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La Iglesia católica y el humanismo cristiano Doctrina, presencia y compromiso

Resumen

Desde un enfoque cristiano, el Estado debe ser una forma esencial,
fundamental de solidaridad humana, un Estado vivido como
“morada común”. Un Estado no es verdaderamente democrático
si no está al servicio del ser humano, si no tiene como fin supremo
la dignidad, la libertad, la autonomía de la persona humana, si no
es respetuoso de aquellas formaciones sociales en las cuales la
persona humana libremente se desarrolla y en las cuales integra
su propia personalidad. El principio ético de búsqueda de la verdad
debe estar presente en toda la acción de la promoción en la
participación.
Ninguna sociedad avanza, ninguna alcanza sus umbrales más
radicales de justicia, si la voz rigurosa de la conciencia y un sentido
auténtico de la comunidad no colocan a las personas en la justa
relación de solidaridad social. Existe una desvalorización de la
política tradicional, los políticos y las utopías clásicas.

Simultáneamente se nota una valoración de la vida democrática,
del Estado de derecho, de la vigencia de los derechos humanos,
de la no violencia, de la moralidad en la gestión estatal.

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