La historia regional en la perspectiva de la corriente francesa de los Annales*
Carlos Antonio Aguirre Rojas1
Universidad Nacional Autónoma de México
* Este texto es la versión, ligeramente corregida, de la Conferencia Magistral Inaugural del X Simposio de Historia Regional, organizado en la ciudad de Tunja, Colombia, por parte de la Maestría en Historia de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, en octubre de 2014. Agradezco aquí, públicamente, la invitación de la Dra. Lina Parra, para impartir esta Conferencia Magistral, así como a los estudiantes y colegas asistentes a ese Simposio, por sus diversos comentarios.
1 Científico social, teórico e investigador mexicano. Doctor en economía por la UNAM y con un Posdoctorado en Historia realizado en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París. Actualmente es Investigador Titular en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, y docente en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Es director de la prestigiada revista Contrahistorias y también miembro adherente del movimiento mexicano y mundial denominado La Sexta, convocado por el neozapatismo mexicano. México
Espero compartir con ustedes y poder debatir algunas ideas importantes en el campo de la historia regional, en este momento histórico en que las estructuras nacionales, esas estructuras que comenzaron a ser creadas desde hace solo unos siglos, en la Francia de los siglos XII y XIII, y que son claramente una creación burguesa, han cumplido ya su ciclo histórico de vida y están a todas luces caducando, en este momento en que esas estructuras del Estado-nación están entrando en crisis, lo que nos permite augurar que felizmente muy pronto desaparecerán. Y creo que pensar de manera crítica sobre la región y la historia regional, puede ser un elemento importante que nos permita reconstruir el mundo una vez que eliminemos al capitalismo, y con él a todas sus diversas herencias, y entre ellas, a la anquilosada y ya anacrónica figura o creación del Estado-nación. Porque pienso que las viejas estructuras de la nación ya no tienen mucho sentido hoy, y creo que muy pronto ellas desaparecerán para convertirnos a todos nosotros, simple y felizmente, en ciudadanos del mundo.
Sobre el tema de mi conferencia, "La Historia regional y la corriente de los Annales", haré primero un deslinde y luego tres aclaraciones que me parecen importantes, antes de entrar de lleno en mi tema. El deslinde aludido es que estoy absolutamente en contra de la posición posmoderna, que se ha difundido con cierta amplitud entre los estudiosos del campo de la historia regional, en virtud de que el término "región" ha sido usado y desgastado lo mismo por economistas o historiadores, que por sociólogos y politólogos, que lo han citado y manipulado, y definido y redefinido tantas veces, que han terminado por crear una confusión muy grande en torno a lo que es, propia y estrictamente hablando, la historia regional. Incluso lo vemos en algunos de los discursos y hasta en el programa de este Simposio. Pues muchas veces, por ejemplo, se equipara a la historia local con la historia regional, como si fueran lo mismo, y no son lo mismo, así que estoy en contra del uso y el gran abuso de este término de historia regional.
De otra parte, hay autores serios que han dicho que han trabajado toda su vida en el campo de la historia regional, para luego terminar diciendo que en realidad la región no existe, y que de hecho, cada historiador cuando investiga su tema en específico 'crea' o 'inventa' su propia región. Pero esta posición me parece de un relativismo inaceptable, y se acerca a las perspectivas posmodernas que quieren equiparar todos los puntos de vista, y quieren señalar que son igualmente válidas cualquiera de las varias definiciones de la región. En contra de este punto de vista, avanza precisamente el esfuerzo que voy a hacer para tratar de acotar con precisión el concepto de región. Y quiero tratar de dar algunas pistas para entender el aporte que en este sentido realiza la mal llamada 'Escuela' de los Annales, la que en verdad no es ninguna 'escuela' de pensamiento, sino más bien una corriente francesa de historiadores, con etapas, y orientaciones, y perspectivas, y paradigmas muy diversos y heterogéneos. Para eso, paso ahora a las tres aclaraciones sobre el concepto de historia regional.
La primera aclaración es que se ha confundido la historia local con la historia regional, aunque no son para nada lo mismo, porque la historia local es siempre la historia de un punto determinado y ubicado en el espacio, es decir, precisamente de una localidad. Pero el problema, y aquí repito las ideas que Marc Bloch nos planteó al tratar de definir la historia regional de una manera más precisa, es que en la inmensa mayoría de los casos de esta historia local, la elección de la localidad a estudiar se da a partir de criterios personales, o casuales, o azarosos, o anecdóticos, es decir de criterios extracientíficos o extrahistóricos. En cambio, en una historia local que tenga pretensiones realmente científicas, no puede elegirse como objeto de estudio cualquier localidad, y no se elige cualquier localidad, sino solo aquella que, desde rigurosos criterios históricos, presenta una clara relevancia para el historiador, en la medida en que es realmente significativa o reveladora de aquellos procesos específicos que el historiador está estudiando o analizando en particular.
En cambio, en la inmensa mayoría de los actuales practicantes de la historia local ella se hace porque el autor nació en esa localidad, o porque vivió en ella, o porque le pagan por hacer una monografía local, o porque tiene anécdotas e historias personales que acontecieron en esa localidad, o porque esa localidad se considera relevante en términos políticos o administrativos, pero casi nunca porque desde criterios científicos, académicos o propiamente historiográicos esa localidad sea importante o fundamental. De modo que si bien hay una relación importante entre la historia local y la historia regional ellas no deben confundirse pues no son para nada idénticas o equiparables.
Una segunda aclaración se refiere a la confusión también frecuente entre el proceso de espacializar un fenómeno social o histórico cualquiera, con el hecho de hacer historia regional. Pero los mejores historiadores nos han enseñado que cualquier hecho o elemento histórico, o cualquier proceso o fenómeno histórico que ustedes quieran analizar, sea del más antiguo pasado o del más actual presente (porque la historia no estudia solo los hechos del pasado, a pesar de esta absurda aunque reiterada definición de nuestro oficio, sino que ella estudia también los hechos del más actual y candente presente), posee necesaria e ineludiblemente ciertas coordenadas temporales y ciertas coordenadas espaciales específicas. Y entonces, por ejemplo, para entender lo que está pasando hoy en Colombia y los Diálogos de Paz que se están dando en La Habana entre el gobierno y la guerrilla colombianos, la primera pregunta que un historiador tendría que hacerse es la de hasta dónde debe remontarse hacia atrás para definir la temporalidad específica que corresponde a estos Diálogos de Paz, y también hasta dónde tendrá que proyectarse hacia el futuro para ver desplegarse todos los resultados específicos de este mismo Diálogo.
