Typesetting
in Historia y MEMORIA
Quejas y acusaciones por malas prácticas de gobierno contra Francisco de Sande, Gobernador y Capitán General de las Islas Filipinas: 1575-1580
Resumen
Siguiendo los debates historiográficos recientes sobre la corrupción en la América Hispánica, se describirán las quejas y acusaciones contra Francisco de Sande como Gobernador y Capitán General de las Islas Filipinas (1575-1580), antes de regresar a Nueva España como Oidor de la Audiencia de México y de ser promovido a Guatemala y luego al Nuevo Reino de Granada como Presidente de las audiencias de esos territorios. Se señalará que hay una continuidad en las acusaciones en su contra en todas las latitudes en las que desempeñó oficios reales, contrastando con las historiografías nacionales que han afirmado que sus malas prácticas sucedieron solo en algunos territorios. Por último, se abre la investigación a pensar en el capital relacional de Francisco de Sande para comprender las dinámicas de la corrupción en un periodo tan temprano.
Main Text
1. Introducción
«Esta golosina del mandar», dice Juan Rodríguez Freyle en El Carnero, «qué de golosos trae tras sí! Mandar, aunque sea en el infierno, como dicen los ambiciosos. No les darán ese lugar allá, ántes bien pagarán en sus penas lo que acá mandaron contra razón i justicia»1. Estas palabras, a propósito de los gobernadores que actúan en beneficio propio y no en el de «[...] todo el cuerpo de la república sin desamparar jamás parte de ella»2, son útiles para comenzar este artículo por dos razones: la primera de estas se refiere al problema central del trabajo, las malas prácticas de gobierno, ya denunciadas y criticadas moralmente por Rodríguez Freyle a lo largo de su obra, y la segunda alude a Francisco de Sande, el Presidente de la Real Audiencia de Santafé entre 1597 y 1602, y de quien la historiografía nacional se ha ocupado de juzgar siempre aludiendo a un mismo episodio, narrado por primera vez en El Carnero.
En efecto, en 1638 Rodríguez Freyle describió la administración del Presidente Sande en términos bastante negativos, dándole especial énfasis al episodio de la visita que se le hizo en 1602 para preparar su juicio de residencia. En el texto, Rodríguez Freyle relata cómo las denuncias contra Francisco de Sande eran tan numerosas y frecuentes, que una vez llegaron a España el Consejo de Indias tomó la decisión de enviar a Andrés Zaldierna de Mariaca3, oidor de la Real Audiencia de México, para reunir información sobre las acusaciones. La primera decisión del visitador fue enviar al Presidente Sande a Villa de Leyva para que no interfiriera en el proceso, pero este decidió acusar a Zaldierna de Mariaca de haber recibido su soborno para salir bien librado del proceso. Según Rodríguez Freyle, la acusación, que afectó la honra del visitador, terminó por enfermarlo hasta llevarlo a la muerte. Recluido en la cama y defendiéndose de la calumnia, delante del Arzobispo Bartolomé Lobo Guerrero le auguró al Presidente Sande que a los nueve días después de su muerte ambos acudirían ante Dios «porque era tribunal a donde no valdrían falsedades ni engaños»4. Efectivamente, a los pocos días de haber muerto Andrés Zaldierna de Mariaca, falleció también Francisco de Sande sin que el juicio de residencia hubiese sido concluido5. Lo sobrenatural de los hechos y los señalamientos de envenenamiento no se hicieron esperar, dándole tintes novelescos a todo el proceso del juicio de residencia y perpetuando la misma historia hasta tiempos actuales6.
Unas décadas más tarde, Juan Flórez de Ocariz publicó sus Genealogías del Nuevo Reyno de Granada, donde se volvió a mencionar el episodio y donde además se encuentra la referencia más temprana a uno de los apelativos del Presidente Sande, con el que aún hoy es recordado: el «Doctor Sangre»7.
Del mismo modo, Fray Alonso de Zamora, citando a Flórez de Ocariz, relató el mismo episodio8. Ya en los siglos XIX y XX, los autores de las historias nacionales, narrando cronológicamente los sucesivos presidentes de la Real Audiencia de Santafé, acudieron a los tres autores coloniales que ya se han citado para replicar la misma historia del Presidente Francisco de Sande9.
A mediados del siglo XX Alberto Miramón10 se propuso cuestionar las versiones del acontecimiento de la visita y estudiar al Presidente Sande con la ayuda de documentación histórica, para «verificar» si efectivamente su gobierno en Santafé fue tan malo y perverso como se había afirmado. Si bien, es el primer estudio biográfico que se ocupa de toda la carrera administrativa de Francisco de Sande, en los capítulos dedicados a Santafé, Miramón perpetúa la visión negativa y melodramática, y no provee mayor información que permita contar una versión diferente del relato fundado por Rodríguez Freyle, precisamente porque el episodio tenía bastante de cierto, tal y como lo comprobaron otros historiadores posteriores, quienes tuvieron acceso a otras fuentes antes desconocidas y que corroboraron los acontecimientos11.
En este sentido, las acusaciones por excesos y malas prácticas de gobierno de Francisco de Sande no son desconocidas para la historiografía colombiana, pero desde el siglo XIX los historiadores no se han preocupado por estudiar rigurosamente a este funcionario real -fuera de los escándalos novelescos- antes de que llegara a Santafé - ya sea en Guatemala, Nueva España o en las Islas Filipinas-, seguramente atendiendo a los linderos de las nuevas fronteras nacionales. Adicionalmente, a propósito de las escasas menciones al funcionario en otras latitudes de la Monarquía Hispánica, los autores han afirmado recurrentemente que allí su desempeño no fue tan escandaloso como en el Nuevo Reino de Granada12.
En este artículo se estudiará la administración de Francisco de Sande como Gobernador y Capitán General de las Islas Filipinas entre 1575 y 1580 a partir de dos grupos documentales: las cartas que Sande escribió al Rey y al Consejo de Indias notificando sus acciones en las Islas, y las numerosas quejas y acusaciones por diversos excesos, abusos y malas prácticas de gobierno, escritas por otros actores que vivían en el archipiélago durante esos años. Más allá de continuar representando negativamente la figura de Francisco de Sande, el propósito central consiste en describir las acusaciones y quejas en su contra por otros conquistadores y oficiales reales, para abrir el problema de investigación más allá de las fronteras republicanas actuales y examinar al personaje en una etapa previa de su carrera como oficial real de la Monarquía Hispánica.
