Las voces de una juventud silenciosa: memoria y política entre los otros jóvenes durante los años 60 (Mar del Plata - Argentina)*
"The whisper of silent youth: memory and politics among young people during the 60s (Mar del Plata - Argentina)"
«Les voix d'une jeunesse silencieuse: mémoire et politique des autres jeunes pendant les années 60 (Mar del Plata, Argentine)»
Bettina Favero1
CONICET - UNMdP
* Este artículo es producto de la investigación dentro del proyecto: "Los jóvenes desde otra perspectiva: (re) pensar la categoría de juventud sesentista. Actividades sociales y comportamientos políticos de un actor social olvidado".
1 Doctora en Historia, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional del Centro (Tandil), investigadora asistente del CONICET y coeditora del proyecto de investigación "Fronteras visibles e invisibles. Libertad y orden, modernización y revolución a través de la categoría de juventud. 1955-1976". CEHis (Centro de Estudios Históricos). Facultad de Humanidades UNMdP. Argentina bettinafavero@yahoo.com.ar.
Recepción: 06/05/2015 Evaluación: 11/06/2015 Aprobación: 16/11/2015
Artículo de Investigación e Innovación.
Resumen
Este trabajo busca observar las imágenes y representaciones de la política que tenía la juventud argentina en la década de los años sesenta del siglo XX, a través de entrevistas orales y publicaciones de la época. El universo analizado contempla a aquellos jóvenes que no militaron en partidos políticos ni participaron en grupos armados. Estos "otros jóvenes" se insertaron en el mercado laboral al finalizar la escuela y no realizaron estudios universitarios, recorriendo caminos culturales y políticos distintos. De esta forma, se intentará analizar las actitudes sociales y comportamientos políticos de estos, en función de una realidad marcada por los procesos políticos e institucionales que se daban en la Argentina de los años sesenta.
Palabras claves: Jóvenes, Argentina, Años sesenta, Memoria, Política.
Abstract
This paper examines images and representations of the politics of Argentinian youth during the sixties in the XXth century, through oral interviews and publications of that period. The analyzed archive takes into account young people who were neither involved in a political party, nor did they participate in armed groups. After inishing school, this "other youth" went into the labor market and did not develop a college degree, traversing different cultural and political paths. In this way, an analysis of the social attitudes and political behavior of these subjects will be made, taking into account the political and institutional processes that characterized the decade of the sixties in Argentina.
Key words: Youth, Argentina, the sixties, memory, politics.
Résumé
Ce travail cherche à identifier, par le moyen d'entretiens et des publications d'époque, les images et les représentations de la politique construites par les jeunes argentins dans les années soixante du XXe siècle. L'univers analysé réunit des jeunes qui n'ont pas milité dans des partis politiques ni ont pris part aux groupes armés. Ces "autres jeunes", qui ont eu un parcours culturel et politique différent, une fois terminés leurs études secondaires se sont incorporés directement dans le marché du travail sans effectuer des études universitaires. Notre but sera donc d'analyser les attitudes sociales et les comportements politiques de ces jeunes, en fonction d'une réalité marquée par les processus politiques et institutionnels propres à l'Argentine des années soixante.
Mots clés: Jeunes, Argentine, Années soixante, Mémoire, Politique.
1. Introducción
Los años sesenta del siglo XX en la Argentina han sido identificados en los estudios históricos como una década larga, cuyas manifestaciones sobresalieron entre fines de los cincuenta hasta pasados los años setenta y han sido revisados historiográficamente como los años de la consagración cultural, la vanguardia artística, la rebeldía política2. Buena parte de esas investigaciones fueron construidas por autores que revisaron esa década y la tomaron como su objeto de estudio, pero también fueron protagonistas involucrados o espectadores con algún grado de participación dentro de esta. Además de nutrir de detalles y promover un menú de posibilidades respecto de las investigaciones futuras, también la signó como una época plagada de cambios inminentes y de generaciones en "estados de deseo de una comunidad, no de sangre" en palabras de Passerini3.
Sumando a esa perspectiva una mirada más amplia, un conjunto de historiadoras analizaron las dualidades, ambivalencias y entrecruzamientos que se dieron dentro de ese proceso de modernización cultural y político, entre diferentes grupos sociales como la juventud, la familia y el género, y cómo ese proceso de transformación impactó en la cotidianeidad de la población sesentista4.
El presente trabajo, tiende a revisar una vez más a la década del sesenta, atendiendo a los crujidos que esa modernización y rebelión cultural produjeron dentro de la misma sociedad en cuestión y a observar de una manera alternativa, los avatares de una cultura política marcada por las proscripciones, la violencia y las dictaduras5.
Así, se buscará observar a través de entrevistas orales las imágenes y representaciones de la política que tenía parte de la juventud en los años sesenta. En este caso, me centraré en una categoría distinta a la ya trabajada por la historiografía sobre los jóvenes, se trata de aquellos "otros jóvenes" que debieron ingresar rápidamente al mercado laboral, no vivieron una experiencia universitaria y recorrieron caminos culturales y políticos distintos6. Se intentará analizar, a través de las entrevistas orales, las actitudes sociales y comportamientos políticos7 de estos jóvenes en función de la realidad que los rodeaba, marcada por los procesos políticos e institucionales que se daban en la Argentina de la década de los sesenta. A este caudal de voces se sumarán fuentes periodísticas de la época como las revistas de circulación masiva "Siete Días", "Panorama" y "Tía Vicenta"8, que nos permitirán rescatar otras vivencias juveniles en relación a los temas que se tratarán en el artículo. Estas publicaciones, además de proporcionar "cartas de lectores" en las que se filtraban las opiniones de muchos jóvenes, también proporcionan interesantes informes y encuestas de opinión sobre la relación entre la política y la juventud por aquellos años.