Y del mismo modo que una temporalidad singular, todo fenómeno histórico tiene también su espacialidad específica, puesto que todos los fenómenos, hechos y procesos históricos acontecen forzosamente en un espacio bien determinado. Pero establecer esta espacialidad que le corresponde a un cierto hecho o realidad históricos, no significa que se está haciendo ya historia regional, y esta es otra confusión muy grave, que se repite una y otra vez, y que está conectada con la errónea idea antes mencionada de que cada historiador dedicado a hacer historia regional, se 'inventa' o 'construye' su propia región, la región particular que quiere estudiar, y a partir de la cual desarrolla su propia investigación. Pero hacer esto, es espacializar un fenómeno histórico, definir sus singulares coordenadas espaciales, pero no hacer historia regional.
Otra de las confusiones ampliamente extendidas, y es esta una tercera aclaración importante en relación a nuestro tema, se vincula al hecho de que también se puede hacer la historia de una región previamente definida, la que puede ser una región económica, o una región social, o una región política o cultural, lo que sin embargo es todavía distinto de hacer la historia de una verdadera región histórica, ya que no es lo mismo la región histórica que la región económica, o la región política, o la región cultural. Y es también Marc Bloch el que ha hecho claramente esta distinción, y dice que es pertinente definir primero una región económica, o política, o cultural, para luego tratar de historizar a esa región, reconstruyendo la historia específica de esa región por ejemplo política o social o cultural, lo que sí sería hacer historia regional pero en su sentido más amplio o laxo. Aunque se puede igualmente hacer otra historia regional, concebida de modo más acotado y preciso, y que consistiría según Marc Bloch, en reconstruir la evolución histórica, de una manera científica, de una región que sea ella misma una verdadera región histórica en sí, lo que entonces sería hacer historia regional en su sentido más estricto.
Bloch distingue entonces entre estos dos modos de hacer historia regional en términos científicos, reconstruyendo de un lado la evolución histórica de una determinada región que puede ser económica, o social, o cultural o política, y del otro lado recreando la evolución en el tiempo de una estricta región histórica en cuanto tal. A partir de tomar en cuenta estas tres aclaraciones, podemos avanzar observando más de cerca esta definición blochiana, que afirma que hacer historia regional es reconstruir de manera científica la evolución histórica de una región determinada, para preguntarnos, primero, cómo debemos definir a la 'región', sea esta una región económica, social, etc. o en cambio una región estrictamente histórica. Segundo, cómo se reconstruye esa 'evolución histórica' de dicha región, y tercero, tratar de precisar lo que significa reconstruir dicha evolución de una 'manera científica'.
Para resolver estas tres interrogantes, voy a recuperar algunas de las lecciones principales de la tradición historiográica francesa de la mal llamada 'Escuela' de los Annales. Y aclaró que este término de 'Escuela' de los Annales me parece incorrecto, porque presupone que existe una obvia unidad entre todas las etapas que ha recorrido esta corriente de historiadores franceses, la que sin duda es la corriente historiográfica francesa más importante de todo el siglo XX y hasta hoy. En cambio, lo que realmente sucede es que a lo largo de sus ya 85 años de vida, los Annales han recorrido cuatro diferentes etapas, y al analizarlas con cuidado es muy claro, por ejemplo, que entre de un lado los primeros y los segundos Annales, y del otro lado los terceros Annales, no existe ninguna unidad sino mas bien una ruptura absoluta y radical. Y luego, entre los terceros y los cuartos Annales, también lo que predomina son mas bien varias divergencias fundamentales, mucho más que una falsa y supuesta unidad.
De otra parte, comparto solo parcialmente la opinión de Fernand Braudel, de que los mejores Annales, los más innovadores y críticos, y los más heurísticos y revolucionarios de la teoría y de la práctica históricas, fueron los primeros Annales, de Marc Bloch y Lucien Febvre, a lo que yo agregaría que junto con los segundos Annales o Annales braudelianos, de modo que lo que voy a tratar de hacer ahora es rescatar sobre todo las lecciones y aportes de estos primeros y segundos Annales y de estos tres autores recién mencionados.
Pues creo que los primeros y segundos Annales nos dan elementos importantes para resolver estas tres preguntas, y también para darle un fundamento más serio y más científico a lo que es hacer historia regional, mientras que considero que la tercera generación de Annales no aportó mayor cosa a este campo de la historia regional. Y desafortunadamente, los cuartos Annales resultaron finalmente siendo un proyecto fallido, que fue emprendido por un gran historiador que era Bernard Lepetit, pero quien murió precozmente antes de cumplir cincuenta años, en 1996, lo que hizo que esa cuarta generación o etapa de los Annales sea hoy como una estrella muerta, como esas estrellas de las que ustedes aún hoy ven la luz, que recién nos llega, pero que son de estrellas fenecidas hace tiempo, que ya no existen, pero que como están ubicadas a miles de años luz de nosotros, aún las vemos en el firmamento. Su luz nos está llegando todavía ahora, a pesar de que esas estrellas ya colapsaron y se volvieron novas y supernovas hace muchísimo tiempo. Así que creo que hoy la mal llamada 'Escuela' de los Annales o cuarta etapa de los Annales es ya un proyecto terminado, una especie de estrella muerta, que sin embargo aún irradia hacia América Latina o hacia otras partes del planeta, sus últimos brillos y resplandores agonizantes.
Si deseamos entonces recuperar los aportes de esta tradición de la corriente francesa de los Annales, en su primera y segunda etapas, tenemos que partir de la matriz que alimentó en sus orígenes a esta corriente, en relación a este complejo tema de la definición de la "región" y de la "historia regional", y que es la matriz de la Geografía de Paul Vidal de La Blache, quien fue llamado el 'Padre de la Geografía francesa', a pesar de la paradoja de que él no era geógrafo sino historiador. Pero es cierto que Vidal de La Blache funda la Geografía en Francia, y concibe el término de Geografía Humana, dándonos una primera definición de lo que es la 'región', definición que va a ser criticada y superada por los miembros de la primera y la segunda etapas de los Annales.
