DOI: https://doi.org/10.19053/01227238.8005
Artículo de
investigación - Reflexión
Repercusiones
en Trujillo de los
sucesos estudiantiles de Lima
el 23 de
mayo de 1923
Effects in Trujillo derived from student events in
Lima on May 23, 1923
Repercussões
em
Trujillo dos processos estudantis de Lima de 23 de maio
de 1923
Elmer
Robles Ortiz[1]
Universidad Privada Antenor Orrego (Perú) Grupo de investigación HISULA – UPTC
RESUMEN
El presente trabajo
tiene el propósito de estudiar la resonancia que tuvieron en Trujillo los
hechos acaecidos en Lima el 23 de mayo de 1923, dentro del movimiento
estudiantil de la Reforma Universitaria iniciada en Argentina en 1918 y en el
Perú en 1919. Es el resultado de una investigación que utiliza la metodología
cualitativa con énfasis en el campo histórico. Los hechos ocurrieron durante
el gobierno de Augusto B. Leguía que, en busca de su reelección, y violando la
Constitución Política, dispuso la consagración del Perú al Corazón de Jesús. En
la protesta de los estudiantes de la Universidad de San Marcos y trabajadores
de Lima, reprimida violentamente, murió un estudiante y un obrero. El gobierno
arrestó a los conductores del movimiento. Estos sucesos tuvieron eco en la Universidad
de Trujillo. La intransigencia del rector y del Consejo Universitario originó
una fuerte tensión. Los estudiantes esbozaron conceptos a tono con los
principios de la Reforma Universitaria: universidad para el cambio y de puertas
abiertas como casa del pueblo y para el pueblo. Las autoridades
no exhibieron ninguna postura formativa, sino compulsiva y anacrónica;
respondieron con represión. Fueron expulsados definitivamente 14 estudiantes y
temporalmente 8.
Palabras
clave: Universidad; reforma; estudiantes;
catedráticos; autoritarismo.
ABSTRACT
The present work has
the purpose of studying the effects evidenced in the city of Trujillo, as a
result of the events occurred on May 23, 1923 in Lima, within the student
movement for the University Reform initiated in Argentina in 1918 and in Peru
in 1919. It is the result of a research that uses a qualitative methodology
with historical emphasis. The events occurred during the government of Augusto
B. Le- gma who, seeking his reelection and violating
the Political Constitution, ordered the consecration of Peru to the Heart of Jesus.
During the protest carried out by students of the University of San Marcos and
workers of Lima, a student and a worker died as a result of the violent
repression. The government arrested the movement leaders. These events were
echoed at the University of Trujillo. The intransigence of the rector and the
University Council created a strong tension. The students sketched concepts in
accordance with the principles of the University Reform: university for change
and open doors as the home of the people and for the people. The authorities
did not exhibit any formative position, but compulsive and anachronistic; they
responded with repression.14 students were expelled definitively and other 8,
temporarily.
Keywords: University; reform;
students; professors; authoritarianism.
RESUMO
O presente trabalho tem o propósito de estudar a ressonância em Trujillo
dos fatos acontecidos em Lima em 23 de maio de 1923, no contexto do movimento
estudantil da Reforma Universitária, iniciada na Argentina em 1918 e no Peru
em 1919. É o resultado de uma pesquisa que utiliza a metodologia qualitativa
com ênfase no campo histórico. Os fatos aconteceram durante o governo de
Augusto B. Leguía que, em busca de sua reeleição, e violando a Constituição
Política, dispôs a consagração do Peru ao Coração de Jesus. No protesto dos
estudantes da Universidade São Marcos e dos trabalhadores de Lima, reprimida
violentamente,
morreu um estudante e um operário. O governo
deteve os líderes do movimento. Estes sucessos repercutiram na Universidade de
Trujillo. A intransigência do reitor e do Conselho Universitário
originou uma
forte tensão. Os estudantes esboçaram conceitos em sintonia com os princípios
da Reforma Universitária: universidade para a transformação
e de portas abertas
como casa do povo e para o povo. As autoridades não demonstraram nenhuma
postura formativa, senão compulsiva e
anacrônica: responderam com repressão. Foram expulsos definitivamente 14
estudantes e 8 temporariamente.
Palavras-chave:
Universidade;
reforma; estudantes; catedráticos; autoritarismo.
Recepción: 20/05/2017
Evaluación: 10/10/2017
INTRODUCCIÓN
Dentro
del proceso de la Reforma Universitaria, el primer Congreso Nacional de
Estudiantes del Perú, reunido en el Cusco el año de 1920, acordó establecer
Universidades Populares, cuya inauguración se realizó en Lima el 22 de enero de
1921 y en Vitarte, un pueblo de recios trabajadores cercano a la capital de la
república, el 2 de febrero de ese mismo año. Según su fundador, el estudiante
trujillano Víctor Raúl Haya de la Torre, que había trasladado su matrícula a la
Universidad de San Marcos, dichas Universidades Populares buscaron tres
objetivos: hacer obra educacional para el pueblo, redimir al Perú de la
injusticia, y erigir un monumento vivo a González Prada que lo llevara a la
inmortalidad.
Entre
las resoluciones del congreso mencionado se expresaba, precisamente, que estas
instituciones se inspiraban en los postulados de la justicia social y deberían
preocuparse por el perfeccionamiento intelectual, moral y físico del obrero.
Después
se fundaron en Trujillo, Salaverry, Arequipa, Cusco, Chosica, Callao, Jauja,
Ica, Puno, Huaraz, Huacho, Chiclayo y otras ciudades; se extendieron por todo
el Perú. En 1922 tomaron el nombre de "Manuel González Prada".
No
tenían carácter oficial ni pretendían conferir grados y títulos. Se trataba de
centros de difusión cultural y capacitación técnica, sus actividades iban desde
la enseñanza-aprendizaje de la lectoescritura hasta cursos de ciencias y
humanidades, campañas contra la drogadicción y el alcoholismo, así como la
protección del ambiente y la sensibilización por medio del arte. Sus métodos
didácticos diferían de los comúnmente utilizados con niños, adolescentes o
jóvenes universitarios. Eran dinámicos, adecuados a las características propias
de personas que trabajaban durante el día y acudían a estudiar en horas de la
noche.
A
estas casas de estudios acudían obreros, artesanos, campesinos, amas de casa,
trabajadores en general. Eran gratuitas. Los profesores -jóvenes estudiantes e
intelectuales- lograron profundos lazos de fraternidad con sus alumnos adultos.
El
presidente Augusto B. Leguía, en su afán reeleccionista, unió sus personales
intereses políticos con asuntos religiosos. Amparado en el espíritu católico
del pueblo y atentando contra el mandato constitucional de libertad religiosa,
pretendió consagrar el Perú al Corazón de Jesús. Entonces, el 23 de mayo de
1923, estudiantes y trabajadores de Lima, convocados por la Universidad
Popular, se movilizaron masivamente y defendieron con valentía la libertad de
culto y de conciencia. Por la violenta represión, fueron mortalmente abatidos
un estudiante de la Universidad de San Marcos y un obrero tranviario. El
gobierno retrocedió. Y de inmediato inició la persecución de los directivos de
la Federación de Estudiantes del Perú y profesores de la Universidad Popular.
Al cabo de unos meses, Haya de la Torre, líder del movimiento, fue apresado.
La
represión contra esta obra se produjo en todo el país. Cuando se inauguraron,
las Universidades Populares habían recibido un voto de aplauso de la Cámara de
Senadores; pero a partir de los hechos de mayo de 1923 fueron combatidas por el
poder político, porque para la oligarquía y la plutocracia la educación del
pueblo entrañaba riesgo. A la clausura de las Universidades Populares de Lima
(1923) se unió las de otras ciudades.
Y
en Trujillo, no obstante que el Concejo Provincial había acordado, en sesión
extraordinaria del 24 de julio de 1923, a pedido del concejal Saniel Chavarry, premiar
con medalla al Centro Universitario y a la Universidad Popular por su obra de
extensión universitaria, fue clausurada en 1924, por orden del prefecto Temístocles Molina Derteano, fiel
intérprete del poder autoritario. Igual suerte corrió la de Salaverry[2].
Cuando la ocasión les fue propicia, reanudaron sus labores, pero sujetas a las
oscilaciones entre represión y fervor popular.
En
los comienzos de la repercusión en Trujillo, el rector y los catedráticos
expusieron su adhesión a los estudiantes y obreros de Lima y condenaron las
posturas autoritarias del gobierno. Pero pronto dieron un giro de trescientos sesenta
grados cuando sus propios alumnos asumen una actitud firme frente a la
represión gubernativa y formulan diversos pedidos a tono con el movimiento
reformista.
Así
se inició el enfrentamiento. Aquí está el inicio expreso del problema investigado.
El
rector y los catedráticos, lejos de una actitud formativa, que les correspondía
por su condición de tales, toman el camino de la amenaza, la compulsión y
represión, que termina con la separación definitiva de unos estudiantes y la
temporal de otros. Envanecidos en su estatus académico y obnubilados frente a
los problemas suscitados, no escucharon a sus estudiantes ni a la sensatez de
otras voces. Fenómeno parecido se ha producido en diversos momentos cuando se
ha tratado de cuestiones universitarias, en particular de carácter normativo.
Planteamiento del problema.
Los sucesos de Lima del 23 de mayo de 1923, repercutieron en la Universidad de
La Libertad. Dicho año fue muy agitado en Trujillo, tanto en el sector
estudiantil cuanto en el docente. Comenzó en este último, mediante muestras de
simpatía por la actitud de los alumnos y obreros de Lima defensores de las
libertades ciudadanas, y de condena al autoritarismo del gobierno de Leguía.
Pero, contradictoriamente, pronto se enfrentaron a sus propios alumnos que
abrazaron una posición principista frente a los mismos hechos.
Entonces,
nuestro problema queda planteado en términos de dilucidar las principales
manifestaciones ocurridas en Trujillo, particularmente en la Universidad de La
Libertad, en tanto fueron la resonancia de los sucesos estudiantiles de Lima
del 23 de mayo de 1923. Tal resonancia incluye el análisis de las actitudes y
conceptos de los sectores estudiantil y docente.
Objetivos
1.
Describir y analizar
los hechos ocurridos en Lima el 23 de mayo de 1923, en relación con los
estudiantes universitarios y trabajadores que se manifestaron
en contra el autoritarismo gubernativo.
2.
Describir y analizar la
repercusión en Trujillo, entre autoridades, catedráticos
y estudiantes, en relación con los hechos antes referidos.
3.
Relacionar las ideas y
actitudes de los estudiantes trujillanos con los postulados del movimiento de
la Reforma Universitaria.
Fundamento
teórico
Durante
las primeras décadas del siglo pasado, la vida universitaria estaba envuelta en
la rutina; los contenidos de aprendizaje, desvinculados de la realidad
nacional; el colonialismo mental era evidente, como también las posturas de
vanidad y autoritarismo; el magister dixit de los
tiempos coloniales seguía en vigor. En ese
contexto, las inquietudes de cambio salieron de los alumnos más que de sus
catedráticos. Precisamente, la Reforma Universitaria fue obra estudiantil, no
de las autoridades ni de los docentes.
La
Reforma Universitaria desde el punto de vista académico, buscó dinamizar
los
estudios universitarios adecuándolos a la realidad; introducir métodos activos
en el proceso de enseñanza-aprendizaje; renovar y remozar la docencia; abrir la
cátedra a todas las corrientes del pensamiento; promover la participación
estudiantil en el gobierno universitario; alentar la investigación científica y
reestructurar el aparato administrativo de la universidad. Se nutrió de los
aportes del paidocentrismo de Rousseau y del
pensamiento de la escuela nueva. Y desde el punto de vista social, vincular la
universidad con la nación y el continente, con los problemas del país e
imprimirle acento integracionista; democratizar todos los niveles de educación,
no solamente el superior. Eliminó el predominio nepótico,
plutocrático y oligárquico enquistado en las cátedras y órganos de gobierno de
las universidades.
Mediante
su acción social, realizó obra trascendente en la educación de las clases
trabajadoras, no vista antes ni repetida después, especialmente a cargo de las
Universidades Populares.
Con
este movimiento, el Perú y los demás países de América Latina iniciaron la
movilización por la búsqueda y
realización de lo auténtico, de lo nuestro; la independencia cultural y la
identidad nacional. Dio inspiración, nuevo rumbo y pensamiento en el orden
sociocultural.
El
modelo universitario reformista propugnó una universidad democrática,
autónoma,
integral, dinámica, social, humanista.
A
lo antes dicho, agregamos que este movimiento ha legado, los postulados de
comunidad universitaria, integrada por profesores,
alumnos y graduados; autonomía
institucional; libertad de cátedra; gratuidad de la enseñanza; participación
estudiantil en el gobierno.
Predomina
en el estudio de nuestra historia, sobre todo en lo concerniente a los siglos
XIX y XX, el aspecto político en desmedro de los aportes de la esfera cultural.
Uno
de los
acontecimientos
omitidos o poco estudiados es, precisamente, el
concerniente al histórico movimiento de la Reforma Universitaria: sus orígenes,
sus hechos principales, sus propuestas de cambio de la educación en general y
no solo de las universidades, la
legislación que recogió sus aportes, las instituciones
académicas
surgidas
de
su iniciativa. Y dentro de este movimiento, es omitido y hasta desconocido lo
que ocurrió en Trujillo.
En
diversos libros se omiten acontecimientos relevantes del siglo XX en los cuales
el pueblo -trabajadores y estudiantes, por ejemplo- jugó papel descollante.
Uno de dichos acontecimientos es el movimiento de la Reforma
Universitaria.
Sin embargo, este movimiento es el más importante en
el campo de la transformación cultural y educativa de nuestro país
y
de toda América Latina de los tiempos contemporáneos, distinto de las asonadas
que convulsionaron la agitada vida política
de la república.
Importancia
Para
remozar el sistema universitario no solo habrá de considerarse el avance
científico y las nuevas teorías educativas y de gestión, sino también recoger
la experiencia histórica del movimiento de la Reforma Universitaria, así como
escuchar a los diversos sectores involucrados en el asunto. No se trata
únicamente de promover un debate entre legisladores, al fin y al cabo, entre
políticos, sino en el seno de la comunidad académica.