En la primera parte se describirá la carrera administrativa de Sande antes de llegar a las Islas y se referirán algunas de las quejas en su contra en tan temprana etapa como oficial real. En la segunda parte se hará una breve contextualización histórica de las Islas Filipinas entre 1565 y 1575 -periodo que abarca los años desde el primer asentamiento español hasta que a Francisco de Sande le es asignado el gobierno de las Islas del Poniente-, se presentará su visión de ese nuevo espacio que él debía gobernar y se mencionará cómo la historiografía filipina recuerda su gestión durante esos años. Por último, en la tercera parte se presentará el «pliego de acusaciones» que se hicieron en su contra por otros oficiales reales, contrastando con las instrucciones reales que se le habían encomendado. Esta recopilación y descripción de cargos se ubica historiográfica y metodológicamente dentro de los trabajos que recientemente han desarrollado historiadores españoles y latinoamericanos sobre la corrupción en el mundo hispánico entre los siglos XVI y XVIII13.
2. El cursus honorum antes de partir a las Islas Filipinas
De acuerdo con Alberto Miramón, Francisco de Sande aparece matriculado en la Facultad de Cánones de la Universidad de Salamanca entre los años 1557 y 1560, pero no aparece en los registros de graduados, por lo que se puede aducir que no se licenció14. Por su parte, Pedro Rubio Merino señala que la razón por la cual Sande no se encuentra en los registros de graduación se debe a que la Universidad de Salamanca se constituyó entonces en un foco de prestigio universitario al que acudía gran número de estudiantes, pero del cual no todos se graduaban debido a los altos costos de las tasas académicas, necesarias para la obtención de los títulos. Es quizá este el caso de Sande, quien sí estudió en Salamanca pero debido a la carencia de recursos suficientes para graduarse, acudió a otra universidad con tasas inferiores. Según Rubio Merino, se doctoró en Cánones en el Colegio Mayor de Santa María de Jesús de Sevilla15. No obstante a las referencias de estos dos biógrafos, también parece que Francisco de Sande probó cursos en Cánones en la Universidad de Alcalá en 155416.
La siguiente información de la vida profesional de Francisco de Sande inicia en 1567 cuando Felipe II lo nombra Fiscal de la Real Audiencia de México; sin embargo, a diferencia de lo que han afirmado los biógrafos, al parecer el nombramiento se hizo tres años atrás, según una cédula real del 10 de mayo de 1567 en la que se le pedía al tribunal novohispano obedecer otra cédula real del 1 de agosto de 1564, según la cual se proveía a Sande como Fiscal de dicha audiencia17. Por otra cédula real del 20 de abril de 1567, se le comunicaba al licenciado Céspedes de Cárdenas, Fiscal de la Audiencia, el nombramiento de Sande en el mismo cargo, relevándolo por lo tanto del mismo y exigiéndole que una vez llegara el nuevo fiscal le entregara el hábito y el salario correspondiente a dicho oficio18. Además, se le daba múltiples licencias a Francisco de Sande para que pasara a Nueva España con tres esclavos y seis criados a su servicio, el poder de llevar armas, la concesión de un almojarifazgo por mil pesos y la orden a la Casa de la Contratación para que se le entregara al nuevo Fiscal cuatrocientos ducados que serían descontados de su salario19. La real provisión y el nombramiento por la Casa de la Contratación se hizo el 28 de abril de 156720, pero resulta interesante encontrar a Sande, ya desde 1566, mencionado como el fiscal encargado de formar el proceso criminal contra el Marqués del Valle de Oaxaca, Martín Cortés (hijo de Hernán Cortés y Juana de Zúñiga), y sus hermanos Luis y Martín (hijo también de Cortés y Malintzin) a causa del intento de rebelión contra Felipe II en 156621. Al respecto de este caso, en 1567 Sande tuvo un conflicto con el Virrey Gastón de Peralta, Marqués de Falces, quien le cuestionaba el debido cumplimiento de su deber como fiscal22. Pese a estas quejas, emitidas por la máxima autoridad de la Nueva España, una real provisión del 19 de junio de 1568 lo nombraba como uno de los tres Alcaldes del Crimen de la Real Audiencia de México23, una nueva sala creada por Felipe II encargada de investigar los procesos criminales de la Audiencia24. Por una cédula real de la misma fecha se establecía que para los tres alcaldes se requería tener antigüedad en los servicios al Rey, y se establecía el orden de precedencia en la nueva sala25. Si bien Francisco de Sande estaba en el tercer lugar, había transcurrido menos de un año desde que había llegado a Nueva España, pero tan corto tiempo no le impidió recibir su primera promoción.
La información de la que se dispone permite suponer que permaneció en este cargo al menos cuatro años. Se vuelve a tener noticia de un ascenso por una cédula real del 30 de abril de 1572 en la que se le nombra Oidor de la Real Audiencia de México, con un salario de ochocientos mil maravedíes anuales26. Este cargo es la antesala del nombramiento de Francisco de Sande como Gobernador y Capitán General de las Islas Filipinas. El 30 de mayo del mismo año, tan solo un mes después del nombramiento, el Virrey Martín Enríquez de Almansa le escribió al Rey quejándose del nuevo oidor por no querer devolverle unos documentos relativos a un proceso que se había apropiado desde hacía bastante tiempo27. En otra carta del Virrey escrita el mismo día, le indicaba al Rey que consideraba que Francisco de Sande debía salir de las indias:
Años a que yo había de haber dado cuenta a Vuestra Majestad de que el doctor Sande estaría mejor en oficio más cerca de Vuestra Majestad que en las Indias, que su libertad y lengua y obras ofende mucho al pueblo y desasosiega esta Real Audiencia. Yo he procurado remediarle por todos los caminos que he podido diciéndole mi parecer aparte, y que templase y enmendase su lengua. Y visto que esto no bastaba, le dije en presencia de todos los oidores que yo le había amonestado muchas veces como amigo aparte, que se enmendase y templase y que no lo había querido hacer, que ahora se lo tornaba a decir en presencia de todos y que Vuestra Majestad no le había dado la vara para que deshonestase los vasallos sino para que con ella hiciese justicia, que se emendase sino que daría cuenta a Vuestra Majestad de ello para que mandase remediar y que si me pareciese que iba a la larga, el remedio le haría tomar y meter en un barco y le enviaría a Vuestra Majestad para que le mandase castigar. (...) y así será necesario que Vuestra Majestad lo mande remediar haciéndole majestad en tierra llana porque en estas Indias han menester hombres de ánimos sosegados y no tan alterados28.
Al parecer las quejas del Virrey no fueron tenidas en cuenta por el Consejo de Indias. Unos meses después, a partir del 8 de enero de 1573 y hasta el 11 de enero de 1574, Sande estuvo al frente de las visitas a la Real Hacienda de México. La Audiencia le encargó asistir a las almonedas de dicha institución29, continuar y terminar la visita que dejó empezada el Oidor Jerónimo de Orozco a los oficiales30 y componer un libro que recopile todas las provisiones y cédulas reales referentes a la Real Hacienda31. Luego de unos días le insistían en llevar a cabo esta tarea32 y al año siguiente el Virrey lo enviaba junto al Oidor Bernabé Valdés de Cárcamo para asistir a las cuentas que se tomaran a los oficiales de la Real Hacienda33.
