadanía inclusiva como una salida para trascender las condiciones de injusticia social, rezago
sociocultural y económico, en
busca de ofrecer mayor acceso y oportunidades a los excluidos para que alcancen la calidad de vida. En este contexto, su acción
se concentra en la formulación de políticas públicas educativas que aseguren la inclusión de diversos grupos con acciones pedagógicas orientadas a la formación de competencias interculturales en servidores públicos
como los docentes[19].
Siguiendo lo presentado por las autoras, aparece una segunda
tendencia que busca construir nuevas perspectivas para entender las relaciones conflictivas entre el Estado y las poblaciones culturalmente diversas, y promover el reconocimiento
de sus identidades y de la diversidad.
En lugar de centrarse en los usos,
costumbres y manifestaciones
superficiales del folclor, esta comprensión de la interculturalidad se enfoca en el sentido
profundo de la cultura, en los marcos de sentido
y cosmovisiones que las fundamentan
y las hacen pervivir, que implican una forma particular de comprender, ser y estar en el mundo.
Algunos llaman a esto interculturalidad crítica, liderada por Walsh[20],
mientras que otros[21]
la denominan pluriversidad. En definitiva, contiene elementos críticos para abrir la reflexión, pues asegura Marin[22]
que en esta segunda tendencia se pueden reconocer tres ideas fuerza que se entrelazan para las pretensiones
de la siguiente reflexión: las nuevas formas de convivencia desde la
diversidad, el proyecto decolonial y la reconfiguración de subjetividades a
través de la historización como dispositivo.
Foco analítico
Considerando los
planteamientos de Zemelman[23]
sobre la articulación entre momentos y niveles para el desarrollo de un pensar
epistémico de la realidad que permita superar la ilusión óptica de la punta del
iceberg y sumergirse en lo profundo para ver la realidad de otra manera, se
aclara cómo se abordan estas categorías del autor en la reflexión. En este
análisis epistémico, los momentos históricos se denominan dimensiones, es
decir, no se pretende abordar una línea del tiempo con recortes de realidad. Es
así como se pone el foco en dimensiones, básicamente tres, para la comprensión de los
discursos sobre la interculturalidad: la primera aborda el devenir histórico
con una perspectiva decolonial; la segunda se enfoca en la respuesta del Estado
y las instituciones frente a las problemáticas culturales; y la tercera pone en
tensión la monoculturalidad con la interculturalidad. Las dimensiones se sitúan
y articulan en el nivel educativo en busca de la coherencia en el discurso a lo
largo de la reflexión crítica. Es de resaltar que estas categorías permiten la
reconfiguración hacia un sujeto erguido,[24]
para este caso, un docente que apropia la interculturalidad como postura y
potencia epistémicas.
Entrando en la primera
dimensión, desde la colonización de América se ha construido un sistema mundial
monocultural que niega las otras culturas a través de una idea impuesta y
naturalizada. La lógica civilizatoria o evolución humana, asociada a la calidad
de vida, la desigualdad monetaria, el éxito, el consumo y la acumulación de
capital, configura una episteme monocultural sustentada en el capitalismo. Es
decir, el proceso de la conquista no solamente estuvo marcado por la violencia
física y la usurpación de los territorios, también por una violencia epistémica
que aún persiste, por ejemplo, la imposición de valores occidentales en la
educación de comunidades indígenas en Perú, donde las prácticas y conocimientos
ancestrales son marginados[25].
No es desconocido que,
con el fortalecimiento del capitalismo global en este momento histórico (como
lo aseguran algunos decoloniales), Europa logra alcanzar una hegemonía que no
tenía, a través de una nueva ruta de mercado por el Atlántico con productos
provenientes de sus colonias. El capitalismo se fortalece y hegemoniza desde un
ejercicio de control e imposición de una única manera de ver el mundo que es
unilineal y evolutiva, donde los otros y sus saberes son negados y además
colocados en la escala más baja de la evolución humana. Como plantea Quijano[26],
esta lógica instaura un proceso evolutivo desde lo salvaje a lo civilizado, y
actualmente de lo subdesarrollado a lo desarrollado.
Quijano[27]
y Lander[28]
develan un ejercicio de dominación desde el saber y poder. Esta lógica
determina la manera de pensar y comprender la realidad, y da lugar a la
monoculturalidad vendida como ideal de humanidad. Es decir, los pueblos para
desarrollarse tienen que ajustarse a la idea de desarrollo que se instala como perspectiva de realidad en las
familias y se extrapola a la escuela. De esta manera surgen los Estados
modernos con subsistemas, políticas públicas e instituciones educativas,
jurídicas, de salud pública, entre otros, para superar la pobreza, la falta de
oportunidades o las necesidades afines al consumo y la acumulación de capital.