Uno
de los vacíos del sistema educativo peruano radica en la omisión de contenidos
del proceso de aprendizaje del campo histórico, no obstante, la trascendencia
de los acontecimientos. Entre dichos sucesos se encuentra -reiteramos- el
movimiento de la Reforma Universitaria, iniciada en Córdoba, Argentina, el año
de 1918 y en el Perú en 1919, y con él, hechos emblemáticos, como el Primer
Congreso Nacional de Estudiantes Peruanos realizado en el Cusco en 1920 y las
Universidades Populares.
Nuestra
investigación es, pues, importante para las
diferentes instancias del sistema educativo, incluidas las universidades, especialmente
para las experiencias curriculares dedicadas al estudio
de la problemática nacional y latinoamericana.
Igualmente, es útil para los poderes del Estado responsables de dar las normas
nacionales en materia universitaria.
Abordamos
un problema desconocido en el ámbito histórico y educativo. Además de nuestro
libro La
Reforma Universitaria: Sus principales manifestaciones[3],
en el que nos referimos brevemente al problema aquí planteado, no
ha sido estudiado por ningún otro autor.
1.
Metodología
El
objeto o materia que nos interesa en este trabajo es irreversible; su
conocimiento es posible gracias al acopio de información escrita y al análisis
correspondiente. En tal sentido, el informe utiliza los alcances de la
investigación cualitativa en su modalidad de análisis de textos y asimismo usa
el método histórico, por ende, pone en práctica la evaluación externa y la crítica
interna
del fenómeno estudiado,
mediante fuentes escritas: archivos, libros y revistas.
Después
de la fase heurística se hizo el análisis, la crítica histórico-educativa
y
la interpretación de los datos.
Hemos
manejado fuentes primarias y secundarias, que nos han permitido dilucidar los
hechos ocurridos en Trujillo como repercusión del movimiento del 23 de mayo de
1923 acaecido en Lima. Los datos fueron recogidos mediante fichas
bibliográficas y de investigación.
2.
Resultados
23 de mayo de 1923
En
1923, el presidente de la república, Augusto B. Leguía, exteriorizó su angurria
reeleccionista, disfrazándola de una aureola de religiosidad mediante la
consagración del Perú al Sagrado Corazón de Jesús, hecho atentatorio en contra
de la libertad de culto y de conciencia. Entonces, la Universidad Popular
aglutinó un frente de lucha en defensa de ese derecho y en contra de las burdas
pretensiones políticas del gobernante, que en verdad hizo suyo el anuncio de
tal consagración originada en el Arzobispado de Lima. El 23 de mayo se realizó
en Lima una movilización obrero-estudiantil, de cinco mil personas, aproximadamente,
comandada por Haya de la Torre; en el choque con las fuerzas del orden cayeron
muertos el estudiante Manuel Alarcón Vidalón, de la
Universidad de San Marcos, y el obrero tranviario Salomón Ponce. Este suceso es
el símbolo de la alianza que se venía gestando desde 1919 con las luchas por
las ocho diarias de trabajo.
El
gobierno tuvo la intención de sepultar a las víctimas sin la participación de
los estudiantes y trabajadores. Pero estos, rápidamente organizados, elaboraron
una estratagema para sacar los cadáveres de la morgue y conducirlos a la
universidad, en medio de una enardecida muchedumbre que soportó la terrible
agresión física de las fuerzas represivas, cuya caballería arremetía a sablazos
y derribaba a los manifestantes, que finalmente lograron su propósito.
Entonces, el velatorio se hizo en San Marcos, el día 24, en medio de fuerte
estado tensional pues se filtró información sobre el asalto que perpetraría la
tropa al local universitario para extraer
los ataúdes, frente a lo cual los estudiantes, con el apoyo de los obreros,
tomaron estrictas precauciones de seguridad, que los llevaría incluso
a su inmolación mediante el incendio del edificio, que se iniciaría en la
torre, al momento de producirse el ataque. El gobierno retrocedió.
El
día 25 se realizó el sepelio en medio de otra multitud -calculada de 30 mil
personas- que condujo los féretros desde la Universidad de San Marcos hasta el
cementerio. Nunca antes en Lima se había presenciado una multitud tan grande y
fervorosa como la de este cortejo fúnebre, en cuyo momento culminante el líder
del movimiento pronunció un discurso utilizando significativas frases del campo
religioso. En alusión a uno de los mandamientos del cristianismo repitió tres
veces: "El quinto, no matar..."[4]. Ese mismo día, el arzobispo,
monseñor Emilio Lisson Chávez, emitió un decreto
mediante el cual canceló la pretendida consagración.
Impresionado
por tan magno suceso, no tardará Mariátegui en escribir palabras
lapidarias, reveladoras del aislamiento de los académicos respecto a su
contexto social: "En el cortejo estudiantil-obrero del 25 de mayo, el
rector y los catedráticos de San Marcos, que marchaban con la juventud y el
pueblo, no eran sus conductores, sino sus prisioneros. No eran sus leaders,
eran sus rehenes. No acaudillaban a la muchedumbre; la escoltaban. Iban llenos
de aprensión, de desgano, de miedo, malcontentos y, en algunos casos,
'espeluznados'. Entre estos personajes apáticos y timoratos figuraban el
Dr. Manuel Vicente Villarán, rector, y José Matías Manzanilla, uno de los
decanos. Y ampliando sus vibrantes juicios sobre el deplorable panorama
universitario, encuentra falencia de maestros e ideas, no de una juventud
inquieta, ávida y permeable al cambio, como la entonces agrupada en torno a la
Universidad Popular: "La llanura está poblada de brotes nuevos. Únicamente
las cumbres están peladas y estériles, calvas y yermas, apenas cubiertas del
césped anémico de una pobre cultura académica"[5]. Palabras vibrantes que
desnudan la realidad sanmarquina de ese tiempo.
La
oposición a la pretendida consagración no tuvo cariz anticristiano, sino de
manifestación cívica en defensa de los derechos constitucionales. Aseveraciones
como esta se encuentran en las propias fuentes católicas. "Si bien las
intenciones del prelado eran buenas, las del dictador no podían ser calificadas
de la misma manera", ha escrito Imelda Vega Centeno. Y añade:
"objetivamente, la protesta del movimiento popular en 1923, no era necesariamente
laicista ni anticlerical, menos aún antirreligiosa, más bien apuntaba hacia la
defensa de los fueros de la iglesia católica, trastocados y utilizados en
beneficio de un gobierno que estaba muy lejos de basarse en principios
cristianos" [6].
La
jornada del 23 de mayo fue trascendental para la vida política del país. Según Stein, Haya de la Torre se convirtió en el personaje más
popular del Perú; el líder universitario alcanzó nivel heroico. Sus conceptos
los complementa con la opinión del diario El Tiempo: "Él era un
héroe nacional y -más importante- a los ojos del proletariado limeño, 'el guía
responsable de la clase trabajadora, de la que ya se había vuelto Maestro'. (El
Tiempo. Lima, 6 de julio de 1924: 3)"[7].
Después
de negar su participación en tal vibrante jornada, Mariátegui valoró el suceso
y escribió: "El 23 de mayo reveló el alcance social e ideológico del
acercamiento de las vanguardias estudiantiles a las clases trabajadoras. En esa
fecha tuvo su bautizo histórico la nueva generación [...] que entró a jugar un
rol en el desarrollo mismo de nuestra historia, elevando su acción del plano de
las inquietudes estudiantiles al de las reivindicaciones colectivas y
sociales"[8].
Y
por su parte, Basadre anotará: "La lucha por la reforma universitaria derivó
hacia la solidaridad de los estudiantes con el proletariado [.] El símbolo de
ese acercamiento (1918-1924) fue, evidentemente Haya de la Torre [...] esta
generación tuvo su representativo en el muchacho que creó las Universidades Populares
y que comandando una densa multitud de obreros y estudiantes detuvo con su
protesta callejera la consagración del Perú al Corazón de Jesús"[9].
Estos
hechos encontraron eco en las juventudes estudiantiles y obreras de todo el
país, que comienzan entonces a buscar su participación en las principales
decisiones nacionales.
La Protesta de los
Catedráticos Trujillanos
El
rector Dr. Carlos E. Uceda convocó a sesión extraordinaria a la asamblea de
catedráticos el 29 de mayo para que se pronunciara frente a "los graves
atropellos inferidos a los universitarios y obreros de Lima el 23 del
presente". Y al respecto, se presentaron tres mociones, una por el
catedrático Dr. Carlos C. Godoy y dos por el propio rector. La del mencionado
catedrático decía:
La Asamblea de
Catedráticos de la Universidad de La Libertad, en presencia de los graves
atropellos consumados en Lima contra la juventud universitaria y la población
obrera de esa capital.
Acuerda:
Expresar la
honda simpatía y el patriótico interés con que los miembros de la Asamblea han
contemplado la actitud digna y viril asumida por la juventud universitaria de
Lima frente al acto anacrónico cuya inminencia determinó esa actitud.
Condenar con
justa indignación los actos de fuerza con que se ha respondido a ese noble
gesto de rebeldía espiritual; y
Declararse en
duelo durante tres días en homenaje a las nobles víctimas sacrificadas
en aras del ideal.
En una moción del rector se lee:
Señor Rector de la Universidad de San
Marcos
Lima.-
Los catedráticos de la Universidad de La
Libertad, en asamblea de hoy, acordaron:
Protestar de los
incalificables atentados de que han sido víctima los universitarios y obreros
de Lima.
Solidarizarse
con la Universidad Mayor en su indignación y su dolor; y declararse de duelo
durante tres días.
Y la otra moción del rector es ésta:
Señor Presidente de la Asamblea
Universitaria.
Lima.-Los
catedráticos de la Universidad de La Libertad, en asamblea de hoy, acodaron:
Expresar su
calurosa simpatía a los alumnos de la Universidad Mayor por la actitud dignísima
con que han salvado el decoro nacional.
Manifestarles su
anhelo porque mantengan bien alto la bandera de reforma que han desplegado; y
Tributar su admiración a las nobles víctimas sacrificadas en aras del ideal. [10]
Por
sus coincidencias, las tres contaron con la aprobación de la asamblea. Se
acordó que las dos últimas fuesen telegrafiadas al rector de la Universidad de
San Marcos y al presidente de la Asamblea Universitaria de Lima.
A
esta sesión asistieron: Carlos E. Uceda (rector) y los catedráticos Eleázar Boloña, Santiago Uceda, Alejandro Morales, Cecilio
Cox, Saniel Chávarri, José
María Fernández, Carlos C. Godoy y Julio E. Mannucci.
Elección de Maestro de
la Juventud
El
mes de julio de 1923, fue tenso en los medios universitarios de Trujillo. El
día 9 una asamblea estudiantil dejó escuchar su voz de condena contra la represión
del 23 de mayo en Lima. A raíz de ello, y como una forma de contrarrestar esa
protesta, el prefecto Molina intentó organizar un Centro Universitario paralelo
con el propósito de elegir Maestro de la Juventud al presidente Augusto B.
Leguía, pero tan solo logró reunir a cinco adherentes. Entonces, los alumnos
del verdadero Centro Universitario reaccionaron con prontitud y proclamaron al
pensador mexicano José Vasconcelos, Maestro de la Juventud. Es oportuno anotar
que durante las primeras décadas del siglo XX, era costumbre, entre los estudiantes
universitarios otorgar ese título meritorio a una ilustre personalidad. Por
aquel tiempo, Vasconcelos tenía gran audiencia en América Latina. Sus libros
eran leídos por intelectuales, estudiantes y trabajadores, igualmente sus
artículos, algunos de los cuales acogían los periódicos trujillanos. Desde su
cargo de secretario de educación, realizaba una de las obras educativas más importantes
del continente. Antes había sido rector de la Universidad Nacional Autónoma de
México. La juventud latinoamericana lo consideraba un aliado en el movimiento
de Reforma Universitaria.
En
comunicación remitida a Vasconcelos, el egregio mexicano, la juventud
universitaria trujillana, le dijo en unos pasajes: "Sentimos la urgencia
de que se alce en nuestra América la gran cruzada apostólica por la libertad.
Queremos que la justicia del porvenir, amasada con la sangre de nuestras
entrañas, sea aquella justicia que el pasado no pudo realizar por sus
limitaciones. Porque nos sentimos con capacidades para vencerlas es que
comprendemos la inexorabilidad moral de nuestras responsabilidades. No
queremos que nuestros hijos echen sobre nosotros el estigma de haber apagado
este grito de nuestra juventud". "Los hombres como vos no pertenecen
a una patria o facción de bandera, sois del mundo y para el mundo, Maestro:
sois para todos aquellos que al abrir las pupilas del espíritu son capaces de
reconocer y sostener la verdad". Firman: Luciano Castillo, presidente, y
Salomé Díaz, secretario[11].
Por
su parte, Vasconcelos envío, con fecha 13 de febrero de 1924, un mensaje
"A los Estudiantes de Trujillo que se dirigieron a mí en nombre de los
estudiantes del Perú". En él les manifiesta, magistralmente: "Obren
en grande pensando en belleza. Suelten
sus fuerzas como río desbordado pero consciente de que remueve la tierra y
fecunda inmensidades. Nadie podrá detener el impulso de una juventud unida y
activa, generosa y libre. Usen su fuerza para derribar la tiranía del hombre,
la tiranía de las instituciones y la tiranía de los propios apetitos. Y para
todo esto, venzan primero en ustedes mismos, renuncien la vida dulce, para
merecer la vida sublime". "La patria la encarnan sus hijos, jamás sus
verdugos. Y un déspota es peor enemigo que veinte ejércitos extranjeros. La patria
nada vale si no significa libertad y justicia". "Sean ustedes más
firmes y más tenaces que sus enemigos; más sobrios, más laboriosos, más claros
en el pensar y más resueltos en la acción y el triunfo llegará inesperado y
espléndido". "Combatan la explotación del hombre por
el
hombre en las ciudades y en los campos, establezcan la paz que nace de la
justicia y la abundancia, y una vez lograda esta victoria proscriban la
violencia, condénenla y maldíganla hasta que no pueda renacer; mátenla con un
derroche de bien; paguen la cárcel con libertad, el destierro con el retorno y
el odio con el amor"[12].