Dos años después de haber sido nombrado como oidor de la Real Audiencia, el Virrey continuaba quejándose ante el Consejo de Indias y el Rey del mal comportamiento de Sande. El 15 de marzo de 1574 llamaba la atención sobre sus persistentes quejas:
Las cosas que son naturales a los hombres, con trabajo y mucha discreción pueden remediarlas y a donde ésta falta no hay que esperar. Del doctor Sande tengo dado cuenta a Vuestra Majestad diferentes veces y Vuestra Majestad no ha sido servido de mandarlo enteramente remediar. Trae en aprietos esta Audiencia y a mí no con poca pesadumbre [...]34.
Al margen de la carta está escrito «Guárdese con secreto», por lo que podría pensarse que el Consejo nunca le informó de estas cartas a Felipe II. En aquel entonces el Presidente del Consejo de Indias era Juan de Ovando, también nacido en Cáceres, como Francisco de Sande. Rubio Merino ha sugerido en varias oportunidades que Ovando pudo haber apadrinado a Sande, por lo menos hasta septiembre de 1575 -mes en el que muere-, y que no es de extrañar que su nombramiento como Gobernador de las Islas del Poniente se deba a su intervención35. La gran profusión de quejas y acusaciones contra Francisco de Sande, posteriores a esta fecha, es bastante elocuente de la protección que pudo haber recibido de su coterráneo en periodos anteriores, así como de que no hubiese sido tomada ninguna medida contra Sande desde el Consejo de Indias o por el mismo Felipe II.
En todo caso, ya sea por la protección del Presidente del Consejo de Indias o porque efectivamente se escucharon las quejas del Virrey Martín Enríquez de Almansa, Francisco de Sande fue promovido como Presidente de la Real Audiencia de Nueva Galicia -alejándose de la de México- el 26 de marzo de 157436, pero tan solo once días después, el 6 de abril, otra real provisión descartaba la anterior y era enviado hacia el occidente del Mar del Sur como Gobernador y Capitán General de las Islas Filipinas, «[...] Por cuanto Miguel López de Legazpi nuestro Gobernador y Capitán General que fue de las Islas Filipinas, es muerto y nuestro servicio y administración de nuestra justicia conviene proveer persona que en su lugar sirva los dichos oficios»37. En la misma real provisión se fijaba su sueldo en cuatro mil pesos de minas de cuatrocientos cincuenta maravedíes, y el 12 de mayo recibía instrucciones exactas de aquello en lo que debería enfocarse: tomar cuentas y hacer la residencia al anterior gobernador y oficiales reales, hacer las cuentas a los mismos anualmente, favorecer al Gobernador interino Guido de Lavezaris, al Maestre de Campo Martín de Goiti y al Capitán Juan de Salcedo (nieto de Legazpi), velar por la evangelización de los indios, preparar relaciones y descripciones de las Islas, promover nuevos descubrimientos, fundar nuevos asentamientos hispánicos e informar sobre la China38. El 6 de diciembre el Virrey le escribía al Rey asegurándole que «Yo doy toda la prisa que es posible por despachar al doctor Sande»39. Y en otra cédula real del 21 de febrero de 1575, el Rey le comunicó a los oficiales de las Islas que «[...] por la confianza que he tenido de la persona, letras y suficiencia del doctor Francisco de Sande le he proveído y nombrado por nuestro Gobernador y Capitán General de esas Islas [...]»40.
Salió de la Ciudad de México el 19 de febrero y llegó al puerto de Acapulco el 15 de marzo de 1575. Finalmente se embarcó un año después de su nombramiento, el 6 de abril de 157541 y el 7 de junio de 1576 le comunicó al Virrey y al Rey su llegada las Islas el 25 de agosto del año anterior42.
3. Francisco de Sande en las Islas Filipinas
Desde que Vasco Núñez de Balboa divisó el Mar del Sur en 1513, las expediciones españolas comenzaron a sucederse para alcanzar los territorios del lejano Oriente. En 1519 Fernando de Magallanes se embarcó hacia el sur atravesando el Océano Atlántico, para pasar por el estrecho de los Patagones, hacia ese inmenso océano que por su tranquilidad lo llamó Pacífico. El 16 de marzo de 1521 llegó a un conjunto de islas que nombró archipiélago de San Lázaro, por haber llegado en la víspera del día de este santo. Magallanes murió en las islas y el resto de los hombres que iban bajo su mando, no pudiendo regresar por la misma ruta por la que habían llegado, tuvieron que seguir los mares dominados por los portugueses hasta llegar a la Península. Se tuvo entonces, por boca de Juan Sebastián Elcano, noticia de la primera navegación alrededor del mundo, así como de las islas del extremo oriente43.
En 1525 Carlos V mandó una nueva expedición que salió desde A Coruña dirigida por García Jofre de Loayza y en 1527 Álvaro de Saavedra fue enviado al archipiélago por Hernán Cortés. Ambos intentos de alcanzar las islas y volver por el Pacífico fracasaron llevando los navegantes a la muerte. Sucedió lo mismo con la expedición de Hernando Grijalva, enviada desde el puerto de Paita en el virreinato del Perú por Francisco Pizarro en 1536, y la de Ruy López de Villalobos en 1542, quien le dio a las islas el nombre de su futuro monarca. El primero murió asesinado por los indios de una isla de Nueva Guinea y el segundo murió en Ambon, una isla de las Molucas, preso de los portugueses. Veintidós años después, Miguel López de Legazpi salió desde el puerto de Navidad hacia las Islas en 1564, arribando y estableciéndose en Cebú en 1565. Desde allí mandó otro de sus barcos, al frente del agustino Andrés de Urdaneta, sobreviviente de la expedición de Loayza, para que encontrara el camino a la Nueva España navegando el Pacífico. Dirigiéndose hacia el norte encontró la ruta del denominado «tornaviaje» a través de la corriente de Kuro-Shivo, llegando al puerto de Acapulco el 8 de octubre de 156544.
De Cebú, López de Legazpi fue hacia el norte a la isla de Luzón y fundó Manila el 24 de junio de 1571, si bien ya había estado ocupada por «mahometanos» desde hacía unos años atrás. Pronto estableció una Real Hacienda con sus respectivos oficiales y un regimiento de infantería. En 1581 llegó el primer obispo, Fray Domingo de Salazar, y la ciudad fue elevada a arzobispado en 1591 con tres obispados sufragáneos: Cebú, Nueva Segovia y Nueva Cáceres, la ciudad mandada a fundar por Francisco de Sande45. En 1575, año en el que el nuevo Gobernador llegó a las Islas, algunas de las instituciones hispánicas ya estaban instaladas, pero el propósito de este asentamiento continuaba siendo el mismo: el comercio de las especias o conquistar la China de la dinastía Ming46. Solo fue hacia finales del siglo XVI, luego de que los españoles tuvieran la certeza de la inviabilidad de conquistar la China, que las Islas fueron consideradas un territorio valioso en Asia para la Monarquía Hispánica: Filipinas fue el territorio desde el cual funcionó durante más de doscientos años el Galeón de Manila, la ruta comercial transpacífica que conectaba a Asia con América y Europa47.