La educación
tradicional, influenciada por políticas públicas orientadas por organismos
internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo, la OCDE u otras
entidades internacionales[29],
refleja esta lógica al premiar lo culto y penalizar lo incivilizado, con lo
cual niega las formas culturales locales de conocimiento y de habitar el mundo.
Esto se ve en los currículos educativos que marginan los conocimientos
ancestrales. Un ejemplo de esto es el currículo estandarizado en México,
criticado por no integrar adecuadamente las lenguas y culturas indígenas[30].
En el ámbito
investigativo de la educación predomina la pregunta sobre la eficiencia en la
transmisión de conocimiento, concretada en verdades incuestionables que los
estudiantes internalizan para ser alguien en la vida.
La escuela se convierte
en un dispositivo fundamental para reproducir una única racionalidad divisoria
y polarizante con separaciones entre el ser humano y
la naturaleza, entre los mismos sujetos (al entrar en la competencia escolar y
laboral), entre la mente (espacio privilegiado de la razón) y el cuerpo
(asociado a lo salvaje, instintivo o pecaminoso), entre el pensamiento teórico
(lo empírico-morfológico) y el pensamiento epistémico (vinculante y simbólico),
estrechamente relacionadas con la separación entre lo tangible (observable,
demostrable y cuantificable que construye verdades) y lo intangible (como las
dimensiones espirituales, subjetivas, ancestrales, entre otras).
Aunque existen más
divisiones posibles, se pretende mostrar las fundamentales en esta discusión.
La primera y la segunda separaciones se basan en la
noción de desarrollo civilizatorio, una distinción impuesta por la modernidad
mediante dispositivos que definen y naturalizan la realidad humana como un
proceso evolutivo lineal. Este enfoque establece diferencias entre atrasados y
desarrollados, civilizados y salvajes, humanos y no humanos.
El desarrollo
civilizatorio se concibe como una ruta individual que exige superar el atraso y
salvajismo para alcanzar plenitud y libertad, principalmente mediante el
consumo, la producción, la acumulación y la adquisición de conocimientos
científicos que son considerados la única verdad sobre la realidad. Esta idea
del desarrollo civilizatorio se impone a través de dispositivos como la
escuela, la familia, la Iglesia y las ciencias.
En la escuela, la razón
del estudiante se convierte en el medio central para adquirir conocimiento
universal, presentado como la única verdad sobre la realidad. Esto impone una
forma única de pensar, ser y estar en el mundo, reflejada en los proyectos de
vida, los roles sociales y la calidad de vida en la adultez. La escuela forma individuos para que sean alguien en
la vida, es decir, para cumplir un rol en el mercado
laboral con igualdad
de oportunidades. Sin embargo, este modelo promueve la competencia,
donde el individuo, mediante el sacrificio personal y los estudios académicos,
se inserta en una estructura que lo parametriza. Para ser alguien, se debe seguir rigurosamente un camino
predeterminado para la realización humana ligado al desarrollo, el consumo y la
acumulación, lo que conlleva la pérdida de conciencia sobre la explotación al
servicio del capital.
Esta forma de
realización humana sigue siendo un pilar de la cultura moderna, que perpetúa
las estratificaciones sociales y jerarquías laborales, donde no todos logran
ingresar, lo que lleva a la exclusión que deviene en la pobreza. Entonces, el
proyecto de vida moderno es selectivo e irrealizable para la gran población. La
racionalidad moderna permite la realización humana de manera individual,
creando un falso sentido de libertad que se identifica con la acción personal y
libre de elegir su rol y proyecto de vida a expensas de la vida misma, la subalternización de muchos y la explotación de la
naturaleza.
La idea expuesta coloca
al ser humano en un lugar privilegiado dentro de la evolución, lo que lo
desvincula de la naturaleza, considerándola ajena a él. Estar unido a la
naturaleza se percibe como signo de atraso o subdesarrollo. Así, surge la
distinción y separación con la naturaleza. Las ciencias, como dispositivo de la
modernidad, han resaltado características humanas que lo distingue y separa de
los animales y otros seres vivos para posicionarlo como ser superior y dueño de
la naturaleza. Según esta lógica, la capacidad racional humana, que le permite
prever, modelar la realidad y manejar el tiempo, es lo que hace la diferencia
con los animales y otros seres vivos.
Desde esta perspectiva,
el ser humano es visto como el centro y dueño de la naturaleza, convertida
ahora en un objeto para ser explotado y economizado. Bajo esta lógica, ella es
percibida como una bodega de recursos que se recupera a sí misma para seguir
proveyendo lo que algunos llaman servicios ambientales. En esta fragmentación
del vínculo humano-naturaleza, el primero se convierte en un ser pensante
separado de un objeto inerte, olvidando que él es solo un nodo dentro del
tejido rizomal de la vida.
Al fragmentarse este
vínculo, la naturaleza deja de ser vista como esencia y se convierte en un
medio para la realización humana. Así, Homo sapiens, entidad distinta de otras especies, decide no
respetar y moverse por fuera de las leyes de la naturaleza. La manipulación del
tejido natural tiene como efecto visible la destrucción de la vida en el
planeta, que amenaza la sustentabilidad de la casa en común.