Para este trabajo se han utilizado entrevistas realizadas a hombres y mujeres nacidos entre los años 1935 y 1945, que a principios de 1960 tenían entre 15 y 25 años aproximadamente, y que no realizaron estudios universitarios sino que en algunos casos completaron la escuela secundaria y en otros, solo concluyeron la primaria. La mayoría de los mismos comenzó a trabajar desde muy temprana edad por distintos motivos, entre los que se destacan los meramente económicos: ayuda en el hogar o sostenimiento de la familia por alguno de los padres fallecidos. En cuanto a sus gustos por la lectura, todos admiten haber contado con una modesta biblioteca en sus hogares, entre las que se podían vislumbrar las colecciones de "Robin Hood" como también era normal la lectura de revistas de historietas y de actualidad. Asimismo, la pasión por los programas radiales marcó a estas personas en su infancia y adolescencia, programas como "Los Pérez García", "Qué pareja", "Peter Fox" y "Glostora Tango Club" son el común denominador. Los entrevistados no son todos oriundos de la ciudad de Mar del Plata, sino que han decidido vivir en ella en los últimos años de su vida al momento de jubilarse. Algunos de ellos formaban parte de Centros de Jubilados radicados en la ciudad que se prestaron voluntariamente a participar de las entrevistas. En cuanto a la estructura de las mismas, se centraron en preguntas sobre algunos acontecimientos de la vida política argentina como también en el papel de los partidos políticos y de las fuerzas armadas en aquellos años. Vale aclarar que la mayoría de las entrevistas fueron realizadas en el año 2002 en el marco del proyecto "Política y sociedad en la Argentina del siglo XX. La visión de los mayores"9 y hoy en día forman parte del "Archivo de la Palabra y la Imagen", Centro de Estudios Históricos (CEHis) Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Mar del Plata. El universo de entrevistas utilizadas fue seleccionado por una doble función: en primer lugar de acuerdo a la información que proporcionaban sobre la temática a desarrollar en este trabajo y en segundo lugar, cotejando las edades de los entrevistados y su experiencia juvenil durante los años 60.
Las entrevistas están influenciadas por el contexto en que se desarrollaron. Los testigos han dejado su juventud y se encuentran en su ancianidad, por lo tanto sus reflexiones en relación a sus años jóvenes están mediadas por su experiencia de vida. No obstante ello, han iluminado ciertos aspectos que se buscan analizar. Así, el testimonio oral "se presenta como un documento histórico problemático que tiende a colocar la estructura de la mentalidad individual en el horizonte de una historia social vivida"10, permitiendo conocer la historia del grupo desde la cotidianeidad del sujeto y la totalidad del grupo de referencia.
2. Historia oral y juventud(es)
Mucho se puede hablar de la historia oral y su uso en distintas temáticas históricas. Desde sus inicios en los años 60 del siglo pasado hasta la actualidad, los usos de la historia oral se han renovado significativamente. En sus orígenes, fue fundamental para conocer las comunidades y los grupos que "habían sido silenciados por la historia oficial de los grandes acontecimientos"11, esta premisa se ha mantenido en el tiempo. Los grandes protagonistas de la historia oral son los llamados "sin voz", aquellos sectores de la sociedad que no protagonizaban la historia escrita hasta ese momento. Así, se han visto desarrollar trabajos pioneros y claves que marcaron el rumbo de esta metodología y que pusieron en el centro a actores hasta ese momento silenciados: obreros, inmigrantes, campesinos, tan solo por citar unos pocos. En la actualidad, los protagonistas siguen siendo los mismos, lo que ha cambiado es la perspectiva teórica y metodológica de la historia oral.
Desde distintos sectores se han criticado algunas técnicas y usos de esta forma de hacer historia en pos de mejorar las mismas, también se ha profundizado la relación clara entre memoria y testimonio oral. Especialistas en el tema como Alessandro Portelli, marcan estos avances: "las fuentes orales no son nunca definitivas -no solo porque siempre faltará alguna sino porque ninguna persona podrá lograr relatarse en su totalidad ni podrá evitar cambiar después de su relato"12. La fuente oral es incompleta, como cualquier otra fuente. Lo interesante es su riqueza, su complejidad y su dimensión subjetiva: "son los relatos de una práctica humana que es reconstruida por la persona que la cuenta o narra a través de sus propios recuerdos. A partir de ese momento juega un papel trascendente la memoria que selecciona y modela el pasado según las imágenes que el individuo tiene de sí mismo en cuanto participante de un grupo"13.
En este caso, el rol de la memoria cumple un papel destacado. El peso del presente en los recuerdos del pasado puede influenciar en las respuestas, sobre todo en relación a preguntas que tienen que ver con procesos políticos específicamente. Otro punto a tener en cuenta es que los testigos ya no son jóvenes, son ancianos, por lo tanto la experiencia vivida modifica, sin duda alguna, el relato de aquel pasado.
Por último, algunas palabras sobre la juventud. En su relación con la historia oral, algunos autores critican la escasa atención que se les prestó a los jóvenes como construcción social y como sujeto emergente14. Sin duda, el trabajo con fuentes orales favorece el estudio de un actor como este. La clave está en poder enmarcar el análisis en un momento en el que los protagonistas no son más jóvenes ya que al realizar las entrevistas, nos encontramos con personas adultas o ancianas en muchos casos mayores a los 60 o 70 años. Quizás esta es una de las mayores dificultades en hacer historia oral sobre jóvenes que ya no lo son.
Aquí debería primar el oficio del historiador, con ello me refiero a poder estudiar y analizar esos testimonios como construcción social e histórica. Una historiadora española que trabaja sobre los jóvenes lo afirma:
[...] la juventud como fenómeno social depende, más que de la edad, de la posición de la persona en diferentes estructuras sociales, entre las que destacan la familia, la escuela, el trabajo y los grupos de edad, y de la acción de las instituciones estatales que con su legislación alteran la posición de los jóvenes en ellas. La existencia de la juventud como un grupo definido no es un fenómeno universal y, como todo grupo de edad, su desarrollo, forma, contenido, y duración son construcciones sociales y, por tanto, históricas, porque dependen del orden económico, social, cultural y político de cada sociedad; es decir, de su localización histórica y del modo en que la "juventud" es construida en una sociedad [...]15
3. Los jóvenes como objeto de estudio histórico: entre la permanencia y el cambio
Desde el viejo continente se ha buscado analizar y comprender el papel jugado por los jóvenes a lo largo de la historia. Souto Kustrín, analiza a este grupo como objeto teórico de estudio de la historia desde diferentes perspectivas y concluye que donde más se ha avanzado "es en el estudio del surgimiento y desarrollo de la juventud como grupo social". No obstante, la autora remarca que faltaría un diálogo entre las ciencias sociales con la historia para, de esa manera, obtener un marco teórico que se ocupara de lo social en cuanto a la temática juvenil16.