Las
palabras de Vasconcelos encierran valores humanos permanentes y conceptos
ajustados a la realidad peruana de entonces. Él había estado en nuestro país en
1916.
Pero,
al parecer, su elección no habría caído bien en los círculos políticos. En
medio de la tirantez de aquellos días, el prefecto allanó y arrebató el local
del Centro Universitario, ubicado fuera de los ambientes de la universidad,
entre cuyos más entusiastas alumnos figuraban Luciano Castillo (presidente),
Carlos Manuel Cox, Manuel Vásquez Díaz, Edmundo Haya de la Torre, Manuel Morales
Loli y Eloy Espinoza. Su presidente y otros dirigentes, comenzaron a ser
perseguidos por la policía. Y el 22 de julio, aniversario de la muerte de
González Prada, los estudiantes realizaron cursos de extensión universitaria en
los barrios de Chicago y La Unión. Sin embargo, la
policía obstaculizó esta labor educativa en
beneficio de los obreros.
En
estas circunstancias, los jóvenes lanzaron un vibrante manifiesto en contra del
gobierno autocrático. Y el prefecto
fue duramente criticado.
Inmiscuyéndose
en asuntos internos de la universidad, Molina pidió al rector informara
si
había dado permiso a los alumnos del Centro Universitario
para
reunirse
en el general de estudios, el día 12 de julio, cuando ya estaban impedidos
de usar su antiguo local. La autoridad universitaria contestó que de esos
hechos daría cuenta al Consejo Universitario. El rector también informó a este
órgano gubernativo que concedió permiso al centro para
una
asamblea del 22 de agosto, fecha en la cual los alumnos elegirían sus delegados
ante la Federación de Estudiantes del Perú, en Lima, y que emitirían su voto de
honor a favor de Víctor Raúl Haya de la Torre para presidente de dicha
institución. Asimismo dio a conocer que el día 23 nuevamente se reunieron los
alumnos en el local universitario, acompañados de personas extrañas, a las que
no identifica; esta vez, sin permiso. Dichas personas extrañas eran,
indudablemente, trabajadores de la ciudad.
Frente
a las actitudes represivas enrostradas por los estudiantes
a la autoridad política departamental,
la Municipalidad Provincial de Trujillo, representada por su Concejo, en
sesión ordinaria del 7 de septiembre de 1923, acordó "un voto de
desagravio al Sr. Prefecto Coronel T. Molina Derteano
por la ingratitud con que han procedido los extraviados jóvenes
universitarios, al declararlo enemigo del pueblo y de la juventud, de la manera
más infundada"; asimismo, "protestar de este atropello moral que se
pretende inferior al Señor Prefecto en su carácter de autoridad, y reconocer,
por el contrario, que es el funcionario que más ha trabajado por el bienestar
del pueblo y por el prestigio y adelanto de la juventud", y que "este
pequeño grupo de estudiantes exaltados, están descalificados de la opinión
pública y carecen de prestigio y solo se valen de este medio para la
exportación como un arma de su política"[13]
La
moción fue presentada por los concejales Elias Iturri, Manuel J. Pastor, J. Herrera Casas, J. Luis Porturas, Guillermo Roedor, Eudoro Ríos y Zoé Ganoza. Mereció aprobación
unánime. Como en otras ocasiones, las autoridades ediles no hacían más que
exhibir sumisión ante la prefectura. Al victimario lo presentan como víctima.
Moción Estudiantil
Por
los sucesos del 23 de mayo, Víctor Raúl Haya de la Torre, fue apresado el 2 de
octubre, cuando la FEP debería elegir a su nuevo presidente, cargo que
pretendía por segunda vez el flamante prisionero. Como ningún candidato obtuvo
los sufragios exigidos, la elección se postergó para el día siguiente, en que
los delegados acordaron una fórmula unitaria y de homenaje al cautivo: Haya de
la Torre, presidente; Manuel Seoane, primer
vicepresidente; Pedro Muñiz, segundo vicepresidente.
Recluido
en la isla de San Lorenzo, Haya de la Torre se declaró en huelga de hambre. El
hecho cundió en los círculos obreros y estudiantiles. La Federación Obrera
Local de Lima decretó paro general. El gobierno apresó a los dirigentes obreros
y de las Universidades Populares e impuso en Lima el estado de sitio.
Estudiantes y trabajadores tuvieron enfrentamientos con las fuerzas del orden.
El día 9, el preso fue deportado a Panamá.
La
noticia de la prisión de Haya de la Torre y del atropello a estudiantes sanmarquinos
tuvieron resonancia inmediata en Trujillo. En efecto, el Centro Universitario
emprendió acciones rápidas y concurrentes. Solicitó al presidente de la
república ordenara la libertad del líder universitario, y en asamblea del 8 de
octubre de 1923, los alumnos acordaron suspender su asistencia a clases en
señal de protesta y solicitar que los señores catedráticos se adhirieran a su
actitud.
La
respuesta del presidente de la república, a través del prefecto del departamento
fue negativa. Así lo dio a conocer el rector de la universidad en sesión
extraordinaria del Consejo Universitario celebrada el 9 de octubre. A dicha sesión,
presidida por el rector, Dr. Carlos E. Uceda, concurrieron los catedráticos,
doctores: Francisco Quiroz Vega, Eleázar Boloña,
Alejandro Morales y Ricardo Rivadeneira, y el secretario, doctor Ignacio Meave Seminario. En ella fueron incorporados los doctores
Guillermo Eloy Espejo y Enrique Dávila Cárdenas como delegados de los alumnos,
con derecho a voz y voto, de acuerdo a lo normado.
La
participación de los alumnos en la administración universitaria tiene antecedentes
en la edad media europea, práctica trasplantada al Perú durante la colonia. En
efecto, los alumnos de la Universidad de San Marcos, a lo largo de 150 años,
intervinieron, junto a sus profesores, en la elección del rector y la provisión
de cátedras. En el siglo XIX, el cogobierno se redujo a la Facultad de Medicina
de dicha universidad. Los Congresos Internacionales de Estudiantes celebrados
en Montevideo (1908), Buenos Aires (1910) y Lima (1912) se pronunciaron por la
representación de los alumnos en el gobierno universitario. El movimiento
reformista iniciado en Córdoba el año de 1918 siguió esa misma dirección. En
medio de la agitación estudiantil por la Reforma Universitaria en el Perú, el
gobierno dictó el 20 de septiembre de 1919 el decreto que autorizó la
incorporación al Consejo Universitario de San Marcos de dos delegados elegidos
por los alumnos que debían ser doctores en alguna facultad. Y el 14 de octubre
del mismo año, la ley N° 4004 dispuso la intervención de los alumnos
sanmarquinos en el nombramiento de nuevos catedráticos, para cuyo efecto debían
acreditar a dos delegados al Consejo Universitario. Pronto fueron elegidos para
esa función los doctores Carlos Enrique Paz Soldán y José Antonio Encinas. El
primer Congreso Nacional de Estudiantes celebrado en la ciudad del Cusco en
1920 votó por la representación estudiantil ante el Consejo Universitario y en
la elección del rector. Ese mismo año, la Ley de Instrucción ratificó el
derecho de los alumnos a elegir sus delegados y participar en el gobierno
institucional. En tal sentido, esta norma fue un triunfo del movimiento
reformista.
Los
primeros delegados de los estudiantes trujillanos ante el Consejo Universitario
fueron los doctores Carlos C. Godoy y Marcelino Zamalloa,
elegidos por sus representados en cumplimiento de lo dispuesto por la Ley
Orgánica de Enseñanza (1920). Al ser incorporados en sesión del 19 de abril de
1921, el rector doctor Eleázar Boloña expresó que se
complacía en tener como colaboradores en la ardua empresa de reorganizar el
centro superior que conducía a personas tan preparadas, cuya designación
demostraba el gran acierto los alumnos[14]. Terminado
su periodo, hubo un tiempo intermedio en que por cuestiones de procedimiento,
la delegación no se concretó.
Al
declarar la incorporación de Espejo y Dávila Cárdenas (9 de octubre de 1923),
el rector dijo que le era grato hacerlo y manifestaba su complacencia por
tenerlos en el seno del consejo, pues, tal era el sentir de los miembros de
este y el suyo propio, en la seguridad de que la ilustración y talento de los
señores delegados serían factores eficaces en la obra común por el progreso y
engrandecimiento de la universidad. Añadió que la sesión se realizaba,
precisamente, a pedido de los flamantes delegados a los que concedió el uso de
la palabra. Entonces, el doctor Espejo manifestó que el objeto de la solicitud
estaba contenido en la moción, suscrita por él y el doctor Dávila Cárdenas,
entregada a la mesa.
Dicha
moción proponía que:
a.
El Consejo
Universitario haga suya la protesta formulada por la asamblea de alumnos por la
clausura de las Universidades Populares y la prisión del presidente de la
Federación de Estudiantes del Perú, Víctor Raúl Haya de la Torre.
b.
Se permita, sin limitación,
el funcionamiento del Centro Universitario en uno de los ambientes de la
universidad.
c.
La suspensión de las
labores universitarias por dos días, como manifestación de protesta por los
ataques a la juventud estudiosa[15].
Debate de la Moción
Estudiantil
El
debate giró alrededor de los tres extremos de la moción. Según Quiroz Vega, los
estudiantes ya habían protestado por el arresto de Haya de la Torre, y cuya
libertad fue denegada por el presidente de la república "porque en su
concepto es cómplice probado en el último movimiento revolucionario que ha
motivado la detención de algunos otros ciudadanos"[16].
Por
ello, este catedrático no encontró correcto que la universidad trujillana repitiera
la misma actitud de los alumnos que la pondría en situación de rebeldía
incompatible con su carácter de institución oficial. Añadió que la universidad
no es un cuerpo político cuyo objeto sea formular juicios de esta clase, debe
ser mesurada en hacer protestas, y atender a la ley de enseñanza; de modo que
las relaciones entre el Centro de Estudiantes y los catedráticos giren en torno
a lo relativo a métodos pedagógicos, programas, competencia de maestros,
investigaciones científicas y otros temas culturales.
Al
replicarle, Espejo -uno de los representantes de los alumnos- manifestó que la
misión de la universidad no se restringía a la enseñanza, a la difusión de los
conocimientos propios de las diferentes materias de cada una de las facultades,
sino que era muy amplia y en la cual cabía la defensa de los principios
enseñados por ella y la protesta contra el atropello de las libertades
públicas, por ende, la moción presentada se hallaba dentro de las atribuciones
del Consejo Universitario.
Ciertamente,
la universidad no solo debe formar profesionales e investigadores
distinguidos, sino ciudadanos, hombres cultos y de moral intachable. Lo cual
conlleva la idea de una educación por el ejemplo. Viene a propósito citar a Antenor Orrego, un intelectual egresado de la Universidad
de Trujillo, cuando escribió: "La cultura hay que vivirla en principio y
vivirla en acción. No se puede, pongamos por caso, explicar y defender en el
aula las llamadas garantías individuales y negarlas en la calle y en la vida
cotidiana. Para el universitario -maestro o alumno- no hay término medio".
Y para completar sus observaciones aún vigentes, este pensador añade: "No
vale la pena que en los exámenes se declame de corrido el amor a la libertad,
al derecho y a la justicia y en la calle se les befe y se les decapite, o por
lo menos, se muestre uno diferente a sus imperativos categóricos"[17].
Las
universidades no pueden, pues, vivir al margen de la vida palpitante del
pueblo, de lo contrario sus miembros serían como diablos predicadores. Nada
podríamos esperar de los profesionales formados por ellas cuando viven para
lucrar con su título y su trabajo, sin importarles la corrupción, la
injusticia, el atropello a las libertades y la vida miserable de miles de
ciudadanos. Lo cual equivale a negar los principios estudiados en las aulas.
Esto no es vivir la cultura, no es proyección de la
universidad a su contexto social. Es, simplemente, actitud egoísta y
conformista.
En
el debate, Rivadeneira dijo que todos los catedráticos conocían, perfectamente,
la misión de las universidades y hasta dónde se extendía su esfera de acción, y
recordó que cuando el Dr. Meave fue apresado, la
gestión de la universidad para conseguir su libertad fue desoída por el
gobierno, hecho que volvería a ocurrir con el consiguiente desaire para la
institución.
Al
abundar en razones, Espejo añadió que el estudiante Víctor Raúl Haya de la
Torre no había tenido participación política, así lo declaraba él mismo, como
también los gremios estudiantiles y obreros, hecho corroborado por su actuación
de siempre; es más, había repudiado a los políticos. Por tanto, con él se
cometía una grave arbitrariedad, frente a la cual cabía la protesta.
Contestando al delegado de los alumnos, Quiroz Vega manifestó "que no le
convencían las últimas afirmaciones que había hecho, porque después que el
hombre cumple 40 años sabe, por experiencia, que no siempre las palabras están
de acuerdo con los hechos"[18].
Los
conceptos pronunciados por Quiroz Vega eran, en verdad, ofensivos para los
estudiantes, en el sentido de que estos podían decir una cosa (no hacer
política), pero hacer otra, por lo tanto, no se les debía creer. Algo más se
desprende de sus palabras. Él mordió su propio anzuelo, cayó atrapado por la
boca, víctima de su juicio temerario: como hombre cuarentón no siempre era
sincero; su experiencia personal pretendía generalizarla. Entonces, ¿por qué se
le tendría que creer a él?
Por
aquel tiempo, efectivamente, Haya de la Torre era un joven líder estudiantil,
no político. En carta escrita en la prisión de San Lorenzo, el 3 de octubre de
1923, dirigida a los estudiantes y obreros, había criticado severamente las
"intrigas de bajo imperio" fabricadas por "diversas jaurías
políticas". Declaraba estar "ajeno y muy lejos de la podredumbre
política nacional". En cambio decía representar una "bandera de
juventud" y agitar "las conciencias hacia la justicia". Y
añadía: "Lucho por producir la precursora revolución de los espíritus y
maldigo con todo el calor de mi convencimiento a los explotadores del pueblo
que hacen del gobierno y la política, vil negociado culpable". "Si he
de marchar al destierro, algún día he de volver. Retornaré a mi tiempo, cuando
sea llegada la hora de la gran transformación"[19].