Pero esta crítica y superación, no elimina el hecho de que ellos van también a recuperar un elemento fundamental y digno de tener en cuenta, y que deriva de la situación de que la Geografía de Paul Vidal de La Blache surgió en sus inicios como una crítica a la Antropogeografía de Ratzel, quien escribe un libro de Geografía Política y otro de Antropogeografía, en los que reproduce un determinismo geográfico que era muy similar al que planteo en su tiempo, por ejemplo, Montesquieu, en El espíritu de las leyes.
Pues si ustedes han leído esta última obra, recordarán que en ella Montesquieu se pregunta por qué los europeos están mucho más desarrollados que los africanos, y da una respuesta que es característica de un claro determinismo geográfico, lineal e inmediato, cuando dice que este mayor desarrollo se explica a causa del clima. Según él, el clima explica por qué las poblaciones negras de África están menos desarrolladas que las europeas, ya que vivir en un clima templado como el europeo, produce una raza blanca que está más motivada para el desarrollo de las actividades económicas, para el comercio, etc., mientras que el clima más caliente y difícil de África, lo que produce es una apatía, una lojera, y una actitud de solo ver pasar la vida, y por lo tanto, un desarrollo más bajo en términos agrícolas e industriales.
Afortunadamente este punto de vista racista y simplista de Montesquieu fue superado más adelante, pero se parece mucho al que tenía Ratzel en su texto de la Antropogeografía, en el que utilizando los términos de suelo y de sociedad, va a plantear un determinismo de que es la configuración geográica de un espacio, a partir de las tesis de las fronteras naturales, el que determina el tipo de sociedad que sobre dicho espacio se construye, y determina también el tipo de Estado que allí se forma. Y no hay que olvidar que Ratzel fue recuperado por los nazis, para justificar las guerras de la expansión alemana sobre Europa en la Segunda Guerra Mundial, porque según sus teorías las fronteras naturales de Alemania iban mucho más allá de las que eran vigentes y habían sido delimitadas en ese momento de dicha Segunda Guerra Mundial, y por eso Alemania debía por ejemplo de expandirse hacia Polonia, y tenía que apoderarse de los Países Bajos.
Por este uso de los nazis de sus teorías, se desacreditó a Ratzel durante varias décadas y solo se empezó a releerlo hasta los años sesentas y setentas. Pero es frente a este determinismo de Ratzel y más lejos de Montesquieu, que van a desarrollarse las bases de la Geografía francesa de Vidal de La Blache. Porque él va a elaborar una teoría más compleja, en torno a cuál es el objeto de estudio de la geografía humana, respondiendo que este objeto es el paisaje. Y luego va definir cómo se configura ese paisaje, afirmando que no es más que una síntesis compleja de toda una serie de elementos, que incluyen al clima, al relieve, a la morfología terrestre, a los recursos terrestres, y minerales, a las montañas y al subsuelo, lo mismo que a los recursos vegetales o lora, y a los recursos animales o fauna. Pero Vidal de la Blache dice también que junto a todos estos factores se debe incluir al factor humano, y de la síntesis de todos estos recursos, climáticos, territoriales, naturales, vegetales, animales, junto al factor humano se conforma el paisaje, el que es precisamente el objeto de estudio de la geografía humana.
Y a partir de aquí, Vidal de La Blache, define un concepto de 'región' que es el siguiente: una región será una síntesis compleja entre diversos elementos que son homogéneos y que configuran un 'género de vida' posible, es decir, un cierto clima homogéneo que se extiende dentro de un determinado espacio, con un cierto tipo de relieve determinado, también homogéneo, y con ciertos recursos, naturales, vegetales y animales, que son la base para la formación de ciertos grupos humanos, elementos todos que en su conjunto constituyen precisamente la región. Si observamos con cuidado esta definición, veremos que ella expresa un claro 'imperialismo geográfico', en el que los elementos geográficos son los más relevantes y los que determinan no solo la configuración específica de los grupos humanos, y sus diversos 'géneros de vida', sino también el sentido de la propia acción de esos grupos humanos.
Y aunque Vidal sostiene que el elemento mediador entre lo humano y el conjunto de los factores geográficos es la técnica, prevalece sin embargo el hecho de que la región se define como una suma de varios y múltiples elementos, en su gran mayoría elementos geográficos, junto a uno o dos más que derivan o son elementos mas bien humanos.
¿Qué podemos derivar de aquí? Antes de pasar a la crítica que los autores de Annales van a llevar a cabo de esta visión vidaliana de un determinismo geográfico un poco 'imperialista', aunque sugestivo e interesante en ciertos puntos, hay que subrayar una realidad fundamental, que es la de que no por casualidad ni por azar el concepto de 'región' que utilizan hoy los economistas, los sociólogos o los politólogos, fue inventado por la Geografía. ¿Qué significa esto? Quiere decir que no podríamos definir nunca, ningún posible concepto de región que no tome en cuenta los fundamentos geográficos. Es decir que no puede existir ninguna región posible que entre sus elementos principales no incluya a los elementos geográficos.
Ya que si ustedes van a hablar de una región económica, tendrán que hablar de una configuración, de una unidad económica que se construye a partir de ciertos elementos geográficos, y si se quiere hablar de una región cultural, o de una región política, o de una región social, de una cierta identidad de costumbres, de una cierta identidad histórica, siempre tendrá que ser en relación a determinados e ineludibles fundamentos geográficos específicos. Por eso es que no es casualidad que el concepto de región haya tenido que ser inventado originalmente por los geógrafos, y que luego haya sido tomado en préstamo de ellos hacia todas las restantes ciencias sociales en su conjunto. Porque si uno estudia seriamente cualquier región, definida como región económica, o política, o cultural o social, no podrá hacerlo nunca si ignora los fundamentos geográficos de la misma.