Ahora bien, en cuanto a la definición de este objeto de estudio, dos historiadores europeos se plantearon una serie de cuestiones que permiten pensar e intentar definirlo:
[...] ¿La juventud es un período de la vida o una posición permanente, es un momento positivo o años de duda, es momento de decisión y de autoafirmación o lapso de sometimiento a la voluntad y a la aprobación de los mayores? ¿Se trata de gente integrada a la sociedad o alienada de la misma? [...]17.
La contrariedad es lo que prima en esta definición, una situación de ambivalencia que caracteriza a este grupo histórico y que ha llevado a numerosos historiadores a realizar estudios sobre un momento del siglo XX, los años 60, en los que los jóvenes aparecen como protagonistas indiscutibles de aquel decenio y adquieren un rango histórico de análisis18.
Una buena caracterización de la juventud de aquellos años es la expresada por Eric Hobsbawm:
[...] los jóvenes, se convirtieron ahora en un grupo social independiente. Los acontecimientos más espectaculares, sobre todo de los años sesenta y setenta, fueron las movilizaciones de sectores generacionales que, en países menos politizados, enriquecían a la industria discográfica [...] La radicalización política de los años sesenta [...] perteneció a los jóvenes, que rechazaron la condición de niños o incluso de adolescentes (es decir personas todavía no adultas) al tiempo que negaban el carácter plenamente humano de toda generación que tuviese más de treinta años, con la salvedad de alguno que otro guru[...]19.
Lo interesante de este grupo social es la relación ambigua que une a los jóvenes con el mundo de los adultos y que se ejemplifica en el conflicto entre orden y cambio. Al respecto, Sorcinelli y Varni sostienen que los jóvenes "muestran contemporáneamente la cara del rebelde y la cara del guardián respecto a las ideas y a las costumbres que les son propuestas".20 Los jóvenes ponen en movimiento formas de protesta cuando las condiciones de vida y la integración son amenazadas por un rápido cambio social pero también saben custodiar y tutelar los valores de la comunidad, el orden cultural y social que consideran amenazado. Por un lado, aspiran a defender un estilo de vida y una formación cultural propia pero, por el otro, tienden a renovar el bagaje mental heredado.
En consecuencia es un actor histórico que podría definirse como ambiguo, con posiciones encontradas, un sector que sería capaz "de romper con solidaridades de clase o de familia para pasar a ser portadores de una renovación colectiva" o de "caer en los brazos de la seducción de un jefe providencial venido para encarnar el nuevo orden con el que sueñan"21.
Será también el contexto histórico el que permitirá comprender el comportamiento de esta juventud. Norbert Elías afirmaba que la sociedad se encontraba en un "período de transición en el cual unas relaciones de padres e hijos más viejas, estrictamente autoritarias, y otras más recientes, más igualitarias, se encuentran simultáneamente, y ambas formas suelen mezclarse en las familias"22. Serán los períodos posteriores a las grandes guerras, los momentos en que las jóvenes generaciones no estaban dispuestas a aceptar "los reglamentos civilizatorios convencionales como mandamientos de las respectivas generaciones mayores"23. Es decir que los años que siguieron a la segunda guerra mundial fueron decisivos en toda una generación de jóvenes, en algunos casos llevaron a la radicalización política y en otros se materializaron en los cambios culturales y sociales que marcaron a todo un segmento etario.
La Argentina no fue ajena a estos cambios ya que vivió un proceso de modernización social y cultural que puso en cuestión valores y prácticas establecidas, que generaron una serie de transformaciones que marcaron una brecha cultural entre dos generaciones. Al respecto, Juan Carlos Torre afirma que "fue en esos años, y en sintonía con las tendencias internacionales, que se recortó el contorno de un nuevo estrato: la juventud"24. Pero, no todos los jóvenes recorrieron "el camino de la emancipación psicológica y social de igual forma, pero todos estuvieron expuestos a él": las transformaciones en la moral sexual, los cambios en la sociabilidad que evadían el control de los adultos, la declinación de la tutela de los padres y del mandato familiar25, entre otros, eran los elementos que marcaban un antes y un después.
En suma, interesa profundizar en este sector de la sociedad que es ambiguo, dado que buscaba imponer lo nuevo pero también defendía lo tradicional, que buscó revolucionar algunas costumbres pero también mantuvo otras. Jóvenes que leían a Rodolfo Walsh pero también a Julio Cortázar, Jorge Luis Borges o Leopoldo Marechal, que escuchaban a Elvis Presley, Bill Haley, Osvaldo Pugliese o Astor Piazzolla, que empezaron a usar más jeans y menos gomina, que aún mantenían la cultura del bolero pero empezaban a escuchar el rock. Que, a pesar del nacimiento de la televisión, mantenían la costumbre de escuchar la radio y acostumbraban ir al cine, aunque el gusto por Hollywood le daba paso al cine francés e italiano de aquellos años: "el imaginario de muchos jóvenes se estaba modelando con novelas como "Sobre héroes y tumbas", de Ernesto Sábato, pero también con las zambas de Cuchi Leguizamón, el último disco de Los Beatles, el cómic "El Eternauta" y, en dosis diarias, tiras como "Mafalda" de Quino o las viñetas humorísticas de Landrú"26.
