DOI: https://doi.org/10.19053/01227238.9878
Artículos
Primitivo
y antepasado: el discurso ambivalente sobre lo indígena en textos escolares de prehistoria,
Colombia 1962-1974[1]
Primitive and
ancestor: ambivalence in the discourse of the indigenous notion in prehistory
school textbooks, Colombia 1962-1974
Primitivo
e ancestral: o
discurso ambivalente sobre o indígena nos textos escolares da pré-história, Colômbia 1962-1974
Füxekeche
ka kuyfikecheyem: epu rume zugu reke feypiley ta chijka
textos escolares mew mari kuyfi antü mew,
Colombia 1962-1974
Carmen Patricia
Cerón Rengifo[2]
Universidad de
Nariño, Colombia
RESUMEN
Se analiza el discurso escrito
referido a la gente categorizada como indígena, expresado en los
textos escolares de Prehistoria general, americana y de Colombia, publicados
entre 1962 y 1974, periodo que corresponde al Frente Nacional. Nos situamos en
el campo de las representaciones sociales, examinadas a partir
de
las herramientas propuestas por los Estudios Críticos del Discurso, en
particular, la manera de
nominar y diferenciar a los actores mediante la asignación de características.
Se encontró que lo indígena es abordado como un tema cuyo contenido es
ambivalente, es decir, que en este coexisten representaciones sociales
negativas y positivas. Por una parte, lo indígena se muestra como anterior e
inferior a lo europeo, mediante el esquema de pensamiento primitivo/civilizado. Por otra
parte, aparece como antepasado que da antigüedad a la nación y pasa a ser parte
de la constitución biológica y psicológica del pueblo. Se sugiere que esta
ambivalencia es un recurso del discurso de las élites que favorece su posición
de poder, en el cual, simultáneamente se integra lo indígena a la identidad
nacional y americana y, se mantiene la construcción de alteridad a través de la
jerarquización racial.
Palabras
claves:
Textos escolares; educación
secundaria; discurso ambivalente; indígena; Revista historia de la educación latinoamericana.
ABSTRACT
This paper analyzes the
written discourse that refers to people categorized as indigenous, in American
and Colombian general prehistory school textbooks published between 1962 and
1974; a period that corresponds to the National Front. Elements of the social
representations were examined through the resources proposed by the Critical
Discourse Analysis. Close attention was paid to the way actors are named and
differentiated via assignation of characteristics. An ambivalent approach to
the indigenous notion was identified, that is, the coexistence of negative and
positive social representations. On the one hand, the indigenous are shown as
previous and inferior to the European, through the primitive/civilized thinking
scheme. On the other hand, it appears as an ancestor that gives antiquity to
the nation and becomes part of the biological and psychological constitution of
the people. These findings suggest this ambivalence represents a resource of
elites' discourse to favor their position of power and, simultaneously,
integrates the indigenous notion to the national and American identity, and the
construction of alterity is maintained through racial hierarchy.
Keywords: School textbooks; secondary education; ambivalent
discourse; indigenous; Journal History of Latin American Education.
RESUMO
Analisa-se o discurso
escrito referente às
pessoas categorizadas como indígenas, expresso nos
livros didáticos de Pré-História geral,
Pré-História Americana e Colombiana, publicados entre 1962 e 1974, período que
corresponde à Frente Nacional. Nos situamos no campo das representações
sociais, examinadas a partir das ferramentas propostas pelos Estudos Críticos
do Discurso; em particular, como nomear e diferenciar os atores
atribuindo características. Constatouse que o indígena é abordado como um sujeito
cujo conteúdo é ambivalente; isto é, que as representações sociais negativas e
positivas coexistem nela. Por um lado, o indígena é mostrado como prior e
inferior ao
europeu, através do esquema de pensamento primitivo / civilizado. Por outro
lado, aparece como um ancestral que dá antiguidade à nação e se torna parte da
constituição biológica e psicológica do povo. Sugere-se que essa ambivalência é
um recurso do discurso das elites, o que favorece sua posição de poder na qual,
simultaneamente, o indígena é integrado à identidade nacional e americana e a
construção da alteridade é mantida por meio da hierarquia racial.
Palavras-chave: Textos escolares; educação secundária;
discurso ambivalente; indígenas; Revista História da Educação Latino-Americana.
PIKUNOGETUN
Faw malügey ñi chempilen tüfey chi chijka zuguyechelu ta pu indígena
che, xipalu ta textos escolares mew Prehistoria general, americana ka Colombia,
pegelgelu ta 1962
ka 1974 rupachi xipantu Frente Nacional pigelu chi zugu mew. Wixakünuwiyiñ ta
chew aznentugekey ta xokiñche, pepilkawiyiñ ta Estudios Críticos del
Discurso mew, günezuamfi- yiñ chumgechi günegey ta che femgechi ta kakekünual
pu che ñi qüyümkageal. Günezuamgey ta chumgechi ñi pegeken ta pu indígena fey
chi zugu mew ta epu rume zugu mew pegekeürkey, femgechi ta müleürkey küme
aznentun xokiñche ka weza aznentun xokiñche. Ka zugu mew ta pegelgey ta pu
indígena ñi wüne jitun mapu mew ka ñi ijamgen europeo che mew, kiñe rakizuam
primitivo/civilizado. Kañpüle kay kuyfike che reke femgentu- gey tüfey chi
nación mew fey folil küpan xokigey ka femgechi rakizuam niey tüfey chi pueblo
xokigey. Feypintukugey faw pu elite che ñi epu rume zugun nielu femgechi ta
müleygün günen mew, fey chi pin mew ta tukugey pu indígena identidad nacional
mew ka identidad americana mew, welu petu müley tüfey chi rakizuam kake che
pin, tüfey ta kim- faluwi jerarquización racial mew.
Kimfal hemül: Textos escolares; educación
secundaria; epu rume pin; indígena; Revista historia de la educación
latinoamericana.
Recepción:
08/04/2018
Evaluación:
14/05/2019
Aceptación:
23/05/2019
El Ministerio de Educación Nacional
(MEN), implementó la asignatura Prehistoria general y americana aplicada a
Colombia, mediante el decreto número 45 del 11 de enero de 1962, para el primer
año de enseñanza media, como parte del área de Estudios Sociales. En
consecuencia, se publicaron textos escolares con títulos similares, hasta la
promulgación del decreto número 80 de enero 22 de 1974, que desencadenó cambios
en la nominación y en los contenidos de los textos escolares para dicho año
lectivo.
En los textos escolares
mencionados, que tienen incorporada la prehistoria como hilo conductor de la
temática, se incluyen dos unidades tituladas prehistoria americana
y
prehistoria colombiana que privilegian el discurso sobre lo
indígena. Es así como los temas relacionados con la gente categorizada
como
indígenas fueron abordados de una manera más extensa y detallada, en
comparación con los textos escolares de Historia de Colombia publicados
previamente y durante el periodo que nos ocupa, 1962-1974, los cuales priorizan
como sujetos de la narración histórica a los individuos y colectivos políticos,
militares
y
religiosos, en
especial, a los héroes de la nación[3].
En este documento se propone
examinar el discurso escrito que hace referencia a la gente categorizada
como
indígena; el análisis se basa en el enfoque de los Estudios Críticos del
Discurso que permite indagar la relación entre el lenguaje y el poder. En
particular, se aplicaron herramientas proporcionadas por Van Dijk y Wodak[4] para
interpretar la postura ideológica que se expresa en los discursos. Para el
primer autor, en el discurso, entendido como práctica social, se comunican las
representaciones sociales de los sistemas de creencias fundamentales que se
comparten en un grupo social. Las representaciones sociales son formas de
cognición social (ideologías, conocimientos, normas, valores, entre otros)
compartidas por los miembros de los grupos sociales y de las culturas; dichas
estructuras mentales hacen parte de las relaciones sociales, de manera que las
élites pueden reproducir su hegemonía a través del mayor control en la
producción y en la circulación del discurso dominante, que en este caso se
manifiesta en los textos escolares.
Considerando que las ideologías son
la base de las representaciones sociales de un colectivo y que la dimensión ideológica
del discurso
se
asocia con la identidad de un grupo, el análisis consiste en hacer un
seguimiento a la información con la que el enunciador hace la presentación de
sí mismo con respecto a los otros. Este estudio se centra específicamente en la
categorización, es decir, en la manera de nominar y diferenciar lo indígena
mediante la asignación de características positivas y negativas. El corpus se
conformó a partir de ocho textos[5] escolares
de
prehistoria general, americana y de Colombia, publicados entre 1962 y 1974.
1. El tema indígena en contexto
El Programa Analítico de Historia[6], para el caso
de la Prehistoria general, americana y de Colombia, tiene formulados nueve objetivos
especiales,
de los cuales cinco están asociados con lo indígena. Entre ellos se busca
"Formar en el alumno la conciencia de que la sangre y los sentimientos de
los indios están vivos en nuestro pueblo y de cómo es indispensable, para
el
progreso de Colombia, comprender todas las tendencias y pasados que se funden
en nosotros"[7]. De esta
manera, se promueve que la gente categorizada como indígena sea
reconocida como antepasado y parte de la constitución biológica y emocional del
pueblo.