Pero aquí reaparece la distinción antes mencionada entre solo espacializar un fenómeno o mas bien estudiar y definir realmente a una verdadera región. Porque la región solo se deine desde la recuperación de la dialéctica específica de ciertos fundamentos geográficos con determinadas realidades y hechos económicos, o sociales, o políticos, o con ciertos actos y costumbres culturales, etc. Y esta idea va a ser rescatada por la perspectiva de Annales, y constituye un punto de acuerdo de ella con el trabajo de Paul Vidal de La Blache, en el sentido de que sin la consideración y la incorporación sistemática de los fundamentos y los elementos geográficos, no hay posibilidad alguna de definir científicamente ningún tipo de región.
Definir una región económica es entonces relativamente fácil, como lo es también definir una región lingüística, o una región social, en donde existen ciertos hábitos, donde se da una clara coherencia social que remite a ciertos elementos geográficos determinados, que han sido el punto de apoyo y la condición clara para la creación de ciertos hábitos de comportamiento, que son fáciles de establecer y de delimitar, porque se pueden medir, y tocar, y percibir. Como en el caso de la delimitación de hasta donde abarca una región lingüística, la que se ija a partir del espacio en el que se habla una cierta lengua, y donde se encuentra el uso de ciertos modismos, y determinadas formas de pronunciación, y el empleo de términos muy específicos.
Pero lo interesante es que cuando nos alejamos un poco de la dimensión geográfica, las cosas se complican, pues ya no es tan sencillo establecer cómo se puede definir a una región política, o cómo podríamos delimitar a una región religiosa. Así que mientras más nos alejamos de los fundamentos geográficos, más complicado se presenta el establecer la dialéctica entre el orden de fenómenos que estamos estudiando y esa base geográfica, que es, como antes ya mencionamos, precondición obligada de toda posible definición de una región, sea esta económica, social, cultural religiosa, etc. Porque la dialéctica entre fundamentos geográficos y fenómenos económicos es bastante evidente, igual que la dialéctica entre los elementos geográficos y algunos procesos sociales es también muy directa.
Pero en cambio, la dialéctica entre los fundamentos geográficos y los hechos y procesos religiosos no es tan evidente, pues está mediada por otras realidades, y es en general mucho más lejana e indirecta. O por ejemplo, la dialéctica entre procesos políticos y fundamentos geográficos no parece para nada algo evidente o inmediato y directo, sino mas bien complejo y mediado. Y dejo este problema como abierto, aunque aclaro que no estoy diciendo que no podamos hablar de regiones políticas, o de regiones culturales o religiosas, pero sí digo que creo que es más difícil aprender, percibir y conocer a estas últimas que a las regiones geográficas mismas, o a las regiones económicas o a ciertas regiones sociales.
Paso ahora a revisar la postura de Lucien Febvre en su libro clásico La tierra y la evolución humana, que escribió para la colección de La evolución de la humanidad dirigida por Henri Berr. Allí y respecto del 'imperialismo geográfico' vidaliano antes referido, Febvre va a plantear que como nosotros somos historiadores, tenemos que invertir el esquema conceptual de Vidal de La Blache, y que si entonces él plantea un esquema en el cual el objeto de estudio de la geografía humana es el paisaje, donde hay cinco elementos geográficos y un sexto elemento, que es lo humano, y en donde eso humano se subordina o se incorpora de manera marginal al conjunto de los elementos geográficos, entonces los historiadores de Annales, y en primer lugar el propio Lucien Febvre, van a afirmar que no es verdad que la historia o lo humano sea una pequeña parte de la Geografía, sino por el contrario, que la Geografía es una de las varias ciencias auxiliares del propio análisis histórico.
A partir de aquí Febvre deriva una postura posibilista frente a la postura del determinismo de Vidal de La Blache, y esto tiene repercusiones en el concepto de región, sea económica, política, cultural, etc., e incluso sobre la propia región histórica. Pues lo que va decir Lucien Febvre en La tierra y la evolución humana, y criticando con ello al mismo tiempo a Ratzel y a Vidal de La Blache, es que si bien los fundamentos geográficos efectivamente son fundamentales, sin embargo no son determinantes, y mucho menos unívocamente determinantes, sino que son mas bien 'campos de posibles', es decir marcos específicos que limitan y acotan las posibles 'respuestas humanas' que pueden darse a sus presiones, pero sin limitar a una sola y obligada respuesta humana por parte de la sociedades sometidas a dichas presiones o ubicadas dentro de dichos marcos. Es decir, que sobre un mismo marco de ciertos fundamentos geográficos, pueden elaborarse distintas configuraciones posibles de también diversas respuestas humanas, tesis de donde deriva el término mencionado de 'posibilismo'.
De modo que el posible 'determinismo geográfico' solo sería válido si asume que una cierta base geográfica no obliga ni se corresponde, unívocamente, con una y solo una forma de configuración civilizatoria humana, o forma de respuesta social a dicha base, sino que esta base es un marco de posibilidades, abierto aunque no infinito ni ilimitado, que acepta como su correlato varias y diversas figuras sociales y civilizatorias posibles.
Prolongando y superando esta tesis de Febvre, se construye la definición que Marc Bloch va a dar de lo que es una región, bien sea definida en términos económicos, o sociales, o políticos, o de lo que para él y estrictamente hablando, es una región histórica. Esta definición se incluye en un texto muy brillante de Bloch que aún no está traducido al español, L'Ile-de-France. Le pays autor de París, que es una monografía de cien páginas y que estudia la región de l'Ile de France, la región que se despliega alrededor de la ciudad de París, y en donde Marc Bloch va a dar su definición de lo que es una región histórica, más allá de la región económica, o lingüística, o social, o política, o cultural.
Para entender adecuadamente esta definición blochiana, vale la pena recordar que los primeros Annales definieron como su principal aporte metodológico toda una serie de paradigmas historiográficos, que incluyen al paradigma del método comparativo, o al de la historia multideterminada, o al de la historia-problema, paradigmas que aplicaron en sus diversos análisis históricos e historiográficos. Y entre estos paradigmas, también defendieron el paradigma de la historia global, es decir, la idea de que los problemas complejos que enfrentan los historiadores no son compartimentos estancos, sino que forman siempre parte y están profundamente vinculados con todas las diversas dimensiones del todo social.