Es precisamente en este contexto, todavía en proceso de conquista y pacificación, que Francisco de Sande aparece como tercer Gobernador y Capitán General de las Islas Filipinas. Lo que Sande encontró cuando llegó a Manila fue una ciudad que acababa de ser incendiada por el corsario Limahon y un total de 500 españoles48. En los días siguientes entendió que eran muchas islas pobladas por muchos «idólatras y moros»49, que el clima era benigno -«tan sana tierra como Sevilla»50-, y que desde allí sería muy fácil conquistar la China, ya que de las noticias que tenía -muchas de ellas sacadas de sus lecturas de Marco Polo, a quien cita-, «la guerra con esta nación de Chinos es justísima por librar personas miserables que matan y toman hijos ajenos para estupros»51.
A diferencia de las crónicas neogranadinas y la historiografía colombiana, en Filipinas las hazañas de Sande como Gobernador de las Islas son bien conocidas. Fray Juan de la Concepción afirmaba que si bien Sande había sido un gran capitán y gobernador, «su profesion no le llamaba á tales empleos», de ahí que afirme que «tubo sus defectos; el que quenta menos és el mas dichoso en oficios publicos; y el que mas logra, es sér sugeto Problemático»52. Ya en 1609 Antonio de Morga narraba cómo Sande mandó a Pedro de Chávez a pacificar la provincia de Camarines -donde fundó Nueva Cáceres en nombre de la ciudad de origen de Sande-y a Esteban Rodríguez de Figueroa para que pacificara Joló y Mindanao53. Fray Gaspar de San Agustín escribe que «El govierno del Doctor Don Francisco Sande, que fue uno de los mas justificados que tuvieron las Islas Philipinas, durò cinco años, en que este docto, y prudente Ministro trabajó mucho para el mayor aumento de ellas, aunque no le faltaron azares, y desgracias considerables, pues nunca à lo bueno faltan contrastes»54. Con este balance de gobierno, el religioso agustino se refiere a cómo Sande logró conquistar, sin ser capaz de conservar, la isla de Borneo, y además de este momentáneo logro, las jornadas a Joló y Mindanao, y el fracaso de la embajada con China.
Cuando Sande ya estaba posesionado en su cargo, unos frailes agustinos que habían estado en la China, entre ellos Fray Martín de Rada, regresaron a Manila el 28 de octubre de 1575. Con ellos, tres embajadores chinos trajeron regalos que entregaron al anterior Gobernador, Guido de Lavezaris -cosa que no le gustó a Sande- y mostraron interés en establecer tratados comerciales con los españoles -así como ya los habían establecido con los portugueses-, adjudicándoles una isla cerca de Macao para que permanecieran allí. Sande, que «aunque era tan aventajado en letras, le faltaba la resolucion, que es lo principal para negocios tan arduos»55, no mostró a los embajadores chinos la cortesía que estos habían tenido con los agustinos españoles, iniciando allí el fracaso de la embajada. El Gobernador decidió enviar nuevamente a los frailes agustinos a la China, junto con los embajadores que ya se regresaban molestos por la falta de «tacto diplomático». El desenlace de los sucesos fue nefasto: ya en el mar, «No pudieron los Capitanes Chinos dissimular mucho tiempo el veneno, que llevaban en su pecho»56, pararon en el puerto de Bolinao, bajaron a los dos padres agustinos, a su intérprete y a los tres criados chinos que estos llevaban, y ya en tierra decapitaron a los criados, apalearon al intérprete hasta que murió y a los agustinos los desnudaron, los ataron a unos árboles y los azotaron, dejándolos allí a la espera de la muerte. Fueron rescatados unos días después, pero las relaciones diplomáticas con la China quedaron truncadas: «Por su mala expedicion, se perdió la mejor ocasion, que se pudo ofrecer; assi para lo espiritual de la conversion de la China, como para dexar bien establecido el comercio de aquellos Reynos»57. Este mismo estereotipo, de gobernante incompetente, continuó en la historiografía filipina durante el siglo XIX58, llevando a Felipe de Govantes a afirmar de la labor de Sande en las Islas, que «el resultado de sus empresas fué el de la tela de Penélope; perdía para adquirir, y adquiría para perder»59.
De las instrucciones que recibió Sande en la real provisión del 12 de mayo de 1574, mencionadas anteriormente, el nuevo Gobernador no llevó a cabo de manera exacta todas las tareas. Como se verá en detalle en el siguiente apartado, se le ordenaba hacer la residencia a Lavezaris y a otros oficiales, pero el dictamen de este juicio entró en contradicción con otra de las instrucciones: favorecer al anterior gobernador, así como a los otros oficiales, por sus servicios al Rey en las Islas. Se le pidió también velar por la evangelización de los indios, pero a este respecto tuvo bastantes dificultades con los agustinos, que como ya se indicó, entorpeció sus misiones en la China y se mostró además bastante reacio frente a la evangelización pacífica, como se le había ordenado, emprendiendo campañas de conquista por la fuerza. También se le mandó fundar nuevos asentamientos hispánicos, pero solo se recuerdan en las crónicas y en las relaciones la fundación de Nueva Cáceres. Se le pidió promover nuevos descubrimientos, pero tampoco se ha registrado ninguna labor al respecto, y en cuanto a las relaciones y descripciones, escribió la carta describiendo la China, ya mencionada por la historiografía filipina y colombiana, así como cartas al Rey y al Consejo de Indias haciendo una relación de las Islas. No obstante, años después, el 8 de abril de 1584, Diego Ronquillo, quinto Gobernador de las Islas, le escribió al Rey afirmando que la información que Sande dio de las jornadas de Borneo, Joló y Mindanao60, eran falsas61.