La tercera idea de
separación se constituye entre la razón y el cuerpo. El último íntimamente
relacionado con la naturaleza, pues se alimenta y sostiene gracias a ella. Para
los fines de la homogeneización de la cultura moderna, el cuerpo ha sido
apresado en su expresión física. El mercado, los medios de comunicación y la
escuela han impuesto unas formas únicas y válidas de las figuras corporales en
hombres y mujeres. Esto se evidencia tan solo en algunos ejemplos. El cuerpo de
las mujeres se convierte en un escenario de conflicto dentro de la sociedad patriarcal y moderna. La
situación no solo está relacionada con los roles reproductivos asignados a las
mujeres, sino también[31]
con la creación de una subjetividad que facilita la dependencia, subordinación
y opresión. Esta subjetividad ha dado lugar a prácticas de control,
discriminación y violencia, las cuales se normalizan y legitiman tanto social
como políticamente. Esto se logra mediante el uso de imaginarios, estereotipos,
símbolos, códigos y valores que imponen una feminización abrupta sobre esos
cuerpos.
Los cuerpos femeninos
son hermosos si cumplen con los cánones y medidas de 90-60-90, y los cuerpos
masculinos con músculos desarrollados que expresen la fuerza masculina. Por
eso, el cuidado del cuerpo se enfoca en modas, dietas y ejercicio físico para mantenerlos
en la forma homogeneizante de la modernidad y para
esto se abren los gimnasios y spas que incluyen máquinas y espacios relajantes y
aliviadores del estrés corporal producido por el rol social del sujeto en la
modernidad. De esta manera, el sentido del cuerpo está orientado hacia una
expresión externa y superficial que desconoce y anula su vínculo con la
naturaleza. La modernidad construye la idea del cuerpo masculino y femenino
reproducido por consumo; y el cuidado del cuerpo se encamina hacia lo glorioso
y perfecto que otorga un prestigio personal en la sociedad.
Se podría decir que
existen dos tipos de cuerpos que se contradicen y sobreponen: el primero,
sumergido, moldeado, homogeneizado y subalternizado
en la modernidad que está separado de la razón; y el segundo, que mantiene el
vínculo con el territorio, no solo para la supervivencia sino para la vida
dentro de ese tejido rizomático de la naturaleza, supeditado a las leyes de
esta en un territorio determinado.
Por otro lado, mente y
razón se convierten en la capacidad del ser humano para pensar y relacionarse
con su realidad, como único camino de mirarse y ser una entidad superior por
fuera de la realidad y de su propio cuerpo, lo que genera una falsa sensación
de libertad, que desconoce que la razón está imbricada con el cuerpo y, por lo
tanto, que existe una profunda comunicación entre las dos partes.
La modernidad le da un
lugar especial y cognoscente a la razón como la posibilidad de adquirir
conocimiento en el sentido de la erudición, así se puede cumplir un rol en la
sociedad moderna y se convierte al cuerpo en un lastre que se vincula, en
muchos casos, con el espacio de lo pagano y sucio, desconociendo su estrecho
vínculo con la naturaleza. Entonces, se naturaliza una ruptura entre
razón/mente y cuerpo, otra de las separaciones que fundamentan la cultura
colonial/moderna. Este planteamiento es afín con la biopolítica foucaultiana en donde el cuerpo es considerado una máquina
idónea construida con habilidades para desarrollar un rol en la sociedad por el
cual recibe un salario[32].
Al mencionarse que la
razón es cooptada por la modernidad y la escuela porque se convierte en el
medio para adquirir el conocimiento producido por las ciencias, se impone una
única verdad sobre la realidad y, por ende, una única manera de pensar, ser y estar
en el mundo, que se refleja en los proyectos de vida, en los roles, en las
realizaciones, en el prestigio, en la vida espléndida o en la calidad de vida. Por
ejemplo, en la escuela se forma para ser alguien en la vida, o sea, para cumplir un rol[33]
en el mercado laboral con igualdad de oportunidades para todos, donde
el sujeto moderno, a través de un sacrificio individual y sus estudios
académicos, entra en la competencia y escalimetría
que lo parametriza. Es decir, que para ser alguien, hay que estudiar más y
emprender un camino de realización humana atado a la idea de progreso, de
consumo, de acumulación y de ahorro, donde se pierde la consciencia del ser
explotado al servicio del capital.
Esta única manera de
realización humana sigue marcando en la cultura moderna las estratificaciones
sociales y las jerarquías laborales donde no todos entran, pues, como se ha
mencionado, la exclusión deviene en pobreza. En otras palabras, el proyecto de vida
moderno es selectivo. En últimas, la racionalidad moderna permite la
realización humana de manera individual.
