Editorial
Como lo mencionaba el poeta Jorge Eliécer Ordónez en la editorial de la revista número 20, nuestra revista hasta hoy tiene tres momentos; el tercero, ha finalizado. Durante tres años y medio hemos estado al frente de la revista La Palabra; en el 2011 la actualizamos y logramos sacar cuatro números que, además de reeditarla, contenía los elementos indicados por Publindex para ser una revista indexada. En esa época sufrimos una paradoja, ya que al haberse dejado de editar, nadie estaba interesado en publicar en ella y tuvimos que recurrir a amigos y compañeros de trabajo para recolectar los artículos que conformaran estos números. Desde el principio, contamos con el apoyo de la recién creada, en esa época, Maestría en Literatura y de su coordinador el profesor Hernán Fonseca. En este trámite, también fue invaluable el apoyo del entonces decano de la Facultad de Ciencias de la Educación Gilberto Forero.
Actualizada la revista, en el año 2012 sometimos a evaluación nuestra revista y nos presentamos a la convocatoria de indexación de Publindex, obteniendo la clasificación en categoría C. Gracias a esto, empezó a ser más difundida y más conocida y con nuestra revista se lograron también hacer conocer los procesos que en el área de la literatura se desarrollan en la Maestría en Literatura y en la Escuela de Idiomas de nuestra universidad.
Para el año 2013, hicimos un cambio en el diseño gráfico, hecho que impactó de manera importante a nuestros lectores, autores y miembros de comités. Ese mismo año, nos volvimos a presentar a la reindexación en Publindex obteniendo la categoría B y evidenciando de esta manera el crecimiento de nuestra publicación y sus mejoras en los procesos editoriales y académicos que ésta realiza, que se completa con la inclusión en Bases e índices internacionales, constatando que La Palabra es cada vez más consultada y convirtiéndonos en un referente importante de los estudios literarios en nuestro país.
Como lo hemos venido mencionando en las últimas editoriales, existe una especie de encrucijada a la que se ve sometida nuestra publicación desde la tensión de las evaluaciones formales crudas y, muchas veces, puestas al servicio del mercantilismo vacuo del conocimiento en el que lo que importa son las estadísticas y la forma y no la profundidad de los contenidos y los aportes de estos a las diversas disciplinas, y por otro lado, los resultados que para nosotros son importantes pero que no cumplen con la ortodoxia formal de las investigaciones, vistas solo desde las ciencias positivas.
Nuestra revista, al ser una revista de literatura, no deja de resentirse ante esquemas formales que reducen la creatividad de nuestras investigaciones a la crudeza con la que deben presentarse los resultados. Una vez más decimos que si hemos entrado en esta lógica es porque lo único provechoso que vemos en esto es que nuestra publicación logra mayor difusión y con nuestro trabajo abrimos un espacio para los autores que quieren aportar al estudio de la literatura. Lastimosamente la única manera de que una revista sobreviva hoy y reciba el apoyo institucional es que esté indexada. Siempre denunciaremos que detrás de los esquemas de indexación de revistas hay elementos innecesarios, falsos, reduccionistas y desviados.
Dicho lo anterior, presentamos la edición número 25 de La Palabra, conformada por cuatro secciones que pudimos organizar de acuerdo a los artículos que sobrepasaron todas las fases de evaluación, estas son: Literatura colombiana, Literatura argentina, Literatura y análisis semiótico e Investigaciones Maestría en Literatura. Respecto a la evaluación de los artículos, es importante destacar que los pares que aceptan la revisión de nuestros artículos ha crecido gracias a la difusión de nuestra publicación.
Como editor de la revista durante estos tres años y medio, he de confesar que me siento satisfecho por el trabajo realizado y por los aportes que he podido dar a esta publicación que termina siendo parte de la vida de uno. Quisiera agradecer, de manera especial, el apoyo incondicional, durante este año y medio que he trabajado a su lado, a Andrea María Numpaque, nuestra asistente editorial, con la que la revista ha crecido y ha mejorado de manera sustancial sus diversos procesos.
Dado que, a partir de agosto, viajo a realizar mis estudios doctorales, doy la bienvenida al nuevo editor, profesor Adrián FaridFreja de la Hoz, con quien estoy seguro, nuestra revista seguirá creciendo.
Witton Becerra Mayorga
Editor y criticada