El Programa Analítico[8] estipula las
siguientes temáticas: 1. Generalidades referentes a la Historia y la
Prehistoria; 2. Evolución física de la tierra hasta el cuaternario; 3. Edad de
la piedra. Periodo Paleolítico; 4. Edad de la piedra. Periodo Neolítico; 5. La
Metalurgia, última etapa prehistórica; 6. Prehistoria americana; 7. Prehistoria
colombiana. Como se observa, la teoría de la evolución es la perspectiva desde la
que se ordenan los contenidos, en coherencia con los objetivos generales del
Programa Analítico de Historia, que procuraban que los alumnos se consideraran
como parte integrante de la humanidad y responsables de la comunidad universal;
de la misma manera, se pretendía que comprendieran la existencia de un proceso
ascensional constante y la relación causal entre las generaciones del pasado y
el presente.
Los textos escolares de Prehistoria
general, americana y de Colombia obedecen a la directriz del MEN. En su
discurso, lo indígena es tratado como antepasado del pueblo y como el primitivo
de la teoría de la evolución, temáticas que cumplen con los preceptos
propuestos en el programa oficial. A su vez, la prescripción del MEN que
conlleva a la representación social ambivalente mencionada, está relacionada
con las siguientes condiciones:
El periodo en el que se escribieron
los textos escolares de prehistoria (1962 y 1974) se enmarca en el Frente
Nacional, que representa el pacto de alternancia presidencial que celebraron
los liberales y los conservadores: Alberto Lleras (1958-1962), Guillermo
Valencia (1962-1966), Carlos Lleras (1966-1970) y Misael Pastrana (1970-1974).
Las élites compartieron paritariamente el manejo del Estado como una estrategia
para mitigar la violencia bipartidista, por lo cual hicieron un llamado a la
estabilidad política, a superar las divisiones y a encaminarse a la
modernización. Así mismo, formalizaron el ingreso del país a la dinámica
mundial del momento, comprometiéndose a fomentar el desarrollo de la mano de
los principios del cristianismo. En consecuencia, en los años cincuenta y más
aún en los sesenta, el discurso del desarrollo fue remplazando al del
nacionalismo, predominante en la primera mitad del siglo XX, debido a los
cambios de hegemonía que sucedieron después de la segunda guerra mundial, en la
que Estados Unidos consolidó su estatus de potencia. En el campo educativo,
este nuevo modo del poder conllevó a que la educación técnica, orientada a la
productividad, fuera ganando espacio a la que afirmaba la identidad nacional a
partir del pasado, el territorio y el pueblo[9]. No obstante, los gobernantes
no desplazaron la ideología del nacionalismo de manera inmediata y
generalizada, y es así que mientras el decreto número 045 de 1962 del MEN tiene
un discurso con énfasis en el desarrollo, en el plan analítico hay una
combinación de ambos discursos.
Por su parte, las élites que se
disputaban el control de la educación en el país tenían posturas ideológicas
heterogéneas sobre el proyecto de nación, como lo ha mostrado Alejandro
Álvarez, quien menciona entre las tendencias de nación para 1930 y 1960, a la
hispanista, la cual justificaba la acción de la conquista y de la religión
cristiana como modernizadoras; otra, la indigenista, reclamaba la inclusión de
lo indígena como base de la identidad nacional. La primera era defendida por
las élites regionales y conservadoras, terratenientes y la Iglesia católica; la
segunda era promovida por indigenistas, sectores de izquierda e intelectuales
críticos[10]. En los
textos de prehistoria estudiados se evidencia la combinación de las dos
miradas: la que incorpora lo indígena como parte de la nación, y aquella en la
que se evidencia la postura de los enunciadores que perciben a lo indígena como
inferior a lo europeo.
Así mismo, los textos escolares de
prehistoria se publicaron en un momento de transformaciones en los ámbitos
educativo y cultural. En la primera mitad del siglo XX, la Academia Colombiana
de Historia (ACH) fue la encargada de emitir la memoria oficial del país,
función que realizó fomentando el hispanismo y un pasado patriótico mediante la
gestión de tres políticas de la memoria: las conmemoraciones patrias, la
enseñanza de la historia y el estudio y conservación del patrimonio histórico
cultural. No obstante, con las reformas de los gobiernos liberales en los años
treinta, el MEN replanteó la narrativa histórica y sustentó la identidad
nacional en la cultura popular; por este entonces, la ACH disminuyó su
incidencia en la enseñanza de la historia y las funciones sobre el patrimonio
fueron asignadas gradualmente a otras entidades. Si bien con la restauración
conservadora, en 1946, la ACH recobró protagonismo en la enseñanza de la
historia, aun después de 1958, año en el que se convirtió en una entidad
privada, en lo concerniente a la gestión cultural perdió relevancia[11]. Conviene
subrayar que, cuando los liberales promovieron la identidad nacional basada en
la definición del pueblo, fomentaron la investigación arqueológica y
etnográfica para ser enseñada como parte de las ciencias sociales, para lo cual
posibilitaron la creación, en 1936, de la Escuela Normal Superior (ENS), junto
con sus organismos anexos como el Instituto Etnológico Nacional (IEN) en 1941;
en consecuencia, emergieron otras ciencias sociales, como la antropología, que
daban cuenta del presente y de las culturas de la nación. En el IEN (luego
Instituto Colombiano de Antropología, ICAN), a finales de los años cincuenta e
inicios de los sesenta, se formó un grupo de antropólogos que hizo énfasis en
los estudios sobre lo indígena; luego, con el predominio de la ideología del
desarrollo, las ciencias sociales se institucionalizaron en las universidades,
separándose de los afanes de la pedagogía[12]. En el periodo que nos ocupa,
lo indígena aparece en los textos escolares como parte de la nación,
representado como pasado lejano y antepasado del pueblo, pero, en tanto que en
los textos escolares de historia para el cuarto grado de enseñanza secundaria
se mantuvo una narración más apegada al nacionalismo de la historia patria, en
los textos de prehistoria para el primer año de la enseñanza se evidencia un
desplazamiento hacia la antropología.
Los autores de los textos
pertenecían a diferentes perspectivas de pensamiento. Entre ellos quienes
venían escribiendo los textos escolares de Historia de Colombia previamente,
como Julio César García, miembro de la ACH, e integrantes de la comunidad
religiosa como Sebastián Félix y Elías Nicolás, los hermanos maristas, y el
jesuíta Rafael Granados. Luego, entraron en escena nuevos autores, algunos de
ellos egresados de la ENS o profesionales graduados de universidades, como Luis
Barrios, Mercedes Ardniegas y Francisco González. Es preciso anotar que en los
textos de prehistoria se puede apreciar cierta correspondencia entre los
autores previos con los contenidos más cercanos a la historia de la ACH y de
los autores nuevos con los discursos que se producían en la ENS, el IEN y otros
países de América; sin embargo, la diferencia no es tan nítida, y más bien se
generan algunas mezclas. Probablemente contribuyó a ello el ingreso del país a
la dinámica internacional de tendencia americanista, dado que Colombia tuvo
representantes en organismos multilaterales y en eventos académicos
internacionales; así mismo, el país acogió la convención sobre enseñanza de la
historia que, en la VII Conferencia Internacional Americana, aprobó la revisión
de los textos de enseñanza en los distintos países[13]. Igualmente, es necesario
tener en cuenta el uso de textos escolares previos y las diferencias entre los
autores de una misma tendencia; por ejemplo, entre los eclesiásticos: en Félix
y Nicolás, tanto como en Granados, se pueden encontrar más fragmentos de
historia religiosa, pero los hermanos maristas actualizaron su perspectiva
sobre lo indígena siguiendo el precepto del MEN, para lo cual mencionan su
intención de "colaborar en la revaloración de las culturas indígenas que
entraron en la formación de nuestro pueblo"[14]. De hecho, su texto de
prehistoria se escribió en colaboración con Benjamín Álvarez, quien realizó un
análisis crítico de los textos escolares de historia[15].
Sobre las fuentes de información
que aparecen explícitamente como usadas para escribir los textos escolares,
puede afirmarse que fueron diversas. La bibliografía no siempre aparece
reportada y aquella asociada al país comprende: (a) Cronistas de la colonia:
Fernández de Oviedo, fray Pedro Simón y Juan de Castellanos. (b) Historiadores
neogranadinos como Joaquín Acosta. (c) Escritores de finales del siglo XIX y
primera mitad del siglo XX: Carlos Cuervo, Ernesto Restrepo, Guillermo
Hernández, Luis Acuña, Julio Salas, Liborio Zerda, Miguel Triana, Soledad
Acosta de Samper y Vicente Restrepo. (d) Los estudios hechos en los parques
arqueológicos por Gregorio Hernández, José Pérez de Barradas, Konrad Th. Preuss
y Luis Duque. (e) Textos escolares previos: Los
primitivos de Matos e Historia
de Colombia para la Enseñanza Secundaria de Henao y Arrubla. (f)
Las publicaciones producidas por los docentes, egresados e investigadores del
IEN, luego Instituto Colombiano de Antropología, entre ellos, Alicia Dussán,
Juan Friede, Julio Cubillos, Luis Duque, Paul Rivet, Gerardo Reichel-Dolmatoff,
Roberto Pineda y Segundo Bernal.