Por eso, es un terrible error creer que los fenómenos económicos se explican solo desde la economía, o que podemos entender los problemas religiosos sin salir del limitado ámbito de la religión, o pensar que para entender los problemas políticos nos basta con analizar solamente estructuras y realidades políticas, lo que es erróneo y absurdo. Y este paradigma de la historia global no es para nada lejano a la idea de Marx, de construir la historia desde el punto de vista de la totalidad. Marx, como lo explicó después Jean-Paul Sartre, proponía que al investigar cualquier fenómeno social teníamos que llevar a cabo un movimiento de 'totalización progresiva' es decir de ir vinculando y reconstruyendo los nexos del problema específico investigado, con las sucesivas y cada vez más globales totalidades que lo enmarcan, que lo explican y que le dan su sentido de existencia en tanto tal problema o fenómeno singular.
Así que frente a este paradigma de la historia global, ¿quién defendería aún la idea de que se puede hacer historia regional, por ejemplo de una región religiosa, sin tomar en cuenta también ciertos aspectos económicos, y sociales, y culturales y políticos de orden más general? Y lo que precisamente va a plantear Marc Bloch es que desde este horizonte de la historia global, definir a la región histórica en su sentido más estricto, implicaría concebir a dicha región histórica como una síntesis compleja de elementos geográficos, territoriales, económicos, tecnológicos, sociales, culturales, religiosos, artísticos, etc., es decir, que la región en términos históricos rigurosos se define en parte como esa síntesis compleja de la totalidad de las dimensiones de lo social. Pero solo en parte, pues Bloch todavía agrega otros elementos en su definición de lo que es una región estrictamente histórica.
Sobre este punto, Marc Bloch afirma que la región histórica es una 'individualidad histórica en movimiento', que ha logrado conformarse a partir de una dialéctica con los fundamentos geográficos para reproducirse en tanto que dicha región histórica en los planos social, político, económico y cultural. Esta es la definición de Marc Bloch de lo que es una región histórica, a la que concibe como una 'individualidad histórica', lo que quiere decir que ella es una entidad homogénea y coherente que ha adquirido una dinámica propia. Pero debemos subrayar que el uso de esta metáfora que define como una individualidad histórica a la región también histórica, implica que esta última es concebida como una realidad o elemento que se conforma históricamente, que nace en cierto momento, que luego se va desarrollando, para alcanzar una etapa de madurez y un periodo de auge, a los que sucederán más adelante una fase de decadencia y eventualmente una final desaparición. Aunque en la realidad histórica las cosas son más complejas, y este itinerario puede combinarse con efímeras decadencias o retrocesos, y nuevos auges o relanzamientos, pero manteniendo el hecho de que, como en el caso de los individuos históricos, hay un comienzo, un cierto desarrollo y un claro final.
Esta es la definición que Marc Bloch nos va a dar de lo que él considera que es una región histórica en sentido estricto.
Y desde esta definición, va a partir Fernand Braudel, para introducir en ella ciertos elementos nuevos que complejizan aún más su definición, al postular que dicha región histórica no es tan solo una 'individualidad histórica en movimiento', sino mas bien una 'individualidad geohistórica en movimiento'. Y no se trata de un simple cambio terminológico, sino de una modificación conceptual importante.
Pero antes de pasar a esta concepción braudeliana de la región geohistórica, vale la pena abundar un poco en las implicaciones de la definición de región histórica propuesta por Marc Bloch, para la definición de lo que podría ser una verdadera historia regional científicamente concebida. Desde esta perspectiva, la historia regional sería la reconstrucción científica de la evolución histórica de una región, es decir de una cierta individualidad histórica en movimiento o desplegando una cierta dinámica, a partir de la compleja dialéctica entre determinados fundamentos geográficos y ciertos fenómenos de orden económico, o político, o cultural, o social o histórico, según el tipo de región estudiada o abordada.
Una de las múltiples implicaciones que tiene esta definición, se vincula con el hecho señalado de que las regiones, como todo en la vida, nacen, crecen, se desarrollan, tienen uno o varios clímax y también una o varias decadencias, para en algún momento empezar a decaer y desgastarse hasta terminar por morir. Y es importante insistir en esta idea, pues muchos estudiosos de la región y de la historia regional, parecen creer que las regiones son eternas y dadas de una vez y para siempre, lo que naturalmente es un gran error.
Respecto a este punto voy a recordar una instructiva anécdota, vinculada siempre a la corriente francesa de los Annales. Cuando Marc Bloch era un joven historiador, en el año de 1910, y aún no se había fundado la revista de los Annales, ni existía naturalmente la corriente de los Annales, el historiador Henri Berr, que estaba coordinando un vasto trabajo colectivo sobre todas las regiones de Francia, le propuso a Lucien Febvre escribir un texto de historia de la región del Franco Condado, lo que Febvre hizo, pero también le propuso a Marc Bloch, quien en aquellos tiempos estaba haciendo su Tesis de Doctorado sobre las relaciones de servidumbre y vasallaje en París, que realizara un estudio de historia de la región de l'Ile de France, es decir de la región territorial que envuelve completamente a la ciudad de París. Y Bloch, que llevaba años revisando y trabajando todos los archivos de París y también de esa región de l'Ile de France, aceptó el compromiso de escribir una monografía histórico-geográfica de dicha región.
Entonces, y guiado por el paradigma de la historia global que ya hemos mencionado, Bloch reviso cómo los geólogos definían esa región de l'Ile de France, y después cómo la acotaban los geógrafos, y cómo la delimitaban los economistas, y los sociólogos, y los politólogos, y los psicólogos, y los lingüistas, pensando en que a partir de combinar y a la vez superar y enriquecer todas esas definiciones, podría establecer la síntesis necesaria para definir a esa región histórica de l'Ile de France a principios del siglo XX cronológico. Así, en 1911, se publicó su monografía, pero con una conclusión realmente sorprendente, tanto para aquella época, como incluso para la nuestra. Pues lo que Bloch afirma en su impactante conclusión es que, después de llevar a cabo su exhaustivo trabajo de revisión de todos los archivos, y la comparación de todas las definiciones y estudios de los geólogos, geógrafos, economistas, lingüistas, sociólogos, etc., es que dicha región de l'Ile de France no existe en tanto que tal región histórica.