Algunos
años después -siendo ya ideólogo y militante político- al recordar sus años de
estudiante en Lima, sus dificultades económicas y añorando su tranquilo hogar
trujillano, dirá que había visto muy de cerca a "las fieras
de la política peruana empujadas por su hambre a la genuflexión y al soborno,
ya que el hambre de los políticos latinoamericanos es, con la del tigre, el
chacal y el tiburón, la más peligrosa de las hambres, según ciertos zoólogos[20]".
Frente
a esa situación, desde joven y en diversos momentos de su vida, Haya de la
Torre expresaba su intención de limpiar la política y elevarla a su sitial
realmente humano y científico. Y pensaba que la universidad metodiza y provee
las armas para criticar los viejos métodos, renovarlos y ponerlos al servicio
del pueblo. Además encuentra que, como actividad transversal de nuestra vida,
la política tiene relación con diversos quehaceres, incluso con el arte, hecho
aceptado por unos poetas, César Vallejo entre ellos, y negado por otros, como
Vicente Huidobro. Por eso José Carlos Mariátegui, al reflexionar sobre este
asunto escribe en 1926: "En esta, como en otras cosas, estoy naturalmente
con Haya de la Torre" y añade que "la política, para Haya y para mí,
que la sentimos elevada a la categoría de una religión, como dice Unamuno, es
la trama misma de la Historia"[21].
En
tal sentido, Haya de la Torre anhelaba que la política se orientase por una
doctrina así como por valores éticos y estéticos, no por la intriga, el
soborno, el hambre por los cargos públicos y la mezquindad.
Así
las cosas, la protesta solicitada aludía a un alumno de la Universidad de San
Marcos, exalumno de la universidad de su natal ciudad
de Trujillo, y no a un político, como los corruptos rechazados por el entonces
Presidente de la Federación de Estudiantes del Perú.
A
su turno, Boloña dijo que la universidad no debía formular ni adherirse a
ninguna protesta porque sería exponerse al desaire, en vista de que el
telegrama por el cual se negaba la libertad de Haya de la Torre, encerraba el
pensamiento del supremo gobierno. En cambio, propuso se remitiera un telegrama
al rector de la Universidad de San Marcos significándole el sentimiento de esta
Universidad por los últimos sucesos. Este pedido contó con la oposición de Meave al aducir que el gobierno ya había dado amplias
satisfacciones, explicado y dado garantías a dicha institución.
En
su intervención, el delegado Dávila Cárdenas dijo que por primera vez en el
país se le ofrecía la ocasión de expresar sus opiniones en una universidad,
pues, venía del extranjero y estaba al tanto del espíritu y orientaciones de
las universidades de Europa, y en virtud de ese conocimiento juzgaba que las
relaciones entre catedráticos y alumnos debían ser más estrechas, como si
aquellos fuesen los padres y estos sus hijos. Sobre esta base, pidió la
adhesión y solidaridad de los catedráticos con la actitud de los alumnos a
favor de Haya de la Torre, pues, no hacerlo significaba cobardía.
Frente
a estas ideas, Morales mostró su desacuerdo. Sostuvo que si bien él procuraba
mantener relaciones cordiales con sus alumnos, los hechos ocurridos en la
Escuela de Ingenieros, en Lima, donde fueron tachados dos prestigiosos
profesores (Guevara y Lisson), medida con la cual se
solidarizaron los estudiantes de Trujillo sin conocimiento de causa, le
llevaron a creer en puridad de verdad que las relaciones paternales o filiales
entre catedráticos y alumnos era solo "un bello recurso oratorio"[22].
El
Consejo Universitario acordó que este punto pasare a dictamen de la comisión
de reglamento.
Universidad de Puertas
Abiertas
El
delegado Espejo afirmó que la solicitud del Centro Universitario para usar, sin
limitaciones, un ambiente de la institución obedecía al hecho de haberse
impedido la concurrencia de miembros de organizaciones obreras y otras personas
a sus sesiones. Y Dávila Cárdenas pidió la aprobación "porque según las
orientaciones modernas, las universidades debían tener sus puertas abiertas para
todo el mundo"[23].
La
misma idea de universidad
de puertas abiertas la expondrán después estudiantes y
profesores de la Universidad de San Antonio Abad, en Cusco. Allí el año de
1927, en una declaración de principios, propugnando una "universidad
democrática" o "universidad de puertas abiertas", dirán que a
sus aulas tendrán acceso cuantos anhelan nutrir su espíritu, adquirir
conocimientos técnicos para el trabajo y la producción así como dotarle a su personalidad
de fuerzas intelectuales[24].
Por
cierto, los jóvenes reformistas cuestionaron no solo la organización universitaria
sino el orden de toda la sociedad. Fueron contestatarios, sintieron emoción
social y acercáronse al pueblo. Es un error presentar
al movimiento de reforma preocupado solo por la renovación del gobierno
universitario, o de los métodos didácticos, o como el anhelo juvenil por
realizar investigación científica.
La Reforma Universitaria discurrió tanto en el plano académico o pedagógico
cuanto en el campo social para mejorar las condiciones de vida de toda la
población. A la misión científica, humanística y profesional de las
universidades, le agregó otra importante misión: la de carácter social,
mediante la cual, las altas casas del saber deberían estudiar los problemas
nacionales y buscar sus soluciones, ponerse al alcance de los grupos menos
favorecidos económicamente y proyectar su labor cultural al pueblo. Los
reformistas plantearon y practicaron la proyección social y extensión
universitaria, cuyos medios fueron, entre otros: las universidades populares;
el acceso libre de los interesados a las clases, bibliotecas, laboratorios,
museos y archivos; la publicación de revistas y folletos; cursos, conferencias
y otros eventos para el público; el asesoramiento a gremios de trabajadores. El
primer Congreso Nacional de Estudiantes (1920), inspirado en los postulados de
justicia social, dio vida a las universidades populares, inauguradas en 1921,
para educar a obreros, campesinos, artesanos, amas de casa, empleados..
.mediante cursos y otras actividades de cultura general y técnica, en busca del
perfeccionamiento intelectual, moral y físico de
los trabajadores, así como en la defensa de sus derechos.
Es
decir, las universidades fueron
entendidas por la juventud reformista
como instituciones de puertas abiertas, no cerradas o
enclaustradas a manera de conventos; casas de cultura para
el
pueblo, no solo formadoras de
profesionales.
Los
alumnos al requerir de un ambiente para su organismo gremial, donde se
reuniesen y recibiesen a trabajadores y otros ciudadanos, estaban en una posición
a tono con las ideas y prácticas que se abrían en el mundo. Los conceptos de su
delegado, doctor Dávila Cárdenas, fueron acertados y son ahora practicados por
las universidades públicas y privadas.
El
rector manifestó que "el Consejo Universitario, espontáneamente, había
cedido uno
de
los
departamentos
de la Universidad para que el Centro Universitario
celebrara sus sesiones en vista de que carecía de
local[25]".
En
sesión del Consejo Universitario del 28 de agosto, el rector ya había informado
que el presidente
del
mencionado organismo estudiantil solicitó permiso para
reunirse
en asamblea en ambientes universitarios por haber
sido privados de su antiguo local, ubicado fuera de las instalaciones de la
universidad. En aquellos días, algunos estudiantes estaban en condición de
perseguidos por la autoridad política por
los sucesos del mes de julio, considerados opuestos al
gobierno. En la referida sesión, Meave sostuvo que
por la solidaridad que se debe guardar entre maestros y
alumnos creía procedente permitir sus reuniones
dentro del establecimiento universitario, mientras encontraban un local aparente.
Opiniones similares emitieron Morales y Boloña. Entonces, el Consejo Universitario
acordó: "Consentir que el Centro Universitario
sesione en uno de los
salones
de clase de la Universidad, debiendo el presidente de dicha institución
recabar, en su oportunidad, el permiso respectivo del Rectorado; que en las sesiones
se trate únicamente de asuntos estudiantiles y que a ellas no tengan acceso
personas extrañas"[26].
Pero
en la sesión del 9 de octubre, el doctor Quiroz Vega se opuso al segundo punto
de la moción presentada por los delegados de los
alumnos, sosteniendo que el uso del local tenía limitaciones; le señaló
condiciones: permiso otorgado por el rector, circunscribir las sesiones a fines
estudiantiles y la exclusiva concurrencia de alumnos a ellas. Entonces, el
pedido de los alumnos fue desestimado por todos los votos, menos los de sus
delegados.
Este
hecho nos pone al frente de un concepto reduccionista. El uso de un aula para
las reuniones del Centro Universitario no era considerado un derecho, sino una
concesión, convertida en un favor, a los alumnos, vistos como personas ajenas a
la universidad, restringida a institución solo de profesores que, arbitrariamente,
someten a parámetros anacrónicos y encasillan los anhelos juveniles de opinar
sobre la marcha de su propia casa de estudios, y de compartir inquietudes
renovadoras con el pueblo. Los catedráticos actuaban como dueños de la
universidad que, por ser del Estado, le pertenece a todos.
El
público trujillano se enteró de estos acuerdos mediante la publicación del acta
por los diarios, en uno de los cuales, El Norte, Antenor Orrego, su director, exalumno
universitario, escribió el editorial el 12 de octubre en uno de cuyos párrafos
se lee: "El criterio de que la Universidad está constituida, únicamente
por el profesorado, revela un concepto petrificado de la enseñanza. La
Universidad no se ha hecho para mantener catedráticos, sino para enseñar alumnos.
Son estos, pues, la materia viva, la materia moldeable, el cuerpo y el alma
necesarios". "El profesorado con respecto a la Universidad, no es
sino el elemento burocrático, es decir, el elemento que debe prestar servicios
a trueque de una paga o emolumento.
La sustancia viva o receptora es el alumnado". "El dómine, dictador
escolar que asumía todos los poderes, es una simple curiosidad arqueológica
dentro de la pedagogía moderna"[27].
Qué
avanzadas las ideas antes expuestas y qué lejos estaban los catedráticos
trujillanos del pensamiento paidocentrista de Juan
Jacobo Rousseau, que impregna todas las teorías pedagógicas contemporáneas.
Los alumnos -hoy nadie lo niega- son el centro y eje, la razón de ser de las
instituciones educativas.
Ideas
similares a las de Orrego se escucharon por toda América Latina antes y después
de los sucesos de Trujillo. En los primeros documentos producidos por los
reformistas de Córdoba ya se hablaba de "república universitaria" conformada
por profesores, alumnos y egresados. Gabriel del Mazo, el adalid reformista de
Argentina, había sostenido que los alumnos, pulso vital de la
institución, son el
pueblo en las aulas. Y los estudiantes de La Plata, expresaban:
"Los modernos sistemas pedagógicos, derivan su eficacia de la educación
del consorcio de alumnos y profesores. El clásico rigor del magíster
ha sido suplantado por el consejo persuasivo, y el respeto a las autoridades se
funda, no en la fiereza de las medidas que se impongan, sino en el temple de la
propia integridad moral"[28].
En Chile, los estudiantes mediante un manifiesto de 1922, usando terminología
democrática, hablaban de pueblo universitario.
"Llamamos -decían- pueblo universitario al
conjunto de alumnos que son la vida, el medio, el espíritu de la Universidad;
de profesores y de los profesionales que conservan vínculos con la Universidad,
que nosotros llamados los egresados"[29]. En Brasil, Juan A. Mesplé dirá después: "No habiendo en la Universidad
problemas ajenos a los intereses de los alumnos ¿cómo tolerar la existencia de
asuntos de cuyo conocimiento sean deliberadamente excluidos los
estudiantes?" Y considera que la participación de ellos en el gobierno
universitario "constituye el elemento más indicado para combatir el retrógrado
espíritu del feudalismo en el magisterio, que considera la Universidad como una
propiedad privada de los profesores, donde se satisfacen vanidades
y se contemplan ambiciones"[30].
Y más tarde, un rector reformista, salido de las canteras del movimiento
estudiantil de su país, Carlos Martínez Durand, dirá desde Guatemala:
"Debe partirse siempre del que aprende, es decir, centrar la universidad
en el estudiante. El
estudiante es el pueblo en las aulas. Profesores, graduados y
alumnos, en ósmosis de cultura, en reciprocidad educativa, forman la Universidad,
auténtica
república de estudiantes, de estudiosos de toda categoría y
edad"[31].
Baste
esta muestra del ideario de la Reforma Universitaria para demostrar que la
conjunción de profesores y alumnos le imprimen a la universidad sentido de
integración comunitaria de sus miembros. Entonces, no se podía negar a los
alumnos su derecho de juzgar las actividades realizadas en su institución. No
solo criticar el servicio educativo, la eficacia o ineficacia de los métodos
didácticos, sino presentar sugerencias y aportes a la administración de la
universidad. Con la Reforma, el estudiante, de elemento pasivo y cumplidor de
obligaciones, dentro de un marco a veces de falsa disciplina, pasa a ser activo
y consciente protagonista de la marcha de su casa de estudios.
Pero
los catedráticos de Trujillo de 1923 aún no entendían así los asuntos
universitarios.
Suspensión de Labores
En
este punto, el catedrático Quiroz Vega expresó que los alumnos ya habían
proclamado y ejecutado el paro de sus actividades durante dos días, y que el
Consejo Universitario no estaba constituido para refrendar los actos estudiantiles
sin esperar su decisión. En tal virtud opinó que fuera desechado, como efecto
ocurrió con todos los votos excepto de los representantes de los alumnos.
Y
así la Universidad de La Libertad guardó silencio.
La
protesta y suspensión de labores no solo era por el encarcelamiento de Haya de
la Torre, sino también "por los ataques a la juventud estudiosa",
como reza la moción. Lo cual alude a la represión y agresión sufrida por los
estudiantes sanmarquinos, uno de los cuales cayó abatido. Igualmente incluía
la clausura de las Universidades Populares incluida en la moción.