Sumado a lo anterior, los textos de
prehistoria se pueden considerar una nueva publicación, pues en el plan de
estudios previo a 1962 no aparece el curso de prehistoria. Con anterioridad, en
la segunda mitad de la década de los treinta se publicaron tres textos que
incluían las palabras "los primitivos" en su título, de los autores
Guillermo Valencia Rodos, Belisario Matos y Julio César García; adicionalmente,
el de Prehistoria de
Colombia escrito por Juan Clímaco Hernández[16]. Esto en correspondencia con
el programa oficial para la segunda enseñanza que contemplaba en el primer año
de Historia Universal el tema Los Primitivos o Prehistoria general y especial
de Colombia. El plan oficial organizaba el contenido en tres temas: la vida del
hombre primitivo, los primitivos pobladores de América y prehistoria de
Colombia, por esto su estructura temática es similar a los textos de
prehistoria que circulaban en el periodo estudiado. Después se publicaron tres
textos: del Hermano Daniel en 1948, de Teresa Arango en 1954 y de Elvira Castro
en 1955[17]. De todos
ellos, el de García reaparece en forma revisada como uno de los textos
escolares para el curso de Prehistoria general, americana y colombiana, con al
menos doce ediciones hasta 1974. Del texto de Hernández se encontró una edición
de 1962 y de Arango una edición de 1963. Fuera de estos tres, los textos
escolares de prehistoria en el periodo que nos ocupa fueron publicaciones
nuevas, lo que facilitaría la incorporación de los contenidos de acuerdo con la
prescripción del MEN, así como el uso de nueva información surgida en
instituciones como la ENS y el IEN.
A lo dicho se añade que el discurso
ambivalente sobre lo indígena ya hacía parte de la historiografía hecha en
Colombia. Guarín[18] manifiesta
que los historiadores de la Nueva Granada escribieron la historia de la nación
a partir de la independencia, considerada el acto fundacional de la república.
En ese pasado lo prehispánico pasó a ser el origen mítico de la nación, lo que
le daba continuidad histórica y permanencia en el tiempo. Pero, a la vez, se
construían mecanismos de distanciamiento y de marginación del indígena
contemporáneo. El vínculo entre un pasado lejano y el presente republicano se
realizó a partir de la selección de los habitantes del altiplano
cundi-boyacense, con lo cual se legitimaba a esta parte de la zona andina como
centro político del país. Los muiscas precolombinos fueron convertidos en los
Chibchas, considerada como la tercera civilización, después de los incas y los
aztecas; pero se ignoraba a otros pueblos que eran representados como bárbaros
y por ende con un desarrollo elemental. No obstante, ese pasado habría sido
truncado con la llegada de los españoles, quienes trajeron la civilización pero
degradaron a los indígenas, luego liberados en la independencia. Además, la
resistencia de los indígenas contra los españoles se mostró como símbolo contra
la opresión española. De manera similar, en el nacionalismo de la primera mitad
del siglo XX, la ACH mantuvo a lo indígena, asociado a la figura de caciques y
señores chibcha y muisca, como parte del pasado de la nación, tiempo glorioso
pero consumado, del cual se conservaban algunos vestigios[19].
Este discurso ambivalente sobre lo
indígena también se difundía en los materiales escolares previos. Para
ilustrarlo, se puede observar que Guarín utiliza como fuente de información dos
obras usadas en la enseñanza de la historia: (a) José Antonio de Plaza (1850): Memorias para la historia de la
Nueva Granada, desde su descubrimiento hasta el 20 de julio de 1810;
(b) Joaquín Acosta (1848): Compendio
histórico del descubrimiento y colonización de la Nueva Granada en el siglo
decimosexto20. En adición, en la primera mitad del
siglo XX la ACH publicaba textos escolares de historia bajo los principios del
patriotismo y de la hispanidad, con poca información sobre lo indígena, pero,
como ya se mencionó, igualmente se publicaron otros que trataron el tema
indígena, entre ellos, el de Juan Clímaco Hernández reivindica el legado de
estas gentes; Jorge Melo, en su estudio del texto escolar de Henao y Arrubla,
publicado en 1911 y convertido en modelo para otros manuales escolares de historia,
encuentra que, si bien hay tendencia a la representación negativa sobre lo
indígena, se presenta cierta ambivalencia pues "su visión de los indígenas
es bastante negativa, aunque a veces se matiza con adjetivos elogiosos"[20] [21].
Finalmente, es pertinente anotar
que la representación social ambivalente sobre lo indígena lejos de ser casual,
es útil a las élites de la nación para mantener su posición en el espacio
social. Wade[22] nos aporta
esta explicación al plantear que la ideología de nación presupone la de raza, e
implica discursos
y prácticas de inclusión y exclusión de las gentes subalternizadas. En
Latinoamérica, y por supuesto en Colombia, esto no es diferente y por tal razón convertir lo
indígena en parte de la nación, al lado de la representación radalizada,
restablece las distinciones jerárquicas de raza, clase y región.
A continuación se muestran las
representaciones sociales sobre lo indígena, expresadas en los textos escolares
de prehistoria en el periodo estudiado, para poner de manifiesto el discurso
ambivalente al que se ha hecho referencia.
2. La representación social de lo indígena
en la identidad de América
El Plan Analítico para la Prehistoria
general, americana y de Colombia menciona entre los objetivos especiales
que se busca "hacer conocer el pasado remoto del pueblo americano" y
"fijar claramente el significado de lo nuestro, las transfusiones
ideológicas a lo largo de América y las migraciones de la cultura"[23]. Con ello se
establecen nexos entre los pueblos prehispánicos y el presente de América.
En los textos de prehistoria,
excepto en el de Arciniegas y en el de los hermanos maristas[24] no son
frecuentes los contenidos que asocien explícitamente lo indígena con la
identidad de América. No obstante, hay fragmentos del discurso en los que se
hace una representación positiva de las culturas prehispánicas que propicia, de
cierta manera, dicho acercamiento.
La representación positiva de los
pueblos de América suele estar más vinculada con las culturas consideradas
superiores. Ello responde a la clasificación social en dos grandes grupos: (1)
América Nuclear, en la que se ubica a incas, mayas y aztecas; generalmente, se
da a entender que los chibchas pertenecen a este grupo. (2) América Marginal,
en la que se sitúa a los demás pueblos.
La América Nuclear se referencia
como pueblos de cultura superior, de civilización avanzada, o como grandes
imperios americanos, tribus cultas y culturas sobresalientes en América. La
representación positiva de estas sociedades se hace mediante el uso de
adjetivos calificativos tales como bueno, mejor, hábil, industrioso,
maravilloso, magnífico, sólido, excelente, encantador, precioso, notable,
grandioso, hermoso y bello.
De los aztecas se dice que su
lengua, elegante y expresiva, tenía una escritura jeroglífica; avanzaron en
matemáticas, botánica, zoología y astronomía; fueron los mejores comerciantes,
para lo cual contaban con una extensa red de caminos; desarrollaron una
arquitectura notable con templos de grandiosas proporciones y
palacios lujosos, bellísimos jardines, decoración con escultura y pintura mural
que combinaban armoniosamente; buenos en la alfarería, en tejidos finos de
algodón adornados con tintes y precioso plumaje; también labraron objetos en
oro, plata, bronce, cobre y piedra y, poseían una gran habilidad en las artes
manuales.
Los mayas se muestran como una
nación fuerte con avance cultural en lo artístico y conocimientos en
matemáticas, astronomía, ingeniería, escultura, arquitectura, pintura y
medicina; con escritura fonética y poesía destacada; habilidad en las obras de
joyería, talentosos talladores del rubí y la esmeralda, entre otras piedras
preciosas; excelentes tejedores, alfareros expertos. Contaban con un sistema de
gobierno bien organizado, con ciudades enormes construidas con solidez y
estabilidad, con palacios monumentales y con templos espléndidos, de gran
tamaño y refinamiento en los detalles.
A propósito de los incas, se
expresa que formaron un Estado con una organización social adecuada, que fueron
buenos cirujanos, amantes de la danza, la música y la poesía; los mejores
tejedores de América, diestros ceramistas, maestros en metalurgia con plata y cobre;
habilísimos ingenieros de obras hidráulicas, agricultores con sistemas de
cultivo notables que incrementaron la extensión y productividad de sus tierras
mediante el uso del arado de mano, las terrazas, el abono y el riego por el
desvío de las fuentes de agua; también construyeron una grandiosa arquitectura
con palacios, fortalezas sólidas y vías excelentes con caminos y puentes.
En cuanto a los pueblos de la
llamada América Marginal, en fragmentos breves aparecen calificativos que
aluden a características positivas, en especial, referidas a la gente de la
actual Norteamérica. Se mencionan atributos del cuerpo tales como: altos,
fornidos, longevos, así mismo se dice que eran resistentes al dolor y al
cansancio; se expresan cualidades como la inteligencia, el control de sus
emociones y el valor, además de su capacidad organizativa. A los Pueblo se los considera
pacíficos, vigorosos, habilidosos en la agricultura con abono y riego, los
tejidos, la cestería, la cerámica y la notable arquitectura en la vivienda. De
los esquimales se comenta que son pacíficos, felices, hospitalarios y hábiles
navegantes y dibujantes sobre pieles, cuentan con una copiosa mitología. En
general, a estas poblaciones se les reconoce su actitud guerrera cuando luchan
contra los europeos; así, los araucanos se muestran con fortaleza física y
mental, valientes, aguerridos, indómitos defensores y amantes de la libertad,
conocidos por la bravura con que resistieron el ataque del español.