Y es importante observar que con esta conclusión, Marc Bloch ponía un poco en cuestión el propio proyecto colectivo en el que participaba, y al que lo había invitado Henri Berr. Pero su probidad científica era tan grande, que con toda claridad y honestidad, afirma que el 'objeto de estudio' que le fue encomendado estudiar, la región histórica de l'Ile de France, es simplemente un objeto que no existe. Y Bloch agrega que en el pasado, esta región histórica sí existió, pero que más adelante y en virtud del desarrollo general de la propia ciudad de París, y de la misma Francia, esa región decayó y terminó por desaparecer.
De modo que los historiadores que hacen historia regional, no solo deben tener claro el hecho de que la región remite siempre a una dialéctica de ciertos elementos con los fundamentos geográficos, sino también la situación de que la región es una realidad cambiante y efímera. Por eso el historiador tiene que ser capaz de detectar si la región histórica que aborda es realmente una individualidad coherente y con una clara dinámica vigente, pero también si ella está floreciendo, o decayendo, o si está apenas en su proceso de formación, o si simplemente ni siquiera existe en tanto tal región.
Vuelvo a mi argumento general, para recuperar cómo Fernand Braudel asume y a la vez complica la definición de región histórica de Marc Bloch, introduciendo el matiz de afirmar que la región más que una individualidad histórica en movimiento, es una individualidad geohistórica en movimiento. Y ustedes saben que uno de los aportes fundamentales de Fernand Braudel fue precisamente el de inventar este término de 'geohistoria', y con él, una propuesta teórica novedosa sobre las complejas relaciones entre la base geográfica de la historia y los procesos civilizatorios humanos que sobre ella se despliegan.
Para definir que es la geohistoria, Braudel nos recuerda a aquellos historiadores que comienzan sus libros siempre con un capítulo que se llama el "marco geográfico", y entonces, por ejemplo una historia de Italia va a incluir ese capítulo del marco geográfico, que describirá toda la península itálica, con sus provincias y regiones del norte, con sus regiones centrales y sus regiones del sur, y con la cordillera de los Apeninos, y con sus costas y mares adyacentes, y etc. Pero cuando pasamos al capítulo dos, se olvida totalmente lo que se dijo en el capítulo uno, y todo el argumento geográfico del capítulo uno no tiene ninguna relación con el resto de la obra. En cambio, y en las antípodas de esta postura, lo que Braudel se propuso y lo que realizó exitosamente en su gran libro El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, fue demostrar cómo los propios elementos geográficos son protagonistas históricos activos del drama histórico y civilizatorio que se está estudiando.
Por eso, en esta obra de El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, el objeto de estudio no es la política diplomática de Felipe II en el mar mediterráneo, ni tampoco la España de la segunda mitad del siglo XVI, sino que el objeto de estudio es el propio mar Mediterráneo, y lo que Braudel quiere ver es cuál es el protagonismo concreto de este personaje inédito que es el mar Mediterráneo, y cómo él influye en la política, y en la sociedad, y en la cultura, y en la economía, y en la vida cotidiana y en la civilización toda, no solamente españolas y ni siquiera solamente europeas, sino de todas las civilizaciones que circundan a ese mar Mediterráneo durante el 'largo siglo XVI histórico' que corre desde aproximadamente 1450 hasta 1650. E indagando en esta lógica de preguntarse por ese protagonismo del mar Mediterráneo, Braudel descubre que en ese siglo XVI, que es el mismo de la emergencia planetaria de la terrible y destructora sociedad capitalista mundial que todavía padecemos hoy en Colombia, o en México, o en todo el mundo, vamos a asistir a una verdadera mutación de larga duración, que consiste en que un 'centro del mundo' que fue vigente durante siglos y siglos, y que fue un espacio fundamental y estructurador de diversos lujos históricos provenientes del vasto conjunto de lo que después se llamó el viejo mundo, va a ser desplazado por un nuevo 'centro de mundo' emergente, por una inmensa masa líquida que supera en cinco o seis veces, cuantitativamente, a ese mar Mediterráneo, y que no es otro que el Océano Atlántico.
Entonces, una de las tesis fuertes de El Mediterráneo..., es esta historia de cómo es desplazada la primacía histórica del mar y del mundo mediterráneos, que eran un punto en el que confluían lujos históricos que venían desde la lejana China, recorriendo toda la famosa 'ruta de la seda' que llegaba al mar desde la Europa nórdica de los pueblos germánicos, pero también los lujos que llegaban desde el otro lejano Oriente, provenientes de la India y que por la ruta del Islam desembocaban en la península de Anatolia, hoy Turquía, junto a los lujos que nacían en toda África, y que por las rutas del comercio de marfil y cruzando el desierto del Sahara llegaban igualmente al mar Mediterráneo, para desde este último volver a moverse y redistribuirse otra vez hacia todos los espacios del viejo mundo.
Pero ese mar Mediterráneo, que fue a la vez centro receptor y centro irradiador de toda la historia del viejo mundo, desde el año 5000 a. c. hasta el siglo XVI, va a ser desplazado, precisamente en la época de Felipe II, por el nuevo centro también irradiador y receptor que es el Océano Atlántico. Ya que a partir del siglo XVI, Europa va a conquistar primero a América, y después a la India, y más adelante a Rusia, y al África, al mismo tiempo en que intenta fallidamente apoderarse de China y que penetra completamente en Australia, para crear el planeta capitalista que hoy conocemos. Y a partir de ese arranque del capitalismo en el siglo XVI, los varios 'Atlánticos' que conforman al Océano Atlántico, van a convertirse en el nuevo centro de mundo, de recepción e irradiación de lujos históricos, ahora planetarios, que acompañan a la historia del capitalismo del último medio milenio transcurrido.