Además de las instrucciones precisas dadas en su real provisión, diversas cédulas reales a partir del 21 de junio de 1574 registran nuevas tareas que se le encomendaban: señalar terrenos en Manila, conceder indios vacos a los oficiales de las Filipinas, proveer y edificar monasterios, hacer la relación de los repartimientos que hay, encargar al Virrey para que provea los ornamentos de la iglesia mayor de Manila, perpetuar los indios que ya estaban encomendados a otros oficiales, entregar títulos de regidores de Manila, fijar terrenos para la jurisdicción de la ciudad62 y que la canela que enviara desde las Islas fuera recolectada en tiempos adecuados63. El 7 de noviembre otra cédula real le ordenaba que no haya indios esclavizados en las Indias -atendiendo a las Nuevas Leyes-, construir hospitales de indios y españoles, y que los agustinos y los clérigos se encarguen de corregir las «ruines costumbres y demasiadas libertades» de algunos españoles64. También se le encargaba que proveyera oficios a ciertos individuos, como el título de escribano a Diego de la Cruz65 y el de notario a Hernando Riquel66, oficios y cargos a Pedro de Oseguera por haber descubierto y poblado las Islas67 y a Juan de Zuazo y Gamboa68, que gratificara al Capitán Luis de la Haya69, a Gabriel de Rivera70, a Esteban Rodríguez de Figueroa71, a Hernán López de León72, a Antonio Garrido de Salcedo73 y a Antonio de Andrada, que iba a las Islas con su mujer y sus hijos74, y que no le quitara al Capitán Juan Pacheco Maldonado los indios que tenía encomendados75.
Cuando Sande ya estaba en altamar, camino a su nuevo oficio en las Islas del Poniente, el Consejo de Indias escribía una cédula real a Guido de Lavezaris, volviéndole a avisar que Sande iba hacia las Islas y que este llevaba orden de gratificarlo76, pero parece que esta orden no la siguió el nuevo Gobernador.
4. Los oficiales reales contra Francisco de Sande
A diferencia de las sutiles opiniones de los cronistas e historiadores filipinos, los demás oficiales reales que estuvieron bajo el mando de Sande en las Islas se quejaron constantemente del Gobernador. De acuerdo con Francisco Andújar y Alfonso Heredia, está muy bien demostrado que tanto la inculpación como la declaración de inocencia en los juicios de residencia no son elementos suficientes para que en la práctica los oficiales reales hubieran sido inocentes o corruptos77. Podría pensarse lo mismo de las quejas y acusaciones contra Francisco de Sande como Gobernador de las Islas, pero el pliego es tan amplio y tan recurrente en Nueva España, Guatemala y el Nuevo Reino de Granada, que queda poco espacio para pensar que tenía tantos enemigos en tan distintos reinos que querían desprestigiarlo o removerlo del ejercicio de gobierno.
Como ya se ha mencionado, una de las instrucciones que se le dieron a Sande consistía en perpetuar las encomiendas que otros oficiales reales ya tenían asignadas; sin embargo, una de sus primeras acciones fue tomar las cuentas a los oficiales de la Real Hacienda, Guido de Lavezaris, Andrés Cauchela, Andrés de Mirandaola y Salvador Aldave. Al encontrarlas negativas, según su opinión, decidió embargarle los salarios y quitarles las encomiendas78. En unas ordenanzas reales del 26 de mayo de 1576, Sande prohibía a los oficiales de las Islas poseer encomiendas, argumentando incompatibilidad de los oficiales de la Real Hacienda para tenerlas porque las leyes lo prohibían. Ciertamente, la Ley XII, del Título VIII del Libro VI, dictada por Carlos V, prohibía que los oficiales de la Real Hacienda tuvieran encomiendas79, pero Lavezaris, Cauchela, Mirandaola y Aldave las obtuvieron de Legazpi por haber participado en el proceso de descubrimiento, conquista y pacificación de los indios, tal y como las leyes lo permitían. Sande aprovechó que ahora eran oficiales de la Real Hacienda para quitarles las encomiendas, si bien, como ya se indicó, Felipe II le ordenaba que las perpetuara.
El 30 de mayo de 1576 Lavezaris, Cauchela, Mirandaola y Aldave le escribieron al Rey haciéndole una relación de los últimos eventos en las Islas -el ataque de Limahon y el fracaso de la embajada a la China- y quejándose de Sande por haberles expropiado las encomiendas80. Siete días después, Alonso de Herrera escribió un memorial representando a los cuatro oficiales porque Sande les había quitado sus haciendas, salarios y repartimientos, si bien todavía no habían sido declarados culpables en sus residencias81. Además envían todos los documentos de la Real Hacienda para que el Consejo de Indias analice su gestión, comprobando, entre otras cosas, que Aldave llevaba tres años en el oficio de tesorero sin haber cobrado salario y denunciando que a su llegada Sande le quitó las encomiendas82. Pero estas noticias ya viajaban camino a la Península desde muchos días atrás, escritas por un personaje que no tenía ninguna relación en este conflicto pero que se había visto perjudicado por Sande el año anterior: Fray Martín de Rada. En una carta fechada el 1 de mayo de 1576 le escribió al Rey contándole toda su expedición a China, la hospitalidad con que habían sido tratados, el fracaso de la embajada y los oprobios cometidos contra Lavezaris:
Y para esta jornada entiendo que hubiera hecho mucho al caso en que no hubiera habido mudanza del gobierno, que como Guido de Lavezaris lo comenzó y los capitanes chinos ya le conocían en lo que se prosiguiera con más calor y con más voluntad de ellos él hizo lo que pudo con ella, y gastó de su hacienda pos sacarla a luz y así por este servicio como por otros que a Vuestra Majestad ha hecho. Y era digno de otro premio y galardón del que de presente goza porque en la residencia que se le ha tomado se ha habido con él con tanto rigor y aspereza que nos mueve a lástima pero los que se la tenemos estamos muy confiados de la benignidad y clemencia de Vuestra Majestad que le hará mucha merced [...]83.
La situación con Sande tuvo que ser insostenible, porque el 8 de junio del mismo año Lavezaris le escribía al Rey quejándose de las acciones del nuevo Gobernador y pidiendo licencia para salir de las Islas. Lavezaris le recordaba al Rey que tal y como lo señala una provisión,
[...]se da a los capitanes que han descubierto tierras y provincias, se da facultad a los que las hacen que puedan tomar para sí un buen repartimiento en cada una de ellas conforme a la cual yo tomé para mí los pueblos de Bitis y Lubao en la isla de Luzón y otro en los Ilocos para poderme sustentar y proveer a la gente pobre de lo necesario84.
Asimismo se queja del nuevo Gobernador, que «llegado el doctor Sande me despojó de estas encomiendas y me compelió a que pagase como en efecto pagué lo que de estos tributos a mí ha llevado (...) por lo cual fue necesario despojarme de cuanto tenía»85. La actitud legalista y regalista de Sande frente a la aplicación de la ley, fácilmente puede ponerse en duda, cuando en 1580 terminó su periodo como Gobernador de las Islas: antes de regresar a su antiguo cargo de Oidor de la Real Audiencia de México decidió encomendar un repartimiento de Ilocos que pertenecía al Rey, a su hermano Bernardino, quien apenas contaba con quince años y al que ya le había dado otra encomienda en la Provincia de Bay. En este caso, su hermano no era oficial real y tampoco había sido conquistador ni pacificador. En la carta que se denuncia esto, fechada el 31 de mayo de 1595, Francisco de las Misas, veedor de la Real Hacienda, declaraba que nada de esto fue registrado en libros ni lo firmó ningún escribano. El nuevo Gobernador, Gonzalo Ronquillo, le quitó la encomienda a Bernardino de Sande pero este aprovechó que su hermano mayor era Oidor en Nueva España y consiguió una provisión para que se la devolviesen. Asimismo, concluye denunciando que Sande, quince años después de haber salido de las Islas, seguía recibiendo cantidades de dinero de manera irregular86.