La representación positiva de
aztecas, mayas e incas se suele hacer entre las sociedades de América; por ello
se asignan propiedades semánticas polarizadas entre sí.
Verbigracia, se consideran pueblos más cultos a los que edificaron templos para
las divinidades, en contraste con los que usaron hábitats silvestres como
lugares de oración; la civilización superior se vincula con el relieve de
montaña cultivado con maíz, a diferencia de los pueblos que se alimentaban de
la caza y la pesca: "Las zonas donde no se conoció la agricultura
corresponden a los pueblos inferiores, más atrasados, cuya base alimenticia fue
algún animal: Zona Cultural del Salmón (indios del Pacífico Norte), Zona
Cultural del Bisonte (praderas de Estados Unidos), Zona Cultural del Guanaco
(indios del extremo sur de América"[25]. El vestido se opone a la
semi-desnudez y a la desnudez: ruanas, mantas / taparrabos / sin vestido. En
cuanto a los materiales de confección de las prendas, las fibras vegetales se
valoran más que la corteza vegetal, más aún si se trata de la piel de animales;
en la calidad del tejido se distingue lo bello (fino), de lo tosco (grueso).
Igual sucede con otros aspectos de
la cultura como la vivienda y sus enseres. Se hacen oposiciones entre los
utensilios hechos de cerámica, los de corteza vegetal y las vasijas de madera: "Los
recipientes usados por los pueblos neolíticos para preparar los alimentos
fueron las ollas de cerámica. En los bosques y praderas norteamericanos los
pueblos más atrasados aun semi-nómadas, utilizaron vasijas hechas en cortezas
de abedul"[26]. Las
viviendas valoradas son de piedra y adobe, mientras que otras son consideradas
una expresión de inferioridad:
Las
verdaderas ciudades con calles, plazas, mercados y cómodas viviendas solamente
se encontraban entre los pueblos de culturas superiores [...]. El simple
cobertizo o mampara de postes y hojas de palma o postes y pieles, se halla
entre los pueblos de cultura muy inferior, como los botocudos del Brasil, los
de Baja California, los fueguinos, etc.[27].
La tendencia positiva en la
representación de las gentes de América se hace con relación a la cultura
europea que sirve como patrón de medida de lo más civilizado. En la siguiente
cita se observa que se resaltan elementos de la cultura inca según la semejanza
a lo egipcio: "Los chimúes fueron tan hábiles como los egipcios en el arte
de embalsamar cadáveres"[28]. Con ello
también se justifica la dominación española: "Los mayas, después de
haberse despedazado entre sí por medio de infructuosas guerras civiles, fueron
dominados por los españoles en el siglo XVII; hoy se hayan totalmente
pacificados"[29].
Así las cosas, en pocas ocasiones
se les reconoce mayor valor a los pueblos de América en comparación con los de
Europa. Uno de estos casos es el calendario maya, que se presenta como un
invento de asombrosa precisión basado en observaciones astronómicas y
conocimientos matemáticos. Se menciona el uso del signo cero, la predicción de
eclipses y los bloques de piedra sin argamasa fabricados por los incas, lo que
solo se había logrado por los egipcios en la época histórica; Gaviria
manifiesta que los mayas fueron superiores a los egipcios y a los caldeos en la
escultura de relieves y que "En la industria textil y en la cerámica los
indígenas prehispánicos fueron expertos y hasta superiores a los pueblos
prehistóricos del Antiguo Mundo"[30].
Como se aprecia en el párrafo
precedente, lo más avanzado de América se iguala con el pasado de Europa; es
decir, la representación positiva de lo indígena remite al pasado. Por ello, se
superponen procesos culturales de América que existían en el momento de la
llegada de los europeos, con los primeros estadios del viejo continente:
"Las culturas más avanzadas de América: Maya, Inca, Azteca, se acercaron
al nivel de desarrollo de las culturas prehistóricas del Asia Occidental y
Europa Mediterránea"[31]. Además, las
poblaciones contemporáneas poco se mencionan o no se establece la relación de
identidad con ellas.
Ahora bien, los autores, al
parecer, resignifican el tópico según el cual los pueblos de América no
avanzaron por ciertas ausencias, en comparación con los europeos. Con ello,
parecen reconocer las dificultades de concebir una evolución unidireccional y
buscan afirmar avances en América como resultado de una trayectoria particular
en la que se usaron elementos sustitutos o nuevos. Baste como ejemplo la
siguiente cita en la que se reconoce el trabajo con otros recursos: "Así,
en América aparecen aspectos culturales no conocidos en el Viejo Mundo. Por
ejemplo, se trabajaba el platino entre los metales, puro o en aleaciones; se
utilizaban las esmeraldas como piedras decorativas"[32].
Es oportuno ahora mencionar que la
representación positiva suele estar asociada a posiciones neutras y negativas.
Para ilustrarlo mejor se trae a colación el siguiente ejemplo, que inicia con
una presentación positiva de los mayas, para después situarla en el pasado:
"Los Mayas desarrollaron la cultura más avanzada de América. A la llegada
de los españoles en el siglo XVI, esta cultura estaba despareciendo, solo
quedaban magníficas ruinas de enormes templos y palacios bellamente
construidos, cubiertos por la selva"; en otro párrafo se reitera la
presentación negativa: "Los españoles solo hallaron un conjunto de pueblos
supersticiosos, debilitados por las enfermedades del trópico"[33].
3. La representación social de lo indígena
como lo primitivo de América
En los manuales escolares las
gentes no europeas, son convertidas en los otros, mediante la construcción de
lo indígena como primitivo. La categoría primitivo
se asigna a toda la gente catalogada como indígena, de cualquier parte del
mundo y momento histórico, incluidas las poblaciones de América, tanto las
coetáneas a la llegada de los europeos en el siglo XV como las actuales.
La clasificación organizada en la
dicotomía primitivo/civilizado se basa en la teoría de la evolución social.
Después de ser expulsados del paraíso -de acuerdo con el sacerdote jesuíta
Granados y los Hermanos Félix y Nicolás-, los descendientes de Adán y Eva se
extendieron paulatinamente por Asia, África, y Europa, luego por Oceanía y
América. En esta dispersión se presentó una involución de los no cristianos:
"[...] y en castigo de su pecado, la generalidad de los hombres cayeron en
la barbarie y en la degradación[34]",
mientras que los pueblos que aparecen en la Biblia como la cuna del linaje
humano, serían siempre civilizados. En este sentido,
los cristianos son los civilizados y los demás son los bárbaros. Para los otros
autores, la humanidad, en un estado inicial primitivo, se transforma hasta
acercarse al prototipo europeo, aunque no de manera lineal ni a la misma
velocidad. En esta circunstancia, los europeos son los civilizados y los no
europeos son los primitivos.
En correspondencia con lo anterior,
las sociedades llamadas indígenas son situadas en una etapa previa a la
evolución europea, acontecimiento explicado de varias maneras. Para algunos
autores, en América se produjo una evolución paralela en la que los pueblos
desarrollaron su cultura de manera independiente. Para otros, es una etapa
anterior a la europea por el desconocimiento o ausencia de determinados
elementos; es un proceso más lento en el camino del progreso, debido a las
condiciones geográficas con climas cálidos y malsanos, o muy fríos, o por
tratarse de pueblos más jóvenes con menos experiencia y antigüedad; también se
menciona que estos pueblos carecían del deseo de mejoramiento, o les faltaba
contacto con pueblos más avanzados.
El uso del tiempo como criterio de
jerarquización en la clasificación social apoya lo dicho y, según esta idea, lo
indígena queda ubicado en el pasado. Para ello, se divide la evolución social
entre la prehistoria y la historia. Se llama prehistoria a la edad primitiva, a
la vida inicial de la humanidad, a los acontecimientos remotos de la vida del
hombre primitivo y a la ciencia que estudia la antigüedad de la vida humana
hasta la existencia de la escritura. Pero, en esencia, es una estrategia de
construcción del otro desde la mirada eurocéntrica. Para Félix y Nicolás la
pre-historia es una etapa oscura, de degradación, ignorancia, decadencia física
y moral "[...] como todavía viven algunos grupos de África, América y
Oceanía"[35]. Para otros
autores es una etapa con dificultades y carencias que se van soslayando para
mejorar las condiciones de vida[36]. En ella
ubican a los pueblos sin escritura, incluidos aquellos del pasado de Europa y a
los pueblos americanos. De acuerdo con este argumento, para América la
prehistoria queda asociada a lo indígena y la historia a la llegada de
Cristóbal Colón.
La tipología usada en la
prehistoria de Europa sirve como patrón de medida de la
evolución humana porque a partir de ésta, son comparadas las demás sociedades.
Este modelo permitió considerar que hay regularidades en la experiencia humana
que los europeos ya pasaron y que deberían experimentar los demás. Entonces, es
oportuno indicar que los rasgos que se les atribuyen a los indígenas mostrarían
el estadio en que se sitúan en dicha secuencia. Por esto, los autores afirman
que, al momento de la conquista europea, algunos pueblos de América se
encontraban en el paleolítico, otros en el neolítico y unos pocos comenzando la
edad de los metales.