Al entrar en la
discusión sobre las diversas expresiones de la razón, aparece una cuarta idea
de separación, entre lo que es pensar teóricamente y el pensar epistémico.
Aunque se ha mencionado la potencia articulante que
se desarrolla con el pensar epistémico[34],
se pretende traer a la discusión lo que es un pensamiento simbólico y
vinculante. Es decir, no se puede hablar de un pensamiento epistémico sin
abordar lo simbólico y lo intangible, incluso lo espiritual.
Las ciencias al servicio
de la modernidad son las productoras de conocimiento que instauran una única
verdad sobre la realidad e invisibilizan otras esferas de lo humano. Existen
formas de comprender la realidad, propias del nivel sublime, espiritual, invisible
y simbólico, que están por fuera del método científico, precisamente porque es
objetivo, demostrable y tiene como centro el sentido de la observación.
Estas esferas propias de
lo humano que se contemplan en lo intercultural ponen en riesgo las anteriores
separaciones, es decir, son peligrosas porque mueven el piso epistémico de la
cultura colonial/moderna. Entonces, la ciencia, obedeciendo a la lógica civilizatoria,
suplanta esas ideas simbólicas de comprender la realidad y se las deja a la
religión, específicamente a la cristiana dominante, aprovechando que ella
también ejerció y acompañó en la historia el proceso de dominación colonial
sobre las otras religiones.
Se podría decir que la
construcción de sujetos desde el cristianismo tiene sus afinidades con la
construcción de sujetos desde la modernidad. Ambas enfocadas en la salvación;
una se mueve desde el orden racional con el desarrollo de la calidad de vida como
única forma de realización humana y la otra para la salvación de las almas
desde el orden simbólico. Por lo tanto, la racionalidad moderna no riñe con la
religión, sino que se amanguala con ella, conviven en un concubinato. Buena
parte del ideal de felicidad humana no solamente está atado al consumo, sino a
la salvación de almas, construyéndose una imbricación.
Es de resaltar que la
historia de la colonización de América se fundamentó en una concepción
religiosa cristiana que implantó las primeras distinciones entre lo humano y lo
no humano, entre lo pagano y lo divino, que se perpetúan hoy en día con las
distinciones entre atrasados y civilizados, entre razón y cuerpo.
Adicionalmente, en la
moralidad cristiana se naturaliza la sumisión y esta
condición es un elemento fundante del capitalismo. Por lo tanto, existen
elementos afines y complementarios entre la racionalidad moderna y la religión
cristiana. Por un lado, la sumisión está dada desde el orden de lo simbólico
(palabra de Dios) y, por otro lado, está dada desde la racionalidad (la única
verdad). Ambas finalmente generan en el sujeto unas formas de pensar, sentir,
hacer, ser y estar en el mundo, fundadas en la aceptación de la autoridad, ya
sea divina o racional.
A pesar de las
contradicciones que puedan surgir entre la racionalidad científica y la
religión cristiana, como se mencionó, existe un concubinato entre las dos desde
sus fundamentos, pues expresan algunas afinidades e imbricaciones que en
algunos casos son difíciles no solo de ver, sino de separar. Esto se observa en
la escuela. Como se ha indicado[35],
su surgimiento no es un invento de la racionalidad moderna, sino de la
moralidad cristiana, en un intento por salvar las almas de los niños/as y
jóvenes perdidos de la fe. En sus inicios se concibió como un hospicio
religioso para recoger almas perdidas, catequizarlas, en definitiva, sanearlas y disponerlas para la salvación. Es por esto
por lo que en el pénsum escolar se empieza a incorporar la cátedra religiosa,
sumada a las cátedras de ciencias puras; un claro ejemplo de imbricación como
estrategia de dominación de las esferas de lo simbólico y lo racional.
Son varios los ejemplos
donde la modernidad reconoce que hay un campo simbólico humano, que, en la
necesidad de homogeneizar, acepta la imposición de una sola religión con su
interés moral sin entrar en contradicción con ella. En definitiva, hay una luz espiritual
conducida por la Iglesia cristina y hay una luz racional conducida por la
ciencia, las cuales, a través de una imbricación y concubinato producen y
culminan en una realización humana con un componente fuerte de salvación de los individuos y la vida espléndida. Así
como la racionalidad moderna naturaliza la verdad, la religión cristiana
naturaliza y reduce el universo simbólico a un solo dios a partir del miedo.
A pesar de la democracia de los Estados modernos, el concubinato
representado en la imbricación entre la razón y lo simbólico, pasa a ser un
concordato que se perpetúa en la actualidad de manera sutil a pesar de los
esfuerzos por transformar las constituciones y leyes estatales, con el fin de
mantener los individuos gobernados, subalternizados y
homogeneizados. En Colombia, considerado un Estado pluriétnico, plurirreligioso y pluricultural, en la escuela pública se
sigue obligando a participar en rituales católicos y se mantiene la cátedra de
Religión enfocada predominantemente en el cristianismo.