Las resoluciones llegaron en el año de 1577. Una cédula real le otorgaba a Guido de Lavezaris el título de Maese de Campo de las Islas Filipinas, así como un poder para que Sande le devolviera las encomiendas, sin embargo, le daban la orden de respetar a su Gobernador y Capitán General87. Otra cédula real del 29 de abril les pedía a los oficiales de la Real Hacienda que acudieran donde Sande, quien tenía órdenes de devolverle los salarios y los repartimientos88. A Sande, la cédula real le prohibía reformar las encomiendas que Legazpi había otorgado, así como devolver los salarios y los indios encomendados a los oficiales89. Pero este pequeño triunfo contra los excesos de Sande tuvo poca duración, porque en otra carta del 20 de julio del mismo año los oficiales se seguían quejando de la actitud hacia ellos y pedían que el Gobernador no los persiguiera más, causándoles molestias90.
En adición, las quejas empezaron a llegar a la Audiencia de México no solo de la mano de los oficiales de la Real Hacienda, sino también de algunos capitanes. Juan Maldonado, Juan de Morón -quien rescató a los agustinos que los embajadores chinos habían dejado abandonados en el puerto de Bolinao-, Pedro de Chávez -quien por órdenes de Sande fundó Nueva Cáceres- y Francisco Chacón le escribieron al Virrey el 4 de junio de 1577 describiéndole el estado en el que se encontraban las Islas después de la llegada de Sande. Criticaban el comportamiento del Gobernador, sufriendo constantes afrentas de su parte hasta el punto que uno de los soldados quiso asesinarlo por los maltratos a los que Sande lo tenía sometido. Denunciaban además, como lo hizo después en Santafé el Arzobispo Bartolomé Lobo Guerrero, los abusos que los Alcaldes Mayores nombrados por Sande cometían contra los indios y cómo se servía de estos para su propio beneficio. Relataron la incompetencia para conservar las relaciones con los embajadores chinos y declaraban que Sande ocupaba todo el espacio de los barcos que iban hacia Acapulco, perjudicando con ello a otros españoles que sí tenían el derecho de comerciar. Señalaban por otro lado que Sande no tenía la mejor relación con los miembros de la iglesia, a quienes despreciaba, y que no asistía a las liturgias. Hicieron además una relación de los hombres que habían muerto perjudicados por el Gobernador Sande, quien constantemente les negaba licencias para salir de las Islas. El Cabildo y los capitanes intentaron enviar un procurador a la Corte, pero Sande lo impidió. Concluían la carta solicitando al Virrey que la residencia la hiciera el nuevo Gobernador, estando Sande en las Filipinas, y recomendaban que dichas denuncias no debían llegar a la manos de los amigos del Gobernador91. El 23 de diciembre de ese año, el Virrey le volvió a escribir al Rey, quejándose de la lengua de Sande:
De la mala lengua del doctor Sande ya Vuestra Majestad tiene noticia (...) y Vuestra Majestad tuvo por bastante castigo enviar una real cédula para que yo se la leyera y así lo hice y fue darle una carta ejecutoria de libertad. Vuestra Majestad esté cierto que si dios no le cría otra vez de nuevo que no perderá lo que le es natural que es no haber hombre ni mujer de ningún estado que sea bueno en su lengua. Ni se puede resistir a la menor ocasión del mundo como él tenga poder para ello como le tiene le ha tenido, siendo ministro de Vuestra Majestad que no haya decir que es un ladrón, judío o borracho y bellaco u otras palabras peores y ahora como se ve tan apartado y con tanta libertad usa mejor de ello [...]92.
De todo este pliego de cargos puede verse que, de acuerdo a diversos oficiales reales, durante dos años de gobierno en las Islas Sande no había cumplido con las instrucciones precisas que le habían dado. Varias cédulas reales del 23 de mayo de 1578 le ordenaban que devolviera los bienes que tenía embargados a los oficiales de la Real Hacienda, así como sus respectivos salarios y encomiendas93. El 11 de junio, el Maestre de Campo Luis de Sahajosa escribía una carta al Consejo de Indias haciendo una relación de la jornada de Borneo, catalogándola como poco provechosa y criticando a Sande por sus pocos conocimientos en asuntos de guerra - un eco de Fray Juan de la Concepción, cuando caracterizaba a Sande como hombre de letras y no de armas. Por último, Sahajosa afirmaba que Sande cometía todo género de abusos y excesos contra los españoles de las Islas, pidiendo justicia y una solución a tal problema94. En otra carta fechada del 12 de junio, los capitanes Luis de la Haya, Gabriel de Rivera, Juan Maldonado, Pedro de Chávez, Francisco Arias de Herrera y Juan de Morón denunciaron que Sande no había querido darles las mercedes que el Rey les había otorgado. Lo criticaban también, según sus percepciones, por actuar solo en beneficio propio. A propósito de la jornada a Borneo, los capitanes le dieron al Gobernador Sande su parecer sobre lo poco provechoso de la expedición, pero este no escuchó ninguna opinión que no fuera la suya. Por ejemplo, cuando Sahajosa se opuso a la expedición, le quitó toda la gente que estaba bajo su mando y se la dio a su hermano Bernardino, quien lo acompañó a Borneo95.
El 27 de julio del mismo año Lavezaris volvía a denunciar que Sande no le había querido devolver las encomiendas, pero más importante aún, hacía una relación de la jornada a Borneo. A diferencia de las descripciones que los cronistas de las órdenes religiosas hicieron en momentos posteriores, Lavezaris recuerda que él ya había logrado entablar relaciones de paz con el rey de la Borneo, pero Sande mandó una armada con todos los soldados de artillería que había en Manila, saqueando el pueblo y luego abandonándolo porque no encontró nada valioso, a excepción de alcanfor. Calificaba la expedición como desastrosa porque dejó la isla despoblada y solo representó pérdidas materiales y económicas, pero sobre todo humanas, entre estas la vida del agustino Fray Martín de Rada, gran defensor de los indios en las Filipinas. Relataba cómo los sangleyes que estaban en las Islas se fueron por los malos tratos de Sande, entorpeciendo el comercio, y más crítico aún, cómo Sande atentó -simbólicamente- contra el orgullo y la memoria de los primeros conquistadores y pobladores, cuando este tomó el estandarte con el que los primeros españoles habían conquistado las islas e hizo de él una «banderola», resultando ofensivo para aquellos que lo habían cargado con orgullo durante años anteriores96.