La geohistoria braudeliana reivindica y reconstruye así, con cuidado, este protagonismo histórico fundamental de las dimensiones y los hechos geográficos, mostrando su real impacto y su influencia concreta sobre el decurso histórico estudiado. Y esta perspectiva geohistórica de Fernand Braudel, va a influir también en su modo de concebir y definir a la región histórica y a la propia historia regional. Por eso, antes de ver cómo se concreta esta influencia sobre la historia regional, debemos precisar un poco más qué cosa es para Braudel esta geohistoria. Y ella es, además de lo ya mencionado antes, también un intento de resolver un viejo problema que se remonta por lo menos a Hegel, y quizá todavía más atrás. Hegel, en su libro Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, incluye una 'Introducción especial' en la que aborda el tema de los fundamentos geográficos de la historiauniversal, y en donde plantea que esa base geográfica juega un papel fundamental dentro del conjunto de todos los procesos históricos que abarca la historia universal.
Por su parte, Marx va a recuperar esta idea hegeliana, afirmando lapidariamente que toda historia científica de la humanidad tiene necesariamente que partir de esos fundamentos geográficos, para especificar cómo ellos van a ser progresivamente humanizados y modificados por la especie humana a todo lo largo de lo que llamamos la historia. De su lado, también Fernand Braudel va a tratar de resolver esta compleja dialéctica entre la base geográfico-natural y el proceso civilizatorio humano, desde un esquema singular que, curiosamente, es compartido por muchos otros autores importantes del siglo XX dentro de las ciencias sociales francesas, pues reaparece también en la obra de Claude Levi-Strauss, o en los textos de Pierre Bourdieu, o en los ensayos de François Perroux, igual que en los brillantes trabajos de Michel Foucault, o en los escritos de Jean-Paul Sartre, entre otros. Y dicho esquema, es el de la dialéctica específica que se establece entre un determinado 'campo de los posibles' y de otra parte las 'estrategias de elección' con las que las sociedades humanas responden a esos campos.
Para que se entienda mejor este esquema, es útil recurrir a un artificio pedagógico, proponiendo que esa dialéctica entre campo de posibles y estrategias de elección, y en nuestro caso de la geohistoria, la dialéctica entre base geográfico-natural y proceso civilizatorio humano, es similar al modo de funcionamiento del juego del dominó, que es un juego intermedio entre el dominio del puro azar y la predominancia del determinismo absoluto. Pues en el juego de cartas, por ejemplo, las cartas que ustedes reciben dependen completamente del azar, y en este caso es solo la suerte la que decide todo el juego y su desenlace. Frente a este dominio total del azar, ustedes no pueden hacer nada, porque si les toca una pésima mano y cartas combinadas sin ninguna relación, seguramente perderán, mientras que sí en cambio les tocan cuatro Ases y un Rey sin duda vencerán a todos sus rivales.
Frente a esta opción, el extremo opuesto es el del juego de ajedrez, en donde las piezas se mueven rigurosamente, y cada jugada o cada respuesta determina decisivamente a la siguiente, y en el que literalmente gana el que es más hábil e inteligente, el que construye la estrategia más racional y adecuada para ganarle al otro. Frente a estos dos extremos, del dominio del puro azar, o del predominio del determinismo más estricto, el juego del dominó es interesante porque se presenta como un punto intermedio entre ambos extremos, combinando de manera compleja elementos tanto del azar como del determinismo. Pues al recibir las siete ichas de dominó, se da el dominio completo del azar, pero al momento de construir la posible estrategia de juego, el decurso del juego comienza a depender también de la inteligencia, de la capacidad de organizar las propias ichas, y de las maneras concretas de impulsar la propia estrategia, y de responder en particular a las distintas estrategias del enemigo.
Los pensadores franceses antes evocados, van a aplicar este esquema a múltiples campos y problemas de las ciencias sociales del siglo XX, asumiendo que el campo de los posibles que analizan está determinado por el azar, pero que las estrategias de elección que construyen los distintos actores sociales implicados, ponen en juego la inteligencia, la capacidad, las habilidades y las características singulares de dichos actores. Porque nadie elige ni puede elegir que haya o no haya peces en donde él nació, esto es resultado del azar, como lo es que en ciertos lugares haya ríos y en otros no, o que en la selva del Amazonas brasileño existan el 80% de los recursos bióticos de todo el planeta, o que en la zona sur de Colombia también esté presente el 12% de esos mismos recursos bióticos de todo el mundo. Así, estas distintas bases geográficas de Brasil o de Colombia, con esas importantes reservas bióticas, son simple fruto del azar, como una especie de regalo del destino a los colombianos o a los brasileños, mientras que por ejemplo Senegal no tuvo la suerte de tener un Amazonas propio, y con ello los recursos de las dos naciones sudamericanas mencionadas.
El campo de los posibles se establece así azarosamente, en lo que se refiere a la dimensión de la geohistoria, a través de la configuración de una base geográfica específica en la cual se habrán de desarrollar los distintos pueblos humanos, dándoles a algunos de ellos ríos y a otros selvas, a otros desiertos y a unos más montañas, a otros valles fértiles y a algunos más pastos, o estepas, o islas, o costas, o minas, o peces, o abundante fauna, o lora escasa, o salares, o lagos, o etc., frente a lo cual esos diferentes pueblos y sociedades humanas van a construir diversas estrategias de elección civilizatoria, que podrán ser más o menos exitosas y más o menos beneficiosas para esos grupos humanos, en el corto, mediano y largo plazo. De modo que el campo de los posibles no es infinito, y no se puede hacer cualquier cosa en cualquier parte del planeta, pero tampoco es unívoco ni determinante de modo directo, sino que frente a cada distinta configuración de elementos y recursos geográficos y naturales, cada pueblo situado en cada espacio geográfico podrá elegir y organizar varias diferentes estrategias de elección civilizatoria, conformando de esta manera una específica y singular dialéctica geohistórica.
Desde esta más precisa noción de la geohistoria, puede comprenderse mejor cómo Fernand Braudel redefine, matiza y supera la definición de Marc Bloch de la región como una individualidad histórica en movimiento, que a partir de una cierta dialéctica con los fundamentos geográficos, determina la configuración de una serie de elementos de las dimensiones económicas, o sociales, o culturales, o políticas o históricas.