Así las cosas, las
separaciones expuestas son ideas estructurantes y funcionales de la episteme
colonial/moderna que se arropa con la misma cobija de la interculturalidad
funcional (primera tendencia) y que se reproduce en la educación tradicional y
da pie a dispositivos, conductas, maneras de pensar y actuar frente a la
realidad. En la escuela surgen dispositivos disciplinares como el observador,
el manual de convivencia, y estándares de competencias medibles, que
homogenizan a los estudiantes y perpetúan la violencia epistémica, lo que
dificulta la exploración de tensiones y vínculos de sentido propios de la
diversidad dentro del aula escolar. Un claro ejemplo es el uso de pruebas
estandarizadas como “Evaluar para Avanzar”, que no consideran las diversas
realidades culturales de niños y niñas (campesinos),
especialmente en contextos rurales marginales en Colombia.
Las instituciones
educativas, los docentes y las políticas públicas consideran un reto la
superación de conflictos surgidos de la diversidad, de ahí que promuevan
competencias ciudadanas como el respeto, la tolerancia y el reconocimiento del diferente. Sin
embargo, estas soluciones no profundizan en los marcos cosmológicos que
configuran las culturas, mucho menos en que los sujetos-estudiantes pueden
producir conocimiento desde sus propias experiencias, por fuera de los rangos
eurocéntricos.
En este contexto surge
una segunda dimensión sobre la comprensión de la interculturalidad, impulsada
por movimientos sociales que rechazan la visión impuesta de la realidad. Aquí,
los Estados han tenido que moverse para aceptar e incorporar a los que son
diferentes. En consonancia con Walsh,[36]
la multiculturalidad surge como respuesta a la diversidad, en donde
se reconoce a los otros como diferentes. Sin
embargo, las diferencias son apreciadas desde lo superficial, como la lengua,
la comida, los acentos, el vestido, los bailes tradicionales, entre otros; mas
no desde los sentidos profundos construidos individual o colectivamente que
determinan la comprensión y relación con un territorio y el mundo. Un ejemplo
de esto es el movimiento indígena en Bolivia, que ha luchado por el
reconocimiento de sus derechos y su cosmovisión en el ámbito educativo.
En el multiculturalismo,
llamado por Walsh[37]
como interculturalidad funcional, los Estados de derecho desarrollan una
atención diferencial o inclusiva como
ejercicio monocultural para incluir a las otras culturas en la modernidad. Un
ejemplo en el nivel educativo es la etnoeducación y el bilingüismo que
promueven la tolerancia y el aprecio por las diferencias, pero siguen
imponiendo conocimientos y teorías eurocentristas como únicas verdades. Lo que
circula por los espacios educativos es una sola episteme y en algunos casos se
rescata el folclor de los pueblos en espacios como izadas de bandera o
celebración del día de la familia. Según Walsh[38],
esta práctica refleja una integración simbólica que no transforma
verdaderamente las estructuras de poder ni las relaciones interculturales, y,
por ende, perpetúa así la hegemonía cultural existente.
En los grupos de
estudios decoloniales lo que se entiende por cultura se acerca a los postulados
de Geertz. Surge así una tercera dimensión comprensiva con rupturas que ponen
en jaque la cultura colonial/moderna. Geertz[39]
argumenta que la comprensión de la cultura no se basa en las diferencias
superficiales, sino en las profundas, los marcos de sentido que no se ven y que
determinan maneras de pensar, sentir y actuar colectivamente en un territorio
particular. La cultura es un sistema de símbolos y significados, y su
interpretación debe enfocarse en los contextos profundos y las interacciones
simbólicas que forman parte de la vida cotidiana.
Adicionalmente, desde
las ciencias sociales posmodernas en su momento se debatió la verdad. Foucault,[40]
Deleuze y Guattari,[41]
Derrida[42]
y Levinas[43],
en las décadas de 1960 y 1970 cuestionaron la unicidad de la verdad y
promovieron la relatividad de esta, destacando la importancia de la alteridad.
Este enfoque permite una reflexión crítica sobre las estructuras de poder y las
relaciones interculturales, que impulsa una comprensión más profunda y
contextual de las diversas realidades culturales. En algunos de estos
planteamientos, la alteridad es lo que se pone en cuestión, situación contraria
al multiculturalismo, que busca convertir al otro en lo que yo soy y lo que yo pienso.
La alteridad como campo
de reflexión fortalece un proceso de decolonialidad del ser y del saber en
América Latina y el Caribe, promovido por grupos de estudio decoloniales, la
filosofía de la liberación, movimientos pedagógicos como los de Freire, la educación
popular y el retorno a la educación propia. La escuela se revela como un
dispositivo de construcción de sujetos para la cultura colonial/moderna, a
través de ejercicios de subalternización. Por ello,
es necesario un giro epistémico que propicie un cambio de paradigma y permita
la emergencia de otros futuros posibles.