4. La sociedad argentina en los años 60
Para comprender a aquellos "otros jóvenes" resulta fundamental delimitar el escenario donde los actores personificaban su postura a favor del orden. Demarco esta confrontación en función de la idea que surge al observar algunos vestigios de aquella época. Por un lado, una encuesta realizada en el año 1966 que tomó Guillermo O"Donnell27 para su investigación sobre este período. La misma indicaba que el 66% de los encuestados aprobaba el golpe de estado de ese año, solo el 6% se oponía al mismo. Por otro lado, dos imágenes de la revista Panorama del año 1966 en las que aparece una fotografía (Imagen 1) unida a la siguiente pregunta: ¿Quiénes pueden llevar ahora el país adelante?, el 37% opina que son los militares y solo el 6% avala a los políticos28. La otra, una tapa de la revista29 (Imagen 2), muestra a algunas personas caminando por una calle de Buenos Aires con carteles con la siguiente frase: "Basta Illia" y en la parte inferior de la tapa el título: "¿Tenemos libertad?"30
El clima de la época relejado por estas encuestas indicaba cierto malestar entre algunos sectores de la sociedad en 1966. Tanto el trabajo académico de O"Donnell como las estadísticas surgidas de las investigaciones de la revista, aportan una imagen que representa la sociedad argentina de estos años: la de amplios sectores de la sociedad a favor de los gobiernos militares. Esto nos permitirá comprender el contexto en el que se pueden analizar las representaciones políticas de los "otros jóvenes" sujetos de nuestro trabajo.
Para comprender la opinión de esa sociedad es necesario analizar aquello que sucedía en el plano político31. La década del sesenta se inauguró con el gobierno de Arturo Frondizi, instaurado en el año 1958. Época en la que se buscaba superar la dicotomía "peronismo-antiperonismo" y reordenar el sistema político. Frondizi debió gobernar entre dos factores de poder: los sindicatos peronistas y los militares. Así generó políticas innovadoras que permitieron que su presidencia tuviera aspectos de éxito. No obstante ello, la oposición de la UCR del Pueblo (UCRP), la relación tirante con los sindicatos y el poder de las Fuerzas Armadas ensombrecieron los logros del proceso de modernización económica e industrialización acelerada.
Con las elecciones de marzo de 1962 en las que nueve candidatos justicialistas se alzaron con la victoria, la falta de apoyo de los partidos políticos opositores y de las fuerzas militares al gobierno frondizista era un hecho. Así, se acordó con José María Guido (presidente del Senado) que asumiera la presidencia hasta el llamado a nuevas elecciones. Durante este interregno, el "problema peronista" siguió sin resolverse y las posibles soluciones al mismo venían de la mano de las armas en menoscabo de la vía electoral.
El año 1963 será año electoral, Arturo Illia (UCRP) fue elegido presidente de la Nación con el 25% de los votos. Un muy bajo respaldo electoral que se veía relejado en el porcentaje de votos en blanco (21%) correspondiente al peronismo proscripto. Así, Illia comenzó su presidencia, que duraría poco menos de tres años, truncada por un nuevo golpe militar encabezado por el general Onganía (1966). El gobierno pese a los buenos resultados económicos logrados tuvo muy baja aprobación, desde la opinión pública que se bipolarizaba entre la "revolución social" que desafiaba Perón desde el exilio y la "revolución nacional" dirigida por las Fuerzas Armadas. Ésta última se impondría en función de la idea que las mismas eran las que podrían imponer el orden y acelerar el desarrollo.
El golpe de Estado del año 1966, llamado "Revolución Argentina" llevó al general Onganía a ejercer un gobierno "técnico" y "apolítico". Sus objetivos a largo plazo indicaban que bajo el nuevo orden, el país viviría un tiempo económico, luego un tiempo social y por último un tiempo político. Las diferencias con otros factores de poder (sindicatos, partidos políticos) como también dentro de las propias Fuerzas Armadas hicieron que el gobierno no pudiera alcanzar sus metas, en especial aquellas referidas a los aspectos social y político.
A nivel estrictamente historiográfico no existe un estudio que desde la historia social se centre en este período, si ha habido intentos desde lo político32. Debido a ello, se remitirá a algunos estudios que tienen como protagonista a la sociedad en aquellos años y que son relevantes para este análisis.
Como obertura al período y al lugar considerado, se tomará como referencia teórica un ensayo de Guillermo O"Donnell, que reflexiona sobre esta década y la siguiente y puede ser útil dada su cercanía temporal con el período tratado. En primer lugar, es interesante observar el planteo del autor con respecto a la sociedad de aquella época. Opinaba que "era autoritaria y violenta y que también era, bastante igualitaria"33. Asimismo, afirmaba que el país estaba alejado de ser democrático y que la sociedad argentina, marcada por su individualismo y confrontación, ausente de una tradición liberal "vigorosa" y con "cierta democraticidad" tendía a "suscitar autoritarismos, radicales y comprensivos"34. Al respecto, y ante la sucesión de golpes militares en el país, se refiere a "espirales autoritarias":
[...] el intento de emergencia de un poder que, a punta de bayonetas, quiere constituirse en un poder primero para, desde allí y con la ayuda de sus sempiternos aliados (los de clase y las innumerables vocaciones autoritarias que florecen en contextos como ese), ordenar seriamente una sociedad hasta ese momento "desubicada": los de arriba, arriba y mandando; los de abajo, abajo y obedeciendo -y en todo caso, agradeciendo las paternales preocupaciones que los de arriba les dispensaran cuando las cosas se hayan "enderezado": y los del medio, viviendo su eterna esquizofrenia: mandando y obedeciendo, pero sabiendo claramente a quién mandar y a quién obedecer [...]35.
En la idea de "ordenar" a la sociedad parecerían coincidir todos los grupos sociales. Cada uno desde su lugar (arriba, abajo o al medio) estaba de acuerdo con el orden que se imponía, de esa forma se acoplaban las distintas partes de una maquinaria que buscaba disciplinar a una sociedad caótica. Si bien, amplios sectores de la población respaldaban los golpes militares, los mismos no pudieron nunca sostener ese "orden" impuesto y en consecuencia, se volvía a repetir la historia representada en el espiral autoritario. O"Donnell comenta que:
[...] en la Argentina los reiterados -y violentos- triunfos de los que han querido imponer ese orden han sido, siempre, transitorios: no bien se sintieron triunfadores, los de arriba -haciendo lo que aprendieron primero y luego enseñaron al resto de la sociedad empiezan a devorarse entre ellos, los de abajo no tardan en explotar y los del medio nuevamente no saben a quién mandar ni obedecer. Hasta ahora, como ni los de arriba ni (ay!) los transitorios perdedores tuvieron en el camino posibilidad de descubrir los valores y mecanismos de la democracia, entonces, en la próxima vuelta del espiral, cuando cada uno ratificó sus motivos y visiones antagonísticas, el juego ha sido aún más confrontacional, y también más brutal ha sido el intento de imponer un "orden" que fue también, cada vez más autoritario y brutal. Todo esto ahora puede cambiar, pero para que cambie hay que darse cuenta de la lógica de estas espirales [...]36.