La Universidad, casa
del pueblo y para el pueblo
La
falta de ponderación y la intolerancia de los profesores agravaron la situación
y desencadenaron nuevos hechos. La prohibición a los estudiantes de sesionar
en el local de la universidad no fue tenida en cuenta. El Centro Universitario
se reunió en asamblea, tomó acuerdos y los dio a conocer a través de los
diarios. El 10 de octubre, 26 alumnos sesionaron en los ambientes de la
institución y discutieron los acuerdos adoptados por el Consejo Universitario
el día anterior. Y tomaron sus propios acuerdos que, resumidos, son los
siguientes:
a.
Condenar y extrañar la
actitud de tres catedráticos: Francisco Quiroz Vega, por sus demostraciones antiestudiantiles en el seno del Consejo Universitario, al
expresarse con "frases despectivas sobre la viril y sincera actitud de la
juventud" al manifestar que si bien los alumnos podían declarar que no
participaban en política, una cosa eran las palabras y otra los hechos; Ricardo
Rivadeneira, "por la insólita manera en que se refirió a una exposición
del doctor Enrique Dávila Cárdenas", sobre las relaciones afectivas entre
catedráticos y alumnos; y Alejandro Morales, por su "anacrónico
criterio" respecto a la tacha de catedráticos incompetentes.
b.
El criterio de varios
catedráticos no se avenía con las disposiciones de la ley de enseñanza. Además,
el reglamento vigente era anacrónico, anterior a dicha ley y, por lo mismo, no
podía ser tenido en consideración.
c.
La actitud de los
alumnos al solicitar a los catedráticos apoyo moral en los difíciles momentos
por los que atraviesa la juventud estudiosa, no buscaba formar un gremio con
ellos, sino estrecharse más en una comunidad de ideas y sentimientos.
d.
Los estudiantes
consideran a "la Universidad como la casa del pueblo y para el
pueblo" y la casta de hombres acaparadores del saber es opuesta a los
nuevos sentimientos de profusión del conocimiento.
e.
Se impone una reforma
universitaria que marque las verdaderas atribuciones de
profesores y alumnos según las nuevas normas de vida[32].
f.
Un estudiante disintió
de los acuerdos y pidió que su opinión constara en el acta.
Entre
los conceptos vertidos en tales acuerdos, merece destacar los que consideran a
la
universidad como casa del pueblo y para el pueblo. Esto es, una
institución que, cumpliendo su misión social, proyecta su saber hacia la
población de su entorno; una institución de puertas abiertas, como ya
se ha comentado en párrafos anteriores. Ideas semejantes o coincidentes
surgieron en diversos países latinoamericanos en el proceso de la Reforma
Universitaria. En la Universidad de Trujillo, su rector Antenor
Orrego, ubicado en esta línea, expresará en 1947 que la universidad debía
extender los beneficios de la cultura a toda la población, volcar su saber
hacia su contexto social "porque la Universidad es, y así debe ser, la
Institución máxima de los hijos del pueblo"[33]. Estas evidencias demuestran
que los jóvenes trujillanos no caían en el egoísmo de preocuparse solo por
ellos; no querían que la universidad formase una casta de hombres acaparadores
del saber. Todo lo contrario, anhelaban una universidad al servicio del pueblo
no solo de un grupo elitista, privilegiado, favorecido por la fortuna, que acudía
a sus aulas para lograr un título profesional. Y por eso quieren una reforma
universitaria. Reforma que no se quedaría reducida al entredicho
de estudiantes y profesores, dentro de los ambientes exclusivamente
universitarios, sino que saliera a la realidad circundante a confundirse con el
pueblo. "La Reforma Universitaria -escribió Haya de la Torre en 1925-
corría riesgo de perder su sentido social, su misión precursora y gloriosa si
quedaba como un simple movimiento universitario encaminado a preparar mejor,
bajo más apropiadas condiciones, al profesional. Yo he entendido siempre la
Reforma Universitaria como todo lo contrario al refinamiento de un sistema que
creara mejor, es decir, más definida y más fuerte, una casta profesional".
Por eso pensaba en la conversión del profesional en un "obrero
intelectual", tender a la universidad social y educar al estudiante en
contacto con los trabajadores[34].
Para
que la reforma abra la universidad al pueblo, los estudiantes trujillanos
querían que las relaciones con sus profesores sean las entonces propaladas por
el movimiento: relaciones cordiales, según las nuevas normas de la vida universitaria,
no autoritarias.
Complicación: Moción
Disciplinaria
Frente
a estos hechos, el Consejo Universitario en sesión extraordinaria realizada el
día 14 de octubre, tuvo una reacción que, lejos de buscar la concordia,
complicó las relaciones con los estudiantes. Parecía que ciertos catedráticos
hubiesen desenvainado sus espadas. Los catedráticos Francisco Quiroz Vega y Ricardo
Rivadeneira, ambos censurados por la asamblea estudiantil -como queda dicho-
presentaron una moción
disciplinaria, en cuyos considerados aducen que:
-
Es incompatible la
concesión hecha por la universidad al Centro Universitario
de un departamento para la celebración de sus sesiones, con la actitud de 25
estudiantes, quienes tergiversando los conceptos emitidos en el Consejo
Universitario, han condenado y extrañado la opinión de tres catedráticos, en
forma irrespetuosa.
-
La improbación
hecha es ajena a la función del Centro Universitario y atentatoria al régimen
institucional y al prestigio de la Universidad.
Por
eso propusieron:
-
Suspender la concesión hecha
al Centro Universitario en sesión del 23 de agosto del uso del local.
-
Llamar al orden a los
25 alumnos firmantes del acta de improbación para que
mantengan sus derechos dentro de los límites establecidos por la ley de
enseñanza, apercibiéndoles de expulsión en caso de reincidencia.
El
delegado Espejo manifestó que los alumnos no habían tenido intención de ofender
a los catedráticos Rivadeneira, Quiroz Vega y Morales, a quienes respetan, sino
que los términos de sus acuerdos solo significaban diversidad de conceptos. Por
su parte, el delegado Dávila Cárdenas, oponiéndose a la moción, dijo que era
contraria a las nuevas orientaciones pedagógicas, que su severidad era excesiva
y cuya aprobación significaría un abuso de la mayoría del Consejo Universitario
puesto que "los catedráticos hacían el papel de patrones que botan de su
casa a los sirvientes"[35].
Defendiendo
su propuesta, Quiroz Vega sostuvo que si bien la tolerancia era buena, no
siempre merecía el aplauso, pues "hay tolerancias culpables" como las
de "los maestros que disimulan lo que deben corregir, faltando a su deber
de educar". Y agregó: "Que la moción, a pesar de su severidad, está
animada en un espíritu amplio y generoso; pues no lleva consigo ningún mal
directo a los estudiantes, individualmente considerados; reduciéndose a
suspender el servicio del local que se les cedió espontáneamente para que
sesionasen en corporación, por el exceso en que habían incurrido y a llamarlos
al orden, con la prevención consiguiente"[36]. Además sostuvo que, en cumplimiento
de un estricto deber, esto era lo menos que podía hacer el Consejo
Universitario, para lograr de los alumnos el alto ejemplo de moralidad, cultura
y severidad en el cumplimiento de sus obligaciones.
Como
se ve, este docente confunde generosidad con amenaza. Los términos más
utilizados en el debate aludían a falta de consideración y respeto por
parte de los estudiantes, agravios de estos, severidad, corrección, orden,
moralidad, cargos y falsedades. Uno de ellos, Morales, dijo que
los delegados no habían presentado satisfacciones al Consejo Universitario en
nombre de los alumnos, tampoco desautorizado o retirado los términos contenidos
en los acuerdos publicados. Otro, Rivadeneira, al comentar la conducta de los
estudiantes afirmó que en lo sucesivo ya no les tendrá las consideraciones de
antes, "porque si alguna lección le habían dado los alumnos, era la de que
estaban demás con ellos las consideraciones personales y los vínculos sociales
que siempre se había complacido en cultivar", y
que ni él ni sus compañeros catedráticos eran retrasados
pedagogos universitarios, pues, era autor de muchas iniciativas, expuestas en
el Consejo Universitario, de "las más avanzadas reformas universitarias
que hoy son, solamente una aspiración para las primeras universidades del
mundo" y que la nueva ley de instrucción dejó sin efecto [37].
No dijo cuáles eran dichas reformas.
Aprobada
la moción disciplinaria, con la oposición
de los delegados, se discutieron los dictámenes de la comisión de reglamento
recaídos en la solicitud de protesta por la captura de Haya de la Torre y la
clausura de las Universidades Populares, alcanzada en la sesión del día 9 de
octubre. El dictamen en mayoría, suscrito por Santiago E. Uceda (hermano del
rector), Carlos Vega y Sanabria, y Cecilio Cox, se pronunció porque no sea
discutida la protesta formulada por la asamblea
de estudiantes, mientras estos, por el prestigio de la universidad, el respeto
a sus profesores y la estima propia de cada alumno,
no retirasen los conceptos desfavorables a los doctores Quiroz Vega,
Rivadeneira y Morales. Y en su dictamen en minoría, Guillermo E. Espejo opinó
que, sin tomar en cuenta los acuerdos a posteriori de
los estudiantes, el Consejo Universitario confirme con su actitud moral las
lecciones teóricas sobre el respeto a la libertad individual y de pensamiento
así como a la Carta Fundamental del Estado.
Fue
aprobado el dictamen en mayoría por todos los
votos, menos los de los delegados. Vale decir,
la Universidad, institución por esencia deliberante, creadora y comunicadora
de
ideas, prefirió la mudez a decir su palabra sobre los hechos estudiantiles
acaecidos en Lima. Y esto no obstante que el catedrático
Quiroz Vega había sostenido, en la sesión anterior que la universidad
"debe ser mesurada en hacer protestas"[38]. No se trataba, obviamente, de
proferir ofensas a nadie, mediante una protesta con términos reñidos al comportamiento
de una casa
de
estudios. El pedido de los alumnos, a través de
sus delegados, implicaba una protesta moderada, con
el tono grave propio de una institución académica. Pero los docentes optaron
por el silencio. Al parecer, el doctor Quiroz Vega olvidó sus palabras que
abrían la posibilidad de una protesta alturada.
El Derecho de los
alumnos a reunirse en el local de su Universidad y la expulsión temporal
Las medidas
de disciplina no surtieron efecto. Las sesiones
de los estudiantes prosiguieron en las aulas de la universidad. El 18 de
octubre, el presidente del Centro Universitario, Luciano Castillo, dio cuenta a
la asamblea del oficio remitido por el rector, Carlos E. Uceda, que transcribía
el acuerdo del Consejo Universitario de suspensión del uso del local y la
llamada al orden a 25 alumnos, bajo
apercibimiento de expulsión en caso de reincidencia. En su respuesta, el Centro
Universitario afirma que en la reprobación a tres de sus profesores no ha
existido otro ánimo que el de exponer un concepto nuevo y puro, sin embargo,
de su actitud se ha hecho una cuestión de disciplina donde solo existe una
discrepancia de ideas. Y anuncia al rector que "los estudiantes también hemos acordado
sostener el derecho que nos asiste para
realizar asambleas en el local de la Universidad,
derecho que está reconocido en la práctica de todos los institutos superiores
de enseñanza". A continuación, el oficio del Centro Universitario, dice
en forma tajante: "La Universidad no es, ni puede estar constituida por el
profesorado, el estudiantado la integra y ambos tienen igual derecho de vivir
en ella su vida plena de actividad; por eso es que la juventud no estima como
una concesión, sino como un derecho, la realización de sus actos sociales en el
local de la Universidad"[39].
La comunicación está suscrita por Luciano Castillo, presidente, y Salomé Díaz,
secretario.
Las
razones expuestas por los estudiantes sobre sus derechos y la conformación de
la universidad por ellos y los profesores, como ya se ha visto, son valederas,
principios defendidos por el movimiento reformista. Y vigentes en nuestros
días.
Pero
para el rector y su Consejo Universitario se trata de desacato a sus órdenes.
Así se lee en el acta de la sesión extraordinaria celebrada por dicho órgano de
gobierno el 19 de octubre, no obstante que el presidente del Centro Universitario,
con oficio de esa fecha, pide a los miembros del Consejo Universitario
contemplen con visión de maestros el momento que vive la juventud de Trujillo.
Y el delegado Espejo pide se reconsidere la suspensión de la concesión hecha a
los alumnos del uso del local de la universidad para sus sesiones sin ninguna
limitación. Pero este pedido fue desechado por tener solo tres votos a su
favor. El rector puso a debate el apercibimiento contra los 15 estudiantes que,
según sus palabras, habían asumido una actitud de desacato e indisciplina.
Los
delegados de los alumnos, Espejo y Dávila Cárdenas opinaron que el caso fuese
contemplado por la asamblea de catedráticos por su carácter extraordinario.
Tanto el rector como los profesores Quiroz Vega y Rivadeneira, adujeron que
dicha petición era contraria a la Ley Orgánica de Enseñanza. Entonces, ambos
delegados se retiraron de la sesión.
Luego
en el debate, las intervenciones de Quiroz Vega y Rivadeneira enfatizaron en
que los 15 alumnos no habían acatado las expresas prohibiciones de sesionar en
los ambientes universitarios; que habían desconocido la potestad gubernativa
del consejo y perturbado el orden y la disciplina, cuyo restablecimiento
implica hacer efectivo el apercibimiento. El catedrático Morales fue moderado,
sostuvo que las faltas cometidas eran resultado de la impremeditación y
exageración juveniles, por ende, las medidas a tomar no debían ser de carácter
definitivo, sino que bastaba la separación temporal de los 15 alumnos. Y así,
por unanimidad de votos, se acordó la expulsión de dichos alumnos hasta el 31
de marzo de 1924, bajo apercibimiento de acordarla definitiva en caso de
reincidencia.
Dichos
alumnos fueron: Luciano Castillo, Carlos M. Cox Roose,
Manuel Morales
Loli, Demetrio Cedrón Camacho, Manuel Vásquez Díaz, Enrique Benites
Loayza, Carlos M. Porras, Teodomiro Sánchez, José Salomé Díaz, Fernando L.