En suma, la crisis no
solo se reconoce desde las ciencias sociales posmodernas que cuestionan el
carácter de verdad, también se abren posibilidades para que emerjan otras
maneras de comprender el mundo desde la interculturalidad, como los
conocimientos ancestrales de campesinos e indígenas, entre otros. Lo expuesto
marca una tensión entre la monoculturalidad o multiculturalidad y la
interculturalidad crítica o la pluriversidad centrada
en la alteridad en donde se ve al otro como un alter total y se pone
en cuestión la verdad y la evolución humana.
La incidencia de la
interculturalidad o pluriversidad en la educación
implica una reconfiguración de docentes, sistemas educativos y escuelas. Esta
interculturalidad crítica en la educación promueve un giro epistémico para
reconocer y valorar las culturas, darles lugar a los saberes otros y formas de
producción de conocimiento diferentes a las establecidas por la modernidad
hegemónica. Las culturas y sus saberes están al mismo nivel que el conocimiento
científico, porque la alteridad da un lugar al otro al desmontar el ejercicio
ideológico que lo hacía aparecer como atrasado, subdesarrollado, inculto,
incivilizado o salvaje.
La evidencia de otras
verdades posibles, emergentes en el pensamiento crítico latinoamericano e
incluso en las ciencias sociales posmodernas en su momento, desafía la única
verdad impuesta y naturalizada en la actual escuela.
Conclusiones
desde lo no pensado: las pedagogías de las cosmovisiones
La interculturalidad ha
sido objeto de debate en las reflexiones teóricas y epistémicas, pero pocas
veces se ha avanzado en cómo se plasma en el currículo y las didácticas. Por
ello, es necesario indagar y construir dispositivos pedagógicos y didácticos desde
la perspectiva intercultural crítica, que reconozcan al sujeto-estudiantes como
constructor de conocimiento a partir de diversas apuestas pedagógicas de los
pueblos, como por ejemplo la educación propia y ancestral.
Desde la incidencia de
la interculturalidad crítica en la educación, surge la pregunta: ¿cuál es el
rol de la escuela frente a lo diverso? Al concebir la escuela como un espacio
de tensión, se potencia su capacidad para romper con la monoculturalidad, lo
que permite la entrada de otras epistemes propias de los sujetos. Esto plantea
cuestiones: ¿cómo reconfigurar la escuela hacia lo pluriverso?
¿Qué posibilita el tránsito de la interculturalidad en la educación?
Esta reflexión no
alcanza a dar respuesta a la variedad de cuestiones que pueden surgir desde una
perspectiva epistémica. Sin embargo, un punto de partida es distanciarse de la
teoría, dándole otro lugar, y potenciar a los sujetos como constructores de conocimiento
desde sus propias realidades y subjetividades. Estos componentes no son
contemplados por la teoría, ya que, como plantea Zemelman,[44]
hay una distancia entre teoría y realidad.
De esta manera, el
sujeto se posiciona con una idea importante: la construcción de conocimiento es
un ejercicio político para hacer devenir lo no devenido. El docente que se
pregunta por la interculturalidad en su praxis, potencia a sus estudiantes para
acrecentar su conciencia, es decir, un darse cuenta de su capacidad para construir conocimiento y
transformar su realidad configurando otros futuros posibles, ¿cuáles? los que
determine cada sujeto, en su contexto, desde la lectura crítica de su realidad
y desde sus vivencias, de modo que lo conduzcan hacia el buen vivir.
Se concluye que un rasgo
común de esta comprensión de la interculturalidad en la educación es reconocer
la colonialidad como contexto histórico, considerando
la historización como un dispositivo intercultural que permite construir
consciencia individual y colectiva mediante preguntas como ¿quién soy? y ¿cómo
he llegado a ser lo que soy? Tanto la historización como la autobiografía desde
la reflexividad se convierten en didácticas singulares para docentes y
estudiantes que permiten la interculturalización que
empieza por lo esencial, uno mismo.
Desde el dispositivo
de historización, el docente puede evidenciar
una dualidad que lo instituye: formado en espacios académicos
donde transitan verdades únicas que anulan otras miradas
que lo constituyen como sujeto. La dualidad radica en que durante
su formación profesional no se abordaron preguntas fundamentales sobre la vida que sí surgen en
su historia y experiencias de vida. Esta perspectiva va más allá de la preparación académica para desempeñar un rol en el sistema
educativo.
El docente,
al comprender la dualidad en la que ha sido construido, se potencia y cuestiona su práctica,
es decir, se ve como colonizado a través de una línea
evolutiva que se ejecuta mediante la transmisión del conocimiento eurocentrista que ya no tiene cabida,
y al mismo tiempo se decoloniza, pues evidencia que es él mismo quien se transforma. Una vez erguido como sujeto,
el docente puede leer, reconocer, evidenciar y dialogar con otros marcos de sentido en los
estudiantes; aquí está el poder
de la interculturalidad crítica,
un diálogo continuo y desde
vínculos de sentido entre diversos para hacer acuerdos.