Por su parte, Daniel James, remarca que la Argentina de aquellos años presentaba un juego "de imposible resolución, donde se alternaban golpes militares y gobiernos civiles ilegítimos", hecho que favoreció la pérdida de legitimidad de los partidos políticos como también la "decadencia de la noción de democracia"37. Así, esta falta de confianza en la democracia marcó las confrontaciones políticas del período y caracterizó a una parte de la sociedad. Muchas personas que pertenecían a distintos sectores sociales no se identificaban con la democracia, no tenían confianza en ella y, probablemente, se sentían más seguros con los gobiernos militares38. Dentro de este gran sector social había jóvenes que nacidos entre los años 1935 y 1945 no habían podido vivir íntegramente un gobierno democrático (solo la primera presidencia de Perón llegó a termino), habían votado esporádicamente, no conocían de cerca las prácticas políticas o simplemente les parecía mucho más fácil delegar el poder de gobernar a un sector ajeno a la democracia, las fuerzas armadas. Como nos recuerda O"Donnell, "la Argentina ha estado programada para generar democracias epilépticas y multitudinarias, abortadas por golpes cada vez más brutales"39.
En un estudio realizado en la época que estamos abordando, tomado por Ricardo Sidicaro, Irving Horowitz proponía el concepto de la "norma de la ilegitimidad". Con él, el autor daba cuenta del "componente de la cultura política latinoamericana que aceptaba como normal las intervenciones militares en política, en razón de concebir al Estado como una agencia de poder y considerar legítimos a los gobernantes en tanto mostraban eficacia para resolver problemas económicos y sociales, visión desde la cual se relativizaba la falta de legalidad constitucional, no solo de los modos de acceder al control del poder estatal sino, también, de las más diversas violaciones de los procedimientos formales de representación de la sociedad y uso de los instrumentos gubernamentales"40. Trasladándolo al caso argentino, Sidicaro propone que "esa cultura política se puso en evidencia en el modo en que amplios sectores de la sociedad aceptaron los golpes de Estado o de palacio mostrando expectativas por militares que reemplazaban a autoridades civiles o castrenses sin otro fundamento que el uso de la fuerza"41.
5. Representaciones de la política en los 60: la mirada de los "otros jóvenes"
En este apartado buscaré analizar las actitudes sociales y comportamientos políticos de estos jóvenes en función de la realidad que los rodeaba. Con ello me refiero a una categoría de estudio que ha comenzado a ser utilizada por historiadores y sociólogos en los últimos años, y que busca analizar el consenso o la indiferencia social y política de la llamada "gente corriente" en relación a situaciones dictatoriales42. Al respecto, se cuenta con ejemplos de trabajos que partiendo desde el rol de la prensa, el empresariado o los trabajadores intentan estudiar este fenómeno tanto en España como en Argentina, pero que no han dado la suficiente luz a la problemática por permanecer sesgados en un sector43. Debido a ello, se ha avanzado en estudios sobre la vida cotidiana que permitieron un acercamiento "renovado e iluminador sobre las experiencias y actitudes sociales bajo dictaduras44" y demostraron la diversidad de las mismas y las dificultades para reducirlas a categorías como oposición o consenso. Así, el uso de fuentes orales y escritas permitió reconocer la variedad y la complejidad de actitudes posibles como también llegar a conclusiones que demuestran la ambigüedad del fenómeno. En este caso, se partirá desde el recuerdo de los jóvenes "corrientes" de los años sesenta que estuvieron marcados por golpes de estado y dictaduras militares.
Una de las publicaciones de la época afirmaba que "en torno a los militares ronda un difuso tabú: "constituyen una casta, se meten en política, no cumplen con su misión específica" o la contraparte: "son los únicos que nos salvan". Lo verificable es una vieja desconexión entre militares y civiles"45. Así, la figura del militar estaba asociada al orden, a la disciplina y al progreso. Se pensaba que los gobiernos militares podían ordenar el país en su conjunto, volver las cosas al lugar del que nunca se tendrían que haber movido. El militar era visto como una persona con mucho poder y fuerza, ambos elementos necesarios para reencauzar las cosas aunque a veces no lo lograban.
En los testimonios se puede observar a un conjunto de personas que creía en el orden impuesto por los militares, que consideraba que las fuerzas armadas podían gobernar el país por determinado tiempo para luego llamar a elecciones. Veían con normalidad la supresión de las instituciones democráticas cuando no funcionaban correctamente. Así, las figuras de Lonardi, Aramburu, Rojas u Onganía, más allá de sus diferencias personales e ideológicas dentro de las fuerzas armadas, se asimilaban a personajes que estaban en el lugar y momento justo para "salvar al país". En consonancia, la revista "Panorama" publicaba luego de la llamada "Revolución Argentina" del año 1966: "el pasado 29 de junio, la Argentina despertó con un nuevo gobierno. El pueblo argentino pareció no sorprenderse. Rumores que tuvieron eco en la prensa nacional e internacional ya lo habían advertido de ese hecho inexorable. Sin embargo, no se tenían indicios ciertos sobre la verdadera actitud popular frente a las nuevas autoridades"46.
Relejo de esto son las respuestas de algunos de los entrevistados, ante la pregunta ¿qué tipo de "gobierno" preferían en su juventud, si el elegido por el voto de los ciudadanos o el impuesto por la fuerza militar?, muchos de ellos marcaron la desconfianza hacia la democracia:
No tenía confianza en la democracia ni en los partidos políticos. Porque no había funcionado nunca la democracia. Los partidos políticos eran como un partido de fútbol, te hacías hincha de uno y estabas con ellos, después veías que el tiempo que gobernaban era desastroso porque siempre venía alguna calamidad, todo empezaba con la inflación, entonces terminaban por echarlos47.