Chávez, Jaime W. Calderón, Isaac Deza Chávarri, Manuel Antonio Villacorta, Edmundo Haya de la
Torre y César Alva Castillo.
La remisión de la pena
A
los pocos días, un grupo de alumnos presentó un memorial por el cual solicitaban
al rector convoque a una asamblea de catedráticos, a cuyo conocimiento y
resolución se someta el acuerdo del Consejo Universitario que impuso la pena de
expulsión a 15 alumnos. En sesión extraordinaria del 2 de noviembre, dicho
órgano de gobierno mandó al archivo el referido memorial porque sus actos no
eran pasibles de revisión. Igualmente fue desechada, por extemporánea, la
solicitud de reconsideración del presidente de la Federación de Estudiantes del
Perú. El catedrático Ignacio Meave dijo que la
situación creada en la universidad no tenía ningún cariz político ni de otra
bandería, de modo que la actitud represiva asumida por el Consejo
Universitario fue para salvar la disciplina, a fin de que no se sentara el
funesto precedente de ejercer gobierno con el criterio de la vocinglería y la
muchedumbre. El delegado de los alumnos, Guillermo E. Espejo solicitó la
remisión de la pena impuesta a los alumnos expulsados, alegando que el origen
de los sucesos estaba en la actitud estudiantil de protesta frente a la prisión
de Haya de la Torre, con quien se solidarizaban, en gesto digno de aplauso,
sus compañeros del Centro Universitario pero que se dejaron llevar por su
apasionamiento y entusiasmo juveniles al usar el local, cuya concesión les fuera
retirada, para dar a conocer precisamente ese acuerdo del Consejo
Universitario, hecho disculpable en jóvenes llenos de ideales. Quiroz Vega dijo
que la universidad, en defensa de sus respetos, suspendió el uso del local
concedido, al Centro Universitario, en cuyo nombre se había hecho la improbación de tres docentes; asimismo que se llamó al
orden a los 25 estudiantes firmantes del acta y que por ser universitarios no
se los podía recluir ni amonestar como a escolares, por ello, la pena no debía
ser otra que la expulsión, y que esta había sido acordada con carácter
temporal, pero en atención de las circunstancias, estaba de acuerdo con la
suspensión de la medida.
Tergiversando
las palabras de Espejo, en el sentido de que los alumnos retiraban los conceptos
vertidos en contra de tres profesores y que sus actos no significaban
desobediencia a la autoridad del consejo, este acordó unánimemente la remisión
de la pena de expulsión a los que no desautorizaren a sus delegados. Casi al
terminar la sesión llegó un telegrama del ministro de instrucción, Ego Aguirre,
por el cual pedía la reconsideración del acuerdo de separación de los alumnos.
Ante este hecho, el Consejo Universitario autorizó al rector contestara al
ministro informándole el acuerdo tomado. En efecto, mediante telegrama, se le
comunicó que los delegados de los alumnos habían retirado los conceptos publicados
en contra de los catedráticos y que acataban la disciplina y decisiones del
consejo, razón por la cual este levantó la pena de expulsión.
Pronto
surgieron discrepancias en relación con los términos empleados en el debate y
en el acuerdo registrado en acta, hecho que agravó la situación. En la
siguiente sesión extraordinaria del 15 de noviembre, Espejo expresó que dicha
acta era conforme, excepto en la parte en la cual aparece el retiro de los
conceptos vertidos por los alumnos en contra de tres catedráticos, pues él se
concretó a ratificar sus declaraciones y protestas que en las sesiones
anteriores había formulado sobre el respeto y consideración de los alumnos a
sus profesores. Y el delegado Dávila Cárdenas expresó conceptos similares. En
el acta se habían anotado, pues, conceptos distorsionados de la representación
estudiantil. El acta de la sesión anterior fue aprobada por todos los votos, menos
los de los señores delegados. El doctor Fernández dijo que habiendo sido
ratificada el acta por abrumadora mayoría, la remisión de la pena impuesta a 15
alumnos quedaba vigente, pero por haberse producido la retractación de los
delegados, pidió que se acuerde exigir a los alumnos expulsados una declaración
de que estaban resueltos de acogerse a ese beneficio, por los fundamentos que
determinaron dicha remisión, es decir, el retiro de términos de condena contra
sus profesores y aceptación del orden y disciplina dispuesto por el Consejo
Universitario. Llamado urgentemente, el doctor Alejandro Morales abandonó la
sala; la sesión fue suspendida. Reabierta el día siguiente, el rector puso a
discusión el pedido del doctor Fernández, quien al hacer nuevamente uso de la
palabra manifestó que acababa de leer en los periódicos declaraciones de los
estudiantes según las cuales el conflicto seguía en pie, y que de esto se iba
formando un embrollo mayor por las contradicciones de dichos e interpretaciones
de conceptos, y van cambiando las cosas de una sesión a otra, de modo que pedía
la aprobación de su pedido. En efecto, fue aprobado con la oposición del
delegado Espejo en lo concerniente a la declaración de los alumnos que
quisieran acogerse al perdón. En otras palabras, se pretendía someter a los
alumnos a la genuflexión. Así mismo se aprobó, por los mismos votos, el tenor
del telegrama de respuesta dirigido por el rector al ministro de instrucción.
El delegado Dávila Cárdenas no asistió a esta continuación de la sesión.
El conflicto está en
pie
Después
de la sesión antes descrita, hubo asamblea de estudiantes convocada por el
Centro Universitario y en ella se tomaron diversos acuerdos:
a.
Retiro de la delegación
ante del Consejo Universitario, como manifestación de protesta.
b.
Vacancia del rectorado
por incapacidad de quien lo desempeña.
c.
Tacha a los
catedráticos: Carlos E. Uceda (rector), Ignacio Meave,
José María Fernández, Ricardo Rivadeneira y Francisco Quiroz Vega, por inmoralidad.
Los alumnos de la Facultad de Letras, fundamentando su decisión, expresaron que
durante el año, el catedrático de filosofía, Rivadeneira, había asistido solo
una vez a clase.
d.
Declaratoria de huelga
estudiantil.
e.
Reclamo de acción
solidaria a los estudiantes de Lima, Arequipa y Cusco con el movimiento
universitario trujillano.
A
esta reunión asistió un grupo de obreros que habían protestado por el despojo
del local donde funcionaba la Universidad Popular de Lima. Se adhirieron a los
acuerdos de los estudiantes e hicieron presente que la causa de la juventud era
suya.
El
diario El
Norte publicó la información que antecede en su edición del 17 de
noviembre. Y con fecha 19 del mismo mes, 26 alumnos enviaron un memorial a los catedráticos
neutrales, en cuyas primeras líneas se lee: "Llevados por
nuestro concepto, enseñado por vosotros en las cátedras, de que el supremo
poder reside en los electores, que lo delegan en representantes
que pueden, por razón de las circunstancias, perder la confianza en la entidad
representada: en nombre de este derecho reconocido por todas las leyes e
inscrito en la conciencia colectiva, apelamos a vosotros pidiendo intervengáis
en este conflicto, que a prolongarse irá en desmedro no solo de las partes
beligerantes, sino de la Universidad como ser corporativo"[40].
Luego manifestaron que la responsabilidad de toda la situación recae
directamente en el rector, Carlos E. Uceda, por su ineptitud o debilidad para
defender los fueros de la institución. El conflicto, decían, estaba
virtualmente terminado, pero recrudeció por falta de tino del rector al
transmitir al ministro de instrucción un telegrama que consignaba hechos
falsos, tan es así que no se atrevió a comunicar su contenido por los diarios de
Trujillo, sino a los de Lima, pues no hubo retractación de los alumnos a través
de sus delegados; consideraban a dicho telegrama -al tenor del cual aparecían
en actitud claudicante- como el origen
de la nueva situación e inoportuno. Asimismo informaban que solicitaron
personalmente la renuncia del doctor Uceda para terminar con el bochornoso
escándalo, pero él se refugió en la ley "como si alguna hubiera que
tratara de impedir a los hombres enmendar sus yerros y evitar los daños".
Refiriéndose al rector, agregan: "Suya pues será la culpa, si llevados por
nuestra exaltación produjéramos actos de violencia, que a pesar de
nuestras buenas determinaciones, acaso no podamos evitar".
Y pedían a los catedráticos
neutrales sus opiniones y les dijeron que el solo hecho de
reunirse sería una muestra de amor hacia sus alumnos y hacia la universidad que
aman, por ser parte de su vida y fuente de tantas inquietudes[41].
Los diarios El
Norte y La Industria publicaron el
memorial.
Pero
no hubo ninguna respuesta. Por el contrario, un grupo de seis catedráticos
comunicó, en la misma fecha, su adhesión al rector y al Consejo Universitario
por su empeño en el mantenimiento del orden y la disciplina. Ellos fueron: P.
A. Lizarzaburu, Santiago E. Uceda (hermano del
rector), Julio E. Mannucci, C. Vega y Sanabria,
Víctor A. Hernández y E. L. Albrecht. La Industria
publicó el oficio de los adherentes.
Con
esta adhesión, no había esperanzas de una pronta solución. El conflicto seguía
en pie. Los bandos parecían irreconciliables. La suerte estaba echada en una
universidad polarizada.
Expulsión temporal y
definitiva
Así
fue. El conflicto se agudizó. Los profesores perdieron la serenidad, buena
consejera en la toma de decisiones. En sesión extraordinaria del 20 de noviembre,
el rector, Carlos E. Uceda, dio cuenta al Consejo Universitario de "graves
sucesos ocurridos dentro del claustro, los cuales constituían nuevos ataques a
la disciplina y a la moral de la Universidad". Los informes fueron dos: a)
Ese día, la puerta de calle de la universidad fue trancada con mesas y bancas,
sacadas de las aulas, y en las paredes existían letreros, pero no dio a conocer
qué decían. b) Encontrándose en la Prefectura, a las 11 de la mañana -a donde
acudió a informar a la autoridad
política de que en memorial publicado por un periódico los alumnos amenazaban
"practicar actos de violencia"- ante el aviso dado por un policía de
la perpetración en el local universitario de grave falta de hecho por parte de
un alumno contra un catedrático, de inmediato, "se constituyó el señor
Prefecto, en compañía del señor Rector en la Universidad, donde comprobó que el
exalumno don Carlos M. Cox había agredido al Dr.
Rivadeneira"[42].
Como
se ve, a Cox se le considera exalumno, antes de producirse
la votación por la cual se acordó su expulsión definitiva.
Mientras
Meave decía que él vio al alumno Cox golpear a
Rivadeneira, a consecuencia de lo cual cayó al suelo, éste (Rivadeneira),
solicitado por el primero a declarar "francamente lo que había
pasado", expuso: "que él no acusaba a nadie particularmente; que el
grupo de alumnos, del cual había salido la agresión de que fue víctima, había
estado en uno de los claustros hablando y riendo bulliciosamente, mientras él
conversaba en el claustro próximo. Como disimulara esto, comenzaron a silbar y
después a cantar, y que al hacerles presente él la obligación en que estaban de
guardar compostura, había sido víctima de un ataque tan sorpresivo que no pudo
ni siquiera defenderse. Que en su concepto la agresión fue resultado de un
acuerdo anterior hecho ostensible, sin recato, por publicaciones y actitudes
provocadoras, y que, por consiguiente, el hecho fue colectivo"[43].
El catedrático agredido, Rivadeneira, negó, pues, en el momento, en forma
tajante, la afirmación de Meave, cuando este sindicó
al estudiante Cox como agresor.
Los
consejeros Fernández y Quiroz Vega dijeron que, ante la gravedad de la
situación, la solución consistía en la expulsión de todos los alumnos
participantes en tales hechos. Por su parte, Boloña deploró profundamente lo
sucedido, lo cual se acentuaba ante la cercanía de la conmemoración del
centenario de la universidad en que la armonía institucional era indispensable.
Además dijo que, por ser pariente cercano del alumno Carlos M. Cox, se abstenía
de intervenir en el debate y en la votación.
A
esta sesión no asistieron los delegados de los alumnos, porque fueron retirados
por el Centro Universitario, según acuerdo del 16 de noviembre, como
manifestación de protesta por la actuación del Consejo Universitario en el
tratamiento dado al conflicto, acusado de haber distorsionado las expresiones
de los doctores Espejo y Dávila Cárdenas.
El
rector, para la aplicación de la pena a que se habían hecho acreedores,
distinguió dos clases de alumnos: a) los reincidentes de indisciplina, y b) los
que últimamente se habían adherido a los anteriores en publicaciones, así como
en actos de desacato y desorden.
Puesta
al voto la cuestión, fueron expulsados definitivamente
por todos los votos menos el de Boloña (que se abstuvo), los alumnos
reincidentes: Luciano Castillo, Carlos M. Cox, Manuel Morales Loli, Demetrio
Cedrón, Manuel Vásquez Díaz, Carlos M. Porras, Teodomiro Sánchez, José Salomé
Díaz, Fernando L. Chávez, Jaime W. Calderón, Isaac Deza
Chavarri, Manuel Antonio Villacorta, Edmundo Haya de
la Torre (hermano de Víctor Raúl, el adalid del movimiento estudiantil en Lima)
y César Alva Castillo.
Y
expulsados
temporalmente, por el año académico en curso (1923, cuyo término
estaba fijado para el 31 de marzo de 1924): Eloy Espinoza, Arturo Goicochea de
la Reguera, José C. La Cunza, Víctor A. Rodríguez Porturas, Teófilo A. Cruz, Ricardo Ramos Gamboa, Luis
González, Diógenes M. Vásquez, Enrique Rodríguez Lizarzaburu,
Pedro Lizarzaburu, Alberto Moreno y Ramón G. Ferrer.
El
primer grupo lo conformaban 14 alumnos; el segundo 12. De este, Enrique
Rodríguez Lizarzaburu, Pedro Lizarzaburu,
Alberto Moreno y Ramón G. Ferrer, presentaron recursos en los cuales
manifestaron que sus nombres fueron indebidamente incluidos, sin su
consentimiento, en el memorial publicado por los periódicos, por cuya razón el
Consejo Universitario les levantó la pena, en sesión del 25 de noviembre.