En el
mejor de los casos, un docente en su historización
podría sospechar de
la verdad, al reconocer que
su proceso formativo e investigativo anula su subjetividad
y su perspectiva. Esto se debe a que el conocimiento
teórico y el método científico están impregnados de un ejercicio de poder que produce sujetos en un marco
de sentido colonial/moderno,
anclado en las políticas públicas y que se
replica en su praxis pedagógica. Así, tanto los procesos de formación docente como la misma escuela
replican la cultura sostenedora del sistema mundo.
Hoy en
día, los estudios sobre educación se centran en mejorar
las prácticas educativas, el manejo del tiempo
y las didácticas para el fortalecimiento de competencias, reflejados en pruebas
estandarizadas y programas
de inclusión. Sin embargo, las preguntas
pertinentes que podrían hacerse los docentes
conducen por las fracturas del poder hegemónico para salir del marco de sentido monocultural. El
problema es un asunto que compromete su perspectiva,
su postura y su colocación, que requiere un giro epistémico que comience con el docente, cuestionando
el sentido de la escuela y su quehacer
como un ejercicio político que reconfigure, libere
y potencie a los sujetos, incluido él mismo.
Las preguntas
son otras. ¿Cuál es el sentido de la educación que se moviliza a través de la transmisión de la verdad?,
¿cómo ponen en riesgo la vida
sobre el planeta Tierra estas prácticas educativas actuales del sistema? Si se
develan las estructuras de poder que construyen sujetos para la modernidad, entonces ¿de qué manera otras
formas de comprender la educación intercultural ayudan a superar el bloqueo
histórico planteado por los estudios
decoloniales para la deconstrucción
de sujetos?
Estas son algunas preguntas que quedan abiertas desde la incidencia de la interculturalidad
crítica en la educación, donde la escuela y el ejercicio
político del docente se convierten en espacio
de tensión y agente dinamizador de la recuperación y potenciación de las voces estudiantiles,
que abren camino hacia otros futuros
posibles, lo no pensado,
las pedagogías de las cosmovisiones
en función del buen vivir.
En suma,
la educación intercultural desde
las cosmovisiones apela a
las memorias (del cuerpo,
de los colectivos o del territorio),
que emergen con la autobiografía,
la historización o, incluso,
la ancestralización, en función de tensiones y vínculos de sentido surgidos desde lo diverso. En consecuencia, se construyen principios éticos, una nueva
racionalidad que resignifique
el sentido de la educación, para afrontar la
crisis civilizatoria planetaria a la que nos ha llevado la racionalidad colonial y reivindicar
el cuidado de la vida.
En últimas,
la cuestión es asumir una postura frente
a prácticas que anulan la vida y pueden conducir
a la extensión de la vida en el planeta,
o comprometerse con prácticas
y sentidos que se sustenten
en una apuesta
ética por la vida.
Financiamiento
Sin financiación
Conflicto
de interés
La autora declara no tener conflicto de interés.
Implicaciones
éticas
La autora declara que este artículo no tiene implicaciones éticas en el desarrollo,
escritura o publicación.
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Conferencia presentada en el VIII Encuentro Internacional de Educación, México,
2008. Video de Youtube, 1:32:15. https://www.youtube.com/watch?v=bdhPq6pj84A.
Cómo citar este
artículo: Marin Hermann, Ximena. “La interculturalidad en la
educación como postura y potencia epistémicas” Revista Historia de la
Educación Latinoamericana vol.26 no.44 (2024).
[1] Proyecto de investigación “Ancestralidad en la escuela rural. La
recuperación del sujeto social en la enseñanza de las ciencias naturales”.
Presentación de fundamentos epistémicos.
[2] Mg.
Desarrollo Rural. Docente del área de Ciencias Naturales vinculada al
Magisterio colombiano,
Correspondencia/Correspondence:
Ximena Marin Hermann
Vereda Candelaria Occidente, sector Agua Buena. Ráquira, ximelalluvia@gmail.com
[3] Hugo Zemelman Merino, Epistemología de la conciencia histórica.
Aspectos básicos, 2.a ed. (México:
Casa de las Preguntas, 2019), 384. https://biblioteca-repositorio.clacso.edu.ar/bitstream/CLACSO/168967/1/Aspectos-Basicos-epistemologia.pdf
[4] Ibid.
[5] Ibid., 7.
[6] Ibid.
[7] Ibid.