La prehistoria para Europa remite
al tiempo pasado, mientras que para Asia, África, América y Oceanía puede
aludir tanto a los pueblos del pasado como del presente. Por ejemplo, de los
esquimales, se afirma que es uno de los pueblos prehistóricos que aún existen
en América; Barrios escribe que el mundo está habitado por gentes que
"[...] han alcanzado un alto grado de perfeccionamiento. Pero también hay
otros que todavía se encuentran en estado de salvajismo o barbarie. Es decir,
que viven el estado por el que pasaron en épocas remotas los hombres más
civilizados del mundo actual"[37]. En consecuencia, para nombrar
a las gentes indígenas se usan términos como primitivos, paleolíticos o
prehistóricos americanos, categorías que se definen en términos negativos. Las
culturas también son calificadas de la misma manera: "[...] Nos vemos
obligados a acudir al estudio comparativo de las tribus actuales que todavía
existen en algunos lugares de Asia, África, Oceanía y América y que viven una
cultura neolítica"[38]. Además, se
asigna un léxico que hace referencia a una fase previa en la evolución
cultural, como politeísmo, magia, fetichismo, tribu, entre otros.
En consonancia con lo anterior, la
etnología se instituye como la ciencia que estudia los pueblos sin escritura y
teniendo en cuenta que ellos son percibidos como un espejo que refleja a la
humanidad en el pasado, se usan datos de sus culturas para ejemplificar
situaciones de la prehistoria. Estas culturas pueden ser tanto las que existían
cuando llegaron los europeos, como las de la actualidad. Lo anterior permite
entender por qué a las poblaciones actuales se las equipara con las formas de
vida de las primeras etapas de la evolución humana, como se ejemplifica en la
siguiente afirmación: "Si analizamos la forma de los instrumentos de
piedra de la prehistoria que hemos reunido en nuestros museos, y observamos
algunos pueblos de Oceanía y América que hasta hace poco vivían aún en la edad
de piedra, conocemos varios de los procedimientos que utilizó el hombre para
fabricar sus utensilios"[39].
En tal caso, para referirse a lo
indígena se alude a un escaso movimiento cultural, de manera que cuando se
menciona a los pueblos de la amazonia se insinúa que sus técnicas han variado
poco desde hace cuatrocientos años cuando llegaron los blancos. Así las cosas,
el progreso se produciría por la intervención del exterior; se expresa que la
ayuda técnica de los gobiernos estadounidenses es lo que ha forzado a los
indígenas a avanzar rápidamente.
Lo anterior confirma que lo
primitivo no solo remite a una jerarquización de las gentes a partir de
categorías temporales, sino que también incluye una clasificación social que
diferencia a europeos de no europeos, razón por la cual estos últimos, al ser
considerados anteriores, también son vistos como inferiores. Para restar valor
a lo indígena se menciona el desconocimiento o ausencia de elementos conocidos
o presentes en Europa. En la escritura se dice que "no pasaron de signos
simbólicos o jeroglíficos que representaban ideas, pero no tuvieron alfabeto
fonético"[40]; en cuanto a
la ciencia, se afirma que "Tampoco podemos hablar de grandes conocimientos
científicos entre los americanos primitivos. Solamente mayas y aztecas
sobresalieron en la astronomía"[41]; de igual manera, se menciona
la carencia de núcleos sedentarios a lo largo de los ríos; el arco, la bóveda,
la columna en la arquitectura; la domesticación de grandes cuadrúpedos; el
arado, los cereales panificables como el trigo y la cebada; metales como el
bronce y el hierro e instrumentos como la rueda y el torno del alfarero. Si
algunos de éstos estaban presentes en América, se afirma que eran usados como
adornos u objetos religiosos en lugar de elementos útiles como en el Viejo
Continente, donde:
Con el
bronce y el hierro confeccionaron instrumentos útiles para la agricultura y la
guerra. En América se emplearon excelentemente el oro, la plata y el cobre
obteniéndose objetos de adorno, pero no se llegó a descubrir el hierro y el
bronce. Sólo los incas obtuvieron el bronce pero no le dieron un fin utilitario[42].
Además de la distinción de lo
indígena con respecto a Europa mediante la ausencia / presencia, así como la
utilidad / inutilidad de los elementos, se desvalorizan las diferentes
manifestaciones culturales a través de polarizaciones; considerando así este
asunto, a los pueblos catalogados como menos desarrollados se les atribuye el
desconocimiento de técnicas agrícolas, de procesos de preparación de comida y
la escasez de vestuario; mientras que del lado europeo, existen avances en las
industrias, desarrollo artístico, paz social y mejoramiento de las condiciones
de vida. Se afirma que los indígenas aportan menos a la humanidad
"Estudios del futuro más completos, nos enseñarán cómo el hombre americano
ha contribuido al progreso de la humanidad, aun cuando en forma mucho menos
amplia que los prehistóricos europeos o asiáticos"[43].
A lo anterior se agrega el uso de
calificativos que restan valor a lo indígena, tales como la sencillez de las
herramientas para remover la tierra que se consideran como simples trozos de
madera; lo rudimentario se atribuye a los instrumentos de piedra y de madera, a
la vivienda y al sistema numérico de los incas; lo primitivo se asigna a la
metalurgia azteca, a la vivienda de los aimaras y a los telares. Además, se
utilizan términos como la tosquedad y la poca espontaneidad: "Sus
esculturas, v.g. los calendarios, los idolillos chibchas, el Indio triste de
los Aztecas, adolecen de la misma rigidez de líneas, de la misma tosquedad, de la
misma falta de espontaneidad y de idealismo"[44].
El discurso justifica la conquista
a partir de la guerra justa contra los bárbaros, por ello a lo indígena se le
atribuye la guerra, la violencia, la crueldad y el despotismo como propiedad de
su cultura. Por lo expuesto, se da por hecho que deben ser pacificados,
mientras se les acusa de su desaparición por su belicosidad, sus vicios, los
sacrificios, o por oponerse a los europeos. En consecuencia, los aztecas
aparecen como guerreros sanguinarios que declaraban la guerra con cualquier
pretexto para lograr prisioneros destinados al sacrificio, obtener grandes
tributos, dominar a los vecinos mediante el terror y vivir sin trabajar mucho.
Además, mediante los sacrificios se los sitúa en un punto liminal entre lo humano
y lo no humano. De los mayas se afirma que "A las víctimas les arrancaban
el corazón en medio de danzas. Sus carnes las daban a comer a los fieles y los
despojos los arrojaban al pozo de los sacrificios que había en
Chichén-Iteá"[45]; acerca de
los aztecas se habla sobre los sacrificios humanos acompañados de antropofagia:
"Los sacerdotes les abrían el pecho con puñales de piedra afilada. Hecho
esto, echaban a rodar el cuerpo por las escaleras, al final de las cuales lo
recogían los ancianos, quienes los descuartizaban y repartían su carnes para
comer"[46].
Habría que agregar que se evidencia
una distinción racial del cuerpo: algunos indígenas se muestran de constitución
débil, con poca resistencia al trabajo rudo, vida media corta, vejez prematura
y parcos en la alimentación; psíquicamente reservados y tímidos en público,
reacios a la civilización y con preceptos morales menos avanzados: "En los
imperios mencionados, la juventud era educada con esmero; tenían casas de
inválidos para los guerreros y no había esclavos de nacimiento. Pero su moral
era muy inferior a la de las naciones civilizadas"[47].
La representación social más
negativa atañe a los pueblos ubicados en la América Marginada. Se hace
referencia a ellos como pueblos de cultura inferior, no civilizados, bárbaros,
paleolíticos, atrasados, rudos, primitivos, prehistóricos. Entre ellos se
establece una sub-dasificadón que ubica en la escala más baja a los nómadas,
seguidos de los semi-nómadas, en una escala intermedia; por ejemplo, los Pueblo
se definen así: "Con este nombre se designan los indios semi-civiliza-
dos, de costumbres sedentarias y agrícolas [...]. Sus habitaciones comunes eran
de adobe o de piedra; vivían en poblados a diferencia de los grupos
nómadas"[48]. Los
criterios de clasificación aluden a las condiciones de vida precarias, a la
anarquía, excepto en tiempos de guerra, a las guerras crueles entre ellos, al
poco cambio cultural, a la idolatría, a la superstición, al escaso arte
decorativo y a la antropofagia. En lo relacionado con el vestido, se los
vincula con la desnudez o la semi-desnudez y la baja calidad de los materiales
de sus prendas; de esta manera, se expresa que algunos vestían con pieles
raspadas y toscas, con poca variación en el color.
Con lo dicho hasta aquí, se resume
que en los textos escolares examinados se expresa una representación social
negativa sobre lo indígena, mediante las características que se confieren a la
categoría primitivo.
Los contenidos de dicha categoría conllevan una clasificación social
jerarquizada en la que lo indígena significa lo anterior e inferior a lo
europeo.