Entre
los estudiantes que sufrieron el arbitrario castigo figuraron tres miembros destacados
del célebre Grupo Norte: Carlos Manuel Cox, Manuel Vásquez Díaz y Eloy
Espinoza.
A
la sanción impuesta por la institución académica, la autoridad política pretendió
sumar otra. Al día siguiente del acuerdo, el prefecto, Temístocles
Molina Derteano, notificó a los estudiantes
expulsados para que en el plazo de ocho días abandonaran la ciudad. Pero la
rápida reacción de los trabajadores trujillanos impidió este nuevo atropello.
El mencionado Molina era conocido por su autoritarismo,
él había dirigido la masacre de trabadores cañaveleros
del Valle de Chicama, en años anteriores, y reprimido
a los dirigentes de sus organizaciones gremiales, además amedrentaba a
periodistas ubicados en el lado de la justicia social. Siguió de cerca los
hechos estudiantiles y también quiso imponer su castigo. Pero esta vez no le
fue posible.
El
rector informó, el 26 de noviembre, al ministro de instrucción, Ego Aguirre,
-entre otros asuntos- el desarrollo de los hechos, desde la presentación de la
moción por los delegados de los alumnos, vista en la sesión del 9 de octubre,
hasta la sesión del 25 de noviembre en que dejó sin efecto la expulsión
temporal de 4 alumnos. Allí le dice al ministro, en relación a las tachas de
los catedráticos dadas a conocer por los alumnos con fecha 16 de noviembre, que
fueron acordadas bajo la influencia de la pena de expulsión temporal y que solo
dos de ellas, fundadas en incompetencia pedagógica, han sido presentadas al
Rectorado por el presidente y secretario del Centro Universitario, ambos
expulsados, y las demás solo fueron comunicadas al público por los periódicos.
Pero
con la misma simplicidad de la lógica del rector, también se podría decir lo
contrario: la expulsión temporal fue acordada porque los alumnos, en asamblea
del 10 de octubre, expresaron su voto de condena y extrañamiento a tres
profesores por su actuación contraria a los estudiantes en el Consejo
Universitario. Vale decir, la expulsión era una represalia.
Asimismo
informa el rector que los alumnos no han presentado ninguna divergencia de
criterios pedagógicos con sus profesores, ni nuevas orientaciones sobre
enseñanza, "ni han iniciado reforma alguna"; se trata única y
exclusivamente de actos de lamentable rebeldía[44].
Un
análisis de los documentos de ambas posiciones nos presenta, en el lado de los
alumnos y sus delegados, algunas ideas avanzadas, aunque brevemente expuestas,
sobre educación universitaria, como ya hemos comentado; en cambio,
en el lado del Consejo Universitario, no se encuentra ninguna de tales ideas,
pues, el énfasis está puesto en medidas disciplinarias y represivas. Y si de
iniciar una reforma se trataba, el peso favorable también se inclina hacia los
estudiantes porque con sus ideas, actitudes y manifestaciones en defensa de
principios, dieron sus aportes en el largo proceso del movimiento
universitario reformista. Y al contrario, el platillo de la balanza de los
profesores queda vacío. Algo más, en este contexto, "iniciar una
reforma" -conceptos del rector- no es lo mismo que iniciar o protagonizar
un movimiento por la reforma. Este implica un rumbo -de corto o largo alcance-
a seguir que puede concretarse en un tiempo indeterminado
o quedarse solo en el plano de las intenciones, como una esperanza, tal caso de
los estudiantes trujillanos. En cambio, dar inicio a una reforma implica tomar
decisiones de ejecutarla y llevarla a término, es un acto administrativo,
incumbencia de las autoridades, no de los estudiantes. Y como se ve, el rector
no acogió ninguna idea de los estudiantes; las ahogó, menos tomó decisiones de
emprender cambios en la universidad. El Consejo Universitario se preocupó por
dichos, contradicciones, retractaciones y tergiversaciones, amenazas y decisiones
compulsivas, represivas y disciplinarias, no de temas del campo conceptual y de
propuestas de mejoramiento del trabajo universitario. Vale decir, su visión no
era de mediano ni largo alcance, sino de actuación frente a hechos rutinarios y
de enfrentamiento con los estudiantes. Le faltó tino para afrontar el
conflicto.
Curiosa fórmula del
Rector: la pena legal es enmienda, la perturbación no
Mientras
los alumnos se encontraban en huelga -conforme lo habían acordado-, las
comunicaciones entre rector y ministro continuaron. Este le informó (3 de
diciembre) que había recibido a dos alumnos comisionados por sus compañeros
para pedirle interponga sus buenos oficios para evitar la pérdida del año de
estudios y acaso de su carrera. Y le impetró al rector que, en acto de benevolencia,
y sin romper el rigorismo disciplinario, dé oportunidad a los alumnos para la
rehabilitación de sus impulsos no meditados. Oficios y telegramas entre ambos
prosiguieron hasta el término del año, con evidentes discrepancias. Mediante
una de dichas comunicaciones, el ministro le dijo al rector que no se había
seguido el procedimiento dispuesto por la ley de instrucción para aplicar la
pena de expulsión: debe ser impuesta por las facultades, ejecutada por los
decanos y revisada por el Consejo Universitario. Por tanto, este órgano
gubernativo cerró todo recurso de revisión.
Pero
el Consejo Universitario (21 de diciembre), por unanimidad de votos, discrepó
con el ministro, alegando haber procedido con sujeción a la ley. Sin embargo,
la universidad se regía internamente por un reglamento de 1908, desfasado en
relación con la ley de instrucción de 1920. El consejo y el rector prosiguieron
usando los términos de acuerdos y comunicaciones anteriores. En efecto, el
rector expresó al ministro que los estudiantes habían desacatado a dicho órgano
directriz y sus miembros fueron extrañados, condenados, injuriados, escarnecidos
públicamente y amenazados con actos de violencia, y uno de ellos ultrajado de
hecho. (Lo cual fue desmentido por el presunto ultrajado). Por ende, su respetabilidad
sufriría desmedro, si no pudiera defenderla sin vacilación ni tregua. Además
del presunto basamento legal, le dice al ministro que los procedimientos del
consejo cuentan con la aprobación de casi todo el cuerpo de catedráticos.
Efectivamente,
en aquel año, la Universidad de la Libertad tenía 16 docentes; de los cuales
siete conformaban el Consejo Universitario: Carlos E. Uceda (rector),
Francisco Quiroz Vega (vicerrector), Alejandro Morales, Ricardo Rivadeneira,
José M. Fernández, Eleázar Boloña e Ignacio Meave Seminario (secretario). De ellos, seis participaban
uniformemente de los acuerdos del consejo. Un grupo de otros seis catedráticos
se adhirió a la labor del rector y del mencionado órgano de gobierno a favor
del mantenimiento del orden y la disciplina: Pedro A. Lizarzaburu,
Santiago E. Uceda (hermano del rector), Julio E. Mannucci,
Carlos Vega y Sanabria, Víctor Alejandro Hernández y Enrique L. Albrecht. En total, doce estuvieron de acuerdo con la pena
de expulsión. En contra dos: Carlos C. Godoy y Saniel
Chávarri, ambos de la Facultad de Filosofía, Historia
y Letras. Y dos se excusaron de intervenir por vínculos familiares: Eleázar Boloña y Cecilio Cox, parientes del alumno Carlos
M. Cox. En resumen: 12 estuvieron por la pena aplicada, dos en contra y dos se
abstuvieron.
Así,
pues, aduciendo razones legales, unidas a cuestiones de orden y disciplina,
el Consejo Universitario y el rector negaron las peticiones del ministro para
solucionar el problema.
Pero
no solo eso. Hubo otros rechazos. El decano de la Facultad de Ciencias
Jurídicas y Sociales de la Universidad de La Plata, Argentina, Dr. Alfredo L.
Palacios, mediante comunicación fechada el 8 de febrero de 1924, atendiendo
el pedido de uno de los interesados, se dirigió al rector para interponer su
"anhelo de concordia y fraternal armonía en pro de los estudiantes
expulsados".
En
su oficio manifestó su afecto a nuestro país como a una segunda patria, su
admiración y gratitud al pueblo peruano y a su juventud que lo había honrado
con el título elevado de Maestro, razones por las cuales se sentía autorizado y
obligado a solicitar se derogue la medida disciplinaria. Aunque su petición podría
ser desfavorablemente interpretada, dijo que solo le inspiraba el interés en el
porvenir de los estudiantes, gravemente afectado por un probable arrebato
juvenil. Y que no juzgaba los hechos, ni se parcializaba con un bando, tampoco
discutía lo justificado o no de la medida, "pero invocando el dolor y los
amargos quebrantos que ella habrá ya producido", se tomaba la libertad de
solicitar el levantamiento de la pena. "Únicamente me atrevo -escribe- a
demandarle que ejerciendo la clemencia, el atributo más alto de la justicia,
impida que cristalicen en el alma siempre pura y generosa de la juventud,
sedimentos amargos de discordia, fuente germinadora de
futuros y perdurables enconos"[45]. Palacios había visitado
nuestro país el año de 1919; en Lima recibió cálidas manifestaciones de aprecio
por parte de los estudiantes universitarios.
El
rector le respondió, con acuerdo del Consejo Universitario, del 2 de abril, que
de la historia de los sucesos se desprenden dos cosas: a) no ha habido un
movimiento ideológico de renovación y de mejora; tampoco una cruzada contra
métodos docentes arcaicos, iniciada por los alumnos; b) los alumnos expulsados
(en forma definitiva 14, y temporal 8), dominados por su extravío, solo consiguieron
obcecación y escándalo, al desacatar a las autoridades, injuriar, escarnecer,
amenazar y hasta ultrajar a uno de los profesores. Por tanto, la medida debía
surtir todos sus efectos en obsequio de la autoridad del consejo, al decoro de
los docentes, y al orden y la disciplina de la universidad.
Las
autoridades insistían en que los estudiantes no han protagonizado movimiento
alguno de ideas renovadoras, ni una campaña para mejorar los métodos didácticos
caducos. Sin embargo, como ya está anotado en páginas precedentes, los
estudiantes sí expusieron planteamientos sobre temas educativos y administrativos,
aunque no los desarrollaron. Y al contrario, sus profesores, redujeron sus
intervenciones a hablar de la subversión del orden y la disciplina por los
alumnos. Frente a los hechos, ningún profesor propuso ideas de cambio.
Y
desde Cajamarca, la Sociedad
"Auxilio Mutuo Obrero" comunicó al rector (8 de febrero) que
sus asociados, por unanimidad, aprobaron una moción sobre los sucesos
universitarios de Trujillo. En uno de los considerando decía la moción
"Que la solidaridad entre el elemento obrero y el elemento intelectual de
la nación peruana, es ahora una hermosa realidad en pro de los verdaderos
intereses progresistas de la patria, solidaridad que debe fomentarse por todos
los medios". Esa solidaridad
-añade- se ha menoscabado con los incidentes ocurridos en la Universidad de La
Libertad entre docentes y alumnos. En su principal acuerdo dicha moción impetra
del personal docente que, con motivo de la celebración del centenario de la
fundación de esta institución, permita el reingreso a sus aulas, de todos los
jóvenes separados de su seno. Los trabajadores cajamarquinos también acordaron
transcribir su moción a las instituciones obreras de Trujillo para que cooperen
a su mejor éxito. El oficio es firmado por J. Enríquez, y la moción por los
socios de la mencionada sociedad[46].
Como
en todos los casos anteriores, el Consejo Universitario y el rector no
accedieron a esta solicitud. El Consejo Universitario acordó el 2 de abril de
1924 denegar las solicitudes de Palacios y de la Sociedad de Auxilio Mutuo
Obrero de Cajamarca, y aprobó los oficios de respuesta del rector. De este
modo, las razones son las mismas dadas al ministro de instrucción y al doctor
Palacios: la sanción infligida debe surtir todos sus efectos para imponer el
orden y la disciplina, frenar los desmanes, prevenir de modo
"saludable" a los demás alumnos y mantener el imperio inexorable de
la norma. Además, dice el rector que la solidaridad se ha roto por las faltas
graves cometidas por los alumnos, no por la aplicación de la pena. Y aquí
aparece un elemento nuevo expresamente escrito por el rector: "La pena
legal es enmienda, mas no perturbación"[47].
Esta
idea ha estado presente, en forma tácita, desde la aplicación de las primeras
medidas disciplinarias, pero ahora aparece formulada en el papel, expresamente.
Las autoridades están convencidas de que toda disposición legal es correcta,
positiva, justa, por ende, sirve para enmendar errores; y, por el contrario,
todo acto de "perturbación" no conduce a una corrección o superación
de deficiencias. Obviamente, la ley se debe cumplir, pero eso no significa que
siempre la ley sea la norma más adecuada y justa. Esto, seguro, lo sabían los
catedráticos por solo su condición de tales, pero con mayor razón, en el caso de
la mayoría de ellos, por su profesión de abogados. Y en cuanto a que los hechos
perturbadores no enmiendan o corrigen, su desmentido se lo encuentra en la
historia de las revoluciones por medios de las cuales se trastoca o altera el
orden social y se rompen las cadenas de opresión para alcanzar la libertad de
hombres y pueblos. El propio movimiento estudiantil de Reforma Universitaria
es un ejemplo de ello. Algo más, a veces, las sanciones legales, por injustas,
lejos de enmendar, son causales de conflictos, perturban el comportamiento
individual y colectivo. Y hay sanciones que no son legales pero enmiendan, como
sucede con las sanciones morales.
Pretendiendo
justificar ante el público su actitud en el conflicto con los alumnos, el
rector disponía la publicación de las actas del Consejo Universitario, en
diarios locales. El análisis de dichos documentos llevó a Antenor
Orrego a emitir nuevamente su opinión en editorial de El Norte
que condensa este proceso. Allí escribió: "El alumnado afirma un gesto
generoso, el profesorado lo elude. El uno reacciona en forma positiva y por lo
tanto, creadora, ante una realidad nacional; el otro, haciendo penosos y
trabajosos esfuerzos legalistas, quiere mantenerse en una actitud negativa. El
uno, proclama derechos; el otro, hace degenerar el objetivo principal en una
cuestión disciplinaria. El uno, afirma hechos; el otro, esgrime reglamentos. En
el gesto del uno, hay elaboración mental y ética; en el gesto del otro, hay
elaboración de pura secretaría. Los alumnos hacen el rol de ciudadanos; los
catedráticos de burócratas"[48].