Resulta interesante para comprender a este grupo la idea de echar. En ningún momento se planteaban la posibilidad de un reemplazo democrático a ese gobierno que consideraban caótico, sino que la salida del mismo era el reemplazo por un gobierno militar que, en teoría, solucionaría los problemas y daría cierta tranquilidad y orden a aquella situación previa. ¿Se puede hablar de un desencanto de la democracia de este segmento etario? Habían nacido entre 1935 y 1945, es decir durante gobiernos militares o pseudo-democráticos (Justo, Ortiz, Castillo, Ramírez, Farrell). La mayor parte de su educación se desarrolló durante el gobierno peronista. Su primera práctica democrática fue en las elecciones de 1958 o en las de 1963. En ambos casos, los gobiernos elegidos por el voto (Frondizi e Illia respectivamente) fueron destituidos por golpes militares. Es decir, no tenían una buena experiencia con la democracia y vivieron uno de los períodos políticos más irregulares de la historia argentina, aunque no el único. Con ello no se justifica su actitud pasiva ante la democracia pero sí se busca entender y contextualizar sus opiniones al respecto.
Pero no solo estas voces nos refieren a esta idea, es interesante el planteo que hace la revista "Siete Días" sobre el proceso de finestabilidad política que se venía dando en la Argentina desde el año 1930. Ante la pregunta: "¿Quiénes son los responsables de esa fragilidad institucional? ¡El Ejército o los partidos políticos?", la respuesta apunta a la situación de aquellos años:
[...] prácticamente nadie deja de aceptar como un hecho irreversible de la realidad contemporánea, la irrupción de los militares en las diferentes políticas del Estado (...) Dadas las circunstancias, las FFAA hicieron las veces de único partido con gravitación de poder real en la Argentina. Las reuniones de generales o los discursos de los jefes militares pesan mucho más en la opinión pública que las convenciones partidarias. Y algo más: las decisiones políticas ya no se discuten en los comités (mucho antes de su última clausura), sino en la Escuela Superior de Guerra y en los altos organismos militares [...]48.
En este párrafo se ve relejada la opinión de un amplio sector de la sociedad argentina que no tenía confianza en los partidos políticos para gobernar siendo ellos los protagonistas fundamentales de un gobierno democrático, sino que creía que eran las fuerzas armadas las que debían atribuirse dicho papel. Ese "hecho irreversible" de la realidad contemporánea marca a toda una época y a toda una sociedad que aceptaba y apoyaba este tipo de intervenciones.
En sintonía con esta desconfianza hacia los partidos políticos, una encuesta producida por la revista "Panorama" en el año 1966 relejaba que el 37% de la población encuestada consideraba que eran los militares quienes estaban en mejores condiciones para llevar el país adelante mientras que el 6% apoyaba a los políticos. El resto de los porcentajes se dividían entre empresarios, economistas, trabajadores, universitarios49.
Ahora bien, ante esta necesidad de orden emanado de las fuerzas armadas, cuál era la función de las mismas. Eduardo considera que cuando llegaban al poder la gente tenía
[...] una expectativa que parecía que solucionaban los problemas y hacían funcionar el país y cuando se iban seguía todo igual, por lo tanto era una desilusión. No había otra forma de arreglar las cosas, no había gente capaz que lo hiciera. Tenían toda la fuerza y el mando de poder solucionar las cosas pero como no lo solucionaron no fueron capaces tampoco ellos. No fueron capaces porque no quisieron50.
Por su parte, Mirta comenta que "los gobiernos militares los vivíamos como el relato de un cuento pero no con un final feliz porque en algunos años, los primeros, nos sentíamos protegidos con orden y tranquilidad pero luego sentíamos que se podría todo"51. En ambos testimonios se puede observar la expectativa inicial y la desilusión posterior, elementos que se habrían profundizado con el paso de los años debido a la distancia temporal de los hechos y de las experiencias vividas.
En consonancia con estos testimonios una nota de la revista "Siete Días" reflexionaba sobre el poder de los militares a 38 años del primer golpe, a partir de un chiste que circulaba en el Colegio Militar: "para los cadetes el grado inmediato superior al de general es el de presidente de la República -inventado a fines de 1930". Acto seguido, el periodista lo asociaba directamente con un sarcasmo: "Lo que hacen los militares es eliminar al grupo de políticos que no les gusta, para poner en el gobierno a otros políticos, pero de su preferencia". En realidad, continúa la nota, "ello implica una inversión de la realidad. Porque casi siempre fueron los políticos quienes reclamaron la intervención de los militares"52. Aquí puede observarse, por un lado la naturalidad con que la sociedad aceptaba los golpes militares, reconocida en que el grado superior al de un general en el mandato militar era el de presidente de la nación. Esta aceptación era representada en tono humorístico en una de las revistas de humor político más leída por aquellos años. (Imagen 3)53.
Por otro lado, está presente la idea bastante generalizada de que eran los políticos (opositores al gobierno de turno) quienes "golpeaban las puertas de los cuarteles" para solicitar a los militares la interrupción del gobierno democrático y de esta forma consolidar un nuevo gobierno. En consecuencia, y siguiendo esta lógica, los políticos no iban de la mano de la democracia, es decir, no utilizaban los canales democráticos para llegar al poder sino que buscaban desestabilizar a los gobiernos elegidos por el pueblo y participar de las políticas llevadas adelante por los mandatos militares.
El primer golpe de estado que vivieron en su juventud estos entrevistados fue el realizado el 29 de marzo de 1962, cuando se destituyó como presidente de la Nación a Arturo Frondizi. El líder de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI) había llegado al poder en las elecciones de 1958, a través de un pacto electoral y político con Perón y con el in de obtener el apoyo del decisivo voto peronista a su candidatura, dado que para ese momento regía la proscripción al partido justicialista. Asimismo, este golpe de estado truncaba al primer presidente democrático que habían votado estos jóvenes.
Este golpe lo viví con mucha alegría pero también con mucha pena. Los cambios así no pueden dar frutos, te das cuenta ¿Por qué? Porque los militares siempre fueron llamados, por políticos de una u otra tendencia. Se le imponía hacer el golpe. Entonces no es práctico eso, no son soluciones54.
Era necesario un cambio ¿no? A lo mejor no estaría bien el asunto militar, pero era la única forma que podía cortarse eso ¿no?55.