Los textos objeto de estudio
contienen una unidad específica dedicada a la prehistoria de Colombia, en la
cual lo indígena se continúa representando de manera ambivalente. En este caso,
lo indígena se incluye en la identidad de la nación (todos hacemos parte de la
nación), pero con la idea de raza se mantiene la jerarquía social que lo sitúa
como un otro inferior (no todos somos iguales en la nación).
Como se ha dicho, los historiadores
de la Nueva Granada se valieron de lo indígena para narrar el pasado lejano de
la nación, pero, se inspiraron en las gentes que habitaron el altiplano
cundi-boyacense, a la vez que se tomaba distanda de los indígenas de otras regiones
y contemporáneos, presentados en una posición de inferioridad[49]. Al parecer,
este discurso continuó en los manuales escolares[50] y en la historiografía de la
primera mitad del siglo XX fomentado por la ACH[51]. De manera similar se
reproduce en los textos escolares de prehistoria; lo que puede ser particular
para el periodo estudiado es una mayor articulación de lo indígena a la
identidad nacional, renovada con los discursos y las prácticas legitimadas con
la producción cultural del momento histórico, por ejemplo, las derivadas de la
profesionalización de las ciencias sociales en la educación superior, de las
instituciones de investigación en las ciencias sociales y de aquellas
encargadas de la gestión del patrimonio arqueológico y cultural.
En los textos escolares de
prehistoria, lo indígena se continúa vinculando con el pasado remoto de la
nación mediante el manejo del tiempo. Por esta razón, a través del discurso
preexiste una Colombia poblada por indígenas en el pasado precolombino,
asociación realizada mediante el uso de los siguientes términos en textos y
títulos de los mapas: los primitivos pueblos que habitaron en nuestra patria,
los primeros habitantes de Colombia, los antiguos primitivos de Colombia, los
primitivos colombianos y los aborígenes de Colombia.
Igualmente, la respuesta guerrera
de los indígenas contra los europeos se sigue utilizando para ilustrar el
requerimiento de los primeros a defender a la patria. De ahí que bajo el título
"Heroísmo de los aborígenes en Colombia" se resalta la valentía de
los indígenas que lucharon por su libertad. Eso sin dejar de justificar el
exterminio de la gente por oponerse a los españoles y sin quitar valor a estos
últimos: "Los chibchas tuvieron una actitud patriótica ante el ataque del
español. Si este fue valiente al recorrer inmensas regiones desconocidas
cubiertas de selva, el indígena dio a su vez grandes muestras de valor"[52].
Otra manera en que lo indígena se
articula con la identidad nacional es su inserción como patrimonio nacional a
través del material arqueológico. El discurso escrito empleado para describir
este legado se acompaña de fotografías y dibujos de objetos de los museos, en
especial de la orfebrería y la alfarería. Es usual mencionar los sitios con
mayor monumentalidad como San Agustín y Tierradentro. Para ello se usan: (a)
Titulares que resaltan dichos lugares: "San Agustín, Capital arqueológica
de Colombia", además de dar detalles sobre la ubicación, el clima,
características del material arqueológico, entre otros datos. (b) Se les trata
como civilización, razón por la cual se usan adjetivos positivos tales como
espléndida cultura, notable civilización, suntuosos templos, gran pueblo, obra
fantástica. (c) Se menciona a los escritores que dieron cuenta de los sitios y
a los investigadores que hicieron las excavaciones arqueológicas. (d) Se
compara con otras civilizaciones reconocidas como la egipcia "[...] los
agustinianos, como los egipcios, poco caso hacían de las viviendas terrestres,
el lujo lo reservaban para los templos y sepulcros"[53]; de la América Nuclear
"Los mayas y aztecas fueron excelentes escultores, así como el pueblo de
San Agustín"[54].
Por lo demás, lo indígena se
incorpora como parte de la identidad nacional con el uso de adjetivos
posesivos: nuestros indígenas, nuestros indios, nuestros antepasados, nuestras
tribus indígenas, nuestros compatriotas. Algunos autores también establecen una
relación de descendencia entre los indígenas y las amplias masas de población,
y entre los chibchas con los campesinos del altiplano cundiboyacense, de
quienes se dice que no se han mezclado mucho con poblaciones blancas y negras;
en otras palabras, lo indígena es el antepasado del pueblo, en oposición a la
élite. Es preciso mencionar, además, la utilización de expresiones literarias
de lo indígena en títulos de leyendas indígenas, en especial las que hacen
referencia a la gente del centro del país, en temáticas como: Bochica, creador
del Tequendama, Bachué, El Génesis según los chibchas, la leyenda de la
Creación en tierras chibchas.
La clasificación social de lo
indígena también se mantiene en la descripción de los pueblos. Dicha
clasificación se organiza, por un lado, mediante tres familias lingüísticas:
chibcha, caribe y arawak. La familia
lingüística arawak es la menos mencionada; se manifiesta que los Guajiros son
sus descendientes, quienes mantienen su cultura a pesar de la civilización.
Por otro lado, la clasificación se
basa en referentes geográficos en los que se establecen tres grupos: andinos,
caribes y pampeanos. Se hace una jerarquización social entre los Andes y las
demás geografías del territorio nacional, en la que se le otorga una mayor
valoración de lo andino, muestra de ello es que su origen
se vincula al lago Titicaca: "Se les ha creído oriundos de las mesas del
lago Titicaca; fueron tronco glorioso de las naciones más cultas de Suramérica"[55]. En
particular, la zona intermedia de los Andes, es decir, los altiplanos y
vertientes de la cordillera, se consideran regiones con mejor clima, habitadas
por indígenas pacíficos
e
industriosos.
En las dos tipologías
mencionadas, los chibchas se conciben como los principales
representantes de las "naciones indígenas en Colombia", ubicados
entre o después de las civilizaciones de la América Nuclear. Por lo tanto,
suelen estar referenciados en comparación con incas, aztecas y mayas. Así las cosas,
se
les califica como la más alta civilización encontrada por los españoles en
estas tierras, se les
muestra ocupando
el
mayor territorio en los Andes y organizados como una nación. Se les atribuye el
sedentarismo, una población numerosa, la agricultura, el comercio, la
orfebrería y el tejido. Para no equipararlos con las sociedades de la América
Nuclear, se manifiesta que ellos no eran tan originales, su cerámica, tejido,
arte y ciencias no eran avanzados, no fueron matemáticos, arquitectos,
escultores o pintores y no tenían escritura. Otros rasgos con los que se los
identifica son las guerras crueles, el despotismo, la superstición y la
idolatría; así mismo, se caracterizan por tener una concepción de la vida muy material, una
legislación muy severa y una religión con ritos bárbaros y sangrientos.
Para la mayoría de autores los
chibchas son una familia con varios grupos ubicados en los
Andes,
entre los que sobresalen los muiscas, mientras que otros
utilizan las dos nominaciones como sinónimo para referirse
a los habitantes
del
altiplano de la cordillera Oriental, zona considerada núcleo de la
nacionalidad colombiana. El hecho es que sobre estas gentes se proporciona
mayor información, en la que se comenta que fueron los más civilizados del
"territorio colombiano" por la cantidad de habitantes y el desarrollo
cultural; poseían una organización política avanzada cuyas confederaciones
formaban un Estado; se presentan como sedentarios, inteligentes, sufridos,
valientes, buenos comerciantes, orfebres y tejedores; así mismo,
se dice que iban bien vestidos, con bellas túnicas y mantas sujetadas con un
alfiler de oro o cobre, acicalados con collares, brazaletes, diademas, gorras o
plumajes.
Después de los muiscas, en la zona
andina, en el actual departamento de Santander, se ubica a los guanes, a
quienes se los reconoce como el segundo pueblo más importante, se perciben como
inteligentes y guerreros por su mezcla con los caribes: "Eran tipos fuertes,
esbeltos y gustaban deformarse el cráneo [...]. Su vestido comprendía dos finas
mantas de algodón: una atada a la cintura y otra sobre los hombros sujeta en el
izquierdo con un nudo. Se adornaban con penachos de plumas, narigueras de oro y
collares vistosos"[56]. En este
punto es necesario mencionar que, de otras poblaciones ubicadas en los Andes,
se teje una representación que las muestra como menos adelantadas que los
muiscas. Además, los indígenas que están ubicados en las zonas cálidas son
considerados menos civilizados, por poseer sus territorios un clima malsano:
En las
regiones ardientes —nuestras hoyas y costas— el sol quema, abundan las montañas
gigantescas y los anchurosos ríos, las fieras y los insectos venenosos ejercen
allí su imperio. Estas tierras fueron el teatro de los pampeanos y caribes,
cuyo genio es ardiente como el sol que los abrasa, y su espíritu belicoso, como
la tierra brava en que viven.[57].