Los
jóvenes universitarios, por intermedio de la FEP, gremios de trabajadores y la
opinión pública de Trujillo, condenaron y rechazaron la medida de las autoridades
académicas. La revista Claridad, desde Lima, alzó
su enérgica protesta. Se lee en unos pasajes de su comentario: "La
juventud libre del Perú presenció con verdadero estupor la realización por la
docencia de la Universidad de Trujillo de un acto de
un reaccionarismo insólito que merece la condenación de todas las conciencias
libres del país y de América". "La juventud universitaria de Trujillo
es quizá el núcleo juvenil que ha tenido en el país el año pasado -dice la nota
de 1924- la agitación idealista más intensa"[49].
Por
la tozudez del Consejo Universitario, ningún argumento a favor de los alumnos
fue válido. Sacrificó a 22 alumnos, 14 de ellos no regresaron a las aulas de
la Universidad de La Libertad. Pero algunos de ellos, prosiguieron sus estudios
en otras universidades, se graduaron y alcanzaron notabilidad en sus
profesiones y en el quehacer político, por ejemplo: Carlos Manuel Cox y Luciano
Castillo fueron catedráticos de San Marcos y miembros del Congreso de la República
por agrupaciones partidarias diferentes; Edmundo Haya de la Torre, reconocido
jurista. Y entre los expulsados temporalmente, el poeta Eloy Espinoza, muchos
años después, alcanzó la cátedra universitaria en el campo del derecho en su
propia alma
mater.
Las
actitudes e ideas de los estudiantes trujillanos ponen de manifiesto que la
Reforma Universitaria en América Latina fue un movimiento unitario y que los sucesos
en los diversos lugares y años no son más que momentos de un solo proceso
general. Los conceptos de universidad de puertas abiertas, porque son casas del
pueblo y para el pueblo, se escucharon por doquier, como también que la universidad
no la conforman solamente los catedráticos, sino también los alumnos y, por
ende, cuando estos celebran reuniones dentro de los ambientes de su casa de
estudios, no es una concesión de las autoridades sino un derecho.
El
rector y los catedráticos, primero, en solidaridad con los estudiantes de la
Universidad de San Marcos, condenaron el autoritarismo gubernamental; después,
se enfrentaron a sus propios alumnos que abrazaron una posición principista
frente a los mismos hechos.
Mientras
las autoridades académicas y los catedráticos exhiben ideas anacrónicas,
respecto a la vida universitaria, los estudiantes y sus delegados, igualmente
los egresados, se ubican en la postura de una educación para el cambio.
En
Trujillo, como en todo el Perú y el espacio latinoamericano, el movimiento
estudiantil de reforma, no se circunscribió únicamente a los lindes académicos,
sino tuvo relación con el campo social, particularmente con los trabajadores
manuales.
La
expulsión definitiva de un grupo de estudiantes y parcial de otros fue una decisión
de tipo compulsivo, no formativo, propia de un cuartel, no de una academia. Aun
suponiendo que el Consejo Universitario hubiese tenido la razón -lo cual no se
deduce de la documentación consultada- la separación de estudiantes para imponer
el orden y la disciplina -como lo sostenían el rector y los catedráticos- no
era la mejor forma de lograr su cometido, precisamente porque el indisciplinado
es el que requiere mayor atención por parte de sus profesores, para cuyo objeto
debieran permanecer en las aulas.
Cuando
el rector considera que "la pena legal", vale decir, la expulsión de
los estudiantes, conduce a enmendar errores, no así la
"perturbación", esto es el redamo, la protesta, la insurgencia, está
errado. La autoridad parte del falso supuesto de que toda norma legal es justa
y conduce a la corrección; en cambio el acto de trastocar el orden (educativo,
social u otro) no conduce a la enmienda. Esto lo desmiente la historia de las
revoluciones constructivas con las cuales los pueblos lograron libertad y
justicia. Y el propio movimiento reformista universitario que condujo a
innegables cambios en las casas de estudios superiores.
Honorable
Concejo Provincial de Trujillo. Acta de sesiones
1923-1925, tomo 56.
Libro
de Actas de Sesiones del Consejo Universitario. Universidad Nacional de Trujillo,
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Documentos
relativos a los últimos sucesos universitarios, Revista Universitaria.
Órgano de la Universidad de La Libertad. Año 2-N° 5. Trujillo, enero-abril
de 1924.
Sesión
extraordinaria del Consejo Universitario celebrada el 9 de octubre de 1923,
Universidad de Trujillo.
Sesión
extraordinaria del Consejo Universitario celebrada el 9 de octubre de 1923,
Universidad de Trujillo.
Sesión
extraordinaria del Consejo Universitario celebrada el 9 de octubre de 1923,
Universidad de Trujillo.
Sesión
extraordinaria del Consejo Universitario celebrada el 14 de octubre de 1923,
Universidad de Trujillo.
Sesión
extraordinaria del Consejo Universitario celebrada el 19 de octubre de 1923,
Universidad de Trujillo.
Sesión
del Consejo Universitario celebrada el 2 de noviembre de 1923, Universidad de Trujillo.
Sesión
ordinaria del Consejo Universitario celebrada el 15 de noviembre de 1923,
Universidad de Trujillo.
Sesión
extraordinaria del Consejo Universitario celebrada el 20 de noviembre de 1923,
Universidad de Trujillo.
-Decisiones
estudiantiles:
Acuerdo
de 25 alumnos tomados el 10 de octubre en un salón de la universidad.
Acuerdos
de los estudiantes
universitarios.
Memorial
de los alumnos a los catedráticos. Nombre del archivo o fuente donde se obtuvo
-Comunicaciones
cambiadas entre el señor Ministro de Instrucción y el señor Rector de la
Universidad de La Libertad sobre los sucesos
anteriores.
-Comunicaciones
cambiadas con el señor doctor Alfredo Palacios y el señor presidente de la
Sociedad "Auxilio Mutuo de Cajamarca".
Revista
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Grupo Norte, otros estudiantes, catedráticos y
autoridades de la UNT. Ágape en el
restaurante Morillas, 1916. A la izquierda, primero Víctor Raúl Haya de la Torre,cuarto
Antenor Orrego,séptimo
Oscar Imaña,décimo Carlos Manuel Cox; a la izquierda,
quin-
to César Vallejo, sexto Federico Esquerre
[1] Doctor en Ciencias de la Educación. Profesor de Historia.
Licenciado en Antropología Social. Docente de pregrado y posgrado de la
Universidad Privada Antenor Orrego, Trujillo, Perú.
Miembro de SHELA e integrante del grupo de investigación HISULA, clasificado
COLCIENCIAS categoría A de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
Correo electronico: ero_2502@hotmail.com
[2] Honorable Concejo Provincial de Trujillo (HCPT). Acta de sesiones
1923-1925, tomo 56, 25.
[3] Elmer Robles Ortiz, La
Reforma Universitaria: Sus principales manifestaciones (Trujillo:
Fondo Editorial de la Universidad Privada Antenor
Orrego, 2009).
José
Molina Bravo. "Educación pública, autonomía universitaria y cambio político:
Notas para el análisis del movimiento universitario en Chile, 2011". Revista Historia de la Educación Latinoamericana.
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[4] Felipe Cossío del Pomar, Víctor Raúl. Biografía de Haya de la Torre
(México: Editorial Cultura, 1961), 203.
[5] José Carlos Mariátegui, Temas
de educación (Lima: Empresa Editora Amauta, 1970), 84.
[6] José Antonio Benito Rodríguez, Emilio
Lissón Chávez (Diccionario
Enciclopédico de Biblia y Teología, 2016) http://www.biblia. work/diccionarios/emilio-lisson-chavez/ (9 de julio, 2016).
[7] Steve Stein, "El APRA, los años de
formación", Revista Histórica VI,
No. 1 (1982), 94.
[8] José Carlos Mariátegui, 7
Ensayos de interpretación de la realidad peruana (Lima: Editora
Amauta, 1959), 122.
[9] Jorge Basadre, Perú:
Problema y posibilidad (Lima: Banco Internacional del Perú,
1978), 194.
[10]
"Actas de Sesiones del Consejo Universitario" (Perú), Libro de Actas
del Consejo Universitario de la Universidad Nacional de Trujillo 1915-1931
(CU), 343-345.
[11] Castillo, Luciano y Salomé
Díaz, "El gallardo mensaje de la juventud universitaria de Trujillo a
Vasconcelos" Claridad. Órgano de
la Juventud Libre del Perú, año 1, N° 3, (1923): 15.
[12] José Vasconcelos, "Mensaje
de Vasconcelos a los estudiantes peruanos" Juventud
Revista de los Estudiantes Renovadores de la Universidad de La Habana
I, No. VII-VIII (1924): 3-8.
[13] HCPT, op. cittomo 56,
41-42.
[14] CU, op. cit., 239.
[15] Revista Universitaria. Órgano de la
Universidad de La Libertad, año 2, No. 5 (enero-abril de 1924): 8.
[16] Revista
Universitaria, ibíd., (cita 15), 9.
[17] Antenor Orrego, Obras completas. Tomo I
(Lima: Editorial Pachacutec, 2011) 232. Antes, "Cultura universitaria
y cultura popular", en Amauta. Año
III. N° 16, Lima, julio de 1928.
[18] Revista Universitaria,
op. cit, (cita 15), 10.
[19] Víctor Raúl Haya de la Torre, Obras
completas Tomo I (Lima: Librería-Editorial Juan Mejía Baca,
1977). Víctor Raúl Haya de la Torre "Carta desde la prisión" en Por la emancipación de América Latina,
eds. M. Gleizer (Buenos Aires: Triunvirato, 1927),
9-10.
[20] Víctor Raúl Haya de la Torre, op.
cit., Tomo 2. Víctor Raúl Haya de la Torre "Autobiográfica" en ¿A
dónde va Indoamérica? (Buenos Aires: Editorial Ercilla, 1935), 94.
[21] José Carlos Mariátegui, "Arte, revolución y decadencia", Amauta, año I, No. 3 (1926): 23.
[22] Revista Universitaria, óp.
cit., (cita 15), 11.
[23] Revista Universitaria, Ibid., (cita 15),
12.
[24] Herrera, Fortunato L. y otros, "Bases para reformar la Universidad
del Cuzco. Ante Proyecto de un Nuevo Estatuto Universitario" Amauta, Año II, No. 10, (1927). El
documento es suscrito, además de Herrera, por José Gabriel Cossío, Luis E.
Valcárcel, J. Uriel García, Leandro Pareja, Alberto Araníbar
P., J. S. García Rodríguez, 52.
[25] Revista Universitaria, op. cit., (cita 15), 12.
[26] CU, op. cit., 361-362.
[27] Antenor Orrego, Obras completas, op. Cit, Tomo II, 254-255. Antes, "El
conflicto universitario", El Norte,
1930, en el cual su autor transcribe el editorial de 1923 del mismo periódico
acerca de los sucesos universitarios de entonces.
[28] Gabriel Del Mazo, "Memorial de la Federación Universitaria al
Ministro de Instrucción Pública fundamentando su pedido de intervención a los
fines de la reforma institucional y reorganización de la Universidad. La Plata,
26 de noviembre de 1919" en La
Reforma Universitaria Tomo II, (Lima: Universidad Nacional Mayor
de San Marcos, 1968), 112.
[29] Eugenio González y otros, "Los ideales de la revolución
universitaria en Chile" en La Reforma Universitaria, op. cit., t. II, 69. El manifiesto está fechado en Santiago, el
3 de julio de 1922. Los resaltados son nuestros, ERO.
[30] Juan Mesplé, "La Reforma Universitaria en
Río Grande del Sur" en La Reforma Universitaria, op. cit., tomo II, 212. Discurso pronunciado en Porto Alegre en 1934. Los
resaltados son nuestros, ERO.
[31] Carlos Martínez Durand, "La Reforma Universitaria en Guatemala" en La Reforma Universitaria, op.
cit., tomo II, 367. Fragmento de discurso de 1950. Los resaltados
son nuestros, ERO.
[32] Revista Universitaria, op. cit., (cita 15), 21-22.
[33] Antenor Orrego, Memoria del Sr. Dr. don Antenor Orrego, rector de la Universidad
Nacional de Trujillo,
leída el día de
la apertura del presente año académico (Trujillo: Librería e
Imprenta Moreno, 1947), 36.
[34] Haya de la Torre, Obras
completas Tomo 1, (Lima: Librería-Editorial Juan Mejía Baca).
Haya de la Torre, Por la emancipación de
América Latina, op. cit., 126-127.
[35] Revista Universitaria, op. cit., (cita 15), 18.
[36] Revista Universitaria, Ibid., (cita 15),
18.
[37] Revista Universitaria, óp.
cit., (cita 15), 19.
[38] Revista Universitaria, Ibid., (cita 15), 9.
[39] Revista Universitaria, Ibid., (cita 15), 25 - 26.
[40] Revista Universitaria, op. cit., (cita 15), 46.
[41] Revista Universitaria, op. cit., (cita 15),
48.
[42] Revista Universitaria, Ibid., 51.
[43] Revista Universitaria, Ibid., 51-52.
[44] Revista Universitaria, Ibid., 57.
[45] Revista Universitaria, Ibid., 64-65.
[46] Revista Universitaria, Ibíd., 67-68.
[47] Revista Universitaria, Ibíd., 66 y 69.
[48] Antenor Orrego, Obras completas Tomo II, op.
cit., 258-259. Antes, "El conflicto universitario", en El Norte, 1930, en el cual su autor
transcribe el editorial de 1923 del mismo periódico acerca de los sucesos
universitarios de entonces.
[49]
Historia del conflicto universitario de Trujillo, Claridad. Órgano de la Federación Obrera
Local de Lima y de la Juventud Libre del Perú, año I, No. 5, (1924):16-17.