Braudel coincidiría en esta definición, pero agregando que se trata de una individualidad geohistórica en movimiento, lo que implica que el análisis de la dialéctica con los fundamentos geográficos se reconstruya desde el esquema referido de la configuración específica del campo de los posibles, frente a la constitución de las realidades sociales determinadas por la elección civilizatoria definida. Y se dan cuenta ustedes que esta definición de la región geohistórica, como individualidad también geohistórica en movimiento no es nada sencilla, sino mas bien bastante compleja y cargada de múltiples consecuencias teóricas, conceptuales e historiográficas. Y creo que este es, en líneas generales, el aporte fundamental de la corriente historiográfica de los Annales, y naturalmente y sobre todo de los primeros y de los segundos Annales, en el intento de definir de manera más rigurosa a esa realidad difícil que es la de la región.
Voy a concluir mi exposición, pasando al punto de cómo podemos definir a la historia regional desde esta concepción de la región geohistórica ya explicada. Y si la historia regional era la reconstrucción científica de la evolución histórica de una región determinada, región que ya hemos definido como una individualidad geohistórica en movimiento, entonces debemos preguntarnos qué significa, más precisamente, esa reconstrucción científica. Y para mantenernos dentro de los horizontes de la corriente francesa de los Annales, podemos recuperar la respuesta que nos ha dado Marc Bloch cuando se interrogó a sí mismo sobre la pertinencia y el valor científico de los trabajos de los historiadores locales y los historiadores regionales de su misma época.
Al respecto, Bloch afirma que los historiadores locales o regionales reconstruyen la historia de una localidad o de una región determinada, pero sin preguntarse, lo que sí hace Bloch de una manera muy provocadora, a quien habrá de interesarle después esa historia local o regional particular. Siguiendo entonces el razonamiento blochiano, podríamos suponer que un historiador investiga y luego escribe una historia de la región de Boyacá, suponiendo que Boyacá sea realmente una región geohistórica real y vigente, para entonces cuestionarnos a quién le importará leer esa historia de la región de Boyacá. O también podríamos pensar en la historia local del pueblo de Sogamoso, y preguntarnos quién puede interesarse en esa historia de Sogamoso.
Y en torno de preguntas similares a estas, aunque no referidas ni a Boyacá ni a Sogamoso, Bloch responde que naturalmente la historia de una localidad o región cualquiera le interesará sin duda a los propios habitantes de esa localidad o de esa región historiada. Pero el verdadero reto del historiador regional o local no estriba tan sencillamente en interesar a los propios habitantes de su lugar o región estudiados, sino en interesar en su trabajo a toda la entera corporación de los cultivadores de la Musa Clío. Porque para Marc Bloch, escribir estas historias no es todavía hacer una reconstrucción científica de la evolución histórica de esa localidad o de esa región, ya que una historia regional o local realmente científica solo se puede hacer si dicha historia se correlaciona de manera explícita, profunda y compleja con la historia general que la enmarca. Es esta la provocadora respuesta blochiana a este problema.
Pues el desafío real consiste, en este campo de la historia regional o local, en lograr que un trabajo sobre la historia de Sogamoso o de Boyacá, le interese igualmente a un historiador mexicano, o turco, o francés, o chino, lo mismo que le interesa a los sogamosenses, a los boyacenses o a los colombianos. Lo que según Marc Bloch se logra solamente si esa historia regional o local funcionan como un laboratorio que, desde los documentos y elementos locales o regionales, es capaz de plantearse preguntas y luego respuestas de la historia general. Pues si no correlacionamos todo el tiempo esa historia regional o local con la historia general no hacemos historia verdaderamente científica, ya que no estamos haciendo una historia regional que reconstruya científicamente la evolución histórica de una determinada región, porque la única historia que tiene sentido para todos los historiadores es la historia que al mismo tiempo recupera lo particular y lo general, las dimensiones únicas e irrepetibles de los hechos y procesos históricos, pero también sus elementos y características universales y generales.
Y no crean que la historia general es igual a la llamada historia universal, a la que ahora se concibe tan solo como la simple suma de las historias nacionales, del mismo modo en que la historia nacional no es la simple suma de las historias regionales. Se trata mas bien de articulaciones mucho más complejas y sutiles que estas simples sumatorias mencionadas. Por eso Marc Bloch señala que la historia general es la que plantea problemas generales, por ejemplo, el problema de la formación del Estado, que en nuestra opinión sí es un problema de historia general. Y puesto que Bloch postula que una historia regional realmente científica, es aquella que es capaz de plantearse problemas de la historia general, y de resolverlos con los documentos y con los elementos que nos provee una localidad o región determinada, entonces se entienden fácilmente sus diferentes críticas a la mayoría de las múltiples monografías de historia regional y local que el reseñó durante años. Y esas críticas eran que dichas monografías se hundían en el tratamiento detallado de problemas extremadamente locales o regionales, muy limitados y acotados, que no tenían ninguna trascendencia, y que no establecían ningún vínculo o puente con los problemas de la historia general, y que por lo tanto no le interesaban más que a su propio autor o a un muy limitado universo de personas de esa localidad o región en cuestión.
Finalmente, y tratando de condensar todos nuestros argumentos anteriores, en torno a una posible definición más precisa de lo que sería, desde la perspectiva de los primeros y los segundos Annales, hacer una historia regional realmente científica y rigurosa, podemos plantear que hacer esa historia regional, es reconstruir científicamente, abordando problemas de índole general y resolviéndolos desde los documentos y con los elementos que nos aporta la región geohistórica estudiada, el itinerario complejo de su evolución histórica, desde su nacimiento, desarrollo, auges y decadencias hasta su desaparición, para mostrar su dinámica como una individualidad geohistórica en movimiento, que desde la dialéctica entre los fundamentos geográficos y los elementos históricos y civilizatorios, define la configuración específica singular de esa misma región geohistórica investigada.
Y termino preguntándoles a ustedes, jóvenes estudiantes, y también a mis colegas Profesores e Investigadores, a la luz de esta rica definición de lo que debe ser la historia regional en el horizonte de la perspectiva crítica analista, ¿quién se anima y se atreve a hacer historia regional? ¡Muchas gracias por su amable atención!
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