Su actitud hacia el golpe, releja la poca experiencia democrática que tenían estos jóvenes a lo que se suma la contemporaneidad con uno de los períodos políticos más irregulares de la historia argentina, aunque no el único. Con ello no se justifica su aparente actitud pasiva ante la democracia pero si se busca entender y contextualizar sus opiniones al respecto. En el siguiente testimonio, distinto a los anteriores, se puede observar la preocupación por las instituciones democráticas y el rechazo a los golpes.
Ese hecho que luego fue repetido, era un acto más de barbarie puesto que para el Ejército, para las Fuerzas Armadas, la Constitución era un papel en blanco, actuaron como siempre. Fue preparado mucho tiempo para lograr todo el desastre que luego hicieron con la Nación. No fue un acto improvisado, fue un acto repetido hasta lograr deshacer la República, a ellos y a los que siguieron con ese mismo plan, los conocemos a todos56.
Cuatro años más tarde, el 28 de junio de 1966, un nuevo golpe de estado liderado por el general Onganía instauró un gobierno que con el tiempo devino en "burocrático autoritario", sin un tiempo límite, con intenciones de largo plazo y sumando nuevas prohibiciones a las ya proscripciones al peronismo57.
El golpe destituía al presidente Arturo Illia (Unión Cívica Radical del Pueblo - UCRP), elegido democráticamente en las elecciones del año 1963 y en las que había obtenido el 25,14% de los votos58.
Desastrosa, esa fue una cosa completamente injusta porque Illia era una gran persona, no sería a lo mejor suficiente como ellos querían que fuera o muy listo, pero tenía muchas ideas y muchas cosas buenas hizo, a pesar del poco tiempo que estuvo, una gran persona. Eso estuvo muy mal59.
"También mal me pareció, aunque realmente Onganía era de todos los militares el que yo lo tenía por encima de todo los militares, vi un hombre que me pareció recto. Aunque Illia era un hombre tranquilo pero bien ¿no? Un tipo luchador, luchaba un poquito despacio pero en fin"60.
El golpe militar de 1966 significaba la gradual pérdida de la democracia. No obstante, en la descripción del presidente Illia, los entrevistados se hacen eco de las caracterizaciones de la época ("lento", "no muy listo", "tranquilo") que lo identificaban con una tortuga y que para muchos historiadores fueron parte del detonante y posterior apoyo al golpe militar61.
Pienso que fue un error, Illia era un presidente sumamente honesto, nadie le puede achacar que metió la mano en la lata ¿no es cierto? La prueba está en que el pueblo de Córdoba donde él vivía le obsequió una casa porque no tenía casa propia. En Cruz del Eje era. Lo que yo puedo decir de Illia que fue un gobernante muy, muy honesto pero lento. Fue lento pero me parece que fue un desacierto de Onganía. Pese a que Onganía, pese a ser militar hizo un buen gobierno administrativo, para mí. No te voy hablar de otra cosa pero el gobierno administrativo, creo que fue bueno62.
La honestidad, el "no meter la mano en la lata" también se relacionan con el presidente depuesto y demuestran el clima de época en que se hicieron las entrevistas (en los años 2002 y 2004). A esa figura se contrapone el presidente de facto que, aunque hubiera usado las armas para destituir a un presidente constitucional, queda en el recuerdo el buen gobierno a nivel administrativo. En la memoria podríamos decir que "todo el pasado es simultáneo y está junto al presente. Tiempos distintos son recordados en el mismo tiempo, que es ahora. Por eso, un relato que parte de la memoria puede darse una secuencia cronológica solo por grandes lujos, por amplias fases; pero siempre debe aceptar cierto grado de indeterminación, saltos hacia adelante y hacia atrás"63.
Para profundizar sobre la idea de las actitudes políticas, se pudo observar en algunas entrevistas la opinión que les merecían a los entrevistados/as dos hechos que marcarían el in del gobierno militar de Onganía: el "Cordobazo", producido el 29 de mayo de 1969 y el secuestro y la ejecución del general Aramburu64, un año después en mayo de 1970 realizado por la organización Montoneros. Estos acontecimientos convulsionaron a la sociedad argentina de aquel entonces marcando, por un lado, el hecho de una rebelión obrera estudiantil que fue acompañada por grandes sectores de la sociedad cordobesa y por otro, el protagonismo de la violencia armada que alcanzaba a personajes relacionados a altas esferas de poder.
Sobre el Cordobazo, los recuerdos no son muy claros. Para algunos de aquellos jóvenes fue "un hecho inédito de esperanza colectiva. Montones de cerebros preparados para hacer las cosas bien, fueron como siempre, confundidos y ese hecho que debió iluminar el territorio fue solamente una luz de esperanza65. Otros lo ven como un acontecimiento bisagra en aquel momento, "cambió una etapa ¿no? Empezó otra. No recuerdo bien las consecuencias que tuvo"66. No obstante ello, también se puede observar la caracterización de la revuelta como violenta y el momento en que la violencia se hizo visible para muchos de estos jóvenes: "Me parece que fue excesivo porque eso pudo haber terminado en algo muy grave ¿no? A lo mejor porque los cordobeses en ese momento la estaban pasando mucho peor que el resto del país. Acá en la provincia de Buenos Aires, muchas veces no se sintieron los avatares económicos de otros lugares del país"67.
En cuanto al secuestro y la ejecución del general Aramburu, su vinculación con los Montoneros y con la guerrilla de aquellos años, prima, ante todo, el rechazo a la violencia, en especial a la "forma" en que fue asesinado: "Bueno fue un crimen de lesa humanidad, para mí, máxime en la forma que lo ejecutaron"68. A ello, se suma la idea que tenían estos jóvenes de las organizaciones armadas y su protagonismo en aquellos años: "Me dio mucha indignación, eso me pareció una cobardía, no me pareció bien"69.
No obstante la violencia del hecho, también es notoria la idea de "revancha" que tuvo el mismo emparentada con los fundamentos expuestos por Montoneros en el momento de su secuestro y ejecución70: "me parecía una persona más o menos, a pesar de que él había hecho la revolución del 55, pero, creo que las cosas se arreglan de otra manera y no así, menos con el fusilamiento que le hicieron, tan cobardemente, lo mataron"71.