Unas pocas buenas noticias comenzaron a vislumbrarse el 12 de agosto con la real provisión que nombraba a Gonzalo Ronquillo de Peñalosa como el nuevo Gobernador y Capitán General de las Islas Filipinas97. Pero el 30 de octubre Ronquillo recibió una cédula real en la que le encomendaban favorecer y ayudar a Sande para que regresara a Nueva España y nombraban a este último superior de los barcos en los que viajara hacia Acapulco98. Y el 10 de diciembre se le recomendaba a Ronquillo que honrara y favoreciera a Bernardino de Sande, si bien se tiene noticia de la encomienda que el nuevo Gobernador le expropió sin éxito al hermano de su predecesor99.
Un año antes del regreso de Sande a Nueva España, el 10 de junio de 1579, Cauchela y Aldave le informaban al Rey del poco provecho que tuvieron las expediciones a Borneo, Joló y Mindanao. Asimismo, solicitaban que Sande no interviniera en todo lo que tiene que ver con los despachos de los navíos hacia Acapulco y que le habían solicitado poner los indios vacos como encomienda de la Corona para solucionar el déficit de la Caja Real100. El 1 de junio Gonzalo Ronquillo de Peñalosa llegó a Manila y Sande le escribió al Rey el 10 del mismo mes informándole que se iba a quedar en las Islas hasta que el nuevo Gobernador le hiciera el juicio de residencia101. Ya en las Filipinas, Ronquillo le escribió al Rey contándole que a su llegada había recibido muchas quejas de los oficiales reales por las acciones de Sande102. A su regreso a Nueva España, Sande volvió a su plaza de oidor en la Real Audiencia de México, por lo que resulta particular que Ronquillo estuviera haciendo el juicio de residencia a su superior. Al respecto, en la historiografía filipina se ha perpetuado desde el siglo XVI -como sucedió con la historiografía local desde el siglo XVII a propósito de Zaldierna de Mariaca- la creencia de que la muerte de Gonzalo Ronquillo, en 1583, se debió a los malestares que Sande le ocasionó al cuarto Gobernador de las Islas Filipinas en represalia por el juicio de residencia que le hizo. Fray Gaspar de San Agustín indica que Ronquillo «vivió siempre muy disgustado, de no poder conseguir muchas cosas, que avia intentado en aumento destas Islas, que ordinariamente le salian contrarios los efectos de sus pretensiones. De lo qual se le ocasionó tan gran melancolia, que sin bastar los medios que para su dolencia buscaban, se fue secando poco à poco»103. A propósito, en una carta del 21 de junio de 1583, Diego Ronquillo denunciaba ante el Rey que la muerte del Gobernador se debía a que, desde la Audiencia de México, Sande se había encargado de entorpecer la administración de las Islas, desprestigiándolo ante el Rey:
En el cargo de esta Gobernación se puede acudir muy mal al servicio de Vuestra Majestad por la mala ayuda que en México se da por particulares que el doctor Sande Oidor de aquella Audiencia tubo con don Gonzalo Ronquillo acerca de la residencia que le tomó el cual dio orden el año pasado para que en la Audiencia se despachasen muchas provisiones todas dirigidas a estorbar la buena gobernación de esta tierra porque don Gonzalo cayese en falta del servicio de Vuestra Majestad prorrogando las licencias a los encomenderos de estas Islas que se están en México gozando de la renta y los soldados pobres trabajando acá y otras cosas y en suma en aquella Audiencia se le tomó visita a don Gonzalo y enviaron provisiones alterando lo que proveía en negocios de gobernación (...) que Vuestra Majestad sea servido enviárselo así o mandar y desagraviar a don Gonzalo de los muchos que se le hicieron que fue causa de su muerte como persona que con tanta limpieza servía a Vuestra Majestad y se vea libre de la imputación y así cobrarán ánimo los criados de Vuestra Majestad para servirle con más fuerzas104.
Volviendo atrás, aun con un nuevo Gobernador, las quejas no terminaron de presentarse. El 15 de junio de 1580 Miguel de Luarca le describía al Virrey los abusos que Sande cometió contra él y afirmaba que ni en España ni en Nueva España se tenía correcta información de todo aquello que ocurría en las Islas, por lo que se ordenaban cosas equivocadas105. El 20 de junio Lavezaris y los capitanes Salcedo, la Haya, Maldonado, Rivera, Morón y Chávez le expresan su felicidad al Rey porque había llegado un nuevo Gobernador, y una vez más no perdieron la oportunidad para criticar a Sande por haberse ocupado, según su opinión, de enfocarse sólo en sus intereses personales, haber cometido múltiples fraudes y dejar las Islas con la población de naturales reducida, bien porque habían muerto o se habían fugado106.
Asimismo, en una carta del 22 de junio los oficiales de la Real Hacienda acusaron a Sande por haber regresado a Nueva España con un cargamento de doscientas toneladas de mercancías chinas a nombre de Francisco Palao, cosa que según Cauchela, Aldave y Luis de Vivanco, ya había hecho en años anteriores107. Al respecto, el 29 de diciembre, en nombre de los vecinos de Manila, Gabriel de Rivera hacía una petición para que se recogieran los testimonios de las mercancías que Sande llevaba en la nao Santa María de Jesús, a nombre de Palao, y pedían que fueran secuestradas para pagarle a los vecinos de la ciudad con quienes Sande había tenido pleitos en los últimos cinco años, pero sobre todo porque las leyes lo prohibían108. El 17 de febrero de 1581 en una relación de los hechos, se cuenta que Ronquillo había enviado a la Real Audiencia de México unos autos que se hicieron en Manila a petición de los vecinos para que se embargaran mercancías chinas (sedas, damascos, algodón, loza, clavo y pimienta, entre otras) y oro que habían viajado en la Santa María de Jesús en 1580 a nombre de Palao pero que pertenecían en realidad a Sande. Una vez llegó el barco a Acapulco, Palao alcanzó a vender parte de la mercancía, pero el resto fue entregado a Diego López de Montalbán para que hiciera un inventario de ellas109.
El 20 de julio de 1581 Cauchela, Aldave y Vivanco enviaron al Consejo de Indias la residencia tomada a Francisco de Sande110, ahora Oidor de la Real Audiencia de México, pero este documento no ha sido encontrado. Dos años después de que Sande había salido de las Islas, Juan Bautista Román, veedor de la Real Hacienda de las Filipinas, escribió una carta al Rey contándole del estado de déficit en el que había encontrado las Islas y que el anterior Gobernador había salido muy rico de allí, pudiendo comprar la voluntad de los oficiales de la Real Audiencia de México y entorpeciendo la línea de comercio que Ronquillo había abierto entre las Filipinas y el Virreinato del Perú111. El 27 de febrero de 1589, nueve años después, todavía no se había emitido una sentencia por el juicio de residencia de Sande en las Filipinas112. El 13 de septiembre del mismo año se consultaba al Consejo de Indias la conveniencia de publicar la sentencia113, y el 27 de octubre Sande pedía que se le perdonaran las condenas fruto del juicio de residencia, debido a sus servicios a la Corona114. A pesar de todas las quejas y acusaciones, Sande continuó ascendiendo en su carrera, primero en Guatemala y luego el Nuevo Reino de Granada, donde murió también envuelto en denuncias por malas prácticas de gobierno.