[8] Jorge Rivas, Pedagogía de la dignidad de estar siendo. Entrevista con
Hugo Zemelman y Estela Quintar, Revista Interamericana de Educación de
Adultos 27, n.o 1 (2005): 113-40,
https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=457545085021; La formación de
docentes como sujetos protagónicos en los procesos educativos, 2008,
https://www.youtube.com/watch?v=bdhPq6pj84A&ab_channel=MultimediaCIDHZ;
Zemelman, Epistemología de la conciencia histórica.
[9] José Domingo Contreras, La autonomía del profesorado (Madrid:
Morata, 1997); Zemelman, Epistemología de la conciencia histórica.
[10]
Zemelman, Epistemología de la conciencia histórica.
[11] Ibid.
[12] Ibid., 10
[13] Ibid., 10
[14] Ibid.
[15]
Ximena Marin Hermann, “Comprensiones sobre la interculturalidad y sus
incidencias pedagógicas, Revista CoPaLa, Construyendo Paz Latinoamericana
n.° 18 (2023).
https://doi.org/10.35600/25008870.2023.18.0288.
[16] Ibid.
[17] Ibid.
[18]
Catherine Walsh, “Interculturalidad crítica y educación intercultural”, Aula
Intercultural (blog) 18 de diciembre de 2010,
https://aulaintercultural.org/2010/12/14/interculturalidad-critica-y-educacion-intercultural/.
[19]
Marin, “Comprensiones sobre la interculturalidad y sus incidencias
pedagógicas”.
[20]
Walsh, “Interculturalidad crítica y educación intercultural”.
[21]
Ashish Kothari et al., “Hallar senderos pluriversales”, Revista del CESLA
25 (2020); Arturo Escobar, “Más allá del desarrollo: postdesarrollo y
transiciones hacia el pluriverso”, Revista de Antropología Social 21
(2012), https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=83824463002.
[22] Marin, “Comprensiones sobre la interculturalidad y sus incidencias
pedagógicas”.
[23] Zemelman, Epistemología de la conciencia histórica.
[24] Ibid.
[25]
Linda King and Sabine Schielmann, The Challenge of Indigenous Education:
Practice and Perspectives (Paris: UNESCO, 2004),
https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000134773.
[26] Aníbal
Quijano. “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina”, Espacio
Abierto 28, n.° 1 (2019).
[27] Ibid.
[28]
Edgardo Lander, La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias
sociales. Perspectivas latinoamericanas, (Buenos Aires: Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO, 1993),
https://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=791344.
[29]
Alberto Martínez Boom, De la escuela expansiva a la escuela
competitiva. Dos modos de modernización educativa en América Latina,
(Barcelona: Anthropos, 2004).
[30]
Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), Panorama
educativo de México: Indicadores del Sistema Educativo Nacional 2017, (México:
INEE, 2017).
https://www.inee.edu.mx/wp-content/uploads/2018/12/PanoramaEducativo2017.pdf
[31] Planeta Paz, Nosotras tejemos paz desde la cotidianidad: conflictos y
paz pensados desde el cuerpo, la experiencia y la práctica de mujeres
populares, (Bogotá: Corporación Derechos Para La Paz, 2011),
https://bibliotecaplanetapaz.org/handle/bpp/66.
[32]
Michel Foucault, El nacimiento de la biopolítica (Madrid: Akal, 2009).
[33]
Hugo Zemelman, “La formación de docentes como sujetos protagónicos en los
procesos educativos,” conferencia presentada en el VIII Encuentro Internacional
de Educación, México, 2008, video de Youtube, 1:32:15,
https://www.youtube.com/watch?v=bdhPq6pj84A.
[34] Zemelman, Epistemología de la conciencia histórica.
[35]
Alberto Martínez Boom, La escuela pública: del socorro de los pobres a la
policía de los niños, (Bogotá: Instituto para la Investigación
Educativa y el Desarrollo Pedagógico, IDEP, 2004).
[36]
Walsh, “Interculturalidad crítica y educación intercultural”.
[37] Ibid.
[38]
Catherine Walsh, Pedagogías decoloniales, prácticas insurgentes de resistir,
(re) existir y (re)vivir, vol. I (Quito: Ediciones Abya-Yala, 2013).
[39]
Clifford Geertz, La interpretación de las culturas (Barcelona: Gedisa,
1973).
[40]
Michel Foucault, Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión (México:
Siglo XXI Editores, 2002).
[41]
Gilles Deleuze y Félix Guattari, Mil mesetas: Capitalismo y esquizofrenia
(Valencia: Pre-Textos, 2004),
http://archive.org/details/mil-mesetas.-capitalismo-y-esquizofrenia-gilles-deleuze-felix-guattari.
[42]
Jacques Derrida, La escritura y la diferencia (Chicago: The University
of Chicago Press, 1978),
https://monoskop.org/File:Derrida_Jacques_Writing_and_Difference_1978.pdf.
[43]
Emmanuel Levinas, Totality and Infinity: An Essay on Exteriority
(Pittsburgh: Duquesne University Press, 1969).
[44]
Zemelman, Epistemología de la conciencia histórica.