De los pampeanos históricos,
situados al occidente de la cordillera de los Andes, apenas se indica que
tuvieron escasa preponderancia y desarrollo. No ocurre así con los caribes,
ubicados en la costa y riveras de los grandes ríos en los valles interandinos,
a quienes representan como guerreros belicosos, temibles, feroces y ágiles,
conquistadores agresivos que trataban con crueldad a los vencidos y
prisioneros, atacaban a los pacíficos chibchas y defendían con valentía, coraje
y constancia su independencia, por lo que se les reconoce su heroísmo frente a
los españoles, a la vez que se justifica su exterminio por resistir u oponerse
a los europeos. Igualmente, se dice de ellos que eran de elegante presencia,
con cuerpos bien proporcionados, fuertes y fornidos, que se hacían
deformaciones corporales, carecían de conocimientos, eran idólatras, en las
zonas cálidas andaban desnudos o con cubre-sexo y adornos corporales, vivían en
forma dispersa e inaccesible, en viviendas de fácil defensa o huida, con medios
primitivos de subsistencia, dedicados a la caza y pesca, algunos a la
agricultura, al robo y a la guerra. Se hace énfasis en la antropofagia:
"La alimentación se basaba en el maíz, la yuca, el camote [...]. También
acostumbraban a pescar la abundante y variada fauna de sus ríos y quebradas, y
devorar los prisioneros capturados en sus guerras"[58].
Entre la familia caribe, los
quimbayas son considerados los más adelantados, reconocidos por la alfarería y
orfebrería, se describen de estatura pequeña, fornidos, vestidos con cubre-sexo
y adornos de oro. En cambio, de los catíos se menciona que era "[...]
gente pobre y bárbara, ni construía casas, ni sembraba; dormía como los
pájaros, en las copas de los árboles y se alimentaba de la pesca y de la caza.
Se les ha reputado como a los más salvajes de la América y eran aguerridos
sobremanera"[59].
La representación de la gente
contemporánea, categorizada
como
indígena, es más bien negativa. Las características que se les atribuye son, a
veces, similares a las establecidas para los pueblos prehispánicos. A los
habitantes en los Andes se les augura la desaparición por mezcla o por
extinción, los descendientes de los muiscas son percibidos como inteligentes,
sagaces, ecuánimes, melancólicos, sufridos, apacibles, ladinos y desconfiados.
Otros se muestran como conservadores de sus antiguas
tradiciones y renuentes a la civilización; así, de los paeces se
comenta que siguen reacios a toda influencia foránea y se describen como
pobres, con costumbres primitivas, ejerciendo la magia, la
brujería y prácticas funerarias supersticiosas. De pastos y quillacingas se
expresa que mantienen costumbres religiosas primitivas, tienen pocas prácticas
de aseo y no han asimilado la civilización. A los caribes se
los sigue considerando como belicosos y de espíritu vengativo. Sobre los
motilones se manifiesta que son aguerridos y hostiles a la colonización del
blanco, que viven según las formas del paleolítico superior y que aún no han
sido sometidos.
A lo anterior se agrega que la
cultura de los pampeanos es considerada inferior, pues se dice que viven de manera
primitiva y tienen atraso cultural. Se les adjudica rasgos como: constitución
débil, belicosos, tímidos, opacados, callados, serios, honrados, de existencia precaria;
los
nómadas
andan desnudos o semi-desnudos, se pintan el rostro, practican cultos
primitivos y ceremonias en las que se colocan máscaras, hacen bailes
colectivos,
se embriagan y usan bebidas estimulantes.
Considerando que los indígenas
contemporáneos se perciben como primitivos, pobres y
tradicionales, se maneja la idea según la cual, ellos, en particular
los
pampeanos, requieren ser civilizados mediante el contacto con pueblos más
civilizados
y con lo urbano, pues: "Quedan todavía en el territorio colombiano algunas
tribus salvajes y otras que no han asimilado las enseñanzas de los misioneros
de la civilización, no han roto con sus costumbres primitivas o han regresado a
ellas"[60]. Por lo
tanto, el Estado colombiano y la Iglesia se representan positivamente haciendo
esfuerzos por integrarlos, por facilitarles instrumentos de metal, técnicas agrícolas
y
textiles, por llevarles la religión y la educación y por enseñarles el español.
En pocas palabras, con la
representación positiva de los chibchas se da antigüedad a la nación y se
establecen los antecesores del pueblo (en oposición a las élites); con los
muiscas se justifica el dominio político de la región central del país y, con
los caribes se ejemplifica la defensa de la patria. Mientras que, con la
representación negativa de lo indígena contemporáneo se justifica la acción integradora de la Iglesia
y del Estado.
Los textos escolares de prehistoria
general, americana y de Colombia, publicados entre 1962 y 1974, expresan
representaciones sociales positivas y negativas sobre lo indígena. La mezcla de
estas se usa como recurso discursivo para incluir y a la vez excluir a lo
indígena; así, con la primera se le integra en la identidad nacional y
americana, con la segunda, se le sitúa en una clasificación social que organiza
una gradación de las gentes en las jerarquías socio-territoriales,
especialmente en las zonas del interior de la nación. De este modo, la
ambivalencia en la representación de lo indígena viabiliza la
variación de significados y, por tanto, la coexistencia de diversas posturas
ideológicas, pero, desde una perspectiva de poder que legitima un orden social
en el que lo indígena está subordinado.
El discurso ambivalente
sobre lo indígena no es nuevo, está presente en la historiografía y en textos
usados para la enseñanza de la historia de la Nueva Granada, así como en el
nacionalismo de la primera mitad del siglo XX; sin embargo, lejos de ser
un
anacronismo, la continuidad en la representación de lo indígena como primitivo
a la vez que, como parte de la identidad nacional, es una estrategia de
dominación cultural de las élites de la nación, pues, como lo plantea Wade, las
políticas de inclusión y de exclusión de las gentes subalternizadas son
inherentes al capitalismo que requiere de la jerarquización social.
Finalmente, se sugiere que en los
textos de prehistoria publicados durante el Frente Nacional, lo indígena fue incorporado
como
parte de la identidad nacional mediante
el
vínculo con el pasado remoto de la nación, la defensa de la patria, el material
arqueológico, las expresiones literarias, su anexión como antepasado del pueblo
y su conversión en "nuestros" indígenas. A la vez, lo indígena
continuó siendo situado como un otro inferior, a partir de las representaciones
sociales negativas vinculadas con la categoría primitivo.
Arciniegas,
Mercedes. Prehistoria
general, americana y de Colombia. Medellín: Bedout, 1968.
Barrios, Luis. Prehistoria general, americana,
colombiana. Bogotá: Cultural Colombiana, 1973.
Félix, Sebastián, Elias Nicolás. Prehistoria
general americana y de Colombia. Bogotá: Stella, 1968.
García, Julio. Los primitivos: Prehistoria general
americana y de Colombia.
Bogotá: Voluntad, 1971.
Gaviria, Nicolás. Historia de la
Cultura Universal.
T. I, Prehistoria
del Antiguo Continente, de América y de Colombia. Medellín: Bedout, 1964.
González,
Francisco. Prehistoria
general, americana y colombiana. Bogotá: Ediciones S.M., 1972.
Granados,
Rafael. Síntesis de
prehistoria general, americana y de Colombia. Bogotá: Bibliográfica
Colombiana, 1966.
Hermanos
Maristas. Prehistoria
general y americana. Cali: Editorial Norma, s.f.
Álvarez,
Benjamín. "Análisis de los libros de texto de Historia utilizados en el
curso cuarto de las Escuelas Secundarias de Colombia". Tesis doctoral. The
University of New México, 1979.
Álvarez Gallego, Alejandro. Las ciencias
sociales en Colombia. Genealogías pedagógicas. Bogotá: IDEP, 2013.
Guarín,
Oscar. "La civilización chibcha y la construcción de la nación
neogranadina". Universitas
Humanística, no 70 (2010): 208-211.
Melo,
Jorge Orlando. "La historia de Henao y Arrubla: tolerancia, republicanismo
y conservatismo". En Entre
el olvido y el recuerdo: iconos, lugares de memoria y cánones de la historia y
la literatura en Colombia, editado por Carlos Rincón, Sarah de
Mojica y Liliana Gómez, 215-238. Bogotá: Universidad Pontificia Javeriana,
2010.
Ministerio de Educación Nacional, Programa
Analítico de Estudios Sociales y Filosofía para el primero y segundo ciclos de
Educación Media.
Medellín: Bedout, 1963.
Rocha
Dallos, Silvia. "Los secretos y engaños de las historias nacionales del
siglo XIX: el caso de José Antonio de Plaza y las memorias para la historia de
la Nueva Granada". En Manuales
escolares y construcción de nación en Colombia: Siglos XIX y XX,
editado por Álvaro Acevedo Tarazona y Gabriel Samacá Alonso, 24-25.
Bucaramanga: UIS, 2013.
Rodríguez
Ávila, Sandra. Memoria y
olvido: usos públicos del pasado en Colombia, 1930-1960. Bogotá:
Universidad Nacional/Universidad del Rosario, 2017.
Soto Arango,
Diana; Bernal Villate, Sandra Liliana; Pacheco Vargas, William; Espinosa,
Yules, Paternina Soto, Liliana, & Perelló, Beatriz. La enseñanza de la
Independencia Americana en Colombia y España 2009-2011. Revista Historia de la Educación
Latinoamericana, Vol. 17 no. 25, (2015): 187-212. https://doi.org/10.19053/01227238.3823
Van
Dijk, Teun. Ideología y
discurso. Barcelona: Ariel,
2008.
Wade,
Peter. "Identidad racial y nacionalismo: una visión teórica de
Latinoamérica". En Formaciones
de indianidad, editado por Marisol de la Cadena, 379-402.
Popayán: Envión, 2007.