Los testimonios marcan dos recuerdos, por un lado, la ejecución violenta que era parte del clima de época, de lo cotidiano y que no está aprobada por ninguno de ellos. Por otro, la justificación de la misma en función del accionar de Aramburu unos años atrás. Coincidiendo con la propuesta de Sebastián Carassai, creo que la memoria de la violencia "social" está determinada por el grado de cercanía que tuvieron con los acontecimientos72.
Por último, es interesante observar como caló profundo en la opinión de la gente común el paralelismo de las organizaciones armadas con las fuerzas militares, o el consenso de "la teoría de los dos demonios73": "la cuestión de los Montoneros es tan discutible puesto que la mitad de ellos pertenecía a la derecha y habían sido pares de Aramburu, actuaron como el ejército sin paz ni justicia"74. Mucho se ha discutido, a nivel intelectual, sobre esto pero creo que estos jóvenes concibieron este período como de extrema violencia, de "un lado y del otro". Sus actitudes políticas ante estos hechos no son de aprobación pero tampoco de oposición. El apoyo a los golpes militares aparece como algo normal. Parecería que entre este sector de la población, el golpe era la salida a todo. Las distintas situaciones vividas por el país habían llevado a una pérdida de sentido cívico-democrático75, es decir, la única alternativa posible que se presentaba ante las crisis de los gobiernos democráticos era la de la interrupción por la fuerza de los mismos. Se había perdido confianza en cualquier solución de tipo democrática.
Al escuchar y releer estos testimonios, no es posible dejar de comparar los mismos con un trabajo realizado por Alejandro Horowicz centrado en la última dictadura militar. En uno de los capítulos de su ensayo, realizó un puzzle con las cartas de los lectores del diario La Prensa entre el año 1976 y 1983. Según el autor, el mismo "no reduce a la toda la sociedad argentina en un texto pero digo que, la sociedad argentina estaba y todavía está, recorrida por este texto76". Al leer estas cartas unidas entre sí por la mano de Horowicz, se puede reconocer en ellas a los entrevistados: "cuando las Fuerzas Armadas tomaron el poder el 24 de marzo y escuché el texto de la proclama, exulté. Se había salvado la patria. Mi euforia no es superficial. Hay quienes sostienen que lo es, porque, mas bien, había que estar triste por haberse perdido una oportunidad de vivir democráticamente. Democracia es una palabra que expresa un sistema de gobierno y de participación de los ciudadanos en ese gobierno. Pero antes que en la democracia o en cualquier otra forma de gobierno, creo en la honestidad. Sin honestidad no hay sistema de gobierno que resulte bueno"77 . Para esta parte de la sociedad argentina, la honestidad se ubicaba por sobre cualquier forma de gobierno y, en ese momento, era encarnada por quienes tomaban el poder por la fuerza.
6. Dar voz a una juventud silenciosa: algunas consideraciones finales
A través de esta polifonía de voces he intentado observar los recuerdos de un sector de la juventud de los años 60. Me refiero a estos jóvenes que no participaron activamente en la militancia política de aquellos años pero que, no obstante ello, votaban, criticaban o apoyaban a los distintos gobiernos de turno.
El sostén a las fuerzas armadas y la poca importancia dada a los gobiernos democráticos son una constante entre ellos. Evidentemente, el haber nacido y transcurrido su niñez y juventud en un período de innumerables golpes de estado, hace que la confianza inicial en los militares y la desconfianza en los políticos sea moneda corriente. Si bien en muchos de los testimonios la desilusión ante los cambios que proponían las Fuerzas Armadas se hace presente en sus recuerdos, es interesante rescatar para este análisis la ilusión inicial que se producía en el momento del golpe de Estado. Una de las ideas que surge de este trabajo y que continuaré investigando a futuro, es plantear en estos sectores juveniles la tendencia hacia la naturalización del golpismo. Con ello me refiero al apoyo y la naturalidad con la que tomaban estos jóvenes el acceso al poder de los sectores militares a través de los golpes de estado y su posterior desilusión ante los mismos.
La idea de actitudes sociales y comportamientos políticos ha sido tratada de observar a partir de dos acontecimientos que marcaron la historia argentina de fines de los años "60 y principios de los 70" y a los que ninguno de los entrevistados pudo olvidar: el Cordobazo y el secuestro y ejecución de Pedro Aramburu en manos de la organización armada "Montoneros". Como dije anteriormente, las actitudes ante estos hechos marcan un rechazo a la violencia ejercida desde diversos sectores como también una posición ambigua, el "no te metas" o "algo habrán hecho" son perceptibles en los testimonios y de alguna forma, el paso del tiempo, convalida esta posición tomada en la juventud. No hay en ellos una reflexión sobre lo que pudiera haber pasado si "se metían" en lo que estaba sucediendo, simplemente mantienen el recuerdo de haber sido tan jóvenes como los que militaron, pero con los que no compartían los mismos intereses. Aquello que los movilizaba y que se pudo rescatar en las entrevistas, aunque no ha sido trabajado en profundidad en este texto, era alcanzar objetivos propios en la vida como conseguir un buen trabajo, tener un buen pasar, formar una familia. La política era considerada como algo ajeno en la que había que participar solo en el momento de las elecciones, una relación que podríamos caracterizar como de indiferencia y de silencio. El descreimiento hacia la función de la política partidaria y la valoración de una sociedad ordenada como vía de solución a su cotidianeidad era una característica de este sector juvenil que intentaré seguir analizando en un futuro cercano a partir de otro tipo de fuentes históricas78.
Notas
2 Silvia Sigal, Intelectuales y poder en la década del sesenta (Buenos Aires: Punto Sur, 1991); Oscar Terán, Nuestros dorados años sesenta (Buenos Aires: Punto Sur, 1991); Beatriz Sarlo, La batalla de las ideas (1943-1973) (Buenos Aires: Ariel, 2001); Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas (1943-1973) (Buenos Aires: Ariel, 2012).Bibliografía
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Citar este artículo:
Bettina Favero, "Las voces de una juventud silenciosa: memoria y política entre los otros jóvenes durante los años 60 (Mar del Plata - Argentina)", Historia Y MEMORIA N° 12 (enero-junio, 2016), 215-252.