Conclusiones
De acuerdo con Francisco Andújar y Alfonso Heredia, si bien los oficiales reales juraban desempeñar sus cargos para servirle al Rey, en la América Hispánica la realidad consistía en que estos individuos estaban aprovechando para beneficio propio el poder que les daba estar al frente de instituciones como las audiencias o encargados de gobernaciones y corregimientos115. Ese «provecho», adicional a las mercedes otorgadas por el Rey y las recompensas que por servicios obtenían, se materializaba a través de muchas prácticas que hoy son reconocidas bajo el concepto de corrupción. Abusos contra indios, vínculos entre comerciantes y jueces, comerciar a través de terceros para incrementar los ingresos, que bien lo prohibían las Leyes de Indias, «personas interpuestas» (nombre con el que se conocía el testaferrato), expropiación de tierras otorgadas para uso personal o beneficio de otros, nepotismo, demora en los procesos, ocultación de información, incompetencia y desfalco, son algunas de las maneras en las que un oficial era reconocido como corrupto y por lo tanto denunciado116. La lista es mucho más amplia, pero se mencionan estas porque son todas las que los oficiales de la Real Hacienda y los capitanes de las Filipinas -quienes tenían una clara noción de lo que debía y no debía hacer un Gobernador- percibieron como malas prácticas de gobierno de Francisco de Sande durante su estancia en las Islas del Poniente, y en función de ello pidieron que se hiciera justicia.
A la lista de cargos de Sande hay que adicionar los regalos y dádivas para salir beneficiado en una sentencia (cohecho), tal y como se puede interpretar en el hecho de que a pesar de las múltiples y persistentes acusaciones y quejas en su contra, continuaba ascendiendo en su carrera, siendo promovido como oidor de la Real Audiencia de México en el caso de las Islas Filipinas, y de allí como Presidente a las audiencias de Guatemala y Santafé. En efecto, acerca de su último juicio de residencia, se ha mostrado cómo Sande tenía vínculos con el Duque de Lerma, quien aparentemente influenciando a Felipe III, quiso entorpecer la visita que el Consejo de Indias decidió hacerle117. Y es que la historiografía europea ha identificado el reinado de Felipe III como uno de los más corruptos de la historia española, precisamente porque su valido -quien se convirtió en el único súbdito con la capacidad de aconsejar al rey haciendo imposible que otros súbditos lo aconsejaran sin su presencia-118, era un personaje que cometió un sinnúmero de actos ilícitos para enriquecerse119. Cuando Sande murió, de regreso a España su viuda Ana de Mesa y sus herederos empezaron un proceso de reclamación de herencia contra su cuñado y tío Fray Martín de Sande, quien había hecho las veces de testaferro del Presidente, y quien había dado toda la fortuna que Sande había reunido por vías ilícitas al Duque de Lerma, esperando obtener con esa dádiva un obispado120. Del mismo modo, durante el reinado de Felipe II, como ya se ha sugerido, obtuvo el favor de Juan de Ovando mientras este era Presidente del Consejo de Indias, y luego de que este muriera pudo obtener la protección del mismo Rey gracias a todos los juros que Sande había hecho a su nombre, por cerca de 300.000 maravedíes121.
Como se ve, Francisco de Sande gozaba de un importante y cuantioso «capital relacional» que le permitió ascender en su carrera, a pesar de las quejas y sentencias por malas prácticas de gobierno. Después de este primer acercamiento descriptivo de las acusaciones que se hicieron en su contra mientras estuvo en las Islas Filipinas, se hace urgente establecer y comprender todas las relaciones y vínculos contractuales o de parentesco que Sande mantuvo a lo largo de su vida, así como sus acciones en otros territorios de la Monarquía Hispánica, para comprender las dinámicas de la corrupción y las malas prácticas de gobierno durante este periodo temprano en Ultramar. Este objetivo puede lograrse a través del método prosopográfico que los especialistas en la historia de la corrupción han estado desarrollando en los últimos años122.
Francisco de Sande no fue el único oficial real acusado y condenado por malas prácticas de gobierno, abusos y excesos. Si bien esta verdad histórica no pretende justificar o excusar sus acciones, sí es importante señalarla porque permite comprender que a pesar de todas las condenas morales contra la corrupción, el sistema de gobierno de la Monarquía Hispánica con frecuencia funcionó de ese modo. Oficiales, jueces, presidentes, virreyes, validos, y el mismo rey hicieron parte de esa red de favores que terminó beneficiando intereses particulares o financiando una corona desgastada y en quiebra por tantas guerras. ¿Por qué es representativo entonces el caso de Francisco de Sande como Gobernador y Capitán General de las Islas Filipinas para estudiar la corrupción en el mundo colonial? Primero, porque es un caso muy temprano, la mayoría estudios se concentran en los siglos XVII y XVIII, en un territorio periférico, pero también porque Sande encarna al funcionario real que viajó a las Indias a hacer su carrera y obtener grandes beneficios personales, y es precisamente en ese contexto que debe estudiarse.
En uno y otro lugar, Sande sirvió esencialmente a un mismo rey, Felipe II, y rendía cuentas ante el Consejo de Indias, poderes que gobernaban sobre una geografía amplia y diversa, pero perteneciente a una misma entidad política y administrativa. Y es que las posturas historiográficas sobre Francisco de Sande, atendiendo a las fronteras actuales, se han distinguido entre la condena, y el desconocimiento de éste en otros territorios, que en Colombia se ha hecho, la aparente parcialidad de la historiografía filipina que recuerda las expediciones dirigidas a comienzos de la dominación española de las Islas, y la exaltación regionalista española de un historiador como Pedro Rubio Merino, quien siendo archivista, a conveniencia ignoró fuentes en las que la grandeza del cacereño Francisco de Sande se pone política y moralmente en duda. Esta distinción y desinterés por entender al funcionario en su conjunto tiene origen en los procesos republicanos y los proyectos nacionales del siglo XIX, pero la Presidencia de Sande en Santafé, así como sus conflictos con otros funcionarios reales, no puede entenderse sin tener en consideración su desempeño como Gobernador en las Filipinas o como Oidor de la Real Audiencia de México.
Resumen
Main Text
1. Introducción
2. El cursus honorum antes de partir a las Islas Filipinas
3. Francisco de Sande en las Islas Filipinas
4. Los oficiales reales contra Francisco de Sande
Conclusiones