Wodak
Ruth. "El enfoque histórico del discurso". En Métodos de análisis crítico del
discurso, editado por Ruth Wodak y Michael Meyer, 101-142.
Barcelona: Gedisa, 2003.
Cómo citar: Cerón Rengifo, Carmen Patricia. "Primitivo y
antepasado: el discurso ambivalente sobre lo indígena en textos escolares de
prehistoria, Colombia 1962-1974". Revista Historia de la Educación Latinoamericana.
Vol. 21 No. 33 (2019): 221-243 DOI: https://doi.org/10.19053/01227238.9878.
Esta obra está
bajo una licencia Creative Commons. Reconocimiento-No Comercial-Sin Obra
Derivada 2.5 Colombia.
[1] El artículo presenta resultados del proyecto
de investigación “Lo indígena en los manuales escolares de Historia de Colombia
(19481990)”,
financiado por la VIPRI, Universidad de Nariño.
[2] Doctora en Antropología, docente del
Departamento de Ciencias Sociales, Universidad de Nariño, Grupo de
Investigación Edu- Multiverso, correo electrónico: patriciac@udenar.edu.co
[3] Para el periodo estudiado véase Benjamín
Álvarez, “Análisis de los libros de texto de Historia utilizados en el curso
cuarto de las Escuelas Secundarias de Colombia” (tesis doctoral, The University
of New México, 1979). Para el periodo previo véanse Sandra Rodríguez Ávila, Memoria y olvido: usos públicos del
pasado en Colombia, 1930-1960 (Bogotá: Universidad
Nacional/Universidad del Rosario, 2017), y Jorge Orlando Melo, “La historia de
Henao y Arrubla: tolerancia, republicanismo y conservatismo”, en Entre el olvido y el recuerdo:
iconos, lugares de memoria y cánones de la historia y la literatura en
Colombia, eds. Carlos Rincón, Sarah de Mojica y Liliana Gómez
(Bogotá: Universidad Pontificia Javeriana, 2010), 215-238. Se exceptuan algunos
textos escolares que se mencionarán más adelante. Sobre los héroes de la
independencia en el contexto escolar actual, véase: Diana Soto Arango; Sandra
Liliana Bernal Villate; William Pacheco Vargas; Yules Espinosa; Liliana
Paternina Soto y Beatriz Perelló. La enseñanza de la Independencia Americana en
Colombia y España 2009-2011. Revista
Historia de la Educación Latinoamericana, Vol. 17 no. 25, (2015):
187-212. https://doi.org/10.19053/01227238.3823
[4] Teun van Dijk, Ideología
y discurso (Barcelona: Ariel, 2008). Ruth Wodak, “El enfoque
histórico del discurso”, en Métodos
de análisis crítico del discurso, comps. Ruth Wodak y Michael
Meyer (Barcelona: Gedisa, 2003), 101-142.
[5] Se tuvo información de la existencia de dos
textos escolares más: Víctor Bedoya, Curso
de prehistoria americana con relación especial a Colombia
(Ibagué: Imprenta Departamental, 1965). Manuel Lucena y Augusto Montenegro, Prehistoria general, americana y de
Colombia (Bogotá: Kapelusz colombiana, 1970).
[6] Ministerio de
Educación Nacional, Programa Analítico de Estudios Sociales y
Filosofía para el primero y segundo ciclos de Educación Media (Medellín: Bedout, 1963), 13-14.
[7] Ibíd., 14-15.
[8] Ibíd., 14-19.
[9] Alejandro Álvarez Gallego, Las ciencias sociales en Colombia.
Genealogías pedagógicas (Bogotá: IDEP, 2013), 119-125.
[10] Ibíd., 65-69.
[11] Rodríguez, Memoria
y olvido, 44-46, 58.
[12] Álvarez, Las
ciencias sociales,
70-74.
[13] Rodríguez, Memoria
y olvido, 90-91, 326.
[14] Hermanos Maristas, Prehistoria
general y americana (Cali: Editorial Norma, s.f.), 6.
[15] Álvarez, Análisis
de los libros de texto de Historia.
16 La bibliografía de estos textos es: Belisario
Matos, Los primitivos: nociones de la infancia de la humanidad según el
programa oficial para el primer año de historia universal en el pénsum de
bachillerato (Ocaña: Imprenta del Comercio, 1937); Julio César García, Los primitivos.
Introducción a la prehistoria colombiana y americana y al estudio de la
infancia de la humanidad.
(Medellín: Imprenta Universidad, 1937); Guillermo Valencia, Los
primitivos. Prehistoria general, aborígenes americanos, prehistoria de Colombia
(Medellín: Imp. Oficial,
1937); Juan Clímaco Hernández, Prehistoria colombiana (Bogotá: Minerva, 1935).
[17] La bibliografía es: Teresa Arango, Precolombia: introducción al
estudio del indígena colombiano (Madrid: Sucesores de
Rivadeneyra, 1954); Elvira Castro, El
pasado aborigen (Buenos Aires: Stilcografl, 1955); Hermano
Daniel, Nociones de
geología y prehistoria de Colombia (Medellín: Bedout, 1948).
[18] Oscar Guarín, “La civilización chibcha y la
construcción de la nación neogranadina”, Universitas Humanística, no.
70 (2010): 208211.
[19] Rodríguez, Memoria
y olvido, 94.
[20] Al respecto véanse: Alejandro Álvarez, Las ciencias sociales...,
38, y Silvia Rocha Dallos, “Los secretos y engaños de las historias nacionales
del siglo XIX: el caso de José Antonio de Plaza y las memorias para la historia
de la Nueva Granada”, en Manuales
escolares y construcción de nación en Colombia: siglos XIXy XX,
eds. Álvaro Acevedo Tarazona y Gabriel Samacá Alonso (Bucaramanga: UIS, 2013),
24-25.
[21] Melo, “La historia de Henao y Arrubla”,
225-226.
[22] Peter Wade, “Identidad racial y nacionalismo:
una visión teórica de Latinoamérica”, en Formaciones
de indianidad, ed. Marisol de la Cadena (Popayán: Envión, 2007),
379-402.
[23] MEN, Programa
Analítico, 13.
[24] Mercedes Arciniegas, Prehistoria
general, americana y de Colombia (Medellín: Bedout, 1968), 135;
Hnos. Maristas, Prehistoria
general, 94.
[25] Nicolás Gaviria, Historia
de la Cultura Universal,
t. I, Prehistoria
del Antiguo Continente, de América y de Colombia (Medellín: Bedout, 1964), 52.
[26] Arciniegas, Prehistoria
general, americana,
171.
[27] Julio García, Los
primitivos: Prehistoria general americana y de Colombia (Bogotá: Voluntad, 1971), 94.
[28] Gaviria, Historia
de la Cultura, 72.
[29] Rafael Granados, Síntesis
de prehistoria general, americana y de Colombia (Bogotá:
Bibliográfica Colombiana, 1966), 59.
[30] Gaviria, Historia
de la Cultura, 52, 53.
[31] Arciniegas, Prehistoria
general, americana,
135.
[32] Luis Barrios, Prehistoria
general, americana, colombiana (Bogotá: Cultural Colombiana,
1973), 124.
[33] Arciniegas, Prehistoria
general, americana,
187-188.
[34] Sebastián Félix y Elías Nicolás, Prehistoria general americana y de
Colombia (Bogotá: Stella, 1968), 69.
[35] Ibíd., 19.
[36] En cambio, los Hermanos Maristas (Prehistoriageneral...,
27), discuten la marca temporal a través de la escritura y la llaman periodo
prehispánico o precolombino.
[37] Barrios, Prehistoria
general, 9.
[38] Francisco González, Prehistoria
general, americana y colombiana (Bogotá: S.M., 1972), 70.
[39] Hnos. Maristas, Prehistoria
general, 46.
[40] Arciniegas, Prehistoria
general, 200.
[41] García, Los
primitivos: Prehistoria general, 109.
[42] González, Prehistoria
general, 130.
[43] Arciniegas, Prehistoria
general, 135.
[44] Félix y Nicolás, Prehistoria
general, 95.
[45] Gaviria, Historia
de la Cultura, 69.
[47] Granados, Síntesis
de prehistoria,
113.
[48] Félix y Nicolás, Prehistoria
general, 103.
[49] Guarín, “La civilización chibcha”, 208-209,
214.
[50] La clasificación jerarquizada de andinos,
caribes y pampeanos, así como la mayor valoración de las gentes ubicadas en el
“centro del país”, llamados chibchas o muiscas, aparece en el texto de Jesús
María Henao y Gerardo Arrubla, Historia
de Colombia para la enseñanza Secundaria. (Bogotá: Imprenta
Colombiana, 1920) 26-33, 114-128.
[51] Rodríguez, Memoria
y olvido, 94, 295.
[52] Arciniegas, Prehistoria
general, americana,
257.
[53] Granados, Síntesis
de prehistoria,
69.
[55] Granados, Síntesis
de prehistoria,
64.
[56] González, Prehistoria
general, 148.
[57] Granados, Síntesis
de prehistoria,
73.
[58] González, Prehistoria
general, 158.
[59] Granados, Síntesis
de prehistoria,
87.
[60] García, Los
primitivos: Prehistoria general, 171.